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X - Una cura, un veneno y una maldicion

La sensación de muerte era tan grande y lenta que iba ascendiendo por sus piernas debilitando su médula y anidándose en su vientre, la oquedad iba arrebatando sus energías, dolía.

Sabía que iba a morir.

Desconoció si ese acto fue un intento por salvarse, por aferrarse a algo, a alguien, o quería simplemente acortar su camino…

La vara lo atravesó y esa sensación abrió un hueco en su pecho, en su alma, se rasgó su centro, entonces supo que sí, que quería morir, pero hacerlo sin haberse arrepentido de absolutamente de nada…

¿Por qué un elfo con tantos años por delante buscaría eso?

Sus pies dejaron de sentir su peso, su mente en el aire al igual que sus cuerpo fue divagando, adentrándose al vacío siendo consciente de estar desapareciendo y eso era lo que buscaba, la abrazó para que la abrace, saludando a esa sensación y despidiéndose del mundo que lo rodeaba.

Sentía la pulsación, el latido en la yema de sus dedos, y la sangre recorriendo su cuerpo, a borbotones fue construyendo su cadalso, rodeando su cuello con la soga de sus cabellos que le darían muerte y él la aceptó, sus músculos se iban poniendo rígidos, el vértigo envolviéndole, se iba a ir, deseaba irse…

Nada de eso estaba pasando. Allá afuera era todo diferente, un escenario por completo distinto, envuelto en ese pecado excepcional que estaba buscando vencer antes de desaparecer.

¿Y era que el destino lo había buscado así?

No era consciente, lo dejó ir al final.

¿Qué sucedía?

Las imágenes que se iban entremezclando en su cabeza lo abandonaron por un rato y revelaron brevemente la realidad, mostrando a quien era el autor de su desaparición en ese mundo de tinieblas o quizá quién lo estaban rescatando de ellas. Era difícil definir…

Ambos y ninguno sabiendo qué pasaba en el mundo interior del contrario.

De haber sabido… ¿El príncipe Reed se habría detenido? ¿Era consciente de lo que estaba sucediendo? ¿De lo que había provocado y lo que era capaz de romper?

Absolutamente no, no lo sabía…

El elfo sólo se dio cuenta a pesar de su estado que ese humano no era otro, que ese era el hijo de su enemigo, del culpable en destruir su raza.

Y ahora se batía en un enfrentamiento totalmente diferente del que había planeado…

Sentía que lo amaba. Se mentía, sabía que esto no era así… No podía ser amor. No así.

Pero esa idea apenas fue cuestionada por su mente envuelta en un orgasmo. Extrañamente agradeció que fuera él y no otro. Sus pies se entumecieron, su mente se dividió de su cuerpo.

Eso era extraño, pero supuso, sólo supuso en su estado delirante, que debía existir otra razón.

Cerró los ojos, supo que los tenía negados al mundo de afuera cuando dejó de ver la imagen de ese chico de ojos rubí y se dejó arrastrar por la oscuridad, negándose a la luz, y abrazando la oscuridad y un frío sepulcrales antes que las brasas de su fiebre.

Se sobrecogió sobre sí mismo regresando a su núcleo, a su propio ser, buscándose de nuevo en su inicio.

Los minutos se hicieron más largos y las sombras de sus sueños o pesadillas se fueron entreverando con la realidad vivida.

No sabía cuál era el límite de uno o del otro, la realidad y sus miedos. Quizá ambos eran dos distintos, pero en su estado no eran más que lo mismo.

Pero no durmió tranquilo, eso era seguro…

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Un laberinto, puertas cerrándose abatidas en miles de pedazos la madera aguijoneada dejaba entrar a los enemigos, seres de colmillos, fauces viciosas trayendo junto consigo el olor a muerte y desespero bajo el brazo. Almas atormentadas iban siendo cegadas por armamentos en cuyo núcleo vibraba la estrella que aniquilaba a cada uno de sus objetivos.

La magia oscura vibraba en ese núcleo destruyendo todo lo que tocaba… cegando cada ente que tocaba.

Nuevamente el laberinto, recuerdos difusos, un rostro familiar en medio de la batalla, que tomaba de su mano y lo rescataba. No era un hermano, ni siquiera alguien de su propia raza.

Mucho antes
antes de que todo comenzara
o mas bien
lo que dio inicio.

A: ¶No así… No de éste modo…¶

Había renunciado a su amor verdadero. Había enterrado toda su historia y sentimientos con él, con sus dulces recuerdos pues no hubo nadie más.

A: ¶Por favor, no así…¶

El elfo despertó en el lecho y se dio cuenta que lo había hecho, se dio cuenta y esa persona no era con quien había atado su alma a esa promesa… Se sentía tan devastado que prefería morir, sólo dejaría que el frío abrazo de la muerte lo reúna con sus seres queridos en el más allá… sus piernas temblaron, sentía la marca anidada entre ellas y dolía… Estaba solo, y dolía.

¿Cuánto tardaría? ¿Cuánto se prolongaría su agonía?

Ya no le importaba nada… Si esto era lo que debía de hacer, si era el precio a pagar lo haría, iba afrontar y vivir las consecuencias hasta el final, y al final iba a morir. No había nada que pudiera hacer contra esto. El destino de los elfos estaba así escrito.

A: ¶Por favor, no así…¶

Cerró sus ojos solo para entregarse a la agonía de esa revelación… Controlándose, concentrándose, se entregó a la meditación. Recostado en el lugar de los hechos, controlando sus emociones descarriadas. Necesitaba aplacarlo.

¿Así se sentía la muerte? Su cuerpo temblaba… ya había pasado por cosas peores.. Eso lo explicaría todo… su agonía sólo duraría un poco más.

