IX - Mercancia barata
•
•
Reed se acercó al representante del ejército quien se puso en pie para saludarlo con una venia.
Reed: "Buenas tardes. Disculpen la demora"
El príncipe humano sólo les entregaría su recompensa y haría que se marchen... A pesar que él quería que su reino creciera más poderoso, nunca le gustó hacer negocios con los orcos ya que los consideraba unas criaturas desagradables, pero por el bien de su gente en Antares estaba aliado a ellos.
El cara verde sonrió y se inclinó a su altura para hablarle sin ser molestado por el bullicio de platos y conversa de su propio ejército.
Borklag: "Hehe, mientras tenga dinero y bebida que tragar estamos a su mando." Su voz sonó gruesa, ronca y grave. Todo su ser olía a muerte y sangre, a pólvora y fuego...
Una criada que venía tras el príncipe entregó a la señal del pelinegro un pequeño cofre a su alcance. Reed lo abrió sacando el contenido, un saco rojo que contenía varias monedas de oro y algunas gemas de alto valor.
La de menor valor no bajaba de 18mil monedas de oro.
La sonrisa del orco sonó a cuervo, burlona, y recibió de manos del menor la recompensa. Hizo una venía algo exagerada en proporción a la gran escala del volumen de su cuerpo y tras enderezarse entregó el saco de oro a su vasallo, un orco de menor tamaño con la cara cubierta en cal y hollín y usando un gorro de cornamentas azules, que apresurado se puso a contar cada pieza recibida.
Los ojos muertos tras la máscara del líder se clavaron en los de Reed de nuevo. Dos cabezas y media de estatura hacían la diferencia entre ellos.
Borklag: "Bueno, nuestra lealtad no es de gratis... A nuestra gente le gustan tanto los negocios como la guerra, el saqueo, las violaciones y la sangre, la podredumbre es nuestro aliado, el alcohol y, bueno... Usted me entiende."
Sonrió alzando las manos a los soldados orcos y celebró sus palabras con todos los orcos presentes, que respondieron alzando las copas, chocando entre ellas y salpicando espuma de grog sobre las mesas. Varios sorbos chorrearon por sus mentores y cuello al tragar brindando.
Borklag: "Tu padre... quería a todos los orejas puntiagudas bocabajo, seis metros bajo suelo, comiendo tierra y siendo alimento de gusanos, pero... Nos tomamos nuestras libertades en hacer de algunos de ellos nuestros esclavos... Señor, tengo una ganga para tí. Sentémonos y hablemos de negocios..." Gruñó con una voz rasposa, haciéndose dueño de la conversación.
Reed: "¿Entonces dejaron algunos elfos vivos para que fueran sus sirvientes?" Indagó mientras caminaba junto a Borklag, e interesado en el tema porque eso quería decir que Araw no era el único elfo que quedaba con vida, pero tenía que tener cuidado para que el orco no se diera cuenta que un elfo estaba viviendo con él y, más importante, que no se había acostado con uno.
Borklag: "Está bien, lo merecemos, somos hombres de negocios antes que nada...
Cuanto menos elfos haya, más difíciles de conseguir son y por ellos su valor es mucho más alto... ¿no le parece?" Graznó complacido en lo que acababa de decir, los demás orcos lo siguieron en una carcajada y el licor fluía con criadas apresuradas en mantener las copas llenas, temiendo que se distraigan y mantengan las manos ocupadas en otras cosas, evitando ser ellas objeto de su atención.
Reed: "Tiene razón, ¿pero sí destruyeron todo? ¿No dejaron a nadie vivo?" Entonó serio y frío como suele ser él, para que no sospecharan nada. Actuando como siempre lo hacía y dejarle creer al orco que estaba de acuerdo con todo lo que estaba mencionando.
Gro Borklag Lugan torció la boca en una mueca. El Rey de Antares, Alucio, les había encargado deshacerse de todos... sin embargo, se inclinó hacia el príncipe a susurrarle al oído.
Borklag: "Le digo bien y oigame atento... Tenemos unos ejemplares muy bonitos... Tan exóticos que algunos de nuestros hombres no se pudieron resistir a darles buen uso... Huelen rico y tienen una piel tan suave como crema y nata de leche de cabra."
Aquellos melindrosos sonreían y se entretenían con todo lo que tenían cerca. Ellos eran todo menos amables o sutiles, el romanticismo o el cortejo no era algo que figuraba en su léxico.
Las manos de algunos de ellos acariciaban las nalgas de las bailarinas al menor acercamiento, ellas hacían todo para mantenerlos de buen humor, evitando enojarlos, sonriendoles y siguiendo su ritmo. Muchas de ellas ya estaban habituadas a recibir todo tipo de tratos de los visitantes y conteniendo todo ímpetu. No eran vírgenes puritanas, pero sabían mantenerlos a raya azotando sus manos en tono coqueto y más rápido que nada otra bebida era puesta en sus manos lujuriosas. Los guardias en cada intervalo del comedor vigilaban constante el menor movimiento, atentos a que ninguno de ellos se tornara violento.
Las criaturas estaban tan entretenidas en lo suyo, con las bailarinas y la comida, que apenas notaron que el jefe y el príncipe humano hablaban de otros temas más íntimos.
Reed: "Bien, entiendo. Espero que los disfruten muy bien." El príncipe no cambió su expresión y permaneció de brazos cruzados y con la mirada perdida.
Reed: "¿Y de qué quería hablar conmigo señor Borklag?"
Borklag: "Oh, tenemos unos especímenes muy bonitos. Verá, solo los entendidos saben bien que si violas a una elfa, la miserable se muere a los días, quién sabe qué mierda les da a las muy perras. Ni con magia las curas, pero sin importar que coman o beban, se mueren las putas. ¡Ahahaha...!"
Soltando una sonora carcajada, dio un azote con la palma abierta en el hombro del príncipe.
Ante esto los guardias del príncipe cambiaron su posición de guarda a ataque esperando cualquier indicio de agresividad... El líder creyó ser cuidadoso pero el enorme peso y presión de su mano botó adelante el peso del príncipe moviéndolo varios centímetros. Si de gafas se hubieran tratado lo que hubiera vestido, éstas habrían salido despedidas de su rostro al suelo por el golpe soportado.
Los demás orcos reaccionaron poniéndose de pie y desenfundaron sus armas a la par. Las bailarinas quedaron inmóviles y apenas algunas dejaron escapar un pequeño chillido por el susto abrazándose en protección entre sí.
Borklag: "Eh... Tranquilos , sólo fue un gesto de camaradería..."
Informó calmado, con las manos en alto indicando su inocuidad. La guardia de turno, Aveis La Leona, aclaró su garganta detrás del orco en obvia amenaza para que se aleje del noble pelinegro, pero ella se mantuvo sin desenfundar arma alguna... aún.
El líder orco estaba flanqueado, si se proponía a hacer algo, moriría por seguro.
Borklag: "Ba... bajen sus armas orcos." Notó el ambiente denso y lo nerviosos que estaban todos ante su presencia. Lo notó, al menos. Su cuadrilla enfundó mirándose entre ellos.
Reed: "Disculpe a mis guardias, pero nadie tiene el permiso de tocarme con tanta confianza." Permaneció en la misma posición. No le gustó para nada que ese orco lo tocara de esa manera y menos tenerlo cerca. Le daba asco, si por él fuera, y sus soldados fueran fuertes, ordenaría que matara a todos en ese mismo momento y salvaría a los elfos de la guarida de los orcos.
Reed: "Bueno, continúe por favor."
Aveis: "¡¡Una ronda más de cerveza y fruta fresca para todos!!"
Los orcos gruñeron gustosos y las bailarinas de turno se retiraron aprovechando el momento y traer más alimentos, otras criadas más entraron con jarras de cerveza espumante a tope.
Borklag: "Haha... Lo siento. Bueno... Bueno." Se sentó descansando las manos.
