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Capítulo 14.




Estaba bloqueada delante de los dos. Solo me encontraba observando la escena; Ethan apretando el cuello de Byron, sin darse cuenta que le estaba haciendo daño. Mis brazos cayeron a cada lado de mi cuerpo, inmóvil ante el miedo que estaba sufriendo. Cuando de repente no aguanté más, y casi me abalancé sobre él.

Golpeé el fuerte brazo de Ethan, y con un grito le pedí que le soltara.

Sus ojos se quedaron fijos en los míos, por fin había reaccionado.

—    ¿Qué haces? —fui capaz de no tartamudear.

Lentamente y con la cabeza bajada, liberó los dedos del cuello del chico de mantenimiento. Nervioso miró por encima del hombro, buscando otro lugar donde mirar antes que perderse en los labios que lo estaban atacando.

—    ¿¡Te has vuelto loco!? —grité, ya que no me importaba que él se lo tomara mal. —Él no te ha hecho nada —tiré del débil cuerpo de Byron. —Cada día me sorprendes más, Ethan.

—    Freya —gruñó entre dientes. —Te lo advertí —señaló al chico que tenía al lado con el dedo—. Nada de meterte mano, o yo mismo me encargaría...

Lo interrumpí.

—    ¿De qué te encargarías? ¿¡Eh!? Respóndeme.

No entendía porque estaba furiosa con él. O básicamente estaba cansada de su comportamiento machista.

Ethan bajó la cabeza.

—    No tienes ningún derecho a nada. No eres nadie para mí —volví a reencontrarme con sus ojos azules, que estaban apagados ante mis palabras de acusación. —Es mi cita.

—    ¿Cita? —preguntaron los dos a la vez.

—    Sí, mi cita —cogí la mano de Byron, el cual temblaba de miedo. No solo porque un desconocido casi lo deja sin respiración, también que la chica a la que ayudó se había vuelto completamente loca. —Cumple con tu promesa.

Quería perderlo de vista.

—    No voy a dejarte sola...—siguió insistiendo.

Caminé hacia delante, dejando a Byron detrás de mí pero con  nuestros dedos unidos. Ladeé la cabeza, y con una sonrisa le respondí:

—    ¿Es que acaso quieres mirar? —alcé las cejas divertida. —¿Te gustaría ver como lo beso?

Mi vecino tragó saliva. Su mandíbula se apretó, y volvió a mirar al chico con ira.

—    Te he hecho una pregunta, Ethan.

—    No —dijo con un tono agresivo.

—    Entonces vete —señalé la puerta. —No te necesito. Gracias por el viaje.

Vi como toda la agresividad que recorría el cuerpo del stripper, quedaba marcada en la palma de su mano. Sus cortas uñas quedaron en su piel, dejando pequeñas rayas que tardarían en esfumarse.

—    Te pasaré a recoger a las ocho.



POV ETHAN

Y antes de que ella se negara, cerré la puerta con todas mis fuerzas. Ni siquiera comprendía porque mis orejas ardían. Estaba tan nervioso, que yo mismo me hubiera encargado de que ese chico (tanto desconocido para mí al igual que para ella) no se hubiera acercado más a Freya.

Salí del estúpido parque infantil arrastrando las deportivas, y busqué mi coche con desesperación. Últimamente mi pequeño mundo se unió con el de la pequeña hija del médico, y ahora no sabía cómo salir corriendo sin tenerla a ella al lado.

Con la puerta cerrada y el vehículo mal aparcado, arrastré los dedos por el cabello.

¿En serio me había pedido que me marchara?

¿Quién diablos era ese tío?

Lo peor de todo es que la estaba tocando, y Freya no parecía molesta. La sonrisa que le dedicó era la misma que a mí me mostraba cada vez que reía conmigo.

Golpeé el volante sin saber lo que estaba haciendo.

Conduje lo más rápido posible, y en menos de quince minutos llegué al lugar donde pasaba una gran parte del día.

