Martes.

Recuerdo la primera vez que conocí a Irene y Charlotte.

Estábamos en un evento de la biblioteca en la escuela, debíamos interpretar ser pingüinos en una obra escolar, la pelirroja de Char luchaba con su traje y Irene se reía de ella cuando despeinaba sus rizos cortos.

Todas teníamos nueve en ese entonces, Lisa y yo nos queríamos vestir de oso y peleábamos con la maestra por cambiar el papel, inocentemente actos sin fuerza.

Hasta que en una de esas cortas discusiones, Irene terminó en el piso con pintura sobre su traje, Charlotte con las patas del traje de pingüino manchadas en harina y nosotras brillando con mucho material de arte encima.

Un comienzo peculiar de una amistad larga.

Si, en detención nos hicimos amigas cuando Irene ofreció chocolates y Charlotte secundó con Miley como nuestra cantante favorita.

Reí al recordar ese corto momento, pero los padres de ambas decidieron que estudiarían en otra secundaria alejada de donde solían vivir.

Irene le pidió a sus padres no alejarla de Charlotte, pues era su mejor amiga así como Lisa era la mía, los adultos escucharon y siguieron los pasos de los progenitores de la pelirroja dejándola ser.

Una amistad que terminó en una discusión por ser oso y un pingüino brillante, nos unió en una amistad familiar.

Casi no nos veíamos, pero cuando lo hacíamos recordábamos nuestros momentos más increíbles.

Ambas vivían a casi dos horas de aquí, y hoy habíamos concordado vernos al extrañarnos.

Las abracé cuando terminé de recordar el inicio de nuestra amistad y Lisa dio por comenzado el día de mi cambio.

Si en algo Lisa y Charlotte se parecían eran en su amor por la moda, estilo y cualquier cosa en torno a la belleza física.

Eran dos divas imparables.

—Hoy cambiaremos un poco tu clóset, aunque ya tengas ropa bonita. —sentenció la rubia con una sonrisa amplia.—hay que darle más flow.

—Aún sigo pensando que tienes algo en contra de mi armario, pero en el sentido personal. —arquee una ceja divertida al momento que Char zarandeo el brazo de la rubia con emoción.

Lisa abrió su boca y negó sin decir nada, ofendida.

—¡No es cierto!

—Lisa. Eres una mentirosa de primera. —Irene se empezó a reír por la expresión de la rubia y esta le dirigió una mala mirada.— Es cierto que tiene algo en contra de tu ropa, Emm.

—Bueno- No es la ropa. —intentó arreglar la rizada.— es la forma en que... no sé cómo explicarlo, pero hay estilo para pulir.

Si no aceptaba un mínimo de su ayuda, seguirían persiguiéndome dos años más.

¡Al diablo!

—Bien. Iremos a hacer este ridículo cambio de look. —bufé, entonces las dos ahora nombradas como mis "estilistas" saltaron emocionadas en su asiento haciéndome virar los ojos.

—Ellas tienen unas cosas...

—Estoy de acuerdo contigo, Irene. —hice un puchero divertida, frenando la atención en mis amigas.

Jack volvía como un pensamiento seguido a mi mente.

Lisa me sacó de mi trance llevándome de la mano hasta una tienda de ropa con una amplia sonrisa mostrando esos hoyuelos suyos.

Mis amigas.

Estoy con mis amigas, no con el pelirrojo. 

—¡Entremos a la primera tienda de ahí!

Este será un jodido día largo.

....

—Concordamos con el cabello. —añadió mi mejor amiga sonriente antes de palmear el hombro de Irene y volver a verme con orgullo.

—Emma parece otra persona... —Char era la principal en no lograr salir de su asombro y yo sólo quería luchar con el estilista para que me permitiera observar mi reflejo en aquel espejo cubierto.

Iba a perder la paciencia.

Hasta que me giraron entre las tres y la tela que cubría el espejo ovalado con luces reflejo esa nueva versión de mi misma.

No más cabello recto y sin vida.

No más descuido en aquellas sedosas ondas. 

Mi rostro podía notarse mucho más perfilado. 

No conocía el nombre del corte, pero me habían hecho algo para hacer que mis facciones se notaran más afiladas. Más "felina".

Aparte con cuidado los pequeños flequillos que permanecían en los costados de mi frente aún estupefacta.

¡Mi cabello lucía más castaño!

¿¡Qué!?

—Ella nació para conquistar corazones. No lo nieguen.

Irene aplaudió orgullosa tras de mí, sin poder apartar mis propios ojos de mi aspecto.

—Estoy segura que los chicos se caerán cuando te vean.

—No, ya funciono contigo misma. Ignora a los demás.

Parlotear era algo que clasificaba a mi trío de amigas, por lo cual decidí no abrir la boca hasta que mi propia admiración concluyera.

—Este cambio nuevo es para que veas lo hermosa que siempre fuiste y eres. —Lisa abrazó mis hombros con una sonrisa orgullosa antes de besar mi mejilla con afecto.— ¡A romper corazones!

Reí cubriendo mis labios antes de negar, dure tantos años recriminándome en cierta forma por mi propia apariencia que dude en que esa mínima pizca de desconfianza tendría tanto poder en mí.

Pero me siento liviana.

Ya no existe un peso de inseguridad.

Me niego a permitirlo.

—Las quiero tanto, trío loco. —solté con mis ojos aguados abrazándolas a las tres al mismo tiempo, sollozando de alegría.

Era un desastre emocional.

Que todos los problemas se jodan por un momento, necesito sentir.

—Muchas gracias por todo. ¡Brad! Especialmente a ti que hiciste este toque especial.

—Cielo, sólo te di más poder del que posees. —me guiño un ojo más que orgulloso de su propio trabajo.

Pero entre mar de alegría y lágrimas concluimos esa última parada un poco emocional para mí.

Decidí que hoy saldría a festejar. A comer, esas cosas, solamente saldría y disfrutaría.

...

Bueno...

Eso fue lo que pensé antes de acabar en una especie de trampa con el pelirrojo de mis pesadillas.

Mi cuerpo empezó a sudar frío, las piernas me temblaban y mi boca se sentía reseca.

Confundida con la hora y el día, observé rápidamente a mi alrededor.

Definitivamente no me encontraba en mi habitación y no podía recordar que había sucedido anteriormente de que todo cambiara.

En verdad no lo recordaba, parpadee un poco más hasta dar con la diminuta ventana de la habitación.

¡¿Cómo terminé aquí?!

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(Chase en la multimedia)