Los orcos eran tontos y de pensamiento básico pero demasiado fuertes para su propio bien. Con suerte su líder podía articular alguna frase coherente y sostener una conversación casi decente.
Borklag: "Puedo venderle la única que nació mitad orco, mitad elfo... Es hermosa y tiene la piel deliciosa como la de una elfa, cremosita al tacto. Probablemente de los esclavos más exóticos que tendrá. Resistente por si se la quiere follar,no se le morirá como las otras elfas."
Guiñó un ojo a Reed, el destello parpadeo detrás de su máscara de cráneo.
Borklag: "Mis soldados aunque fuertes y viriles son, no lograron que alguna elfa resulte preñada, excepto de una sola.."
Reed: "¿Y por qué quiere venderme esa criatura? ¿Le da problemas o algo parecido?" Preguntó cerrando los ojos ya que quería pedirle unos cuantos elfos para salvarlos y que estén bien en su castillo y destruir a los orcos. Si lo hacía tenía que unirse a otro reino fuerte igual que el suyo.
Reed: "O quiere dármela como un regalo de agradecimiento, ¿o por qué me la quiere dar?"
???: "¡Já! gratis..." Masculló el orco a su costado jugando con un par de piezas de oro de la bolsa que Reed les dio.
Borklag: "Haha, alguien como usted pagará muy bien por ella..." Se relamió los labios sabiendo cuánta ganancia podría sacar de esto, Reed mostró el indicio de interés que quería sacar.
Reed, meditó con la mirada fija a lo lejos. Quería a esa criatura para salvarla, pero no quería darle nada más de sus riquezas para que se hicieran fuertes, Sabía que ellos las deseaban pues con ellas se haría de más armamento, armadura y demás para hacer su ejército más extenso. Eran avariciosos y ya habían arrasado con el reino de los elfos, así que el príncipe se quedó unos minutos pensando para después levantar el rostro y mirar serio al orco.
Reed: "¿Cuánto pide para que me entregue a esa criatura?"
Gro Borklag Lugan oyó complacido la respuesta de Reed, no podía esperar a hacerse con ese dinero y el príncipe con tan larga pausa sólo había logrado acrecentar sus ansias.
Borklag: "Lo que pido es poco, la verdad. Para ser un ejemplar tan raro sino que además único... 10 veces lo que pagó por nuestros servicios justo ahora... Sé que el dinero no le falta y su imperio se ve muy bonito, calles decoradas en porcelana y oro, nadie se puede dar ese lujo." Sonriendo no dejaba de frotarse las palmas de las manos, pareciendo una mosca avariciosa gigante y verde, el orco casi de inmediato babeaba imaginándose tal cantidad.
Reed no lo podía negar, había precisamente ante ambos líderes una bonita y voluptuosa bailarina envuelta en preciosos tules de seda, enjoyada con oro y preciosas gemas que se contoneaba muy enérgica al son de los músicos.
Si por Reed fuera él hubiera rechazado esa oferta, ya que era demasiado lo que pedía, no iba a perder mucho, pero no le quería dar tanto a los orcos. Desde hace mucho deseaba iniciar una guerra contra los orcos, y no iba a ayudar en nada si les daba ventajas en su contra.
Reed: "Es una oferta tentadora, pero incluso para mí es una gran cantidad, ¿no sería mejor sólo darle el doble de lo que le di?" Cuestionó serio sin mostrar ninguna expresión para que el orco no se pusiera agresivo o tratara de intimidarlo.
Cada asalto que el ejército orco asestaba a la tierra élfica era recompensado por el Rey Alucio, siempre y cuando le trajeran garantías de haber matado elfos.
Gro Borklag Lugan: "¿¡El doble!? Ooh... Hahaha. Si eso es lo que quiere no se lo puedo negar." El cráneo de su máscara no pudo ocultar esa sonrisa que dejó entrever sus amarillentos dientes con plaqueta verde musgo.