Al ser verano había pocos socios del club.

Guardé mis cosas en la taquilla correspondiente, y con los dientes apretados salí hasta la sala de boxeo.

—    ¡Ethan! —escuché a mis espaldas.

Paré de golpear unos segundos para encontrarme con uno de los compañeros de clase. Había estado tan liado con mi trabajo, que terminé cambiando mis amistades de la universidad, por compañeros de trabajo.

—    Hola ,¿qué haces aquí?

Él alzó las manos, diciéndome que lo mismo que yo.

Detrás de él llegaron unos cuantos amigos más.

—    Vamos a entrar un rato —soltó el otro. —¿Quieres venirte luego a tomar algo?

Beber, que gran idea.

Era perfecto, necesitaba volcar una botella a mis labios y olvidar un poco el gran problema donde me vi metido.

Seguimos entrenando un poco; yo para mantenerme en forma para el club, y ellos para impresionar a mujeres. Al cabo de dos horas salimos del gimnasio, y entre risas llegamos a un pequeño bar donde servían las jarras de cervezas más grandes de la ciudad.

¿Es que acaso estaba celoso?

Porque era una buena pregunta. Freya seguía en mi cabeza.

No, no eran celos.

La enana solo tenía diecisiete años. Pero había llegado a mi vida como un huracán, golpeando fuerte hasta darse paso a mi corazón.

Después de tres cervezas me di cuenta de la realidad, pero también la tristeza que desprendía.

—    ¿Y a ese que le pasa? —le pregunté  mientras que bebía de la jarra.

Él solo rió.

—    ¿Qué le pasa? —asentí. —Que está locamente enamorado de tu novia.

¡Joder!

Effie.

Llevaba horas sin saber de ella. Más bien, había estado ocupado con Freya, intentando cuidarla incluso cuando no me necesitaba.

Bebí de un trago la cuarta cerveza.

Y claro que lo entendía. Todo estaba claro.

Effie era reina de mi mundo; quien me hacía disfrutar, y me llenaba sexualmente.

Y Freya, la pequeña Freya llenaba la parte que Effie no podía llenar; amor, delicadeza. Necesitaba cuidarla.

Pero la cuestión era...¿Cómo?

¿Cómo una hermana pequeña?

Sí, la veía como mi hermana pequeña.

Era lo más normal. Mis padres nunca me dieron un hermano, y ella era preciosa, divertida, alegre. Quería cuidarla, y sobre todo del imbécil de esa mañana que estropeó nuestro día en el parque de atracciones.

Me reí con todas mis fuerzas, hasta notar una mano en el hombro.

—    Tío, deja de beber.

Freya estará en ese momento besándose con el rubio.

Otra cerveza.

—    No vas a poder conducir —dijo otro.

Ella seguramente estaría abrazada al imbécil que le tocó el culo.

Otra cerveza.

Todo me daba vueltas.

—    Ethan, colega, son las nueve de la noche.

¿Las nueve?

¡Mierda!

Me había olvidado de Freya.



POV FREYA

Miré el cielo. Estaba oscuro con un manto de estrellas que se reflejaban en el pequeño charco que estaba a nuestros pies. Byron agitó las largas piernas, golpeando una pequeña piedra que impactó en el cristal de un coche.

Nervioso se le hizo un nudo en la garganta. El pobre era un patoso y tenía muy mala suerte. Reí sin parar.

—    Después de esto...—empezó a decir.

—    Me lo he pasado genial —confesé con un rubor en las mejillas. —Espero que tu jefe no te diga nada.

Byron movió la gorra por encima de su brillante cabello.

—    No te preocupes —durante unos segundos acarició mi mano, y cuando lo miré a los ojos con una sonrisa, la apartó avergonzado—. Mi madre me consiguió el trabajo.

—    ¿En serio?

—    Sí. Mi padre es el dueño

Pestañeé sorprendida.

