Capítulo 21.
— ¡Toc, toc! —dije cuando golpeé la puerta.
Realmente ni siquiera sabía porque estaba haciendo eso. Más bien, ¿no era más fácil confesarle a Byron que mis besos no eran tan excitantes como los de otra persona? Pero una parte de mí (aquella que todos teníamos) quería ser mucho más experimentada, hasta enloquecer a mi novio.
Los latidos de corazón llegaban hasta los dedos de los pies. Mis manos se golpeaban contra mis muslos, y cada dos por tres se me levantaba el vestido por tirar de él sin darme cuenta.
Antes de salir de mi habitación me miré al espejo. Fui tan estúpida por ponerme un maldito vestido de verano cuando ni siquiera hacía calor. Estábamos en agosto, pero ese día bajó la temperatura.
Miré las negras sandalias esperando a que mi vecino abriera la puerta. Con el brazo estirado lo intenté una vez más. Golpeé la puerta junto a un grito que rasgó mi garganta.
Se había quedado dormido, estaba segura.
—Buenos días, vecina —se apartó del medio para dejarme entrar. Antes de hacerlo, ambos nos quedamos mirando durante unos largos segundos, donde el tiempo se había quedado congelado por completo. —Estás muy guapa.
Estuve más de media hora delante del armario eligiendo una prenda.
— ¿Esto? —Moví la falda del vestido—Es lo primero que he cogido.
Reí nerviosa. ¡Dios mío! Estaba demasiado nerviosa para una clase de besos. Besos con Ethan. Besos con un stripper que tenía que besar más que bien.
Infiel. Infiel. Infiel. Infieeeeeeeeeeeeel.
¡Cállate cerebro!
Ethan parecía que había salido del baño. Su torso desnudo (como de costumbre) estaba húmedo, con unas cuantas gotas que recorrían desde sus pectorales, hasta la llamativa tableta de chocolate que había marcada en su abdomen.
Lo dejé con la palabra en los labios y me adentré sin decir nada, solo observando el apartamento de un chico que vivía solo.
Era increíble, no había desorden por ningún sitio. La cocina era cerrada; con un gran comedor; un pasillo con tres puertas; y una enorme terraza que daba al otro lado del edificio.
—No parece un apartamento de...—me mordí la lengua.
La mano de Ethan tocó mi brazo lentamente hasta aferrar sus dedos alrededor de mi muñeca.
— ¿De un tío stripper? —no dije nada, pero era lo que pensaba. Él soltó una risa que hirvió mi sangre. El calor aumentaba por minutos. — ¿Y qué pensabas? ¿Qué tendría montada una orgía?
Avergonzada e humillada bajé la cabeza, no podía mirarlo a los ojos.
—Solo pensaba en desorden.
Apretó un poco los dedos, y luego sentí como se inclinaba hacia delante, sobre mi cuerpo. Y así hizo, su pecho se acomodó sobre mi espalda para acercar sus labios a mi mejilla. Dejó un beso, y después me susurró.
— ¿Estás preparada para ir a la práctica?
Por supuesto.
Era lógico que no había ido a la teoría. Es algo que me ahorraría por completo.
—S-sí.
Mi cabello que estaba suelto, quedó de repente recogido por las manos de Ethan. Cepilló cada mechón con los dedos, y luego lo dejó sobre mi espalda.
— ¿Segura?
¡Que sí, joder!
Pero eso solo lo pensé.
— ¿A qué vienen tantas preguntas? —cerré los ojos cuando sentí una presión sobre el cuello.
—Te siento tensa. ¿Es por qué estamos aquí?
No me daba miedo su habitación.
—No —fui muy breve.
—Entonces vamos —sus dedos se colaron entre los míos—, mejor cambiemos de escenario. A mi habitación.
¡Noooooooooo!
Pues sí, sí que tenía miedo de quedarme a solas con él.
— ¿Qué tiene de malo esto?
— ¿Estarás toda la mañana preguntándome cosas? —Ethan buscó mis ojos.
—Solo era una pregunta —estaba haciendo el ridículo. —Creo que es lo mismo que una habitación. Pero en vez de una cama, un sofá.
—Me gusta más la cama —dijo lentamente y con la voz entrecortada en mi oído. — ¿Todo bien, Freya?