Reed: "¿Entonces es un trato?" Preguntó extendiendo su mano cubierta por un guante blanco, el cual tampoco se quitó para evitar el tacto con ese ser despreciable.
El orco supo lo desesperado que estaba el príncipe al aceptar tratos sin haber comprobado la mercancía. Los orcos podían ser muy traicioneros, mentirosos y unos bellacos, pero tampoco iban a aceptar tratos sin el dinero sobre la mesa.
Burklag: "Primero las monedas, niño. No es por desconfiar pero si no las tiene podría llevarme a sus lindas bailarinas conmigo y estaré feliz con nuestro contrato." Sabía lo mucho que sus palabras sonaban a una amenaza de destrozar aquel lugar e irse.
Quizá Reed había sido engañado antes por muchas personas y criaturas, pero eso también le enseñó un par de trucos.
Reed: "Espero que usted también entienda que necesito ver viva a la criatura que me está dando. Así que solo le puedo dar la mitad de lo acordado para que me traiga a la criatura, no me importa si está muerta."
Mintió para confundir al orco haciendo gala de una falsa falta de empatía.
Reed: "Cuando vea que esa criatura está viva le daré lo demás." Denotó frío e impávido para que supiera que no estaba jugando.
La acaricia del ogro también lo hacía estúpido, sin embargo, Gro Borklag Lugan chasqueó los dedos a uno de sus subordinados y trajeron consigo a jaula de madera en donde había encerrada una criatura .
Burklag: "¿No es bonito el tono de su piel? Espero que el híbrido esté a la altura de sus gustos personales..."
Reed giró hacia la jaula y vio a la criatura encerrada y se alegró un poco al verla mostrar signos de vida. A pesar de su regocijo su rostro no cambió, manteniéndose estoico.
La criatura se asustó, retrocediendo ante la mirada del humano.
Quizá ella tenía unos ojos inusuales al no hacer pareja el color y un verde muy pálido oscurecía su piel la cual carecía de imperfecciones, verrugas, cicatrices o grietas a diferencia de sus pares orcos. Se veía que era un ser pequeño e inocente pero Reed tenía que estar seguro antes de bajar la guardia.
Reed: "Bien, se ve con vida,
Borklag: "Podríamos sacarla y entregarla a uno de sus guardias mientras me entrega las monedas."
Gro Burklag Lugan, con una sonrisa asintió.
El híbrido de elfo se movió dentro de la jaula enérgicamente al escuchar esas palabras; los guardias, los odiaba y les temía. La jaula parecía el único lugar seguro que tenía ahora.
Había probabilidades de que sea una trampa la que habían planeado, pero con los orcos en el castillo, Reed se aseguraría que no haya negocios sucios.
Burklag: "Puedo sacarla y enseñarle el lugar, tiene una cadena para que la arrastre y la adiestre. Es mejor que sepa quién manda."
Se agachó tomando el frío metal que sobresalía junto a la jaula y se unía al cuello de la pequeña.
Detiene al orco, pero no alzó la voz para que no sospechara nada.
Reed: "No hace falta, con la jaula está bien. Ahora no tengo tiempo de distracciones."
El líder orco se encogió de hombros dejando de lado la tira de metal.
Reed mandó traer de las arcas otra bolsa con gemas dándosela al líder.
Los orcos que trajeron la jaula se alejaron y se acercó a la pequeña criatura, expandiendo un aura siniestra y perversa. La mirada del príncipe infundía miedo y la pequeña tembló en un rincón pegada contra las barreras de su caja.
Burklag: "Oh, entiendo, quiere hacerse cargo de ella usted mismo..."
Habló con un tono de malicia y se volvió a sentar en su puesto. No tenía planeado irse pronto pues la fiesta apenas estaba empezando para ellos.
---
Luna, se había acercado a la puerta de su habitación para escuchar tras ella pues presentía a alguien fuera desde que Rowan abandonó la habitación. Tocó la puerta un par de veces para susurrar.
Luna: "Mmm... ¿gatito...?"
