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Capítulo 31.




POV ETHAN.

Mi brazo agarró bien fuerte la toalla que colgaba del pomo de la puerta, y al salir de la ducha, me cubrí para no salir desnudo. Sentí como las gotas de agua resbalaban desde mi cabello, hasta bajar rápidamente por la espalda. Con una sonrisa asomé la cabeza en la habitación donde estaba Freya, pero sobre la cama no había nadie.

- ¿Enana? -silencio. - ¿Freya?

No respondió.

- ¿Freya?

Pregunté una vez más, y al final me di cuenta que me quedé solo en mi propia habitación. Era la primera vez que una mujer salía corriendo de mi lado.

POV FREYA.

Respiré, ya que desde que había bajado del autobús, no dejé de correr y se me olvidó hinchar mis pulmones de aire fresco. Decidida golpeé la enorme puerta donde vivía Byron, el cual me necesitaba desesperadamente.

Lo primero que pasó por mi cabeza fue que su madre le había hecho algo.

Las brujas solían comerse a los niños. Byron ya no era un niño, pero era tan inocente y dulce como uno.

Decidida insistí unas cuantas veces más, hasta que alguien abrió. Era él, con su cabello rubio revuelto, y las mejillas sonrojadas. Sus imperfectos dientes quedaron a la luz del día, mostrando una sonrisa.

-Has venido -dijo aliviado.

Me lancé a su cuello.

-Claro que sí, tonto. Estaba muy preocupada -lo miré buscando algún arañazo, pero estaba bien. - ¿Y la loca de tu madre?

Byron agrandó los ojos.

Estaba mal que la llamara loca delante de él, pero estaba loca.

Bajó la cabeza, y en silencio me susurró:

-Vamos a mi habitación.

No dije que no, solo seguí sus pasos por la silenciosa casa. La decoración era digna de una familia pija; lujos por todos lados, y un enorme jardín donde celebrarían eventos importantes.

Subí las escaleras mirando la larga espalda de Byron, intentando notarle tenso. Ese chico estaba igual que siempre, hasta tropezó cuando llegó a los primeros escalones.

Lo sujeté para que no cayéramos rodando, y la risa que me dejó oír también provocó una sonrisa en mis labios.

-Aquí no nos podrán oír -se puso misterioso.

Caminó hasta la jaula donde descansaba el horrendo hámster que tenía, y lo cogió con delicadeza por temor a hacerle daño.

- ¿De qué tenemos que hablar?

-Tienes que hacerme un favor -levantó un dedo-. ¡Un gran favor!

-Tú dirás.

Solo esperaba que fuera importante, ya que dejé a Ethan solo en su apartamento después de lo que había pasado.

De repente mis mejillas ardieron.

- ¿Te estás sonrojando? -Byron preguntó tocándome.

- ¡No!

-Claro que sí -rió.

Aparté graciosa su mano, y crucé los brazos olvidando un poco el tímido momento que viví.

- ¿Qué quieres?

-Tenemos que seguir siendo novios.

Pobre... ¿Cómo le decía que ya no estábamos juntos?

-B-Byron-no continué.

-Lo sé. Entre tú y yo ya no hay nada -se plantó detrás de mí, con el bicho entre las manos-, pero solo tienes que fingir serlo delante de mi padre.

Padre.

- ¿Tus padres están juntos?

Él asintió con la cabeza.

¿Y qué hacía su madre visitando un club nocturno y acosando a Ethan?

Recordé que el padre de Byron siempre estaba viajando por negocios, pero los ricos esas cosas la asumen.

O eso pensaba yo.

- ¿Y tu madre? ¿Estará en la cena?

-Sí.

- ¡Me odia! -alcé la voz.

-Pero a mi padre le encantarás -lo miré a los ojos. -Por favor. Por favor, Freya.

Era capaz de ponerse de rodillas, y yo no quería ver esa imagen. Byron se merecía ese favor y muchos más.

-Dame tu teléfono móvil -dudó un momento. -Tengo que enviarle un mensaje a mi padre y decirle que me quedaré a cenar en casa de Ginger.

-Ginger -disfrutó susurrando aquel nombre.

- ¿Qué pasa? -Byron se apartó de mi lado, con la excusa del hámster. - ¡Te gusta!

-N-no...

-Claro que sí -apreté los dedos en cada moflete. - ¡Te gusta, Ginger! ¡Te gusta, Ginger! -canturreé. - ¿Quién está sonrojado ahora, eh, quien?

Miró el suelo, los nervios eran su perdición.

-Un poco.

Reí.

-Tenéis que tener una cita.

-B-bueno...no s-sé...

De repente el timbre sonó.

Al parecer su padre no había llegado, la única que estaba en la casa era la horripilante madre de Byron. Bajamos alegremente las escaleras, hablando de cosas que en aquel momento no tenían sentido.

La risa de la bruja resonó en mis oídos, y no comprendí su felicidad, hasta que lo vi a él.

Estaba parado, con el cabello húmedo y la tela de los hombros mojada. Sus manos estaban refugiadas en los bolsillos de sus pantalones, y los enormes ojos azules de él se quedaron fijos en los míos.

-Ethan -dije en voz alta.

Pasó por el lado de la mujer.

-Hola -la seriedad en su voz me asustó.

Miró mi mano apretando la de Byron, y por mucho que quisiera soltarme, el otro no me dejaba.

- ¿Qué haces aquí?

Ethan sacó el teléfono móvil.

-Te lo has dejado en casa -se inclinó hacia delante. -Tenía la esperanza de encontrarte desnuda, y lo primero que he visto ha sido la cama vacía. Me ha dolido, enana.

Tragué saliva.

¿Cómo le explicaba que quería ayudar a mi amigo?

-Perdona -la loca, tocó el hombro del stripper-, ¿os conocéis de algo?

Mi vecino la miró, sonriente como de costumbre. Hasta yo estaba nerviosa por la respuesta que le daría, ya que ni siquiera éramos oficialmente novios.

SOLO VECINOS.

Balbuceó algo, pero Byron fue más rápido.

-Es su hermano.

¡Oh, oh!

Todos miramos al "bueno" de Byron.

Ethan saltó antes.

- ¿Hermano? -había gruñido.

-Sí-afirmé-, es mi hermano mayor.

Seguí el royo, pero Ethan lo entendería todo.

¿No?

- ¡Pero qué alegría! -la bruja lo cogió por el brazo-. Entonces quédate a cenar, lo pasaremos genial.

Byron y yo negamos con la cabeza.

Si se quedaba, la guerra explotaría.

-Sí, claro -bajó el escalón que subió para hablar conmigo y tocó la mano de la rubia. -Te lo agradezco mucho. Además, a mi hermanita no le importará -me miró-, ¿verdad?

¡Estaba tonteando con la otra!

Por supuesto que me molestaba.

Mordí el interior de la mejilla. Vaya cena me esperaba.


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