Capítulo 18.
—Troy...—intenté decir.
Él, gracioso, sacudió la cabeza de un lado a otro. Apretó con fuerza mi mano y, con esa mueca divertida, empezó a dar vueltas sin parar. Podía sentir su camiseta pegándose a la mía; su mejilla acariciaba lentamente mi nariz cada vez que intentaba arrimarse un poco más. Por mucho que intentara apartarme de su lado, él llevaba el control de mi cuerpo.
Vueltas. Vueltas, y más vueltas.
— ¿Por qué te gustaba, Freya? —Preguntó de repente.
Por fin se dio cuenta que eso quedó atrás.
—B-bueno...—cerré los ojos. Eso era peor que la montaña Rusia. Reí al notar como una de sus piernas intentó colarse entre las mías, y en un tropiezo tonto...le di un cabezón. — ¿Podemos dejar de dar vueltas unos segundos?
Esos grandes ojos se abrieron.
Troy me soltó y se tocó la frente; ambos la tendríamos enrojecida por el golpe.
— ¿Responderás a la pregunta?
Me dejé caer sobre la tarima. Mis piernas, mis brazos...e incluso la cabeza empezaron a moverse exageradamente. Parecía que estuviera haciendo un ángel sobre una gruesa capa de nieve, cuando en realidad buscaba algo de aire. El ardor de mis mejillas no era nada comparado con mi agotado cuerpo.
— ¿Por qué debería de responderte? Tú llevas tiempo pasando de mí. Y, de la noche a la mañana... ¡Hola! Freya, la chica que ignorabas empieza a existir. Realmente —suspiré—lo mejor es no aceptar tu ayuda.
Su risa me sorprendió.
—Que yo recuerde nunca te dije que no —se sentó bien cerca de mí. Esos carnosos labios siguieron estirados durante un buen rato más. Poco a poco, acercó sus dedos sobre los míos.
Aparté mi mano.
— ¡No hablarme es un no!
—Eso no es cierto.
Quedé cruzada de brazos.
¿De qué iba Troy?
¿O por qué quería estar cerca de mí?
— ¿Qué te gustaba de mí? —Preguntó una vez más. —Quiero decir —movió la mano de un lado a otro como si fuera de lo más obvio no acabar la frase. Al ver que no lo entendí, siguió. — ¿Por qué yo?
—Digamos que ser un capullo siempre estará de moda. Y siempre nos gustará esa faceta de chico malo—no lo miré. —Era tu risa. La forma en la que te alejabas de los demás incluso cuando eras popular. Tus labios. Tu voz. O como tus mejillas se sonrojaban cada vez que la profesora te pedía que expusieras algún trabajo enfrente de los demás.
Silencio.
—Me reté yo misma en conseguir ir al baile contigo. Pero tú no estabas dispuesto a...
Siguió él.
—No es...
Lo callé.
Odiaba que me interrumpieran.
Pero me encantaba joder los diálogos de los demás.
—Todo esto en pasado. Cuando decidí pasar el verano con mi padre, todo cambió —sonreí. No podía ocultarlo más. —Por una vez en mi vida —toqué mi cabello—la acosada no era yo. ¡Y no de una forma sexual! Ethan siempre estaba allí. Nunca sabía cuál sería su siguiente movimiento —oculté mi rostro entre las rodillas—pero siempre terminaba haciéndome reír. Él nunca se daba por vencido. Y yo...yo tampoco hacia lo más mínimo para salir corriendo o evitarlo para siempre.
—No te creo —siguió con ese tono burlón, así que no me lo tomé a mal.
Me sentía más tranquila.
El descanso me vino bien.
—Ni tú ni nadie lo hará. Pero es así. Yo soy la primera en seguir sin creer porque Ethan se fijó en mí —estiré el brazo para coger el refresco que compré horas atrás. —Siempre me estoy comparando con su ex novia. ¡Es miss tetas globales! Pero él me da confianza. Olvido lo que es el complejo. Su mirada me arropa, y me siento deseada por él. Me quiere. Lo quiero. ¿Qué hay de malo en eso?
Troy aplaudió.
