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Capítulo 3

Los amigos deciden ir al bar Kazua, si bien Jorge le dijo a Sofía que fueran a otro lugar, ella quería saber qué secreto ocultaba su maestro.

El ambiente en el sitio era animado, ordenado y limpio, la música era tenue, lo que permitía conversar con sus amigos, se notaba que los buenos comentarios eran reales y los bármanes y meseros, realmente se veían muy bien, algo que le agradaba a Triny, ya que quería coquetear con alguno.

Los minutos pasaban, pero nadie se acercaba a recibir su pedido en la mesa, así que Hernán comienza a hacer gestos a los chicos de la barra, hasta que un mesero se acercó a tomar la orden.

— Hola... ¿Qué quieren pedir?

— No lo puedo creer... ¿Silencioso, eres tú? — pregunta Hernán sorprendido, mientras se le escapaba una risita.

— Sí, aquí trabajo en las noches — contesta Jorge.

— ¿Cómo lo logras con todo lo que hay por estudiar y los trabajos? Realmente admirable, yo no podría.

— Bueno, algunos tenemos que hacerlo para pagar la renta y otras cosas.

Sofía observa como Jorge colocaba su atención en ella, como si le reprochara algo, lo que le hizo bajar la cabeza apenada, quizás tenía vergüenza de que ellos le vieran en su trabajo de medio tiempo, y ahora entendía por qué siempre tenía que irse a las 17 horas y porque no quería que fueran a ese bar en específico.

Todos pidieron sus órdenes y Jorge se alejó hacia la barra.

— Realmente ese chico tiene que ser pobre para trabajar en esto, sin contar con los trabajos que le piden hacer y las tutorías que le solicita Sofía. Tiene que estar ganado decentemente al mes, ¿qué opinas Sofía? — pregunta Hernán.

Sofía no quería responder, y aunque sabía que no era su culpa el estar ahí y conocer el secreto de su maestro, tenía una extraña sensación de incomodidad.

Pronto regresó Jorge con las bebidas y lo que pidieron para comer.

Sofía esa noche posó su atención en Jorge, miraba cómo atendía a otras mesas y llevaba pedidos. Se sentía miserable, ella tenía todo, solo debía preocuparse por estudiar y aun eso lo hacía mal, pero Jorge, nunca se quejaba, era el mejor de la clase y, aun así, trabajaba dándole tutorías, haciendo labores académicas y en este trabajo de medio tiempo. Aquello la inspiró a ser mejor.

Durante todo ese fin de semana, Sofía pensaba en Jorge, no sabía nada de él más que sus expresiones que decían mucho más que las palabras, pero, ¿Qué necesidad tan grande tenía para juntar dinero?, ¿tan pobre era?, ya ella por las tutorías le pagaba una buena cantidad y podría ser considerado como trabajo de medio tiempo. Entonces, ¿por qué tenía más trabajos?, ¿quizás mantenía a su familia?

Nuevamente era lunes por la mañana, y Sofía no tuvo oportunidad para hablar con Jorge, quizás estaba molesto y preferiría cortar las tutorías, pero al terminar la clase, él se acerca

— ¿Vendrás a la tutoría de esta tarde?

— Sí. Estaré ahí a las 14 horas — responde sonriente Sofía que respira aliviada.

A la hora acordada, Sofía llega a la sala de estudio en donde ya le esperaba Jorge.

— Hola Sofía, creo que sería bueno ver sistema de mercado nacional — comenta Jorge, sin despegar la mirada de unas hojas de cálculo.

— Jorge, quería preguntarte, si ¿estás molesto porque fuimos al bar donde trabajas el viernes?

Jorge levanta la vista y suspira.

— No, para nada. No me molesta que sepan en qué trabajo, solo que es incómodo atender a mis compañeros de clase.

— Pero, estaba pensando mucho sobre cómo puedes trabajar tanto y a la vez rendir en esta carrera, ¿no preferirías cortar las tutorías y así tener más tiempo para ti?

— No, además que no soy el único chico en el mundo que tiene que trabajar y pagar sus estudios.

— Creía que entraste por sistema de becas y que la universidad era gratis — comenta Sofía sorprendida, tomando asiento al lado de su tutor.

— Solo me pagan el 70%, el otro 30% tengo que pagarlo yo, mi familia es de una zona rural y no ganan mucho, así que debo reunir el dinero para pagar el alquiler en esta ciudad, más los gastos y además de pagar la universidad. No podría cortar las tutorías, ya que antes de hacerlas, tenía otro trabajo en una pastelería, pero por algunos problemas con el dueño, perdí ese empleo y estaba buscando otro trabajo en este horario, hasta que me solicitaste las clases, con eso pude compensar.

— Pero, hacer todo eso te retrasa en los estudios, no tienes tiempo para hacer nada más.

— ¿Te doy lástima?

— No. Es solo que te admiró, pensaba que yo tenía problemas por estudiar algo que no quiero y que mi familia sea controladora, no siento el apoyo de ellos, pero a pesar de eso tú sigues y eres el mejor.

— Siempre serás el mejor si tienes un sueño y tratas de luchar por eso. Si fuera lo que la sociedad dice esperar de ti, yo estaría cultivando lechugas en la huerta de mi abuela. Busca algo que te motive y siempre serás la mejor en lo que te propongas.

— Realmente no tengo nada que me dé motivación, solo lo hago para que mi padre se sienta orgulloso de mí.

— Esa es tu motivación, que tu familia y el resto te reconozca, por eso quisiste más y ahora me pides tutorías olvidando tu pereza. Trata de hacer las cosas por ti y proyéctate a futuro, con eso tendrás más motivación.

Lo que decía Jorge, era lo que alguna vez Sofía quiso escuchar de un amigo o de su padre, eso le consolaba y por fin alguien le escuchó y comprendió lo que sentía.

— Gracias Jorge por tu consejo

— Con respecto a las tutorías, no te preocupes, este trabajo se me da muy bien, ya que me ayuda a estudiar y repasar muchas cosas que ya había olvidado para poder enseñarlas, pero avísame con tiempo cuando ya no las necesites, ya sabes mi situación y necesitaré un nuevo empleo para ese entonces.

— No será necesario, creo que las necesitaré por mucho tiempo — Sofía volvía a sonreír aliviada.

***

Sofía decidió sentarse en primera fila con Jorge, puesto que nunca escuchaba lo que se hablaba en las clases y se distraía fácilmente.

Sofía miraba lo que escribe Jorge en su cuaderno, prácticamente él copiaba lo que el profesor decía y escuchaba atentamente, al cabo de unos minutos perdió la concentración y miraba en dirección hacia la ventana, luego lo que escribía Jorge y luego su cuaderno que no tenía escrito nada, así que se distrajo dibujando sus típicas flores.

Jorge, al ver lo que hacía su compañera, le da un pinchazo con el lápiz en el brazo y susurra.

— Presta atención y toma apuntes.

Sofía vuelve a mirar al profesor y trató de hacer lo que decía Jorge, pero no era fácil, no sabía que escribir de lo que decía y comenzó a copiar lo que Jorge escribía. Realmente tenía un déficit de atención terrible, pero los médicos podrían ayudarla con medicamentos, y tan pronto como comenzó a pensar en eso, su mete divagó nuevamente.

— Dígame señorita, ¿en cuánto tiempo será la recuperación? — pregunta el profesor que se había acercado.

Sofía se sobresalta y sale de sus divagaciones, mirando desesperadamente su cuaderno y el de Jorge, mientras que, en su mente, solo se decía:

~Ay no, estoy en problemas... no sé de qué habla este hombre, no escuché que pregunto. Maldito Jorge, que me dice que tenía que sentarme aquí...

Jorge le da un codazo y le muestra el borde de su cuaderno donde se leía "5 años"

— ¿cinco años? — responde Sofía de manera tímida.

— ¿Me lo está asegurando o me lo está diciendo? — pregunta el profesor con tono sombrío.

— Son cinco años, profesor — repite Sofía.

— Correcto. Bienvenida al mundo de los negocios señorita, es agradable ver a un nuevo estudiante estar interesado en aprender. — comenta el profesor y se dirige nuevamente al pizarrón.

Sofía respira aliviada, mira a Jorge y le susurra.

— Gracias. Pero ¿Por qué dijo eso?

— Porque los que se sientan adelante es porque les interesa aprender y sacar la carrera, mientras que los de atrás, son porque no les interesa o porque papá pagó una carrera que no quieren estudiar.

Sofía se sonroja por el comentario, lo último ¿lo dijo por ella?

Al finalizar la clase, entregaron las calificaciones de los exámenes. Para su alegría, Sofía logró en todas entre un 7 y 8... era las mejores notas que ha tenido en mucho tiempo, así que le motivó a seguir, pero sus amigos tenían 4 y 5, estaban mal y quizás reprobarían. Obviamente, Jorge tenía 10 en todo, excepto en uno de sus exámenes que sacó 9,5 por errar un cálculo.

Cuando ambos se encontraron en las tutorías, Sofía villana de felicidad.

— ¿Viste que logre entre un 7 y 8 en mis exámenes? Soy muy feliz.

— Sí, felicidades — responde Jorge preocupado.

— ¿Por qué me lo dice con tan poco ánimo?

— Está bien porque has mejorado, pero un par de calificaciones suficientes no van a compensar tu mal desempeño del resto del año. Debes seguir esforzándote y al final del año, presentarte a exámenes libres para cambiar tus peores calificaciones, solo así lograrás aprobar este año.

Sofía se encoge de hombros y nuevamente sentía un vacío de desesperanza.

