Capítulo 35.
12 HORAS SIN ETHAN
Por muy ridículo que sonara, a mis diecisiete años seguía conservando una hucha de cerdito llena de dinero –que supuestamente había ahorrado durante años, y años. Parecía que el momento llegó, y tenía que romper esa cosa contra el suelo de mi habitación.
Levanté lo más alto posible los brazos, y con toda la motivación del mundo, la tiré hasta hacerla añicos. Trozos de barro orneado salpicaron por la alfombra y sobre mi cama. La gran sorpresa fue...
— ¡No! —Grité una y otra vez. —Tiene que ser una broma. No puede ser.
Los acelerados pasos de mi padre llegaron al mismo lugar donde me quedé arrodillada. Él parecía el mismo de siempre, salvo que en ese momento odiaba con todas sus fuerzas a Ethan.
— ¿Qué haces, cariño?
Buena pregunta, papá —Pensé.
No respondí. Seguía furiosa con él.
Aunque mi padre si estaba charlatán.
—Ginger está ahí afuera. ¿Quieres que entre? Puedo decirle que lo mejor es que pase más tarde por casa...—calló al verme levantada.
—No, dile que entre. La estaba esperando.
Apreté los ojos esperando a que alguna lágrima saliera de mis ojos para ablandar su duro corazón. Él enarcó una ceja, dándose cuenta que intentaba llamar su atención.
Me ignoró.
— ¡Gracias, papá! Conseguirás que me traumatice de por vida.
La puerta se cerró, y volví una vez más a acomodarme en el suelo. Unas cuantas monedas quedaron en la palma de mi mano, y solo una risa me obligó a alzar la cabeza.
— ¿Se supone que con eso vas a pagar a un abogado para que defienda al stripper? —Ginger empezó a reír. —Ahí no hay ni diez dólares.
—Lo sé. Lo sé —el maldito cerdo ya había sido destrozado anteriormente, y no me acordaba. Seguramente gasté el dinero en esas malditas habichuelas que me vendieron en la feria, y caí al igual que Jack. De ahí no creció nada. Maldito lado infantil. — ¿Qué hago? Ni siquiera puedo estar encerrada en el armario llorando.
— ¿Sigues con ese trauma? —Asentí con la cabeza. — ¡Maldita sea, Freya! Narnia no existe.
—No lo sabemos. ¿Qué cuatro niños desaparecieron en el fondo de un armario no es para estar asustada? Yo lo estaría.
—El príncipe Caspian estaba muy bueno —rió. —Tanta magia para nada, porque en ningún momento salió sin camiseta.
— ¿Dejamos de hablar de Narnia, por favor? Ethan está en la cárcel.
Se cruzó de brazos.
—Por la culpa de esa loca.
Sí. La madre de Byron estaba chiflada.
Destrozó mis bonitos dientes, y ahora tenía que llevar fundas.
—Si al menos pudiera pagar a un sicario para matarla...la cosa cambiaría —era la mejor idea que había pasado por mi cabeza. —Pero son muy caros.
—A lo mejor si le enseñas una teta, te hace un descuento —Ginger me golpeó en la espalda. — ¡Un momento! Que aún no han crecido.
No era el momento de risas.
—Que graciosa —toqué mis pechos. Porque no estaba acomplejada... ¿no? —Llévame con él. Necesito verle.
Asintió con la cabeza, y las dos nos dirigimos hasta el comedor, donde plácidamente mi padre leía el periódico del día.
—¿A dónde vas? —Quise responder. —Estás castigada.
¡Mierda! Lo olvidé.
—Necesito vivir, papá. Lo necesito.
—Vuelve a tu habitación.
Insistió.
Cogí algo, y reuní valor para amenazarlo.
—Tienes que dejarme salir o sino... —me miró—me suicidaré.
Estaba siendo seria.
Pero Ginger rió.
Hasta mi padre.
— ¿En serio, cariño? ¿Con el mando del televisor?
Santa mierda mundial. Lo que presionaba en mi muñeca era el mando a distancia.
Mis mejillas empezaron a coger color, y un terrible calor humillante me dejó sin respiración.
—Una hora.
Nunca había saltado tanto.
Le lancé un beso a distancia, y corrimos para aprovechar el poco tiempo que tenía.
*
Estaba claro que no le dije a mi padre que salí a ver a Ethan. Cuando llegué a comisaria ni siquiera me digné a saludar. Solté su nombre con desesperación, moría por verle.
—Ahí detrás —dijo el guardia.
Ese lugar no era como en las películas. El olor era espantoso. El glamur ni siquiera existía. Solo podía ver barrotes, y los presos se escondían en la oscuridad.
Ginger se quedó atrás, dejándome algo de intimidad.
—¿Ethan? —Pregunté con miedo. —¿Estás ahí?
Silencio.
Seguramente estaba enfurecido conmigo por no haber evitado todo lo que pasó.
—Lo siento mucho. Siento todo lo que te está pasando. Esa mujer pagará por esto, te lo prometo —aferré mis dedos en los barrotes. Quería mirar más allá de la negra nube, y reflejarme en los azulados ojos de mi ¿novio? —Te quiero.
Un cálido aliento tocó mis dedos.
Cada vez estaba más cerca, podía sentir sus labios en mi piel.
Pero también había barba. Y Ethan no tenía barba.
—Hola, guapa —soltó un borracho. —Yo también te quiero. ¿Me das un besito?
Crucé mis ojos.
— ¡No! —inmediatamente me aparté de su lado.
—¡Freya! —Esa sí que era su voz. —Estoy aquí. Y tú, apártate de ella si quieres ver la luz del día. Hola —saludó tristemente. —¿Tu padre sabe que estás aq...
No le mentí.
—Haré todo lo posible para sacarte de este sitio.
—No quiero que gastes tus ahorros en mí —a veces era tan dulce.
De fondo habló Ginger.
—No te preocupes, está tan arruinada como tú.
—Ni caso —toqué su mejilla. —¿Puedo hacer algo por ti, Ethan? Llamar a tu madre, por ejemplo.
Sacudió con la cabeza.
—Con que sonrías yo estaré mejor.
Pero no podía, y menos cuando él estaba al otro lado.
El policía que lo detuvo se acercó.
—Alguien ha pagado la fianza.
Abrió la puerta, y lo dejó salir sin más.
Al parecer el Karma era eficaz.
Ethan me llevó hasta su fuerte pecho, tocando mi cabello con la barbilla acomodada en la coronilla. Cuando noté que pronto me besaría, preguntó algo que no llegaría a gustarme.
—¿Quién? —Estaba curioso.
—Esa —señaló a una mujer.
¡¡¡¡Bruja!!!!
—Hola, cariño —era la madre de Byron.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro