Tuve suerte al conseguir un lugar para dormir. Salvo que Ginger se pasó toda la noche hablando por teléfono, dejándome encogida en su cama y con los ojos bien abiertos. Era su habitación; su teléfono; y el que estaba al otro lado de la línea era Byron.
Di unas cuantas vueltas, quedándome enredada en las suaves sabanas. Ella se levantó, dirigiéndose a la ventana con una enorme sonrisa.
No podía quitarme de la cabeza la imagen de Ethan y Effie besándose. Era una estupidez, y más cuando ni siquiera los vi tan juntos como mi cerebro intentaba proyectar. Él podría haberme dicho algo, pero prefirió callárselo y mantenerlo en secreto.
Las horas pasaban, y estaba segura que ni el mejor maquillaje del mundo ocultaría las bolsas que se formaban debajo de mis ojos de lo cansada que estaba. La luz del día se filtró por la ventada, y un pequeño golpe en la cabeza me invitó a levántarme de la cama ajena que ocupé.
— ¡Levanta! —canturreó como una cotorra. —Tenemos planes.
Miré el reloj digital del teléfono móvil.
Había estado hablando con Byron unas cuatro horas aproximadamente.
—Son las ocho y media de la mañana —bostecé. —Quiero dormir un rato antes de volver a casa. Me espera una mañana terrible e inquieta.
—Sí —aguantó las ganas de reír. —Tus padres y la fábrica de bebés. Toda la noche ahí dándole al tema...
— ¡Cállate! — ¿Qué clase de persona estaba interesada en la vida sexual de sus padres? ¡Nadie! Me alegraba saber que de alguna forma habían vuelto...pero lo demás sobraba. —No podré mirarlos a los ojos al menos en doscientos años.
Volvió a golpearme con uno de los cojines que habían tirados en el suelo.
—De acuerdo. Dejamos el folleteo de tus padres a un lado, y nos ocupamos de vestirnos e ir a la cafetería —tiró bruscamente de mi brazo, dejándome tirada en el suelo. —No hagas ruido. No quiero que mi hermano se despierte. Supuestamente me toca bajar al perro a la calle —arrugó la nariz. —La sensación de recoger sus cositas con una bolsa me da asco.
— ¡Es tu perro!
—Es de los dos —corrigió entre risas.
Cerca de la casa de Ginger había una pequeña cafetería que servía un delicioso desayuno. Me senté en una de las mesas, esperando a que mi amiga se decidiera a entrar. Ella siguió en la puerta, con los brazos cruzados buscando desesperadamente a Byron.
Deslicé las páginas del menú, buscando algo rico que llevarme a la boca. Me decanté por una ensaimada con crema (algo típico de Mallorca).
— ¿Qué va a querer? —Preguntó el camarero.
—Un capuchino, y...—miré al chico. — ¿Daniel?
Daniel el stripper. El chico que supuestamente no era gay.
Era muy guapo; cejas bien depiladas; sonrisa preciosa por sus carnosos y rosados labios; mejillas acaloradas por el tono de su piel tan blanca; y enormes ojos grisáceos que destacaban por sus largas pestañas.
—Freya —se acomodó en el asiento de enfrente. — ¿Qué haces tú aquí?
¡Mec! Pregunta incorrecta.
Moví el dedo de un lado a otro.
—Mejor dicho: ¿Qué haces tú aquí? Pensaba que era una cafetería familiar —dejé escapar un "¡oh!" exagerado. —Por favor, dime que no te vas a quitar la ropa mientras que desayuno. Quiero comer tranquila. ¡La hoja de reclamaciones!
Enarcó una ceja elegantemente.
—No voy a desnudarme. Éste es mi trabajo de día.
Era una cafetería.
— ¿En serio?
—Sí—lo estaba sacando de quicio, al igual que hacia Ethan con él.
Los puños se acomodaron en la mesa. Lo entendí todo en un momento.