No hubo respuesta, fue abriendo la puerta lentamente, oyendo a través de la puerta un ronroneo y se asomó viendo que el chico gato se había quedado sentado en el piso, dormido. Pudo irse pero tenía que vigilar que Luna no saliera de la habitación.
Luna: "Hehe, tontito..." Le pareció tierno, quiso tocar de nuevo esa suave cola y orejas, le daba mucha curiosidad, como siempre... Sin embargo, suspiró. Todavía le guardaba rencor por lo que le había sucedido. Culpaba de todo al gato. Quiso hablar al respecto, enfrentarlo, pero no hallaba las fuerzas para hacerlo.
Simplemente habían vivido mucho tiempo juntos en el castillo y ahora que por fin hablaban por primera vez le había llevado noticias molestas al príncipe sobre sus intentos de iniciar una relación amorosa con un elfo, a espaldas de él.
Usó un hechizo para hacer dormir un poco más profundo al cattvir, supuso que debía tener alguna razón para tener vigilada su puerta pero, por el momento, el albino ser no quería tener nada que ver con él.
Bajo su palma, Rowan desmayó con el hechizo, aturdido, y se acurrucó replegándose para descansar, entonces Luna pudo irse sin que le molesten, pudo caminar raudo hacia la puerta de la habitación del príncipe, y al llegar se detuvo delante de ésta.
Sabía que el príncipe tenía ahí al salvaje y para asegurarse... hizo un hechizo para comprobar el sello mágico, la puerta estaba cerrada y había una presencia en el lugar, una sola...
El elfo... bajó la mano a la perilla de la puerta y su corazón se comprimió en su pecho, estaba a pocos centímetros de girar el pestillo, a punto de tocarlo y entrar...
Luna: "¿Qué estoy haciendo...?"
La habitación, pese a estar en silencio le llamaba a entrar, pero a su propio riesgo.
ya había traicionado una vez al príncipe Reed al escapar para tener un amorío fuera del castillo y ahora... Si que era incorrecto entrar pues además también corría el riesgo doble encontrarse con algo que no le gustaría.
Podía entrar, quería entrar
Dejándose caer de rodillas ante la madera, se resignó... Apretó fuertemente los párpados, sus lágrimas picaban en sua ojos queriendo brotar, le dolía el corazón. Quería abrir la puerta y liberar al elfo pero no podía, el príncipe Reed no se lo iba a perdonar y le daría caza y su ira sería aún mayor....
Suspiró queriendo llorar.
Sólo eso los separaba, una gran puerta y el inmenso miedo que aprisionaba su mente.
---
Rowan se había quedado dormido unos minutos por el hechizo pero despertó pronto. A los de su especie, los hechizos normales no le afectaban del todo por lo que duró sólo un par de minutos. Abrió los ojos, lento, y se estiró desperezando todos los músculos y de inmediato se dio cuenta dónde estaba, notó la puerta de la habitación del mago abierta y eso lo alarmó. Luna no estaba ahí ni tampoco parecía estar cerca. Sorprendido, salió corriendo tan pronto como pudo para encontrarle.
Primero se dirigió a la sala donde estaban los orcos, para asegurarse que no estuviese en ese lugar, pasó cerca de esos seres verdes y corpulentos, pero no quería acercarse demasiado pues desprendían un horrendo olor a ajos y eso le disgustaba. Ellos eran criaturas grandes y de comportamiento tosco, se veían grasosos y no quería mancharse el pelaje ni que le tiren de la cola así que buscó a Luna desde lejos, con la mirada. Sería fácil que luna destaque en ese lugar... pero sólo estaba el príncipe Reed junto a líder y otros orcos jugando y tragando en las mesas del comedor real.
Por suerte, Luna no parecía estar en ese lugar. Fue que se le ocurrió que quizá había ido a buscar al elfo y tomó la ruta más próxima al lugar.
Para sorpresa de nadie lo encontró ahí, frente a la puerta de la habitación, pero al verlo sentado en el piso se preocupó y se acercó rápidamente.