— Realmente trato de esforzarme. Eres muy exigente

— Toma atención en clases, mucho de lo que aprendo lo sé de ahí, el resto lo complemento con libros, solo escucha y anota lo que dice el profesor.

— Uf, qué gruñón, ¿alguna vez te diviertes o te ríes por algo?

— Sí... y lo haré más cuando tenga mi título, gané bien y pueda disfrutar con tranquilidad de lo que he logrado.

Ya era viernes y Sofía solicitó a Jorge tutorías para ese fin de semana, quería realmente subir sus calificaciones, a lo que él acepta.

Al llegar a casa, Sofía no encontraba su bolso. Pensando que lo dejó en su automóvil, va a su BMW y comienza a buscar, pero no estaba ahí, así que se desesperó, ya que tenía sus apuntes, libros y su billetera con las tarjetas y credenciales. Asustada, se dirige a la universidad y pregunta a la bibliotecaria si alguien reportó algún objeto perdido, pero tampoco estaba su bolso ahí. La última vez estaba con Jorge y quizás él lo tenía, pero no tenía su número de teléfono para preguntarle y no quería ser una acosadora yendo a su trabajo a preguntar.

Ya por la noche, serían las una de la mañana y Sofía va al Bar Kazua a preguntarle a su tutor, puesto que su maldita neurosis no la dejaría dormir esa noche.

Estaban por cerrar, cuando un compañero le informa a Jorge que, una chica lo estaba buscando. Él termina de cambiarse y se dirige afuera, cuando ve a Sofía.

— Hola, ¿Te pasó algo? — pregunta preocupado.

— Oh Jorge, dime por favor que lo tienes... — dice Sofía de manera suplicante.

— ¿Tu bolso? Sí, lo tengo yo, lo dejaste en la silla de la sala...

Sofía lo abraza muy contenta sin poder contener su emoción.

— Gracias, gracias, gracias...

Jorge se sorprende que ella lo abrace, pero mientras lo hacía, sus compañeros del Bar le hacían gesto de triunfo y otros, gestos algo más obscenos.

— Hem... no tengo tu bolso aquí, está en mi departamento.

— No tengo ningún problema, te llevaré — Sofía lo suelta y lo lleva a su deportivo.

— Wow... lindo automóvil — Jorge estaba asombrado al ver el hermoso deportivo que conducía Sofía.

— ¿Quieres conducirlo?

— No sé manejar — responde al subir al vehículo

— Si quieres, te puedo enseñar... sería bueno que al menos yo te enseñe algo.

Sofía manejó por unos minutos, hasta llegar al lugar donde se encontraba el departamento Jorge. Se notaba que el barrio era modesto pero tranquilo. Por un momento, ella pensó que Jorge no la dejaría ver su departamento, ya que anteriormente le molestó que vieran donde trabajaba, pero no era así ahora.

Jorge saca las llaves y abre una puerta de metal que rechinaba al moverla, enciende la luz y entra para buscar el bolso de Sofía.

El sitio era modesto, un pequeño departamento de un solo ambiente, no tenía muchas cosas en su interior, más que un colchón estilo futón, una mesa con tres sillas, un armario y un mueble para guardar los libros, todo perfectamente ordenado y limpio, se notaba que era la habitación de Jorge.

— Aquí está, deberías ser más cuidadosa si era tan importante para ti — Jorge le regalaba el bolso que había dejado sobre la mesa.

— Ah, Gracias... realmente no sé cómo llegue a casa sin darme cuenta de que no lo tenía — Sofía lo recibe y guarda silencio sin marcharse.

— ¿Pasa algo?

— Jorge, ¿Vives solo aquí?

— Sí, ya te conté que mi familia está en una zona rural.

— Pero, ¿no sería mejor para ti quedarte en una pensión? Son más económicas y tendrías la cena preparada cuando regreses del trabajo.

Jorge se frota la cabeza mirando el interior de su departamento.

— Sí, pero este lugar también es económico y me gusta tener privacidad.

— A bueno, eso lo explicaría. Antes de irme, dame tu número, no lo tengo y creo que sería bueno tenerlo por cualquier cosa.

— No tengo. Evito tener distracciones y aunque lo tenga, no lo respondería.

Sofía nuevamente se compadecía de Jorge, estaba solo, su familia no podía comunicarse con él, pero seguía trabajando para mantenerse y, aun así, era el mejor, quizás por eso, muchas veces actuaba de manera amargada y cortante. Por un momento, ella tenía el impulso de abrazarlo como a un niño abandonado y decirle que todo estará bien, pero se controló, a Jorge no le gustaría que alguien sienta lástima por él y no se lo merecía.

— Bueno, me voy, gracias por guardar mi bolso

— Gracias a ti por traerme, buenas noches.

Luego de despedirse, Jorge cierra la puerta de metal.

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