—Di que no quieres ir conmigo al baile y no tendrás que soltarme todo ese sermón.
Cerré los ojos.
—No quiero ir contigo al baile.
—Perfecto —se levantó del suelo. Me miró de reojo. Estaba claro que me dejaría allí, sin clases (esas que tampoco necesitaba, ya que solo dábamos vueltas y más vueltas). — ¿Para qué quieres aprender a bailar?
—Eso no es asunto tuyo.
—Como tu profesor de baile sí.
¿No tiraba la toalla?
— ¡Simple! —Saqué musculo...pero mis brazos eran demasiados delgados para tener algo de forma muscular. Bajé la cabeza. —Quiero saber bailar sin tropezarme.
—Te ayudaré. Pero tendré que sacar algo a cambio.
Con él sí era un pato mareado.
— ¿Qué?
—Vendrás conmigo al baile. Sí o sí.
«A Ethan no le gustará.» Me levanté, ya con la cartera colgando del hombro. « ¿Qué hagoooo?»
Subí los escalones del edificio con el mismo miedo de siempre. Llevaba días esquivando a mi padre. No quería que descubriera que estaba viviendo en el apartamento de al lado...y encima con dos chicos. Dos chicos ¡strippers!
Tiré de la capucha que llevaba, y dejé caer la cartera delante de la puerta de Ethan. Rebusqué las llaves algo nerviosa, cuando de repente una voz femenina me detuvo.
—Hola, Freya —a ella también la evitaba. Parecía tan alegre como siempre, pero la euforia no la acompañaba. —Me alegro de verte.
—Effie —hice un movimiento de cabeza estilo gánster.
Los dedos no encontraban la maldita llave.
— ¿Podemos hablar un momento?
— ¿De cómo te tiras a mi padre?
«No, gracias.» —Pensé.
Joder.
Dije el pensamiento en voz alta, y lo otro quedó en mi cabeza.
Vi la humillación en su rostro. Pero también noté un gran cambio en ella. ¡Adiós californianas rosas! El cabello de Effie volvió a ser rubio natural. Era como si estando con mi padre hubiera madurado.
—Yo nunca quise hacer algo que estropeara nuestra amistad.
¡Que no éramos tan amigas!
—Effie...
—Espera, por favor —avanzó. Llevaba un par de bolsas del mercado más cercano al edificio. —Es cierto que una vez dije algo terrible. Pero entiéndeme —se limpió dramáticamente las lágrimas que brotaron de sus claros ojos—mi novio me dejó. Ethan siempre me ha ocultado cosas. Y cuando tú llegaste, él se abrió a ti emocionalmente como si te conociera de toda la vida. Me destrozó, Freya. Siempre pensé que él sería mi único amor.
Bajé la cabeza.
—Sí, todos los hombres me ven como una chica tonta con un cuerpo perfecto con el que jugar. ¡Estoy cansada! —Ese grito me sobresaltó. —Yo también quiero ser feliz. Como vosotros dos. ¿Qué tiene de malo eso?
Estaba viviendo uno de esos momentos en el que no sabía que decir o cómo actuar.
—Tu padre... —tragó saliva—John, él es un gran hombre. Me siento protegida con él. Incluso feliz. Sé que lo nuestro no será para siempre —rió débilmente—, pero quiero disfrutar cada día que pueda. Perdóname, Freya, por ser tan egoísta con mi felicidad.
Por un lado Effie tenía razón.
Mis padres estaban divorciados. Algún día tendrían que hacer su vida por separado.
Pero luego estaba la idea de ellos dos juntos...y era algo difícil de superar.
—No tienes que darme explicaciones, Eff —acorté su nombre. —Yo no soy nadie para oponerme en tu camino.
Effie soltó un grito y se abalanzó sobre mí para abrazarme.
— ¡Estoy tan feliz! —Volvió la chica de siempre. — ¡Muy feliz! ¿Me haces un último favor?
Solo esperaba que no estuviera embarazada.
—Depende...
—Tienes que hablar con tu padre. Él, desde que te fuiste, está muy mal.
Evitar sus llamadas lo estaban... ¿destrozando?
—Lo llamaré.
—Mejor ven a comer este fin de semana. ¡Cocinaré yo! A las dos.