Rowan: "Luna, ¿estás bien?"
Luna: "Tengo miedo de lo que vaya a hacerle..." Murmuró. Se estaba abriendo al gatito al sentirse en completa soledad.
Nunca se había enamorado así y el gatito lo sabía... Nunca había visto de esta manera al mago. Siempre había sido una persona tranquila, curiosa y estudiosa, aunque callada, una persona muy silenciosa por alguna razón que desconocía.
Rowan: "No creo que el príncipe le haga daño. Él dijo muchas veces que no quería hacerles mal a los elfos..." Se agachó y le abrazó para calmarlo un poco. No quería verle triste y menos verle llorar, el peliblanco apenas logró reaccionar negativamente a su toque.
Luna: "G-gracias... Confío en Ren... Espero que cuide bien de él..."
Le gustó ese gesto, hizo que quisiera sonreír pero era un sentimiento dulce y amargo ya que provenía de alguien a quien no podía amar, así que alejó al cattvir por su propio bien.
Luna: "Lo siento... Me tengo que ir." Se puso de pie solo para mirar de nuevo a la puerta y alejarse en resignación. Necesitaba hablar con alguien, sin embargo Rowan no era el adecuado.
Rowan: "Espera, ¿A dónde vas?" Inquirió curioso y preocupado, quería estar cerca porque el albino no parecía sentirse bien en ese momento.
Luna: "A cualquier lugar donde tenga la mente despejada..." Se detuvo y sacó un pequeño reloj de estaciones para ver la fecha y la hora. El recordatorio de mana proyectó hacia su superficie que tenía un evento importante.
Luna: "Extraño, no me enseñó antes que tenía una reunión hoy día, debe estar malogrado, quizá..."
Lo que desconocía es que el sistema de mana no estaba averiado, era su vínculo con el usuario el que nutría su mecanismo, los niveles que tenía Luna eran peligrosamente bajos.
Luna: "Estúpido recordatorio mágico... Deja de funcionar cuando más lo necesitan..."
Guardó el pequeño instrumento en el bolsillo de su túnica y se apresuró en dirección al salón de audiencias.
Rowan: "Espera. Yo conozco un lugar donde no hay gente. Puedo llevarte allí si quieres." Tomó al mago de los hombros poniéndose enfrente y mirándolo de forma tierna para disuadirlo, quería que no fuera al salón por nada del mundo, más que nada porque fue una orden que había recibido.
Luna: "¿Llevarme a un lugar?" Miró reticente a Rowan dada su extraña invitación.
Luna: "Mmm... No, aunque prefiero estar a solas tengo deberes que cumplir y llegaré tarde, los visitantes deben estar enojados..." Se separó del agarre del felino y continuó su camino.
El chico minino se interpuso otra vez sin dejarle pasar y le sonrió amable.
Rowan: "Pues te digo dónde está ese lugar que te digo y vas a solas, pero está lejos del salón, muy lejos de allí. Pasé por donde están los invitados, no se veían molestos, estaban de fiesta así que no hay necesidad de ir, Aveis ya se está haciendo cargo..."
Luna escrutinó en la mirada de Rowan, que se ponga delante suyo una vez era suficiente, pero a la segunda resultaba sospechoso, asumió que debía ser por órdenes de superiores.
Luna: "Bueno..."
Desvió el paso en cierta confusión.
Luna: "¿A dónde debería ir entonces...?" Disimuló dejándolo ser. Si el gatito intentaba jugarle una broma o engañarlo malamente no le iba a agradar nada.
Rowan: "Puedes ir a los jardines o entrar al laberinto, no hay nadie allí a esta hora. Así que ve allí a pensar y estar solo y lejos del salón." Sugirió dándole vuelta a Luna y empujándolo suavemente, fue llevándolo lejos, en dirección contraria para que no se acercara allá por nada.
Rowan: "Y no te preocupes por los invitados, ellos están bien."
Intranquilo, el albino ser asintió para hacer caso.