Así es, las criaturas mueren por falta de amor, mueren a causa de él y a falta de él… Pero eso no era amor, así que moriría también.

Esto solo era otro obstáculo. Tendría que cumplir con su promesa de venganza antes de que este error le arrebatara la única esperanza de completar su tarea...

—---

El príncipe Reed se fue de la sala y fue directo a la habitación donde tenía a su elfo.

Al entrar y verlo dormido le dio un poco de ternura, pero tenía que despertarlo. Caminó hacia él y lo observó desde arriba y le empezó a acariciar su suave cabello.

Habían pasado varios minutos...

El elfo había quedado nuevamente rendido al sueño reparador... Sintió de pronto esas suaves caricias en sus cabellos y entreabrió un poco los labios suspirando levemente y una ligera mueca de una sonrisa decoró la comisura de sus labios.

Continuaba profundamente dormido, pues nunca había encontrado un lecho tan fresco y mullido que lo acogiese. Esto era raro... Ese lecho...

Algo confundido por ese tacto extraño, el elfo se quejó levemente entreabriendo los ojos, descubriendo que era del noble pelinegro quien lo acariciaba.

Como aguijoneado por un demonio retrocedió dejando un claro espacio entre los dos y sus pupilas se encendieron en furia al ver que el príncipe estaba tan cerca de él.

Reed: "Oye, creí que después de lo que hicimos ya no harías eso..."

Murmuró molesto.

Reed: "Creí que ya no volverías a desconfiar en mí como lo hacías antes. Creía que ya habíamos avanzado en nuestra relación."

A: ¶¿Relación?¶

Araw: "Te engañas..."

Observó a Reed brevemente y desvío la mirada, recordando el grillete en su tobillo el cual empezaba a doler.

Araw: "No creas que por un poco de sexo te iba a amar."

Informó para luego encarar al príncipe, inclinando la cabeza levemente.

Araw: "Entiende que tras meses de abstinencia esto sólo fue un momento de placer... A tí no te amaba ni te amaré…"

Reed se quedó callado por un par de segundos que para él fueron eternos all escuchar lo que le había dicho, sin saber por qué se había sentido mal, pero trató de no mostrarlo ante su 'ocasional' amante. El salvaje notó el rostro del príncipe siendo afectado, al ser perceptivo pudo comprobar cierta gravedad en ese silencio.

Reed: "Yo no esperaba que me amaras, sino que ya entendieras que yo no te quiero hacer daño. Venía aquí para decirte algo que tal vez te guste o no, no lo sé..."

Se apartó para darle espacio. Se preocupó por lo que el orco le había dicho en la sala. ¿Acaso el elfo no sabía…? Reed había obrado mal, lo sabía, y ahora el elfo lo rechazaba… Había hecho algo que probablemente iba a acabar con la vida de su elfo y quizá el rubio lo desconocía o lo negaba…

Incómodo por las palabras del príncipe, el rubio suspiró.

Araw: "Tengo necesidades que atender y ahora dependo por completo de tí a tal punto que sólo podría hacerlo con tu permiso. ¿No es eso suficientemente indigno para una persona?"

La situación nuevamente estaba empujando al elfo a sus límites, su cuerpo aún le dolía por lo que habían hecho pero no se lo haría saber al contrario. Tenía una sensación de sangre en su núcleo. En su mente, en la boca del estómago y en su garganta.

Araw: "No soy un crío o un animal. Necesito asearme y ejercitar. Si quieres que confíe en tí suéltame. Odio ésto tanto como te odio a tí..."

Reed: "Si te suelto, te vas a escapar, y créeme…"

Se inclinó sobre la cama enfrentando sus miradas para que notara la seriedad en su advertencia.

Reed: "Si escapas, morirás y no por mí ni por mis guardias, sino por los orcos, que hace poco estuvieron aquí."

Subrayó, quería que entendiera que lo quería proteger.

Reed: "Ellos no han estado aquí porque los invité, el desgraciado de mi padre tenía algo pendiente con ellos, y tuve que encargarme para que no lastimaran a nadie de mi reino."

Los ojos del elfo enrojecieron de enfado al oírle. Se apoderaban de él la rabia y la impotencia.

Araw: "¡DÉJAME IR...! Con más razón los mataré... ¡¡DÉJAME SALIR!!"

Se puso de pie dando empujones a Reed y quitándole terreno a cada paso, acorralando al noble hasta donde la cadena en su tobillo le permitía avanzar.

Araw: "Si están aquí hay que asesinarlos... Tienes un ejército. ¡¡UTILÍZALO!!"

Reed: "¿CREES QUE NO QUIERO MATARLOS?, CLARO QUE QUIERO, PERO SON MUCHOS Y MUCHOS DE MIS SOLDADOS VAN A MORIR."

En furia le grita, el elfo en su habitación no pensaba, sólo estaba cegado por la ira y el rencor. Lo que su odio desatado traería sería dolor y sufrimiento para su reino, pero claro… el elfo sentía que no tenía nada que perder salvo la propia vida.

Reed: "Pienso aliarme con el reino vecino y atacarlos todos juntos. Ellos superan a mi reino en número, pero mientras tenga la alianza con el otro reino podré acabar con todos ellos, y lo más importante, salvar a los tuyos. Algunos siguen vivos, me lo confesaron."

Apretaba los puños en ira, odiaba a su padre pues ordenó matar a toda una raza sin razón y lo mínimo que tenía que hacer era rescatarla, con permiso suyo o sin él.

Araw: "¿Quieres salvarnos…? Debes ser muy hipócrita para decir eso... ¡Siendo tú quien se encargó de destruir mi raza entera...! Ya termina con esta farsa..."

