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Capítulo 15.




Fue estúpido decir su nombre, ya que cuando se levantó y abrió los ojos, volvió a caer cansado contra mi propia cama. Se encogió (ya que él era demasiado alto) y se acomodó sin darse cuenta que aquella habitación no era la suya.

Pasé las horas abrazada a mis piernas, alzando de vez en cuando la cabeza y concentrándome únicamente en él. Me había besado, borracho había sido capaz de posar sus labios sobre los míos. Y después, lo único que pudo hacer, fue caer rendido por lo cansado que estaba.

¿Qué le impulsó a beber?

No tenía respuesta.

Solo llevé mis dedos a mis labios, recordando la delicada presión que Ethan hizo, y en el fondo me gustó.

Mis ojos siguieron abiertos. El reloj pequeño que estaba colgado en la pared marcó las siete de la mañana. Froté lentamente mis brazos, dándome cuenta que mi cuerpo estaba aguantando más de lo normal.

—    Ethan —susurré.

Los pasos de mi padre resonaron en el comedor.

—    Ethan...—insistí una vez más.

Mi vecino solo se rascó la nuca, y con un bostezo fuerte, giró su enorme cuerpo para seguir cómodamente en la cama.

—    ¿Freya? ¿Estás despierta? —golpeó los dedos contra la puerta. Mi padre me había escuchado. —Buenos días.

Saludó sin abrir dándose cuenta que yo estaba despierta.

—    Imbécil —dije sin pensar, esperando a que Ethan se despertara. No funcionó. —Ethan —gruñí, y cansada de insistir golpeé su espalda con mi pie descalzo consiguiendo que cayera al suelo.

Aturdido y confuso, miró la habitación con desesperación. Por suerte no gritó, pero todo su peso retumbó en el suelo, aumentando la preocupación de mi padre, que no recibió ni un mísero (—buenos días, papá).

—    ¿Te has vuelto loca? —le dolía la cabeza, y estaba segura que todo le daba vueltas. —Necesito dormir un poco más.

Alargó los brazos hacia arriba, y al oír la voz de mi padre insistiendo, se dio cuenta que estaba en territorio peligroso.

—    Tienes que irte de mi habitación.

Miré su cuerpo semidesnudo. Semidesnudo porque su torso estaba sin cubrir, y mis ojos no dejaban de observarlo.

Maldición.

—    ¿Y qué propones? —preguntó en voz baja.

—    Salta por la ventana.

—    ¿Estás loca?

Nuestra discusión desesperaba.

—    ¿Freya?

—    Un momento, papá —hice ruido con las sabanas—, me estoy vistiendo.

Ethan me miró, dándose cuenta que llevaba la ropa del día anterior incluso estando en mi propia habitación.

—    ¿Te daba vergüenza desnudarte delante de mí?

Le golpeé con un cojín.

—    Cállate pervertido—solté entre dientes.

Él se alzó con cuidado, procurando no tambalearse. Las copas lo estaban torturando, y él me torturaba a mí. Apoyó ambas manos a cada lado de mi cuerpo, acercándose hasta mis labios una vez más.

—    ¿Qué pasó a noche?

Quería saber lo que había pasado.

Yo no estuve con él, así que no había respuestas.

—    N-no sé...

—    En tu habitación, enana. ¿Qué ha pasado entre tú y yo?

Sus cejas se alzaron de una forma muy extraña; bajándolas, insinuándome algo.

—    ¡Nada de sexo! —grité, llamando la atención de mi padre.

Ethan aguantó las ganas de reír.

¿Es que acaso no se acordaba que me había besado?

—    No recuerdo nada —respondió mi pregunta mental—, estoy confuso.

—    Pues quítate la confusión —quería golpearle por ser tan imbécil. Y yo mientras tanto guardaría ese pequeño secreto; el beso. —Metete debajo de la cama.

—    Soy demasiado grande para esa cama.

—    Me da igual tu estatura —lo empujé—. Debajo de la cama.

Mantuvimos la mirada por unos segundos, hasta que reaccionó. Bajó lentamente hasta el suelo, y con un giro se ocultó debajo de la cama.