— ¿No estarás enamorado de mí, verdad? —Daniel era muy sospechoso. —Ahora entiendo porque me besaste—pobre chico. —Eres encantador...pero — ¡Ufff! Era mi primer rechazo—no eres mi tipo.
El stripper-camarero se llevó desesperadamente las manos a la cabeza. Hinchó el pecho, y con los ojos bien abiertos me respondió.
— ¿Por qué tienes el ego tan alto como el de Ethan? Sois iguales —miró dirección a la caja. —Solo quería ayudarte.
—Si me quieres ayudar dime una cosa.
— ¿El qué?
Me acerqué un poco más.
— ¿Por qué Effie vive con vosotros?
Se echó hacia atrás, acomodando la espalda en el respaldo de la silla. Cogió uno de los terroncitos de azúcar que había sobre la mesa, y los mordió dejando que el dulzor se consumiera en su boca.
— ¿Qué Effie?
¡Maldito!
Encubría a Ethan.
—No te hagas el tonto —lo cogí por el cuello blanco de la camisa. —Prometo que como no me digas que está pasando, le escribo una carta a Obama diciendo que os cierre Poom's.
Me pasó una servilleta y un lápiz.
—Adelante.
¿Por qué me desafiaban?
Yo era capaz de eso y mucho más.
Deslicé el lapicero por el arrugado "papel".
—Querido Obama —leí todo lo que estaba escribiendo. —Soy una compatriota que adora su país. El problema es que hay sitios malditos que deberían estar ¡cerrados! Me dirijo a usted, presidente, con el fin de aniquilar un sitio llamado POOM'S...
— ¿Sabes cuantas mujeres te matarían por lo que estás haciendo?
Se me escurrió el medio de comunicación con el presidente de Estados Unidos.
—Ganas. Pero solo de momento —tiré bien lejos la servilleta. —Pienso sacarte la información a mi manera. ¿Qué tal si hablo con tu jefa?
— ¿Qué tal si callas y me escuchas?
Daniel maldijo.
—Soy toda oídos.
Me encantaba ganar.
—Effie y Ethan no están juntos...
— ¡Mentira! —Grité, pero volví a callarme ante su mirada.
—Ella se ha metido en problemas, y Ethan la está ayudando.
— ¿Qué problemas?
Alzó los hombros.
—No lo sé.
¿Y él vivía con Ethan?
—Necesito más información. ¿Se acuestan juntos? ¿Se han besado delante de ti? ¡Lo necesito!
—Shhh—se escuchó de fondo por parte de una pareja de ancianos.
Eso me avergonzó. Estaba nerviosa, quería saber todo lo que estaba pasando dentro de su apartamento. Daniel no parecía un buen chivato; más bien un desastre como cotilla.
—Duermen separados. Ethan en el sofá, y Effie en su cama.
Miré mis dedos, que empezaron a dibujar círculos imaginarios sobre la mesa.
— ¿Estás diciendo...que ellos —cogí aire—no están juntos?
—No.
—Pero ayer dijiste "novias".
Eso me confundió más.
—Y, ¿no es cierto que tú eres una de las tantas novias que ha tenido?
Hablaba de lista.
¿Cuántas había tenido?
¿En qué número estaba?
Quería más.
Necesitaba respuestas desesperadamente.
—Daniel...
—Tengo que trabajar. Habla con él.
Confirmado; en alguna de mis vidas anteriores, había sido un mal bicho que lo estaba pagando todo en el cuerpo de Freya. Tenía que cambiarme a alguna religión donde todas las cosas salieran bien incluso si eras un poco mala y torpe.
Me levanté del asiento, saliendo de la cafetería sin desayunar. A fuera del local, se encontraba Ginger abrazando a Byron mientras que él se sonrojaba. Su cabello rubio estaba algo más largo, casi el flequillo ocultaba sus ojos.
Estiré mis labios, sintiéndome feliz al verlo.
—Chica chicle.
— ¡Byron!
