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Capítulo 19

 Ya era de noche en Capilla. Jorge preparaba la habitación de invitados para Sofía y esta acomodaba sus prendas en el armario que estaba en el lugar.

La abuela, al ver el ajetreo en aquella habitación, ingresa y habla malhumorada a su nieto.

— Pero me pregunto si alguna vez me has escuchado Jorge. Te he dicho que a esta cama le faltan las tablas de abajo, y a este colchón se le están saliendo los resortes.

— Oh... se me olvidó. Pero, ¿cómo arreglamos la habitación para Sofía?

La anciana habla de forma risueña.

— Que duerma contigo en tu habitación.

Jorge se sonroja y mira a Sofía, que también estaba sorprendida por aquello.

— Pero abuela, no creo que sea correcto.

— No pienses que por ser vieja soy tonta. Conmigo pueden tener confianza, yo sé que los jóvenes, ya no esperan al matrimonio para hacer esas cosas...

Jorge estaba completamente avergonzado, y se acerca a su abuela para hablarle en susurro, para evitar que Sofía escuche, ya que ella aparta la vista, ocultando su rostro sonrojado.

— Es que, abuela... nosotros, no hacemos... eso...

— Si hijo, está bien. No te preocupes por lo que pueda opinar, soy una abuela moderna — diciendo lo último, se marcha riendo.

Sofía comienza a recoger nuevamente su ropa, y le da una sonrisa algo apenada a su novio, tratando de aparentar como si no hubiese escuchado.

— Bien, entonces dormiré en tu habitación.

Nuevamente, ella acomoda su bolso en la habitación de Jorge, mirando como él saca del armario un saco de dormir.

— ¿Qué haces? — pregunta Sofía cuando lo ve acomodar el saco en el suelo de la habitación.

— Puedes dormir en la cama, estoy buscando algo en lo que pueda recostarme, para no incomodarte.

— ¿Te molesta dormir conmigo?

— No... claro que no, pero supuse que te incomodaría a ti. Mi abuela tiene pensamientos más liberales que yo.

— Si, ella es adorable. Pero, no es la primera vez que dormimos juntos, me encantaría dormir contigo... será muy tierno poder abrazarte durante la noche.

Jorge deja las mantas que estaba sacando del armario y las vuelve a guardar. Dormir con ella ahora, era muy distinto a cuando lo hicieron como amigos, esto era una irresistible tentación, pero Jorge trata de apartar aquellos pensamientos pervertidos que cruzaban por su mente.

— ¿Te gustaría ver alguna película de terror antes de dormir? — pregunta Jorge para romper el silencio.

Sofía asiente con la cabeza, mientras busca su pijama. Jorge va por su notebook a la sala de la planta baja, cuando regresa, ya Sofía estaba acostada, así que se recuesta a su lado y comienza a buscar algunos títulos de películas.

— ¿Cuál te gustaría ver?... ¿Sofía? — Gira la cabeza para mirarla al no tener respuesta, pero ella, estaba profundamente dormida, el viaje y el día en general la habían agotado, así que deja el notebook a un lado, le besa en la frente y la arropa mientras la miraba.

Ya era de día y Sofía, al despertar, ve a Jorge que dormía plácidamente a su lado. Algo llama su atención, al escucha sonidos afuera de la casa, así que se levanta y mira por la ventana, viendo como la Abuela estaba dándole comida a sus gallinas, así que se viste y se dirige a la planta baja.

— Hola hijita, te has despertado muy temprano — dice la anciana, al ver a la joven acercarse.

— Hola abuelita. Ya no tenía sueño, y encontraba interesante lo que usted hacía.

— ¿Quieres recoger los huevos? Solo metes la mano y sácalos — le entrega la canasta.

Para Sofía hacer eso era muy divertido. Le recordaba a la pascua, cuando recolectaba huevos de chocolate. Al terminar de recolectar los huevos, mira la jaula aledaña.

— Abuelita, tienes pollitos. Son adorables, pero ¿por qué los tienes enjaulados?

— Se quedan ahí para que no se los coman otros animales. — Abre la jaula y toma a uno de los polluelos para pasárselo a Sofía, puesto que la joven estaba ansiosa por acariciar a uno. — Vamos a tomar desayuno, podemos preparar los huevos que recogiste con tortillas.