—Sí. Muy bien —reí histérica. — ¿Y tú qué tal?
¿Era demasiado tarde para irme?
Él se carcajeó.
—Enana, ¿después de esto me vas a preguntar sobre el tiempo?
— ¿Hace sol, no? —que estúpida era.
Apretó la mano con fuerza, y sin decir una sola palabra (o responder a mi pregunta de si hacia sol o no) me arrastró casi involuntariamente hasta la primera puerta que había en el blanco pasillo.
Quedé dentro sin moverme, solo observando lo sencilla que era su habitación. Una cama más grande que la mía; la famosa ventana donde lo vi por primera vez; unos cuantos muebles; y otra puerta a parte de la de salida que llevaría hasta el cuarto de baño individual.
—Ponte cómoda —me pidió cuando él se sentó. —No voy a preguntarte si quieres algo de beber porque si no, no habrá practica en ningún momento.
Traidor. Se me había secado la garganta. Quería agua, y él pensaba que lo haría para alargar el momento tan "esperado".
Respiré todo lo posible antes de dejarme caer sobre la cama. Tapé mis rodillas con la falda del vestido, y lo miré casi por encima del hombro antes de arrimarme a él y decirle:
—Enséñame a besar.
—Es a lo que íbamos —arropó mis mejillas con su mano. —Lo haré, voy a enseñarte.
La cuestión era... ¿por qué quería posar sus labios sobre los míos? Estaba a punto de besarme.
— ¡No! —grité.
Ethan pestañeó asustado por el grito.
— ¿Y ahora qué pasa?
— ¿Ibas a besarme en la boca? —me mordí como de costumbre el interior de la mejilla.
Al parecer no me expliqué mucho como de costumbre.
Sí, quería que me enseñara a besar, pero no de la forma que él pensaba.
—Freya, cariño...Tú me has dicho que te enseñe a...
Le corté.
—Pero no que me beses a mí —mi vecino se apartó. —Si nos besamos, será como engañar a Byron. Y yo no quiero hacer eso —cogí la mano de Ethan y la levanté para dejarla delante de su rostro (que había cero expresiones). —Besa tu mano.
— ¿¡Qué!? —se levantó de la cama, revolviéndose el cabello con la misma mano que toqué. — ¿Esto es una broma, verdad?
—No. Necesito encender la llama del amor con un maldito beso — ¿por qué era lo que se hacía, no? —. Quiero dejar sin palabras a Byron. Besarle hasta quitarle el aliento. Gemir contra su boca...
— ¡Basta! —gritó frenando todo lo que estaba a punto de decir. —Y yo pensando toda la maldita noche en esto.
—Yo también —confesé. — ¿Esto no son cuernos, verdad? Soy una primeriza en este tema.
El mal genio se borró de su rostro, y de repente sonrió. No sabía si era bueno o malo, solo sé que Ethan cambió de opinión muy rápido. Se arrodilló delante de mí, y volvió a arropar mis mejillas con sus enormes manos.
—Eres tan inocente.
— ¿Eso es bueno o malo? —enarqué una ceja.
Tuve una risa de respuesta.
—No lo sé, pero a mí me encanta.
Cambiamos de tema por completo.
Tosí.
—Entonces... ¿lo harás?
Otra risa.
—Lo haré —ladeó la cabeza—. La cuestión es, ¿cómo?
Parecía difícil, pero él lo controlaría, estaba segura.
La posición anterior que tenía sobre la cama la volvió a imitar. Con las piernas fuera, y los brazos sobre mis piernas, se quedó mirándome en busca de una idea. Al tenerla revoleteando en su cabeza, pasó a la acción.
Mis piernas fueron cruzadas (como un indio) sobre la cama, con los brazos sobre su pecho mientras que lo miraba a los ojos. No sabía que iba a hacer, pero al menos no me besaría en la boca.
