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Capítulo 1

Micaela

---- Un día más... ----. Marcando con un marcador rojo, suspiré al darme cuenta de que habían pasado ya dos meses desde que no estaba con mis padres. ¿Así es la vida, no?

Siempre pensé y afirmaré que los padres no deben cortar las alas de sus hijos. Por ende, aunque los amara con todo el corazón y no lo iba a negar nunca, no permitiría que ellos decididan sobre mi futuro.

Vivir en Mar del plata era costoso y a la vez todo una aventura. Conseguir trabajo no fue tan difícil pero la mayoría eran cansadores. Hoy, ejemplo, me tocaba una larga jornada, a tal punto, de sólo tener un tiempo de 20 minutos para almorzar.
Comiendo una barra de cereal, sin muchas ganas,  observé desde el vidrio trasparente de la veterinaria cómo en el horizonte se extendía el mar azul.

---- Mica, debo salir. ---- Habló mi jefa-. No podía tener más suerte hoy, pensé.

---- Está bien, no se preocupe que yo me quedo a cargo----.

Ella solo asintió, saliendo con apuro hacia su auto último modelo. Aunque nadase en plata, no podía negar que es una mujer muy buena y agradecía que me hubiera dado tanta confianza.

A medida que pasaban las horas, el aburrimiento hacía que me sintiera fatal. Hoy era uno de esos típicos días en donde nadie venía. Observando el reloj de la pared, me di cuenta de que solo quedaba media hora para terminar mi turno y, entonces tomé la decisión de bailar un rato.

 Maximiliano

---- ¡Te dije que no puedo, Melisa! ----.

---- Por favor, yo debo ir a la facultad y pípi se va a morir en el auto encerrado----.

---- Eso sería la mejor noticia que podría recibir ----. Rodando los ojos, tomé algunos papeles de mi habitación.

----  ¡No digas eso!  ¿Y sabes qué? Mejor me voy, pero olvídate de que tienes una hermana ----. Haciéndose la ofendida, desapareció de mi vista.

Guardando los papeles de mi despacho, fui en busca de "pípi", el perro súper mimado de Melisa. Odiaba que lograra convencerme de esa manera.

---- Melisa... ----. Llamando a su puerta.

---- ¡Vete!

---- Llevaré a pípi----. Suspirando, esperé que eso fuera suficiente para obtener su perdón.

Melisa permaneció en silencio,  pero sabía que pronto se abalanzaría sobre mí y así fue.

---- ¡Gracias! ¡Gracias!----. Abrazándome, sentí a su perro entre los dos.

-  Todo bien, pero aléjalo de mí. - Haciendo una mueca, limpié mi traje.

- ¿Todavía seguís resentido por lo de tu cuarto?-  Riendo, entró nuevamente a su habitación.
¿Cómo olvidar aquel día?
Ese día en que este perrito mimado desordenó mi ordenado cuarto. Desde ese día me llevé mal con él, ya que todo lo que llevaba a la boca, lo mordía y más si era de mi propiedad. Alejando al perro de mi maletín y de mi ropa, lo llevé a mi más reciente adquisición, mi audi R8. Poniendo una bolsa de plástico sobre el asiento del copiloto,  lo deposité allí. Mientras conducía por la ciudad en busca de una veterinaria que estuviera disponible, no me di cuenta de que el maldito perro se había bajado del asiento y había orinado en la costosa tapicería. En cuanto lo vi, era demasiado tarde. Maldiciéndolo una y otra vez, observé una pequeña veterinaria en la esquina de la calle y apurando la marcha llegué. Cerrando la puerta y tomándolo, me acerqué pero antes de abrir la puerta del local, me quedé congelado ante lo que estaba viendo.  La chica de la veterinaria estaba bailando y por lo que veía era muy profesional. Solo esperaba que no fuera como mi hermano Sebastián, un seductor de fábrica. Abriendo la puerta, sonó automáticamente una campanita por lo que la chica dejó de bailar e instantáneamente se puso roja como un tomate.

---- Buenas tardes---.  Acercándome hasta la mesa de entrada, esperé a que me atendiera.

---- Buenas tardes ----. Respondió,  con sus mejillas rojas.

---- Soy Maximiliano, mucho gusto----. Levantando una ceja, la observé con detenimiento.

---- Soy Micaela----. Lindo nombre, pensé.---- ¿En qué puedo ayudarte?----.

---- Seguramente ya es hora de que te vayas pero quisiera pedirte un gran favor----.

---- Si es para limpiarlo puedo ayudarlo  pero si no tendrá que venir mañana----. Encogiéndose de hombros, trató de restarle importancia al tema.

---- Solo limpiarlo----. Sonreí al contar con su ayuda.

---- Entonces, con mucho gusto----. Acercándose a pípi, lo tomó.  Al fin me libraría de ese pequeño monstruo de patas peludas.

---- ¿Cuánto tardarás? Es que debo ir a mi despacho y luego pasaré a buscarlo, si es que no te molesta----.

---- Claro que no.  En una hora estará lista su mascota----.

---- Gracias, pero es la mascota de mi hermana----. Mica solo asintió, antes de que ambos camináramos en diferentes direcciones.

---- Por cierto, bailas muy bien. Eres una excelente bailarina profesional----. Sonriendo nuevamente, cerré la puerta, dejándola congelada en su lugar.

Micaela

¿Bailarina profesional? Si supiera...
Tomando al pequeño perro entre mis manos, lo llevé hasta la sala de limpieza. Pasada la hora, él no llegaba. ¿Acaso se había olvidado de la mascota de su hermana? Resoplando con poca paciencia, lo esperé sentada en uno de los bancos de la veterinaria.

Maximiliano.

¡Micaela me iba a matar! Me reproché, llamando a la única persona que me podría ayudar. Mi reunión con un cliente había durado más de lo previsto y todavía tenía que hacer algunas llamadas.

---- Hola----. Escuché del otro lado de la línea.

---- Hola, Sebastián. Necesito tu ayuda----.

---- Mientras no se relacione con el perro de Melisa, cuenta conmigo----.

---- Es que es sobre él. Necesito que lo pases a recoger en una veterinaria----.

---- ¿Tú crees que yo iré a buscarlo solo por que tú me lo pides? Además estoy ocupado----.

---- Sí, claro----. Rodando los ojos, resoplé sin importar que me escuchara.---- Si cuando llego a casa, no te veo ni a ti ni al monstruo de patas peludas, te las verás conmigo y no estoy bromeado----. Cortando, esperé que hiciera lo que le pedí.

Sebastián

¡Maldito Maximiliano! ¡Maldito perro del mierda! Soltándome del agarre de Laura, tomé mis llaves y me dirigí más que molesto a mi auto para ir a la dichosa veterinaria. 

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