L: ¶Esto es extraño... ¿Me quiere lejos de ahí?¶
Temió un poco pero era mejor ser prudente. Quizá podía encontrarse con algo qu eno quería si insistía, así que por su propio bien evitó pensar en ir a ese lugar, pese a que tenía cierta curiosidad...
L: ¶Si engaño al gato de nuevo, puede que me haga algo malo... no quiero eso...¶
Sólo había ido para asegurarse que el elfo estuviera a salvo, y mientras éste se hallara en la habitación del príncipe podría confiar en que así sería.
---
Una jarra de cerámica llena de cerveza se estrelló contra uno de los muros de piedra del comedor, los orcos carcajearon con júbilo y bromeaban conversando de manera ininteligible.
La criatura verde miró profundo en los ojos del príncipe desde atrás de los barrotes y retrocedió en su jaula esbozando una sonrisa nerviosa al darse cuenta que el noble le devolvió la mirada. Buscaba agradar y mostrarse amigable para evitar que le golpeen.
Burklag: "¡¡¡ORCOS, NOS MARCHAMOS!!!" Sonrió interrumpiendo el jolgorio y se puso de pie.
Su cuadrilla gruñó afirmando sus direcciones y siguiendo el paso de su líder tomaron cuando estaba a su alcance, platería, comida y fruta, resonaron los platos y los gritos de las bailarinas las cuales también fueron arrebatadas de sus puestos por las garras de los toscos verdes.
Al notar esto, el líder orco sonrió burlonamente.
Burklag: "¡ORCOS, NADA DE SAQUEO POR HOY! ¡DEJAR A LAS DAMISELAS SER!"
Sonrisas como graznidos salieron de sus gargantas y soltaron a la servidumbre que se habían permitido tomar prestadas para acariciar a placer. Ellas soltaron chillidos aterrados y tomaron distancia tan rápido como pudieron.
Los asuntos de la cuadrilla de orcos se dieron por concluidos y el último en abandonar el lugar fue el jefe.
Burklag: "Provecho con su compra..."
Reed no respondió más nada y solo miraba como se iban los orcos de su castillo.
Desde el umbral de la primera puerta del comedor Burlak miró de reojo a la criatura en la jaula y ésta chilló escondiéndose entre las sombras, apretujándose contra un rincón y cubriéndose el rostro con ambas manos.
El orco se marchó sonriendo al príncipe Reed y salió dirigiendo a su pequeño ejército.
Esas criaturas purulentas no eran ni el uno por ciento del total de sus soldados, sólo unos cuantos bajo su rango que dirigían a más de ellos de bajo nivel. Y Gro Burlak tampoco era el líder principal de todos ellos...
El noble pelinegro no quería verlos, más que nada por todas las cosas horribles que les habían hecho a los elfos, pero tenía que tener un plan para salvar a los elfos que quedaban.
La urgencia que tenía por ir a asegurarse del bienestar del elfo en su habitación era apremiante, sin embargo, no podía retirarse dejando asuntos sin concluir en ese lugar. Debía asegurarse que retornaran los guardias y concluir con la criatura en la jaula.
No tuvo que esperar siquiera, en efecto los guardias principales del palacio retornaron y se dirigieron a La Leona transmitiéndole noticias, y ella caminó hacia Reed con noticias.
Se hincó ante él agachando la cabeza.
Aveis: "Los orcos ya están saliendo de la ciudad, los guardias del mercado imperial se están encargando de escoltarlos hasta la salida de las murallas y se marchen en paz..."
Reed: "Y nunca vuelvan..." Susurró al saber que se habían ido lejos de su castillo y se acercó hacía la criatura con seriedad.
Criatura: "Mmm..." Retrocedió y espió desde el interior de su jaula, con temor a sus reacciones imposibles, amenazas u órdenes. No sabía qué esperar.
Reed: "¿Puedes hablar? ¿Entiendes lo que te digo?" Preguntó inclinándose un poco para que la criatura lo mirara directo a los ojos.