Sonrojado, se apartó tímidamente de Ginger para darme un fuerte abrazo. ¿Qué paso? Algo típico en nosotros. Mi frente golpeó con la suya, ya que ni siquiera habíamos aprendido a abrazarnos como las demás personas.
Reímos, y por fin rodeé su cuello.
—Te he echado de menos —dijo, cogiendo la mano de su novia.
Le revolví el cabello.
—Y yo. Pero veo que has estado muy bien acompañado —esos dos hacían muy buena pareja. — ¿Ya ha conocido a tu familia?
—No. Mi madre no quiere conocer a ninguna de mis novias —Ginger no pareció molesta. —Dice que la última fue un desastre y que con eso tiene suficiente.
La bruja seguía hablando de mí.
Intenté relajarme.
—Yo también la —bajé el tono—mataría.
—Últimamente está muy extraña. Ayer por ejemplo —rodeó los hombros de Ginger con su brazo. —Llegó a casa medio borracha, buscando desesperadamente su sujetador.
Así que era cierto que definitivamente sus padres se separaron.
Reí en voz alta.
—Tranquilo. Por ejemplo ayer pillé a mi padre con un...— ¡mierda! —s-s-s-s-ssssujetador.
De golpe noté que todo me daba vueltas.
— ¿Te pasa algo? —Preguntó mi amiga.
Estaba mareada.
Casi con ganas de devolver bilis.
Un miedo se apoderó de mí.
«Respira, Freya, respira»
El mundo no se acabaría si corría la posibilidad que mi que padre se estuviera acostando con la bruja, ¿verdad?
Por todos los unicornios rosas del mundo... ¡quería morirme!
De un modo algo melodramático, salí corriendo bajo la atenta mirada de mis amigos. Corrí todo lo que mis piernas podían. Por el camino, memoricé unas cuantas frases para prohibirle a mi padre que no se viera con esa mujer.
Intercambiaríamos roles; Él sería el hijo, y yo la madre egoísta y sin corazón.
Ruck, el portero, me saludó amablemente como cada mañana. Ignoré al pobre señor, y pasé de largo el ascensor. Prefería coger las escaleras y llegar lo antes posible a mi apartamento.
Subí las plantas casi sin aliento, y al visualizar el pasillo correspondiente, mi cuerpo se relajó contra la pared. Algo que me hizo perder tiempo. Aunque lo peor de todo fue ver salir a Ethan con un pequeño perro blanco.
—Freya.
«No»
No tenía tiempo para hablar.
Intenté pasar por su lado, pero me detuvo.
—Tengo prisa, vecino.
Él me miró casi con tristeza.
—Dos minutos.
—No.
—Te doy una snicker —chantaje.
El perrito ladró.
—Que sean dos.
Esa era mi recompensa por hablar con él y dejarse explicarse.
—No estoy con Effie —eso me lo podía haber contado horas antes. —Ella...
— ¿Qué? Dime que hace viviendo contigo.
—No puedo —se llevó la mano libre a su rebelde cabello. Parecía cansado, como si no hubiera pegado ojo en toda la noche. —Tienes que creerme. No me he acostado con nadie. Llevo cinco meses esperando a que vuelvas para decirte...
— ¿Para decirme qué?
Tenía que dejar hablar a la gente.
—Quiero ir en serio contigo, Freya.
El corazón me brincó dentro del pecho.
—Soy muy joven para casarme.
—Hay un paso antes que casarse —sonrió. Alzó mi barbilla con sus dedos. —Ser novios.
Reí como una loca suelta por la calle.
Novios.
Que bien sonaba dicho por él.
Él seguía mirándome, esperando una respuesta o una grata alegría. Y no una risa desquiciada.
El perro empezó a gruñirme. Por eso no tenía animales; me odiaban.
—Eth..
—Quiero presentarte a alguien. Para mí es muy importante —tocó lentamente mi cabello, como cuando me dormía sobre su hombro. —Solo si quieres, Freya.
¿De quién hablaba?
Pero lo más importante: ¿Quería volver con él?
¿Y por qué la cola del perro era rosa?
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