Confesaba que estaba de los nervios, era la primera vez que había un chico ( y encima admitía que guapo) en mi habitación. Lo más fuerte que pasó, fue un simple beso que pareció una caricia que estremeció mi cuerpo.

Me había gustado demasiado.

—    Llevo un rato esperándote —dijo asomando la cabeza.

Reí cuando su cabello le cayó a los ojos. Su cuerpo estaba inclinado de una forma que podía ver a Ethan.

—    ¡Papá! —busqué toda su atención—Tengo hambre.

—    ¿Tortitas?

—    Sí, por favor.

—    De acuerdo —sonrió dulcemente. —¿Freya?

—    ¿Sí?

—    ¿Anoche Ethan pasó por aquí?

¡Mierda!

—    No...¿por qué?

Terminé mordiéndome las uñas por los nervios.

—    Me pareció escuchar su voz.

Perfecto, Ethan habló demasiado.

—    Tú lo has dicho, papá —bajé la cabeza temblando—, te pareció.

Salió cerrando la puerta, dejándome una vez más a solas con mi vecino. Cuando yo me alcé de la cama, él salió de debajo, con esa estúpida sonrisa que te hacía temblar sin darte cuenta que podías derretirte por él.

Mi rostro quedó reflejado en el espejo; estaba pálida, con los ojos casi cerrados. Y después de estar mirando yo misma, apareció él por encima de mi cabeza.

—    Estás guapa —enarqué una ceja. —No más guapa que yo, pero guapa.

—    ¿Alguna vez te han dicho...—me interrumpió.

—    ¿Lo sexy que soy al despertar?

—    Tu aliento apesta —le corté el royo.

Ethan se puso la mano delante de los labios, comprobándolo.

—    Sí, necesito algo de pasta de dientes. Las cervezas no me sentaron muy bien —giró sobre los descalzos pies, pero buscó mi mirada. —Aun así te mueres por besarme.

¡Ja!

No.

¿O sí?

El problema es que ya lo había besado con ese sabor tan peculiar del alcohol. No me molestó, porque quedé en shock. Mi cuerpo no reaccionaba.

—    Freya —de repente se puso serio—.¿Puedo serte sincero?

Oh, oh...había llegado el momento de hablar del beso.

Y tenía las de ganar. Él me besó.

—    S-sí.

—    No confíes en ese chico.

—    ¿Qué chico? —¿hablaba de Byron?

—    El torpe —aguantó las ganas de reír. —Conozco a esa clase de tío. Fingir ser bueno contigo solo para llevarte a la cama.

—    Cállate —el primer aviso llegó.

Mis uñas se clavaron en la palma de mi mano, haciéndome daño.

Estaba furiosa.

—    Es la verdad. Ese chico tiene dinero, llama la atención, y parece perfecto.

—    ¿Estás diciendo que soy fea para él?

Ethan sacudió la cabeza.

—    ¡No! Solo te estoy diciendo que no es para ti.

—    ¿¡Y quien es para mí!? ¿eh? —su azulada mirada me derrumbó. Él sentía pena por mí. —No puedo creer que me estés diciendo todo esto...

—    Lo hago para no verte llorar.

Lentamente caminó hasta quedar delante de mí.

Era demasiado tarde. Mis ojos se llenaron de lágrimas que no tardaron en salir.

Mi vecino, el cual cuidé toda la noche, me humillaba haciéndome ver que era poca cosa para todos.

¿Por qué era tan cruel conmigo?

¿Le molestaba que Byron me gustara?

—    No te haré caso —quería estar calmada, pero no podía.

—    Tú sabrás —pasó por mi lado—. Pero ya te lo he dicho, ese chico no es para ti. Además, nunca seréis como Effie y yo, no lo olvides.

Alcé el brazo con el puño cerrado para golpearle, cuando de repente salió de mi habitación cerrando la puerta con su fuerza. El dolor de cabeza desapareció, y no le importó que mi padre lo descubriera saliendo.

Yo quedé en el suelo, pensando en sus agresivas palabras.

Aquel cambio de actitud me asustó.

¿Y si yo no le gustaba a Byron?

¿Significaba que no le gustaría a nadie?

Ethan sintió un agradable placer al verme llorar, estaba segura.

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