El rubio retrocedió un par de pasos y tomó la cadena que lo ataba a la pata de la cama e intentó arrancarla o romperla, sus esfuerzos fueron inútiles. El gran mueble apenas cedió, era pesado, demasiado como para ser alzado y por eso no lo intentó más. Molesto, arrancó las sábanas para envolverlas en el puño de sus manos y enfrentó a Reed con fiereza, alzándolas a su vista.

Araw: "Suéltame ahora mismo o te juro que te estrangulo mientras duermas..."

Reed lo miró sorprendido, pero el elfo recordó su promesa con Luna y se dejó caer de rodillas en frustración, desquitando su enojo golpeó el suelo con ambos puños. Todo esfuerzo era inútil, no estaba articulando muy bien sus acciones y odiaba la tonta posibilidad que se le cruzó por la mente de al menos poder ser libre y vengarse de los orcos y de Reed...

Por sus mejillas surcaron lágrimas de desesperación e impotencia. Necesitaba a Luna de su lado y había hecho esa tonta promesa de no asesinar al príncipe…

Araw: "Tú aniquilaste a mi pueblo entero... Mi sangre, mi raza... Querías verme así, ¿verdad? Lo has logrado... Ya has satisfecho tu enfermo deseo sádico de ver a un jodido elfo destruído y humillado…"

Apenas podía contener la frustración en todo su cuerpo.

Reed: "Fue mi padre quien ordenó eso, yo no quiero nada con los orcos, voy a planear un ataque contra ellos, así que pronto tendré una guerra y espero ganar. Y te juro que cuando eso suceda... te dejaré libre y podrás irte con los tuyos."

Su mirada estaba clavada en el piso con una expresión densa. Por alguna razón dentro de él le había dolido decir eso, pero cuando acabara con los orcos su adorado elfo sería libre como tanto quería.

Reed: "Sólo quiero tenerte aquí, para que estés a salvo, pero te prometo que si es necesario que yo muera para que ellos se detengan y ustedes sean libres, lo haré. Si no me crees habla con Luna o con cualquier sirviente, yo no soy como mi padre, sólo soy igual a él en la apariencia…"

El ailil negó con la cabeza al oírlo.

Araw: "No conseguirás nada contra ellos, eso no me regresará a mis padres ni a mis hermanos. Entiende que en mi sangre..."

Calló, no quiso seguir con sus palabras pues lo consideraba enemigo…

Araw: "¿Crees que no confío en tí? Ni siquiera me has dado la oportunidad de confiar en tí. Tú y tu padre son igual de podridos... ¿Crees que con esta cadena me estás defendiendo?"

Desde su posición tomó eslabones del suelo que le restringían.

Araw: "Si quieres que por lo menos confíe, establezcamos una alianza para destruirlos... No sabes las ganas que tengo de verlos muertos. Cuanto menos devuélveme la dignidad de morir como un guerrero y no como un cobarde…"

El príncipe lo pensó por un momento, no quería que muriera el único elfo que había conseguido salvar…

Reed: "¿Si te libero ahora, no vas a escapar y no irás tras ellos?"

Cuestionó acercando los dedos al bolsillo donde tenía la llave de la cadena y fue acercándose al rubio, acariciando la idea de que por fin confiaría en él. Deseaba tanto que ese deseo se haga realidad…

Reed: "Yo ahora mismo voy a enviar una carta al Rey de las tierras vecinas para unirnos y acabar con ellos, pero yo me voy a encargar de todo, y si te quieres unir, lo acepto pero no ahora, hay que pensar en la forma en la que vamos a atacar."

Algo desolado, alzó la mano ante sus ojos mostrando la llave. Su último recurso quizá.

Reed: "Tengo toda intención de liberarte, pero tengo que saber tu respuesta antes."

Suspirando, el de trajes azules se puso de pie.

Araw: "Lo único que tengo es mi palabra..."

Alzó dos dedos a la altura del los labios y la bajó en puño hacia el pecho, a la altura del corazón.

Araw: "Si mis palabras fallaran a esta promesa que la espada de los dioses dé castigo justo con la muerte…"

Ahora tenía un compromiso con Reed. Por lo menos los elfos eran seres nobles conocidos por su lealtad a las leyes y su palabra era inquebrantable…

Reed: "Muy bien, te voy a liberar."

Deseando confiar en él, se inclinó hacia el tobillo de éste abriendo el grillete y dejándolo libre.

Reed: "Listo. Ya no lo tienes."

Se separa de él y lo mira con seriedad.

Reed: "Araw, quiero pedirte tu ayuda para acabar con los orcos."

Se inclinó a él en forma de respeto, para que sepa el mérito de su súplica y venerara sus motivos… lo necesitaba con ellos. El pelilargo cerró los ojos. Lo primero que hizo fue acercarse un paso hacia Reed y lo siguiente que sintió el príncipe fue un golpe fuerte en la boca del estómago que lo obligó a caer de rodillas. Tosió sin aliento.

Araw: "No estamos en paz... Esto es sólo una tregua. No confundas las cosas... Ahora ponte de pie."

Esperó que así lo hiciera mirándolo desde lo alto.

Reed: "Ahgg.... Bien, tregua será…"

Se levantó del suelo con algo de dificultad, sujetándose la boca del estómago y sin querer demostrar debilidad.

Reed: "Voy a mi estudio… a escribir la carta para el Rey del reino vecino. Pero antes, quiero que conozcas a alguien..."

Observaba al de cabellos claros para saber la reacción que podría tener por lo que le acaba de decir, por último tosió algo adolorido pero más calmado.

Reed: "Pero no quiero que la ataques. Es una niña… y es un ser híbrido de un elfo... y un orco."

