4• ¿Quién es?
•Domingo•
Diez y media de la mañana, aún dormía tranquilamente aunque escuché algo entre mis sueños, era una melodía de llamada, estiré mi mano perezosamente y tomé mi celular con algo de torpeza con los ojos cerrados aún.
"Alejandro"
—Hey.
—Hola... ¿Quién es? —me sentía adormecida aún, lo cual era obviamente factura del sueño.
—Es Alejandro, florecita dormilona.—aquella voz masculina, la reconocí de inmediato, así que me senté sobre mi cama.
—Ah, ¡hola! —me acomode contra el respaldo pero el frío que sentí por el aire acondicionado me hizo acostarme de nuevo provocando que casi me durmiera nuevamente.
—¿Cómo estás?
—Ale, obviamente con... —hice una pausa y bostecé.— sueño aún. —cuando me levantaban de una buena siesta quería decir, "Bienvenido mal humor"
Alejandro obviamente amaba cuando estaba de mal humor, según él era divertido, pero para mí no.
El sarcasmo también se abría puesto en mi vocabulario.
—Por cierto, no crees que es muy temprano para que llames un domingo por la mañana? —murmuré con exagerado disgusto. —¿Quieres ganarte un boleto a la zapatería?
Lo escuché reírse aumentando mi mal humor.
—Ya me quitaste el sueño
—Emma, sólo quería preguntar si quieras ir por un una hamburguesa, no por un zapato para que lo lances en mi cara. —se ríe por lo último que dice haciendo que yo ruede mis ojos.— quizás hacer ejercicio en vez de comer...
—A ver algo, Alejandro O'Brien, me llamas un domingo en la mañana para ir a comer una hamburguesa?!, claramente sabes que diré respecto a hacer ejercicio.
—¿Eso fue un sí? —comentó con diversión.
—Ahg, sí.—me rendí ya que se trataba de comida.— bien, ¿a qué hora?
—A las cinco.
—Estaré lista entonces, nos vemos.
—Buenas noches, Emm. —se burló riendo, le colgué entrecerrando los ojos.
Volví a tomar mi cómoda posición de descanso cubriéndome con las mantas de nuevo pero al momento sentí que alguien me lanzó una almohada, ese alguien era Diana, mi hermana menor.
Sí no la quisiera tanto, hace mucho se habría ganado también un boleto lejos de casa.
—Pero, bueno. ¡¿Quién fastidia tanto los domingos?!
—Emma, son las once.
—¿Y?, yo quiero seguir durmiendo. —me volví a tapar con las cobijas cerrando los ojos.
—Tenemos que salir de compras, Emm.
—¡¿Qué?!, ¿por qué?
—Primero, tienes que comprarte ropa, segundo irás con Alejandro y tercero necesitas un buen vestido.
Abrí los ojos de nuevo sentándome para poder verla mejor arqueando una ceja.
—Diana, yo tengo ropa y tú apenas tienes 14 años, no más de ahí. Aparte, ¿qué clase de complot es este?, es sólo una simple hamburguesa.
No Jack Colton, querrás decir.
Ignore la vocecita de mi cabeza concentrándome en mirar a mi hermana con seriedad.
—Tengo 14, pero eso qué? —suelta una risita divertida, tomando mi manta para jalarla de un solo golpe, su mirada divertida lo decía todo.— el complot de que no seas una morsa todos los fines de semana después de hacer deberes de todo.
—¿Cómo sabes lo de Ale? —decidí cambiarle el tema.
—Porque lo sé.
En realidad Diana iba a recibir una visita aunque eso no se lo diría a su curiosa hermana, además Alejandro había aceptado a su plan de llevársela.
—Ya, vamos, Emm, vístete.
—Bien, bien, ya voy.— murmuré de mal humor preguntándome cómo era posible que mi hermana menor mandará y yo le hiciera caso, en especial sólo ir por ropa.
¿Qué pasa aquí?
•Media hora después.•
Mientras esperaba fuera Diana estaba buscando algunas cosas, no sé de qué, pero estaba tardando en venir.
Aunque sólo me encontré con mi tonto vecino, Jack y su adorable perro, un lindo dóberman, me limité a observarlo con detalle, aún dudaba que ese chico siquiera tuviera novia, definitivamente debo dejar de pensar en él.
No me había fijado de su mirada hasta que sentí como carraspeó, sus ojos y los míos tuvieron una conexión inexplicable, el tono dorado atrayente de estos me tenía hipnotizada, pero él fue el primero en apartar la mirada después de unos segundos.
—¿Se puede saber qué tanto ves, Vega?
Sentí un poco de vergüenza, aunque no entendía porque me sonrojaba, ese chico me había hecho sentir rara, reaccione rápido y me cruce de brazos.
—Nada. ¿Qué podría ver?
Se empezó a reír negando.
—Lo que te pierdes, pero mejor me voy antes que llegue Don Perfecto.
—A ti no te debe de importar sí tengo o no novio. —le respondí de nuevo.— así que mejor metete en tus asuntos.
