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—¿Y lo dio? —preguntó el castaño a la enfermera.
—¿Qué cosa? —respondió.
—Su último latido, ¿Lo dio por él?
La enfermera asintió.
—El último, el primero, todos. Le dio cada uno de sus latidos desde la primera vez que lo conoció.
—¿Y él la sigue amando?
—Dudo que alguna vez pensará en dejar de hacerlo.
El silencio reino entre ambos durante un segundo.
—Él la amará siempre, tenlo por seguro.
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