Ésta asintió y trató de contener su notable ansiedad, sentada en el suelo de la jaula. Podía ver esas pupilas rojas a través de los barrotes que le encerraban. Tragó saliva nerviosa y se llevó la mano a la boca, empezando a morderse las uñas en terror.
Reed: "Tranquila, no te haré daño. Yo no soy como ellos. Confía en mí." Abrió un poco la jaula y extendió su mano hacia la pequeña criatura. Quería ganarse su confianza igual que con Araw.
La criatura miró alrededor notando a los guardias y algunos sirvientes. El lugar se veía bonito y sonrió tímida pero aún aterrada.
Criatura: "¿Eres... príncipe?" Inquirió con voz bajita mientras extendía la mano siendo precavida.
Reed: "Sí, soy yo, el príncipe Reed. Tranquila no te haremos daño." La acercó hacia él mientras la tenía sujeta de la mano y la sacó de la jaula.
Ella se resistió poco, sus pies resbalaron entre la paja y la suciedad de su pequeña prisión.
El noble la inspeccionaba por todas partes, bajo los brazos, piernas y detrás de las orejas, la miraba por todas partes por si tenía una herida.
Aparte del grillete, tenía ligeros raspones y moretones alrededor de las muñecas, al parecer había sido maniatada y azotada, por cierta fortuna no tenía la piel escoriada. No tenía cortes o tatuajes. Quizá sí valía la cantidad que el orco estaba pidiendo en un principio. Era como los orcos le habían mencionado, dejando el lenguaje soez de lado.
No se veía como uno de ellos con verrugas o escamas, la piel de esa criatura era más suave y menos escamosa, aunque tenía un tono verde muy claro, parecía pálida, la contextura de su cuerpo a pesar de ser delgada se notaba desnutrida.
No tenía la constitución recia del más débil de su raza. Una arpillera maloliente cubría su desnudez y estaba descalza también. Tenía pequeñas garras en pies y manos con mugre bajo ellas.
Reed: "¿Te duele algo? ¿Tienes hambre?"
Preguntó mientras la miraba. También parecía tener pequeños colmillos ocultos bajo sus belfos.
Criatura: "Ah..." Nerviosa se dejó inspeccionar sintiendo muy poco usual ese trato. Cerró los ojos apretando fuertemente los párpados e igual lo hizo con su mano, que se cerró alrededor del índice del príncipe. Ella no le mordió...
Le soltó los labios y llevó su mano tras una de las orejas de la criatura, eran tan largas y puntiagudas como la de los elfos.
Criatura: "No, no duele, señor... Comeré si quiere..."
Su voz era fina y de hecho infantil, era una hembra al parecer, y comparado con un humano se podría decir que tenía de 8 a 9 años, en edad de elfos era incierto si es que en verdad era una mezcla de ambas razas.
Reed: "¿Tú tienes hambre? Dime si necesitas algo. ¿Tienes hambre?" Se puso de pie y le preguntó mirándole fríamente.
Criatura: "Mmm... Sí... me duele la pancita..."
Reed: "Aveis. Quiero que la mandes a vestir con las criadas y asegúrate que la alimenten. Yo voy a estar con Araw, tengo que hablar con él. Si sucede algo, llámenme inmediatamente..."
Aveis asintió a las órdenes del príncipe Reed, caminó con seguridad hacia ella, hincándose en una rodilla para tenerla más a la altura que su rostro.
Aveis: "¿Tienes un nombre?"
La criatura negó con la cabeza. Era probable que le hubieran puesto un nombre orco pero al ser ella una esclava era poco probable.
Aveis: "Bien ven conmigo y pórtate bien que nada te cuesta..." Tomó la mano de la pequeña e hizo que siguiera sus pasos...
Reed se alejó y dejó que Aveis se encargará de todo. En ese momento era muy importante hablar con Araw, los orcos habían dicho cosas muy preocupantes acerca de lo que había hecho con él, terribles.
Comunicarle lo que tenía en mente podría ponerse en peligro por ese error que había cometido el príncipe Reed con el elfo...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro