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Capítulo 17.




—Dame unos segundos para asimilar el comentario que acabas de hacer, Freya —se levantó elegantemente de la cama. Alborotó su cabello, y quedó cruzados de brazos delante del pequeño armario que tenía cerca de la cama. Casi sin creerlo, repitió una y otra vez la palabra "stripper". — ¿Es una de tus bromas, verdad?

Daniel ni siquiera se dignó en mirarme, así que no sirvió de mucho que negara con la cabeza. Me mal interpretó por completo. Que quisiera vivir la experiencia de Ethan, no significaba que quisiera vivir de ello o dedicarme algún día a bailar sobre una tarima y ser observada por un público baboso que intentarían tocarme. Además, mi cuerpo no era del todo perfecto. Mis pechos eran pequeños; tenía una altura normal; era demasiado delgada...así que mis curvas no eran tan escandalosas y sexys. ¡Era normal! Y lo tenía más que superado. Enamoré a Ethan...así que algo sexy había en mí.

Sonreí ante la imagen de bailar delante de mi chico. Fresca de ropa, pero con un intento de ser sensual.

Pero ante todos esos estúpidos pensamientos que estaba teniendo, Ethan sufría por querer desear mucho más. Él dejó la universidad para ayudar a su madre; pagar el apartamento. Y si eso era poco...encima cuidaba de mí.

—Enséñame a bailar —fui clara.

Dan se carcajeó, se inclinó hacia delante. Del armario (la parte donde guardaba todos esos disfraces que utilizaba en Poom's) sacó una bonita diadema. Al principio no sabía que iba a hacer con ella, hasta que la presionó sobre mi cabello.

Sus dedos juguetearon con las orejitas de conejo.

—Ahí tienes mi respuesta.

Entonces claramente había aceptado.

— ¿Si? —Pregunté entusiasmada.

— ¡No! —Y se carcajeó de mí. —Te dejo estas preciosas orejas de conejita para que juegues a ser stripper. —Vio tristeza en mí. —Freya, lo hago por tu bien. Esto no es un juego. Entiéndelo.

—Pero...

Sacudió la cabeza, y con una amplia sonrisa salió de su propia habitación. Y allí me quedé yo...sentada, mirando el regalo que me había hecho. Ni si quisiera podía ser sexy con eso (porque daba la impresión de que habían mutilado un precioso peluche para hacer una diadema con orejas de conejo).

La puerta de la habitación se abrió de nuevo. Di un brinco sobre la cama y escondí el regalo. Era Ethan, el mismo que llegó a casa sin sonreír, y que lució una amplia sonrisa al verme a mí.

— ¿Has acabado el trabajo para clase?

—No.

Tantas horas con Troy y no habíamos avanzado.

¡Suspenso!

—Lo sabía —rió, y fue dulce escucharlo. —Mira esto.

Cogí el dosier blanco que me tendió.

Para mi sorpresa, se trataba de los ejercicios que la profesora de química nos había mandado a Troy y a mí. Estaban hechos, con una preciosa caligrafía que reconocí.

Ethan me había hecho los deberes.

— ¿Cómo...

Me acercó un poco más a él. Atrapó uno de esos mechones rebeldes que me caían sobre la mejilla, y lo dejó detrás del oído. Sus dedos acariciaron lentamente mis pómulos y me hizo reír.

—Te conozco, Freya —dijo, y me besó. —Lo has dejado todo a última hora. No solo tú eres la culpable. Toy no debería de ser tu compañero.

—Es Troy.

—Sí, ese.

¿Tan distante había estado de él?

Porque en el momento que mis brazos se cruzaron alrededor de su cuello, y mi pecho se acomodó sobre el suyo...me sentí feliz. Estaba ansiosa por estar más cerca de Ethan y de que fuéramos esa pareja que siempre esperé.

—Te...—empecé.

Pero terminó él.

—...Quiero.

Nos besamos olvidando por completo que el tiempo no estaba de nuestro lado.

—Estás más seca que ayer —esa voz me sobresaltó.

Mi compañero de química llegaba tarde a clase. No comprendí porque la profesora lo dejó entrar, cuando a mí (miles de veces) me había dejado fuera por llegar algo tarde.

Troy sonrió dulcemente, sacó los libros de su oscura cartera e invadió el trozo de mi mesa con su brazo. Le di un codazo buscando mi espacio. Llegaba a ponerme nerviosa. El bolígrafo que utilizaba llegó a clavarse en mi piel un par de veces.

— ¿Qué quieres?

Sí, lo estaba ignorando.

Pero no aguanté mucho.

—Tenemos que entregar el trabajo. Cosa que no hicimos...—comencé.

Troy jugueteó con el recogido que llevaba.

—Por culpa de tu amigo.

—Novio —gruñí.

— ¿Sabes qué significa eso, verdad?

Alcé los hombros.

Lo que él no esperaba era que el trabajo estaba más que terminado.

—Sorpréndeme, Troy.

—Que tendremos que quedarnos después de clase durante un mes.

Los acelerados pasos de la profesora silenciaron nuestra conversación. Golpeó los puños contra la mesa y nos lanzó una mirada que realmente daba miedo. Parecía Satán recién salido de la peluquería; con un moño baño encrespado y un par de rizos que le cubrían el flequillo.

—Mis dos mejores alumnos —rió ante su comentario sarcástico. —A ver —estiró el brazo—, el trabajo para clase.

Mi compañero se puso a silbar, esperando a que lo ayudara.

Con una sonrisa triunfante le tendí el dosier que Ethan preparó para mí. Troy ni siquiera se lo podía creer, y la profesora pestañeó repetidas veces ante el milagro que había pasado.

— ¿Freya...?

—Sí. Es el trabajo.

Dio media vuelta.

Se notaba que estaba ansiosa por llegar a su escritorio y corregir.

A Ethan se le daba muy bien la química. O es me dijo (en el instituto era su asignatura favorita).

No hablé más con Troy, y cuando las clases terminaron, salí corriendo (ocultándome hasta de mi amiga Ginger). Me colé en la sala de actos, y allí, junto a mi iPod, empecé a bailar.

¿Qué si había olvidado la estupidez que se me ocurrió?

¡No!

Para comprender a Ethan...tenía que ponerme en su lugar.

Empecé a dar vueltas; a mover los brazos de una forma exagerada para que no se mantuvieran constantemente pegados a cada lado de mi cuerpo; a zarandear la cintura; a dar saltitos; y lo peor de todo...intenté mover el escote con el fin de sacudir mis pequeños pechos.

Freya Harrison acabó en el suelo.

—Pareces un pato mareado.

No me enfadé por el comentario.

Troy tenía razón.

—Ahora no, Troy.

Él siguió avanzando.

—Meses atrás hubieras matado por pedirme ayuda.

Cerré los ojos.

¿Matar? La última vez que maté una mosca estuve días llorando.

—No necesito ayuda de nad...—las palmas de mi mano estaban rascadas por la caída. —Me gustaría aprender a bailar.

—Yo te puedo ayudar.

— ¿Tú?

¿Desde cuándo Troy sabia bailar?

—Puedo ser tu Johnny de Dirty Dancing.

—Mi Johnny se llama Ethan Evans.

En un cerrar de ojos, el brazo de Troy envolvió a mi cintura y me pegó a él. Nunca había estado tan cerca de su rostro. Sus labios parecían más carnosos, y sus pestañas más largas.

—Prometo mantener lejos mi mano de tu respingón culo.

— ¿Crees que tengo el culo respingón?

¿Quién no se había mirado el trasero a través de un espejo? Pero ayudaba mucho más que alguien te lo viera desde otro ángulo.

Troy siguió riendo.

— ¿Estás intentando ligar conmigo, Freya?

« ¡Responde!» Seguí mirándolo. «Antes de que crea que sí


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