Y en efecto, recibió una reacción pero no parecía una buena… El rubio dirigió sus ojos al príncipe, algo asustado y con una curiosidad creciente y una evidente incredulidad.

Araw: "¿Cómo dices...? ¿De... de dónde la sacaste? ¿Híbrido...?"

Su corazón quería saltar de su pecho. Ver a alguien de su especie con vida hacía que quiera precipitarse hacia el príncipe Reed, pero lo que le decía era imposible....

A: ¶Un elfo vivo...¶

Quiso hablar, quizá había alguna esperanza todavía… eso podría cambiar todos su planes, no para bien, pero tenía que cerciorarse antes que nada.

Reed: "Conseguí que me la vendieran. Tranquilo, no le haré daño. Ahora mismo le están dando de comer y ropa. Es todavía una niña y al parecer no está lastimada. ¿Quieres verla?"

Notó que su interlocutor estaba pasmado con una mano cubriendo sus labios, quizá ocultaba una sonrisa de felicidad. El ailil asintió apurado, tratando de guardar la compostura.

Araw: "Claro… vamos."

No estaba ni alegre ni feliz, que una elfo estuviera con vida significaba muchas cosas.

Araw: "Pero te lo advierto, si me estás engañando… no te lo perdonaré."

Reed: "Vamos a buscarla. Sólo no la asustes, es muy pequeña todavía."

Caminó hacia la puerta de la habitación y la abrió para que el elfo saliera primero.

Reed: "Tenemos que buscar a Aveis, está con ella cuidándola."

Alguien a quien el elfo no había conocido aún, alguien a quien desconocía era el autor de la flecha que lo cazó. Tenían que hacer esto de alguna manera, el elfo asintió incómodo, preguntándose con extrañeza si era verdad lo que le decía y caminó algo apurado.

Ambos llevaron al comedor donde Reed sabía que estaba comiendo la criatura de la cual todavía no sabía su nombre y ya debería estar vestida.

Llegaron y la pelinegra de ojos plateados estaba observando a la pequeña y junto a la niña había una criada de blanco.

Reed: "¿Cómo va todo? ¿Sí ha comido?"

Se acercó a la pequeña, quien se veía más contenta. La leonesa asintió a la pregunta del príncipe.

Aveis: "Clair es la principal de la servidumbre en el área de la cocina así que ella misma se encargó de vestirla y darle de comer, por supuesto yo me encargué de vigilar todo…"

Sólo en caso la niña se ponga difícil, Aveis no tenía dones de niñera pero apenas sí algo de paciencia.

Claire: "Sí, su alteza, ella estuvo muy tranquila. Ya se le bañó y tiene ropa nueva. ¿Cuáles más son sus órdenes?"

El elfo analizó a la criatura por unos segundos, confuso por lo que estaba viendo. La camisa blanca cubría los brazos de esta, pero las garras que se asomaban eran negras y curvas aunque sus falanges delgadas. La piel en sus piernecitas que salían por debajo de los pantalones cortos poseían un pálido tono verde.

Araw: "¿Es ella de quien me hablas?"

Preguntó a Reed, se acercó un par de pasos en dirección a la pequeña.

Reed: "Sí, es ella. Te dije que era un híbrido de un elfo y un orco."

Refirió al contrario, confundido, ya que no sabía cómo iba a reaccionar.

Reed: "¿Ha dicho su nombre?"

Pregunta a ambos sirvientes presentes, la mujer negó con la cabeza.

Aveis: "Dice no tener, joven príncipe."

Araw: "Qué edad tienes?"

Criatura: "Mgh... creo que 14 señor..."

El elfo se inclinó arrodillado en el suelo para tomar la mano de la niña, inspeccionando su palma. Líneas, yemas mullidas… uñas afiladas pero débiles…

Araw: "¿De donde provienes, pequeña?"

Criatura: "No lo sé... Me trajeron los orcos. Mis antiguos dueños, señor..."

Araw: "Los nombres de tus padres..."

Preguntó algo seco.

Criatura: "Tampoco lo sé....señor..."

Araw: "¿Habían más aparte de tí?"

La criatura miró a Reed antes de contestar parecía algo aturdida por tantas preguntas a las cuales no podía dar respuesta certera. El elfo tomó las mejillas de la niña con una sola mano para que le vea a los ojos.

Criatura: "¡Aaaah…!"

Araw: "¿Cuántos elfos tienen?"

No parecía contento con la presencia de la criatura o las respuestas que esta estaba dando. La niña chilló bajito y asustada, cerró los ojos.

Araw: "Nosotros te cuidaremos y vamos a liberar a tus padres... ¿Cuántos más quedan vivos?"

Temblaba el elfo, no le veía lógica. Orejas puntiagudas pero verdes…

Reed: "Araw, no la asustes así. Es una niña pequeña que ni sabe su nombre. Deja de molestarla."

Lo separa de la niña haciendo que retroceda, ya que la pequeña se veía muy confundida. El rubio se puso de pie y retiró enojado la mano que el príncipe puso sobre sí, estaba convencido ahora. Algo no cuadraba.

Araw: "Bien... La dejaré ser. Reed, dale tú un nombre, no me pienso involucrar con ella por ahora. Pero si la vas a tener corriendo sola por el castillo que la vigilen. Una niña no puede ir por cuenta propia en un lugar desconocido... Y menos si se trata de una orco."

La miró soberbio, se separó y caminó al lado de Reed y no paraba de ver con extrañeza a los ojos de distinto color de la niña. Uno amarillo y otro verde…

Reed: "Ella no estará sola, Aveis la está vigilando y sólo va a salir de su habitación si sólo necesita ir al baño o comer pero debe quedarse en su habitación. Como tú."