—Sí claro, nos vemos luego, Vega. Y no lo olvides nena, deja tanto las reglas de los estirados. —antes de irse me miró divertido.— yo no te pregunté si tenías o no novio, bombón, pero un dato interesante. —se relamió los labios con picardía siguiendo su camino dejándome con el corazón en la palma por tal descaro.
Se despidió justo antes que Diana cruzará la puerta.
Cuando ya estábamos en el centro comercial empecé a caminar siguiendo a mi hermana menor con la mente hecha un lío.
—Entremos a esa tienda.
—Didi, son puros vestidos. —la miré negándome a entrar ahí a lo que ella tiro de mi mano.
—¡Oh vamos!, te hace falta un buen vestido.
—Sabes que no soy fan de andar en vestido.
—Pero ese te lucirá perfecto, vamos.
La pequeña rubia siguió tirando de mi mano a pesar de que ya me había convencido.
Una vez dentro de la tienda ya Diana estaba escogiendo un montón de vestidos para mí.
Mi mente ya no estaba tan revuelta.
—Pruébate este, este también, oh, este también.
—Oh vamos, esto es mucho, Didi.
—Vamos, Emma.
—Bien.
Entre al probador colocándome tres de los tantos vestidos que ella había escogido, el primero era rojo vinotinto, se veía pegado, definitivamente lucía mi figura.
—Ese me gusta, queda bien.
—¿Es en serio, Didi?
—Sí.
—Me siento rara con este, se ve muy...
—Ya, el vestido te luce bien y te ves bien.
Me calle asintiendo, sabía que ella me respondía así cuando algo sí me quedaba bien en realidad.
Volví a entrar al probador tomando otro vestido de color champaña mientras miraba su diseño en el espejo, era pegado también, escotado de espalda, con mangas largas y me hacía lucir sensual.
Salí del probador viendo a mi alrededor.
—¿Qué tal?
—¿Acaso eres tú?, vaya ese me ha encantado muchísimo!
—¿En serio?
—Sí, te destaca muchísimo.
—¡Diana!
—Pero sí es la verdad!
Cuando entre de nuevo al probador me medí uno estampado con rosas de color coral, rojas, azul y violeta, la falda era corte A y llegaba un poco más arriba de las rodillas, el escote simplemente era lindo.
—Este es... ¿qué tal?
—Los llevábamos.
Antes de ir a la caja fui a cambiarme y cuando estábamos a punto de pagar Diana coloco tres pares de zapatos que combinaban con los vestidos, en realidad le sentía sorprendida al notar cuánto sabía ella de moda.
—¿No llevarás nada?
—Sí llevó algo, Emm.
—¿Esos dos vestidos, tacones y accesorios? —alce una ceja viéndola y ella asintió sonriente.
—Sip.
—¿No estás muy pequeña para usar tacones?
—No seas aburrida hermana, además son plataformas bajas.
—Sí claro.
Ella rodó los ojos pero igual terminó llevando sus zapatos mientras que yo sujetaba mis bolsas.
—¡Por fin, podremos irnos! —sonreí sintiendo la libertad cerca, después de cuatro largas horas era justo irnos.
—En realidad falta la tienda de deporte, tengo que buscar unas cosas.
Un jadeo por el horror a escuchar eso se escapo de mis labios.
Y volví a dejarme guiar por ella a esa tienda donde me termino convenciendo de probarme más ropa.
•••
Eran las cuatro cuando volvimos a casa así que corrí a ducharme.
Alejandro no tardaría en llegar.
Mi hermana me ayudo aunque cueste creerlo, no me dejo arreglarme yo sola sin que ella estuviera perfeccionando todo.
—Casi terminó de arreglar esto Emm, ahora ve a colocarte esa ropa de ahí.
Tome las converse blancas, el suéter algo ancho y esa falda de cuero que haría todo lucir, una vez lista me miré en el espejo.
—No entiendo por qué no me dejas usar pantalón, ni que fuera una gala, sólo iré a comer hamburguesa.
—No lo es, pero debes vestirte bien.
—Va. —suspiré frustrada no cambiándome al pantalón que estaba sobre mi cama.
—Vamos así luces bien.
—Confío en ti, Didi
5:00 p.m
Mensaje nuevo de Alejandro.
¿Lista?
Sí.
Voy en camino.
Minutos después, cuando tocaron el timbre supe que era él, Diana fue a abrir así que me quede dentro de mi habitación por unos segundos observando la fotografía de mi progenitor en silencio.
—Hey, Dian. ¿Cómo estás?
—Hola!, bien. Emma ya viene.
—Aquí estoy. —respondí antes que lo hiciera mi mejor amigo, saliendo del trance en cual me había estancado dentro de mi habitación.
—Madre...
Simplemente se había quedado sin habla, lo había notado, se me quedó mirándome por unos segundos que parecieron eternos, hasta que decidió acabar nuestro contacto visual y preguntarme;
•🥐🥐🥐•
Hasta aquí el cap de hoy
Bueno;
¡Saludos!
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