Sofía asiente con la cabeza y vuelve a dejar al polluelo dentro de la jaula. Ya en la casa, ella estaba hipnotizada al ver como la abuela, preparaba en menos de un minuto la masa de las tortillas y las ponía a freír sobre la sartén, sacaba leche de la nevera y calentaba el agua, mientras Sofía, acomodaba la mesa y colocaba las tazas.

Jorge llega a la cocina, aún estaba somnoliento, seguía con pijama y el cabello alborotado.

— Buenos días, ya está el desayuno — saluda de manera alegre Sofía.

Jorge respira hondo al sentir el delicioso aroma de la cocina.

— Qué sabroso, tortillas con huevo — se sienta a la mesa, mientras la abuela dejaba los huevos fritos sobre los platos.

Sofía, al servirse el desayuno, siente que la leche que tomaba, era más cremosa que la que bebía en su casa.

— Esta leche es distinta a las que he probado.

— Es leche de campo, tiene un sabor distinto de las que se compran en las tiendas — responde Jorge.

— Si no te gusta querida, puede ir Jorge a comprar leche envasada — ofrece la abuela.

— No Abuelita, gracias. Es solo que, nunca la había probado así.

La pareja acompañó a la abuela esa mañana hasta el almuerzo. Ella contaba sus historias, y a Sofía le gustaba escucharla, para saber cómo era Jorge de niño.

Por la tarde, los novios salieron a dar un paseo al campo de girasoles. Sofía estaba alegre, y ahora esperaba que esas vacaciones no terminarán.

— Me gusta mucho tu casa y tu abuelita, ella es muy cariñosa, me siento querida aquí.

— Si, ella es una gran mujer.

— Ahora entiendo, porque no querías ir a estudiar economía en un principio. Tenías mucho que dejar aquí.

— Pero ahora que fui, ya no estamos solo mi abuela y yo, has ingresado al club — ríe Jorge.

Sofía lo abraza y besa, para luego apoyar su mejilla en el pecho de él y escuchar su palpitar.

— Y si imaginamos por un minuto, que podemos hacer lo que queramos. Me gustaría no regresar a mi casa, quedarme aquí contigo y la abuela, es tan lindo llegar a casa y escuchar que alguien te espera. Ahora sé por qué tienes tanta confianza en ti a diferencia mía, tú siempre has sido querido por alguien.

— Eres muy dulce Sofía. Pero tienes a alguien que te quiere, ahora me tienes a mí y no te voy a dejar... ya no volverás a estar sola — Jorge le toma por la nuca, para guiarla en aquel beso.

***

Los días comenzaron a pasar demasiado rápido para el gusto de Sofía, puesto que todos los días tenían algo nuevo que realizar.

Ese día fueron a la Playa que estaba cerca, para hacer un pícnic y pasar la tarde en el lugar.

— Este sitio es maravilloso. No hay nadie y está tranquilo, es como una playa privada...

— Sí, es genial. Además, la marea está calmada — comenta Jorge, mientras se quitaba la ropa para ir al agua.

Al verlo, Sofía hace lo mismo, quitando rápidamente sus prendas, hasta quedar en bañador. Se sentía como una niña, podía nadar, jugar y correr con Jorge en la arena. El besar los labios de su novio, sintiendo sabor a sal, era estimulante y sabía que a él también le gustaba, puesto que su piel se erizaba cuando le abrazaba. De todos, ese día, había sido el más divertido hasta ese momento.

— ¿Has llamado a tus padres? — pregunta Jorge, al descansar bajo la sombra de un árbol, recostados en una manta, mirando el mar, comiendo lo que traían en las mochilas.

— No. Ni un solo día.

— ¿No están preocupados por ti? Ya ha pasado más de una semana.

— Ellos tampoco me llaman.

— Es que no lo entiendo. En un comienzo no querías venir, porque pensabas que no te darían autorización.

— Ellos son extraños, les interesan saber dónde voy o cuando regreso, pero no lo que hago en el lugar. En ocasiones, creo que son más felices cuando no estoy, porque yo soy más feliz cuando no los veo, así no escucho sus gritos.

— Son bastante extraños. Podrías siempre darles una mentira y hacer lo que quieras.

— Mi conciencia no me lo permite. Además, se supone que deberías darme buenos consejos, eres mi tutor.

— Sí... y por eso te digo que debes mentirles a tus padres, si es para estar conmigo.

Sofía lo mira con picardía, e imita a Jorge con voz de bobo.

— Ay abuela... nosotros con Sofía no hacemos esas cosas...

Jorge se sonroja y ríe.

— ¡Ridícula! Te atrapo y tendrás castigo.

Sofía se levanta apresuradamente y corre, jugando con Jorge, mientras él la perseguía y se reía. Cuando este la atrapó, la levanta en sus brazos, para llevarla al mar y arrojarla ahí.

Durante las noches, la pareja se quedaban con la abuela practicando bailes, a ella le gustaba verlos, mientras tejía.

El verano estaba concluyendo, y ya era el día del cumpleaños de Jorge, así que la abuela y Sofía, se dedicaron a preparar un pastel y una cena para esa noche. Para que no se entere de la celebración que organizaban, enviaron a Jorge a comprar al mercado, que quedaba a una distancia prudente de la casa.

Ambas mujeres charlaban en la cocina, mientras cada una realizaba alguna actividad.

— Abuelita, disculpe que le pregunte, pero ¿sabe algo de la madre de Jorge?

— Si mi niña, claro que sé — suspira la anciana — eso es algo que trato de evitar hablar con él.

— ¿Por qué?, dice que espero hasta los 17 años para que su madre o padre lo vinieran a ver.

— Algo así. Mi hija se fue cuando solo era un bebito de dos años. Ella se casó con un hombre, tengo otros 2 nietos, los hermanos de Jorge. Creía como ahora su madre tenía una familia, ella lo vendría a buscar, pero no fue así. El esposo de mi hija no quería tener el hijo de otro hombre en su casa y ella prefirió mantener el tema en armonía.

— Eso quiere decir que ¿Lo dejo de visitar?

— Lo venía a ver, pero Jorge siempre sentía que era un desecho, no era el mismo niño cada vez que la veía, ya a los 12 años, me pidió no verla y que no la busque.

— Y piensa que lo que hizo Jorge, ¿está mal?

— Claro que no, aunque a mí me gustaría que vuelva a hablar con su madre, le comprendo. Él es rencoroso, pero mi hija se ganó todo esto, nunca le presentó a sus hermanos, tampoco me dio apoyo económico y nunca le ha enviado un regalo para su cumpleaños. Debe ser triste para un niño, saber que tu madre no te quiere.

— Pero él no fue un niño triste, usted es su madre y lo amas. Por eso es que viene todos los veranos sagradamente a estar con usted.

La anciana le sonríe a la joven de forma cariñosa, puesto que estaba agradecida de que ella dijera eso.

Esa noche, la celebración de cumpleaños estaba llegando a su fin. Habían comido pollo horneado, con patatas y ensaladas, además del delicioso pastel de alfajor de la abuela. Jorge se le veía muy alegre, estaba dichoso que las dos mujeres que más le importaban en la vida, estuvieran ahí.

En la habitación, Sofía estaba acostada, abrigada por las frazadas y mantenía abrazado a Jorge, que leía un libro de ficción. Recordaba lo que le dijo unas semanas atrás, que ella nunca más estaría sola. Ella también deseaba decirle que nunca más estaría solo.

El verano llegó a su fin. Sofía y Jorge tenían que regresar a retomar sus estudios, así que ya sus bolsos estaban preparados para regresar a la Capital. Solo les apenaba despedirse de la abuela, puesto que se volvería a quedar sola.

— Mi niñita, que alegría me diste que te quedes con nosotros, espero volver a verte cuando tengan vacaciones — dice la anciana, abrazando a Sofía.

— Gracias abuelita por todo, lo pasé realmente bien. Volveré para el próximo verano.

La abuela se dirige ahora a su nieto.

— Jorge, se un buen muchacho, cuida de Sofía, ella es una chica dulce, da siempre tu mejor esfuerzo... me siento tan orgullosa de ti...

Sin aguantarlo, la anciana comienza a llorar, puesto que le apenaba verlos marchar.

— Abuela, no llores. Cuídate pare que vengamos a verte... te quiero — Jorge la abraza por un largo rato, hasta que la abuela lo aparta.

Ella se seca rápidamente las lágrimas y le sonríe a la pareja.

— Ya márchense, que cuando uno es más viejo, se pone más sentimental.

Los novios caminaron por los campos de Capilla, hasta llegar a la parada de autobuses. Sofía meditaba, que ese había sido uno de los mejores veranos de su vida, y ahora tenía una familia a quien visitar en vacaciones.

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