—    ¡Oh! Impresionante —estaba asombrada. —Debes de tener mucho dinero.

Él solo alzó los hombros.

—    Yo no, mis padres —le quitó importancia.

—    Esa es la típica frase que dice un rico.

Y ambos empezamos a reír sin parar.

El destino me había puesto un chico increíble en medio de un camino que no tenía fin. Al principio (y más con el divorcio de mis padres) pensé que había sido una mala idea irme con mi padre, y con el paso de las semanas me di cuenta que era lo mejor que podía haber hecho.

Mi padre me necesitaba, y mi madre también, pero no de aquella forma, ya que ella era muy independiente.

—    El chico que casi me mata...—dudó, ya que no sabía su nombre.

—    ¿Ethan?

—    Sí, Ethan —me miró con una sonrisa graciosa. —Parece que no va a venir.

Sentí miedo al escuchar sus palabras. Pero tenía razón. El reloj marcó las nueve y media, y él no vendría a buscarme.

—    Cogeré un taxi.

—    Puedo llevarte a casa —se levantó del banco.

—    No quiero molestarte.

Sacó una llave del bolsillo de sus blancos pantalones, y apretó el mando, provocando que el sonido de un coche sonara.

Era impresionante; el vehículo era oscuro, pero brillaba incluso de noche. Enorme, y tan elegante como un coche de lujo.

—    Ethan se moriría de envidia si viera tu coche —reí.

Pero pensándolo bien, él respondería con otra cosa para no sentirse atacado:

"— ¿Y qué? Yo soy guapo —diría con una carcajada"

Imbécil —pensé.

Subí sin dudarlo, y por precaución ( y por miedo, ya que Byron atraía a la mala suerte) me aseguré el cinturón de seguridad.

La noche nos arropó, y ni siquiera me preocupé de que mi padre se enfureciera por llegar pasadas las diez. Dejé que el aire entrara por la ventana, helando mis mejillas y removiendo mi oscuro cabello.

El coche se paró delante de un semáforo, justo donde había un bar que estaba a punto de cerrar. Del interior salió un grupo de cuatro chicos, que empujaban a otro que no podía caminar.

Ethan.

Era Ethan casi caído por el suelo.

Byron quitó el freno de manos, y antes de que volviera a conducir lo frené.

—    ¡Es Ethan! —grité incluso cuando lo tenía al lado.

Estaba asustada. Verlo en tan mal estado me avisaba que mi vecino no estaba bien.

—    Sí, es él —confirmó.

—    Tengo que ir a buscarlo.

El corazón se me salía del pecho.

—    Te espero aquí, no te preocupes.

Salí casi corriendo, y cuando llegué delante de los chicos las palabras que memoricé en el corto trayecto se esfumaron. Ellos me miraron, y yo solo me concentré en Ethan.

Tenía los ojos cerrados, los labios pálidos y no llevaba camiseta.

Lo peor de todo es que apestaba alcohol.

—    Ethan —susurré.

Él alzó la cabeza, sonriendo por escuchar mi voz.

—    Freya, pequeña Freya —se apartó de los brazos de sus acompañantes, y caminó de un lado a otro hasta rodearme con sus fuertes brazos. —Es mi vecina —me presentó—, mi preciosa vecina.

Oí su susurro.

—    Vamos —tiré de él—, te llevaré a casa.

Ethan empezó a reír escandalosamente.

—    Me he olvidado de ti —no había brillo en sus ojos, más bien pena—, lo siento —quería decirle que no pasaba nada, pero siguió—.Eso no significa que no haya pensado en ti. Llevas toda la tarde en mi cabeza.

—    Es normal —seguí tirando de su cuerpo—, hemos discutido.

—    Lo siento.

Lo miré.

¿Me había pedido disculpas?

—    ¿Por qué? —quise saber.

—Por ser tan imbécil y querer protegerte de todos.

Estaba cansado. Quedé callada para que él pudiera descansar. Byron me ayudó a subirlo a la parte trasera del coche, y cuando intenté salir para sentarme junto el piloto, Ethan me rodeó la cintura con sus brazos, acomodó la cabeza en mi hombro, y sus dedos tocaron mi camiseta.

Se había quedado dormido, a mi lado.




Por suerte fue fácil despertar al stripper. Con los ojos casi cerrados, bajó del llamativo coche y caminó hasta el bloque de apartamentos donde ambos vivíamos.

—    Gracias por traernos a casa —di las gracias por los dos.

—    De nada —Byron miró a Ethan—. Gracias a ti por esta tarde increíble.

—    No, no, no —sacudí la cabeza. —Solo a ti por tu tiempo. Me lo he pasado genial.

Toqué su mano, y de nuevo sus mejillas pálidas cogieron un tono fuerte, sonrojado sin poder hacer nada.

Esperé a que me pidiera el número de teléfono, pero no parecía dispuesto por los nervios.

—    ¿Me das tu número de móvil? —pregunté en voz baja para que nadie me escuchara.

—    S-sí —buscó un bolígrafo y un bloc de notas.

Se apoyó en el cristal, y de repente se quejó.

Si me reía, era porque el bolígrafo se le había petado en los dedos, cubriéndolo de un azul que no saldría en días.

—    Qué mala suerte que tengo.

Saqué de mi bolso un rotulador rojo, y con una sonrisa le pinté en la frente mi número.

Al menos sabría que no lo olvidaría o lo perdería.

—    Eres increíble Byron Ross —le di un beso en la mejilla. —Llámame.

Después de un guiño de ojo salí en busca de Ethan.




Ethan rodeó mis hombros con su brazo, y subimos las pocas escaleras que teníamos que subir. Una vez delante de su puerta, le pedí que sacara las llaves.

—    Creo que las he perdido.

—     ¿¡Qué!?

—    Shhhh —puso su dedo sobre mis labios—.Los vecinos están durmiendo.

Resoplé. Tenía que pasar la noche conmigo porque él se había quedado en la calle.

Sin hacer ruido, nos adentramos en el apartamento de mi padre. La puerta de su habitación estaba abierta; se había quedado dormido con el televisor puesto como de costumbre.

Nos colamos en mi habitación, y tiré al borracho de Ethan a mi cama.

—    Quédate aquí —dije en voz baja—, yo dormiré en el sofá.

—    ¡Freya! —gritó, y antes de que me marchara tiró de mí dejándome sobre su cuerpo. —No me dejes solo, por favor.

—    Te estás comportando como un niño pequeño.

Él solo guió mi cabeza hasta su pecho, a la vez que volvía a abrazarme.

—    Si te siento más cerca de mí, es como si nunca hubiéramos discutido —se me heló la sangre. —He estado celoso todo el día de ese chico.

No sabía que decirle.

—    ¿Por qué? —fue estúpido.

—    No lo sé.

—    Tiene que haber un por qué...—pero mis palabras se perdieron en sus labios.

Cuando reaccioné, me di cuenta que Ethan, mi vecino, ese que era stripper, me estaba besando de una forma muy delicada, dulce y tierna.

Sentía el calor recorriendo todo mi cuerpo. Como mis labios encajaban a la perfección con los suyos. Temblé, y temblé incluso cuando la ventana estaba cerrada. Un extraño hormigueó en el estómago me puso el vello de punta.

Ethan me besaba, y yo seguía inmóvil.

—    Buenas noches, enana —susurró antes de cerrar los ojos.

Sin creerlo, cerré los míos y me aparté de su cuerpo.

Llevé mis piernas hasta mi pecho y me abracé con fuerza a la vez que lo miraba al otro lado de la cama. Cuando pensaba que estaba dormido por todo el alcohol que bebió, se levantó con los ojos abiertos, mirándome sin pestañear.

—    ¿Ethan?

¿Qué iba a hacer?

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