—Un beso nunca es simple. Siempre tiene algo de especial —guió mi mano derecha por su pecho, subiendo hasta su cuello. —Pueden ser tímidos, sensuales, o muy húmedos, pero un beso siempre tiene la llama de la pasión. Esa chispa que puede llegar a encender nuestros cuerpos —de repente mis dedos estaban sobre sus labios. Tocándolos y sintiendo los suaves y carnosos que eran. —Algo lento puede llegar a excitar mucho más que uno rápido. La cuestión es que hay que probar a la persona, sin prisa —mi boca se abrió cuando la lengua de Ethan lamió mis dedos. —La lengua ayuda mucho en estos casos. Cuando los labios están hambrientos, es hora de dar paso a algo mucho más húmedo —y así hizo; primero besó mi dedo corazón, y luego lo lamió con cada palabra que decía —, hasta enloquecer a la persona —giré la cabeza cuando él lo hizo. Seguía con la boca abierta, seca por la impresión—. No existe el buen besador. Todos besamos de una forma u otra, pero siempre queda perfecto. El morbo es morder —temblé ante el contacto de sus dientes—, lentamente, con cuidado, y provocando hasta oír un gemido de aprobación —seguramente yo lo hice y por eso él lo dijo—. Tus labios son preciosos, Freya —los tocó con la malo libre, mientras que mis dedos seguían sintiendo sus palabras saliendo de su boca—. Carnosos, rosados, y llamativos. Será fácil para ti.
En ningún momento había cerrado la boca.
Vi la sonrisa de Ethan, incluso cuando mis dedos intentaban ocultarla.
— ¿Crees que besaría bien?
—Sí.
—Pero tú ayer dijiste...
Dijo que era una novata.
—Mentí —me estremecí cuando recogió un mechón de mi cabello dejándolo detrás de mi oído. —Fue lo más dulce que probé después de aquel día.
Bomb, bomb...mi corazón estaba acelerado.
Pestañeé repetidas veces cuando el aliento de Ethan acarició mis labios. Eso solo significaba una cosa, se estaba acercando a mí.
— ¡Cariño! —un grito nos apartó a ambos. — ¿Dónde estás?
—Effie —susurremos los dos.
¡Oh, oh!
Me levanté inmediatamente de la cama, estaba muy nerviosa.
¿Pero por qué?
No había hecho nada malo.
Salvo estar con su novio y encerrados en la habitación de él.
—Quédate aquí, voy a hablar con ella.
No tenía palabras. Así que no dije nada.
Él salió de su habitación, tan nervioso como lo estaba yo.
Yo tenía motivos... ¿pero él? Él no.
La puerta quedó medio abierta y no dudé en acercarme para escuchar todo lo que se tenían que decir. Mis ojos contemplaron la cena; Ethan no la besó como en la mayoría de veces. Fue rápido y se apartó inmediatamente de ella.
Effie lo devoró con los ojos, y tocó con delicadeza sus descubiertos hombros deleitándose con el contacto de su piel. De puntillas a Ethan, buscó desesperadamente sus labios.
—Odio que hayas cambiado de idea.
¿De qué hablaban?
—Sabes que me gusta vivir contigo —lo entendí todo—, pero no rodeado de tus compañeras de universidad. Además...fue precipitado.
—Pero echo de menos tu cuerpo —apretó las manos en el trasero de él—. Te quiero, osito.
Ethan no le devolvió el te quiero.
—Y yo —dijo seco.
Quería dejar de mirarlos. Necesitaba que mi cuerpo reaccionara, y no lo hizo. Estaba plantada en la habitación de Ethan, mirando como una pareja se besaba.
Effie soltó una risa cuando su novio la besó por el cuello. Jugó con los cortos pantalones de él, y se apartó para hacer algo que no me esperaba.
Se quitó el vestido, entonces sí me aparté de la puerta.
— ¿Qué haces?
Ella rió.
—Desnudarme.
Que directa. Solo había ido para acostarse con él.
—No es un buen momento —respondió Ethan.
—Cariño —parecía cansada—, llevamos...
Effie no siguió con sus palabras porque mi vecino empezó a besarla con desesperación.
¿Qué le pasaba?
¿Es que acaso se iba a costar con ella sabiendo que yo estaba allí?
—Vamos a tu habitación —le pidió.
Mierda, y más santa mierda.
Tenía que detenerla.
Y no lo hacía.
¡Ethan!
Iba a morir. Sí, eso me pasaría.
Corrí de un lado a otro. La habitación de repente se me hizo pequeña. Un lugar donde no podría esconderme. Quería que todo se acabara, pero una vez más ella insistió.
—Tengamos sexo en tu cuarto.
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