Comentó pues no confiaba en la niña. El más delgado mostró rechazo cruzándose de brazos y mirando al príncipe, negó con la cabeza.

Araw: "A donde sea que vayas tú iré yo, a donde sea que yo vaya vendrás tú conmigo. ¿De acuerdo?"

Al menos pensaba hacer así las cosas por ahora.

Araw: "Nada de lo que hagas tú lo harás a solas, quedamos en eso…"

Todas las decisiones políticas, alianzas y demás estrategias militares. Pero una vez más, adrede, no soltó demasiado delante de un extraño, en este caso la criatura verde…

Reed: "Lo sé, quedamos en eso, pero yo no puedo estar con ella todo el tiempo. De eso se va encargar Aveis."

Podría ser alguien frío y un poco malvado pero era un hombre de palabra.

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Las agua de la fuente contagiaban con su gorgeo, la frescura se podía oler y sentir al tacto de la palma. Apenas el rumor del viento meciendo las ramas de los árboles y las hojas sueltas se pasearon una vez más por el suelo mientras el sol quemaba la piel suavemente.

Luna quitó sus zapatillas pues pensaba que nadie lo observaba. Descalzo, entró un pie en la gran fuente del patio, levantando su túnica para luego quitársela por completo, revelando su pálida y hermosa piel que deslumbraba con el sol tocándola, parecía brillar y deslumbraba.

Doblando su ropa luego, la dejó a un lado de la fuente al alcance de su mano para así volverse a vestir cuando salga. Alzando las manos acomodó sus cabellos y se dejó tocar por el agua de la fuente.

Dejó caer el chorro sobre su pecho, estremeciéndose por el frío. Sonrió con ese tacto que aceleró un tanto su corazón de emoción, jugueteando, se dio vuelta para que le tocara los hombros y la espalda. Adoraba esa corriente de agua que estaba acariciándole el cuerpo desnudo. Era como en el bosque, se soñaba ahí… Afuera había pocos manantiales seguros en los que podía hacer esto y no estaba de ánimos para salir al bosque dado los últimos sucesos.

El estrés se fue lavando de su piel, los pensamientos que eran demasiados se fueron aligerando con cada sonrisa que de sus labios brotaban en mudo jolgorio. Sosteniendo un poco de agua entre las manos, reunió suficiente como para mojar la punta de sus cabellos y sentir la humedad en ellos. Suspiró el fresco olor del agua encima suyo.

Rowan no estaba muy lejos, el cattvir estaba mirando muy escondido y muy sonrojado por lo que estaba presenciando, pensando que era una visión que probablemente no se merecía cualquier ser mortal.

No era la primera vez que miraba a Luna sin ropa pero cada vez que le veía se abstraía mucho y no podía evitar imaginarse a Luna de esa forma. Besando a Luna, acariciando a Luna o encima de su cuerpo.

Rowan: "Me gustas mucho..."

Susurró mientras meneaba su cola de un lado a otro, muy rápido.

Extrañado, el albino giró en dirección al gatito.

No sabía de dónde venía ese rumor extraño en el viento y sólo se quedó pensando, sin quitar los ojos de aquella dirección. No oyó ningún sonido, no vio nada más que la naturaleza extendida del jardín, los arbustos del patio rodeándolo… y suspirando continúo para, luego, acercarse brevemente a la orilla de la fuente a alcanzar sus ropas.

Luna: "¡Aah!"

Guardia del jardín: “Este no es lugar para bañarse..."

Infirió coqueta la recién aparecida, en armadura y castaños cabellos largos, que lo interrumpió sonriendo y acercándose más al mago quien apenas pudo tomar sus ropas para cubrirse su intimidad.

La sangre en vergüenza se agolpaba en su rostro albino, bajando a sus hombros y sólo temblaba nerviosamente.

Al notar aquella intrusión, quien estaba espiando, se molestó mucho y sin esperar nada se acercó a los dos buscando una explicación.

Rowan: "¿Qué sucede aquí?"

Luna: "¡¡AAAH!! ¿¡D-DE DONDE SALE TODO MUNDO!?"

Rowan: "¿No debería estar usted en la entrada del castillo?"

Inquirió demandante y amenazador al guardia, pero no estaba dispuesto a escucharla, sólo quería que se largue y se aleje del mago. Ella simplemente se acomodó los cabellos que le caían en cascada a los hombros.

G. del jardín: “Yo trabajo en esta área del castillo, mi lindo gatito. Tu amiguito no debería de estar bañándose en esta zona... Alguien lo podría descubrir... ga-ti-to. Tú deberías estar en el castillo, ¿no es así…?"

Ronroneó ella, despreocupada.

Rowan: "Yo tengo órdenes de vigilarlo, así que yo sí tengo que estar aquí, pero tú no, así que retírate a hacer ¡TU PUTO TRABAJO!"

Le grita furioso y se empezó a erizar al estar muy molesto. Sin vergüenza en la cara, la guardia sonrió al ver la reacción del guardaespaldas del príncipe.

G. del jardín: “Y tu Luna..."

Luna: "¿Y-yo...?"

Al guardia no le importó el gato y se dirigió a hablar a quien estaba desnudo en la fuente, poniéndolo aún más nervioso.

G. del jardín: “Tienes 15 segundos para vestirte. Oh vaya… Se ve que tu amiguito está feliz por verme..."

Ella dirigió un breve vistazo a la entrepierna de Luna y éste se cubrió avergonzado y cerrando los ojos.

Mintió pero, sonriendo, miró de reojo al gatito que la vigilaba, pero aún así levantó la mano y la dejó caer fuertemente sobre la nalga de Luna, haciéndola resonar.

Luna: "¡AAAAHH!"

G. del jardín: “¡15 segundos!"

Se fue alejando ella un par de pasos y les dio la espalda. La marca roja de 5 dedos perpetuaba en el costado izquierdo del mago.

Luna: "¡M-m...! ¿¡M-me estabas espiando!?"

Gritó inmediatamente a Rowan, apretándose las ropas contra su cuerpo, sin saber si tenía la intimidad suficiente para vestirse de vuelta o comprobar el estado de su cuerpo.

Rowan: "¡N...no! Tengo la obligación de saber dónde estás… ¡Es todo!"

Le dio la espalda para que pueda cambiarse sin ningún problema, y también para que no vea el rubor en sus mejillas. Lo estaba espiando, no porque quería, sino porque era una orden...

El alquimista se molestó a la vez con el gato y la guardia y al comprobar que no tenía sus miradas encima, se puso de nuevo sus ropas, tan rápido como pudo. Estaba demasiado avergonzado y nervioso y además tenía el glúteo adolorido.

Aún permanecía la sensación de la mano de Ylerve escociendo en su piel .

Luna: "N-nunca... nunca me vuelvas a ver desnudo... Por lo menos avísame que me estás espiando, ¡gato malvado!"

Sus manos temblaban intentando acomodar las telas que no cedían por la humedad de su piel.

G. del jardín: “Bueno... Te di demasiado tiempo."

Se fue acercando de nuevo.

Luna: "¡¡Ah...!! ¡¡Espera!!"

Sus piernas temblaron, salpicó el agua en la fuente en que estaba de pie y la basta de sus ropas se mojaron tocando la superficie, sus brazos se enredaron entre las mangas y quedó algo atrapado, con sólo su rostro siendo visible a través del cuello de sus túnicas.

Rowan: "DÉJALO."

Interrumpió el camino de la mujer y la empujó para que no avance más en dirección al peliblanco y no se quitó de enfrente para defenderlo.

Rowan: "Yo estoy encargado de él. Fueron órdenes del príncipe. AHORA VETE, ZORRA."

La enfrentó y desenfundó una pequeña daga.

Asustado por lo que estaba a punto de suceder, con algo de suerte el peliblanco terminó de ponerse las ropas y, tomando en manos su báculo y zapatillas, salió huyendo

G. del jardín: “Qué lindo... Llamas zorra a la única mujer que cuida de tu bello amado.”

Ella abrió grandes los ojos dorados que destacaron en su piel oliva. Se cruzó de brazos y admiró el guantelete metálico que traía puesto ignorando la daga del cattvir.

G. del jardín: “¿Estás celoso, verdad? ¿Tanto te gusta él? Yo sé un secreto de él que te podría ayudar..."

Habló al notar que el precioso chico se había retirado y se dirigió al de peludas orejas puntiagudas con una sonrisa de autosuficiencia.

Rowan, al no notar más a Luna cerca bajó su arma.

Rowan: "Tú no lo cuidas, asquerosa mentirosa, yo soy el que siempre ve por él. Yo siempre estuve con él. Aunque él no quisiera yo estaba allí, así que no te creo. Y sí, estoy enamorado y estoy muy celoso. ¡¡ASÍ QUE NO TE ACERQUES A ÉL!!"

Bufó ronco sin temer el desenfundar sus afiladas garras.

G. del jardín: “Ahahaa… Qué gracioso. ¿Sabes acaso cuál es su flor favorita?”

Con una hermosa uña esmaltada, señaló al gatito en su pecho, muy segura de sí.

G. del jardín: “¿Sabes cuál es la que más le cuesta conseguir? ¿Lo has ayudado alguna vez? ¿Eres parte de su día a día? Un gato patético como tú sería incapaz de regalarle un ramo grande de ellas.”

Colocó la mano en la cadera y le miró desde lo alto de sus botas de hierro pulido. Los guardias del castillo siempre se diferenciaban por sus ropas más ostentosas ya que tenían el privilegio de resguardar el palacio, y su actitud también era reflejo de su tranquila posición.

G. del jardín: “¿Sabes? Siempre necesita algunas para su investigación..."

En el área oeste estaba el jardín donde al mago le costaba llegar, pues habían helechos colgantes, que se envolvían en los pilares y muros más altos...

Rowan: "¿Cómo sé que me quieres ayudar y no poner a Luna en mi contra para que te quedes con él?"

Cuestionó no confiando mucho, pero estaba confundido.

Guardia: "¿Ayudarte? ¿Por qué me interesaría ayudarte? Si supieras cómo el mago se esfuerza demasiado por unas patéticas florecitas, entonces entenderías por qué YO soy su guardia favorita."

Le dio la espalda mirándolo por sobre el hombro.

Guardia del Jardín: "Acá el único que estaba interrumpiendo algo fuiste tú… Tú nunca me llegarás a los talones, ga-ti-to."

Y se marchó continuando su camino mientras agitaba la mano despidiéndose.

Rowan: "Eso ya lo veremos, zorra."

Murmuró para retirarse rápidamente a buscar a Luna

R: ¶Yo puedo vigilarlo y saber las cosas que le gustan y lo que no, así tendré ventaja contra esa mujer…¶

Incluso podría preguntar a cualquier otro guardia que no sea ella, y darle la sorpresa al mago.

R: ¶Aparte yo soy mucho más lindo y sexy que esa mujer, y puedo volverme un poco más atrevido con Luna.¶

Pero para que no lo descubriera estando cerca, en su camino hacia el mago, se transformó en su forma de gato y así poder esconderse mejor entre los árboles y arbustos. Dejó su ropa de lado oculta entre los matorrales, a la base de una torre.

Luna, nervioso y alterado, se fue corriendo para poder ocultarse en algún lugar donde no pueda ser visto. Estaba demasiado avergonzado y odiaba haber sido golpeado con tanta fuerza en su piel desnuda, pero sin duda estaba pensando de más en Ylervie, su atrevimiento, su tacto, sus cabellos claros, sus pequeños labios coral sonriéndole…

L: ¶¡Maldita!¶

Estaba confundido y sólo quería llorar para limpiarse esa sensación que no había solicitado. Era mucha vergüenza la que sentía y estaba indignadísimo.

Rowan, siendo un gatito negro de patas blancas, se fue acercando de a pocos a Luna una vez lo encontró, y si lo descubría podía hacerse pasar por un gato común ya que nadie sabía cuál era su apariencia en su forma animal, y muchos en el castillo desconocían que podía hacer eso.

Luna: "Cuanto menos, en el campo de batalla no tenía que lidiar con estas cosas..."

Se quejó, dejó su báculo de lado sentándose en el suelo de piedra. Inspeccionó de reojo a todas partes y suspiró profundamente al notar que no había nadie cerca.

Paz al fin…

Y cerró sus ojos para relajarse y recostarse apoyando su cabeza y espalda en el muro.

Acurrucándose, rejuntó sus piernas y empezó a juguetear con sus manos nerviosamente sin dejar de pensar en la situación que sucedió en la fuente.

Luna: "Rayos... No puedo ni estar un momento a solas..."

Rowan escuchaba todo lo que decía Luna y se sintió mal por molestarlo, pero tenía que obedecer al príncipe y se quedó cerca, oculto entre el follaje de una morera.

El mago, había efectuado un hechizo de detección de almas para ver si estaba a solas o algo. Y desde donde estaba sentado, observó de reojo un objeto brillando muy claro siendo muy pequeño moviéndose cerca a unas plantas.

L: ¶Oh... Eso... No estaba ahí antes. ¿¡Será una rata gigante!?¶

Abrió los ojos grandes algo alarmado, pero descubrió algo muy bonito… Eso que veía asomarse de entre las hojas era una muy bonita pata blanca de gato.

Tras sus manos sonrió travieso, desviando la mirada, sin moverse mucho, tomó su báculo muy lentamente del suelo y en menos de un parpadeo inmovilizó a la criatura entre los arbustos, lanzando un hechizo con ayuda de éste.

Luna: "Hahaha..."

L: ¶¡Listo!¶

El animal, al estar inmóvil, empezó a temblar de miedo ya que creyó que Luna lo había descubierto. No podía regresar a su forma humana así que empezó a llorar y a maullar mucho por el miedo que sentía. Empezó a chillar e intentaba moverse sin lograrlo.

R: ¶Oh no, me va a golpear o algo. ¡Ayuda! ¡Tengo miedo!¶

Luna: "¡Ahora tendré un gatito de verdad...!"

Se puso de pie feliz para dirigirse al lugar en que estaba su presa.

Luna: "Oh... mishi, mishi. Tranquilo, hermoso... No te haré daño..."

Se aproximó con una sonrisa amable y se puso de cuclillas para mirarlo más de cerca. Sabía que el efecto del hechizo se iría en pocos segundos.

Luna: "Mira gatito soy bueno... Ven, sé mi amigo..."

Saco de un pequeño bolso, que siempre cargaba consigo, hierba gatera que hacía a los gatitos relajarse. Habían otras para energizarlos pero el mago no quería eso. Pellizcando la hoja entre sus dedos, hizo que esta desprendiera su olor siendo muy agradable y atrayente. El hechizo inmovilizador poco a poco se estaba disipando.

Rowan, al oler sus dedos se calmó un poco. Luna sabía el poder que esas plantas hacían en él y se calmó un poco y dejó de moverse.

R: ¶Esto es malo, cuando sepa que soy yo me va a odiar.¶

Tenía miedo de lo que podía suceder pero poco a poco se fue despojando de sus pesares.

Luna: "Eso es, bonito. No me vayas a arañar. ¿Está bien?"

Con cautela acercó una de sus manos a la naricita del gatito.

Luna: "Lindo... ."

Lanzó besitos al aire para tocar la barbilla del gato empezando a acercar su mano a la mejilla de éste mientras rascaba.

L: ¶Deseo tanto poder hacerlo ronronear...¶

Rowan, al ver cómo le lanzaba besos se apenó todo y no lo miraba, y cerró sus ojos para disfrutar de sus caricias y como un impulso empezó a ronronear.

R: ¶Me gustaría que fuera así de lindo conmigo siempre.¶

Luna: "Lindo, lindo... Oh... Ven te voy a hacer más cariñitos."

Levantó al gatito del suelo gentilmente y sentándose en el suelo lo recostó en su regazo.

Luna: "Auh... Me vas a pisar. Acomódate, lindo."

Rowan se puso en su regazo y se acostó haciéndose bolita y empezando a ronronear muy feliz por la calidez que sentía en ese momento de estar con el chico que le encantaba desde hace mucho.

R: ¶Espero que no se moleste conmigo por esto.¶

Luna: "Estás muy suavecito y cálido... Ah... Al menos puedes ir a donde quieras y comer todos los ratones que gustes... ¿Te gustan los ratoncitos?"

Acarició la oreja del gatito mirando a su rostro y luego acarició debajo de su cuello. Luna suspiró. Se quedó conversando algunas cosas que le gustaba de los gatitos, halagándolo.

Luna; "Si no fuera por mi curiosidad no tendría el trabajo que tengo y al menos, si mis padres hubieran sido más jóvenes habrían sobrevivido al invierno pasado, pero tengo que agradecer al príncipe Reed..."

Una gota cayó sobre el lomo del gatito. El mago había empezado a llorar en silencio.

Luna: "Sin embargo me siento desdichado... Cuando al fin pensaba que podía decidir mi destino.. me arrebatan mi suerte. Gatito... odio vivir aquí..."

Su voz salió adolorida por sus sollozos. Su mano había quedado quieta en el lomo del gatito.

El joven mago había llegado a trabajar al castillo a la edad de 14 años, cuando el príncipe Reed tenía sólo 5.

El minino alzó la mirada a Luna al sentir la gota y se puso triste al verlo así. Entonces se acercó a su rostro y le limpió las lágrimas con su lengua y a lamer sus labios para animarlo un poco. Se sentía terrible por lo que había hecho al delatarlo con el príncipe, pero no podía evitarlo.

Tal vez Rowan nunca iba a ser feliz y tenía que alejarse para que Luna sea feliz ya que no quería que se acercara a él, y sólo quería estar con Araw. Y Rowan, como siempre, iba a estar solo.

Luna posó sus ojos al gatito con la vista algo borrosa por las lágrimas.

Luna: "Nhg... Lo siento gatito. No quería mojar tu pelito. No te preocupes por mí... pronto hallaré la manera de escapar, sólo así podré saber lo que es vivir..."

Sollozó secando su lágrima para acariciar al gatito al que veía triste por él.

L: ¶Si tan sólo pudiera ya me habría ido... pero Reed me mataría... ¶

Luna: "Si te llevara conmigo… Serías el único que estaría de mi lado en este castillo..."

Abrazó al gatito con cariño dejando que su llanto vaya pasando.

Luna: "No estés triste por mí. Mañana vendré a jugar contigo aquí mismo, ¿sí?"

Tenía la ligera esperanza de que ese pequeño rincón se había vuelto su refugio para ser quien era, sin que lo juzguen y ser un poquito más libre ya que aún no venía nadie a interrumpirlo, ni guardias ni ese guardaespaldas molesto.

Se puso de pie y puso al gatito en el suelo, secó sus lágrimas luego.

Rowan maulló mirándolo con la intención de que lo lleve con él. Si el príncipe lo llegará a ver no diría nada, porque Reed era el único que ya lo había visto en su forma de gato. Así que sabía que no diría nada.

Se acercó y pegó su cuerpo a la pierna del peli blanco y lo miraba con los ojos tristes. Luna lo vio maullando y rogándole.

Luna: "¿Qué pasa gatito? Mmm... ¿Quieres venir conmigo...?"

Se quedó mirando al animal con curiosidad.

El cattvir empezó a maullar y a chillar más para que lo llevara con él, no quería dejar a Luna solo como estaba.

Sabía que si Luna se lo llevaba ya no podría desaparecer o volver a ser humano, y tal vez podría empezar a vivir con Luna siendo solo un gato, ya no volvería a aparece delante de él siendo Rowan, el guardaespaldas del príncipe

Ya no volvería a molestarlo.

Iba a dejar en paz a Luna de su presencia como un humano, pero no se alejaría nunca de su lado siendo solo un gato.

El mago sonrió al oírlo más animado y pedigüeño.

Su sonrisa… era melodiosa y única, como no la había oído nunca, podía enamorarlo mil veces más sólo con su alegría.

Luna nunca hablaba así tan casualmente con nadie en el castillo, ni se reía con tanta inocencia.

Luna: "Oh, debes tener hambre. Bueno... Mmm... Si guardas silencio y no te dejas ver estará todo bien. ¿De acuerdo? No quiero que te vea Rowan... Se pondrá celoso si te ve."

Sonrió, no quería que echaran al gatito luego.

Rowan: "¿Miau?"

Hizo un sonido de gato curioso para que le diga qué opinaba de él. Esperaba que entendiera el mensaje.

R: ¶Tal vez solo piense que soy un cattvir tonto y celoso.¶

Luna: "Sí, sí... Te daré pescadito. Ven..."

Se agachó poniéndose un dedo en los labios para que el gatito esté callado, suponiendo que entendería su gesto… y lo cargó entre sus brazos para besar su cabecita y luego guardarlo entre sus ropas. Luna no hablaba el idioma gatuno, aún.

Rowan dejó que lo cargue y se quedó callado y se escondió entre sus ropas y se apenó un poco por los besos de Luna. A pesar que no es un beso como le gustaría que le diera, lo gozaba mucho. Al entrar el mago al castillo, se escondió más y guardó silencio para que nadie lo viera y esperaba que no saliera aquella mujer molesta otra vez...

Luna llegó hasta su habitación, y mirando afuera la cerró con cuidado.

Luna: "Bien, creo que nos escapamos de Rowan…"

Creyendo escabullirse, cerró la puerta con seguro, pensando que en cualquier momento aparecería alguien y lo descubriría metiendo un gatito a su habitación.

Luna: "Uff... Llegamos."

Abrió sus ropas liberando al gatito en su propio dormitorio para que pudiera pasear y reconocer el lugar y así acostumbrarse a estar ahí.

Rowan empezó a caminar por la habitación, ya la conocía pero fingió oler la habitación y se subió a la cama para hacerse bolita y mirar a Luna, maullando feliz. Estaba feliz, pero un poco triste porque sólo lo quería como gato, no como era realmente él, pero tenía que seguir así para siempre.

Luna podría creer que Rowan escapó o algo si dejaba de verlo por el palacio, pero al fin y al cabo sabía que no le iba a importar si desaparecía.

Luna: "Noo~... Esa es mi cama y tus patitas están sucias..."

Sonrió y cargó al gatito abrazándolo contra su pecho.

Luna: "Mmm... Ya sé, te puedo bañar y así correrás por donde quieras en mi habitación."

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