Agitó la mano despidiéndose de mí.
¡Genial! Comida "familiar".
— ¡Ya estoy en casa! —Grité. Por la hora que era, pensaba que Daniel y Ethan ya habían salido de casa. Pero no, la luz del comedor estaba encendida. — ¿Hola?
Ethan se levantó de sofá.
Con el ceño fruncido, las mejillas enrojecidas y los nudillos blancos se plantó delante de mí. Solo sonreí, y me colgué de su cuello para besarlo.
—Siento llegar tarde.
—No me has llamado —duró poco su enfado. —Estaba preocupado.
—Estaba...—miente—estaba...—pero miente bien, Freya—en casa de Ginger. Sí, en casa de ella. Le ha salido un enorme grano en la frente—temblé por la repugnancia. —La pobre necesitaba ayuda. Tenía una cita con Byron y la he maquillado bastante.
— ¿Un grano?
— ¡Enorme! Qué asco —saqué la lengua.
Miré por encima del hombro, encontrándome a un Daniel cantando una canción de Queen al ritmo que removía la salsa que estaba preparando.
— ¿No vais a Poom's?
Ethan negó con la cabeza.
—Noche libre. Están reformando el escenario. Cambiando la decoración del...—no pudo terminar.
Ambos miramos al cocinero.
— ¡Soy una reina! ¡Sooooooy una reinaaaa!
Aguanté las ganas de reír.
— ¿Seguro que no es gay?
Mi novio alzó gracioso los hombros.
—No tengo ni idea —se inclinó hacia delante para susurrarme algo en el oído. —Pero esta noche tiene una cita —me aparté un momento de su lado. Movió gracioso las cejas (de arriba a abajo). —Tendremos que estar toda la noche encerrados en la habitación.
Estiré los labios.
—Me parece una gran idea.
Tiró de la camiseta que llevaba.
—Voy a jugar horas con tu cuerpo.
Le pegué en el brazo al notar que me estaba sonrojando.
—Ya veremos, Ethan.
La lengua de Ethan fue subiendo por mi desnudo vientre. Me mordí el interior de la mejilla evitando soltar una risa. No era el momento, no cuando estaba en ropa interior delante de mi novio. Sus dedos quedaron a cada lado de mi cintura, y sentí como esa fina barba de unos días seguía tocando mi piel.
—Falta algo —susurró.
Clavé los codos en la cama para levantarme un poco.
— ¿Quieres que me quite el sujetador?
Ethan se carcajeó.
—Eso lo haré yo, enana —me besó. —Me refiero a algo más....
— ¡Sirope de chocolate! —Empujé los fuertes hombros de Ethan, dejándolo sentado sobre la cama. —Vuelvo enseguida.
Salí corriendo de la habitación con el conjunto de ropa interior que llevaba. El comedor estaba vacío desde hacía horas. Abrí la nevera, y de ahí saqué algo delicioso.
Lo que no me esperaba es que alguien más iría a buscar el sirope de chocolate.
— ¡Joder, un pene! —Es lo que vi. —Quiero decir...—intenté levantar la cabeza, pero no podía. —Daniel. ¡Estás desnudo!
Se tapó con las manos su masculinidad (esa que me apuntó durante unos segundos).
—Y tú estás en ropa interior.
— ¿Y? —Me aferré al chocolate. —Yo al menos estoy acompañada.
— ¡Y yo!
Cierto; tenía una cita.
Solté una risita tonta.
— ¿Eres pasivo o activo?
Daniel me miró mal.
—No soy gay.
—Pero...
Una voz femenina cortó nuestra charla.
— ¿Cariño? ¿Por qué tardas? —Preguntó, tirando de la sabana que la cubría.
« ¡Noooooooooooooo!»
—T-t-t-tú.
La apunté con el dedo.
Ella no dejaba de sonreír.
— ¡Ethan! —Grité desesperada.
Por suerte vino corriendo, con ese blanco boxer que empezaba a apretarle.
— ¿Qué pasa? —Dejó de mirarme. — ¿Débora?
A él también se le entrecortó la voz.
La madre de Byron de vuelta.
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