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21• Ocurrencias.

No me movía o reaccionaba, Austin había aparcado el auto frente a la casa, aún sentía la presión de sus labios contra los míos y ese cosquilleo que había pasado por mi cuerpo, cerrando los ojos suspiré con disimulo, necesitaba calmarme.

Le había correspondido con un caos formándose de fondo, parecía loco pero me confundió más de lo que ya me encontraba.

Obligándome a dejar de pensar en el castaño ignore su orden de quedarme dentro del auto y simplemente salí mirando mi hogar, el que parecía estar en perfecto estado, excepto por la puerta que estaba siendo colocada por unos hombres vestidos de blanco.

—Emma. —llamó Austin abandonando la charla con sus hermanos trotando hasta llegar a mí. — no debías salir del auto.

—No, pero quiero ver a mi hermana.

—Ella está dormida, preciosa, en su habitación. —explicó con sencillez evitando mirarme fijamente.— esta bien.

—Voy a verificarlo por mi misma. Ahora, ¿quiénes son estas personas? —exigí saber perdiendo la vergüenza.

—Trabajan con el señor Morgan, forman parte de su empresa de seguridad, intentamos contactar a tu mamá, pero no respondió.

Rodé los ojos ante lo último, era tan típico de ella.

—Iré a ver a Diana. Gracias por traerme.

—Emma. —me giré a verlo brevemente— Fue la policía quién se hizo cargo de los ladrones.

—¿Los atraparon?

—A cada uno de ellos, no van a volver a molestarlas. —su tono de voz cambió rápido, era serio y frío, un escalofrío había recorrido mi espina dorsal por su mirada fija, se veía enojado.

—¿Está bien?

Me apresuré a entrar a la casa dándole las gracias a mis vecinos, subí la escaleras con prisa hasta la habitación de Diana. En verdad todo se veía en buenas condiciones, no veía absolutamente nada fuera de lo común.

Abrí la puerta con cuidado y ahí estaba, sobre su cama, cubierta hasta las piernas con una manta que subí hasta sus hombros, estaba bien, no tenía ningún tipo de rasguño o algo por el estilo.

Su habitación permanecía alumbrada por la lámpara sobre la mesa de noche, todos sus rizos estaban desparramados por la almohada, pero dormía tranquilamente, me senté a su lado sintiendo esa opresión en mi pecho cortarme un poco la respiración por los mismos nervios, Diana estaba bien.

Todo estaba bien.

—Hermana... —murmuré suavemente tomando su mano apretándola con suavidad, el hecho de sólo pensar que le hubiese pasado algo ya me ponía los pelos de punta.

Ella era muy pequeña aún.

Solté su mano con delicadeza, encendiendo la linterna de mi celular mientras me agachaba para revisar debajo de la cama, no había nada, si acaso dos pares de zapatos y un libro. Me levanté caminando por la habitación verificando que en verdad nadie se estuviese ocultando.

Mi pulso latía rápidamente, pero todo estaba vacío, excepto por la ventana que se encontraba abierta ahora que me fijaba.

—¿Qué...

Corrí asomándome por esta, pero nada.

La cerré con rapidez soltando las cortinas azules, verificando que mi hermana siguiera descansando respiré profundo.

El sonido de algo estrellándose abajo volvió a ponerme alerta, con el teléfono en la mano salí de la habitación de mi hermana silenciosamente.

—¿Mamá?

—¿Emma?

Respire profundo colocándome una mano en el pecho al reconocer la voz de Alan.

—Sabes que existe un timbre, ¿no? —baje las escaleras tranquilamente mirándolo mal.— incluso las llamadas, ¿qué hacen todos aquí?

—Estamos esperando que terminen de instalar el sistema de seguridad, nena. —explicó Chase sin despegar la vista de su celular.— pedimos hamburguesas, dijo Morgan que tu favorita es la que tiene doble queso y es de pollo, ¿estoy en lo cierto?

—Sip, pero... bien, de igual forma es mejor que estar sola. —hice una pequeña mueca que considere como sonrisa llegando hasta el sofá dejándome caer sobre este.— ¿podrían decirme que fue lo que ocurrió?

—Pues habían sido dos ladrones que habían querido dárselas de listos. —interrumpió Alan a Chase antes que siquiera pudiese decir algo.

—¿Dos?, pero sí Diana me dijo que eran bastantes.

—Lo más seguro es que fue el miedo que la hizo ver de más. —dijo Cameron botando una bolsa negra en la que suponía estaba eso de vidrio que habían roto. — lo siento por lo del jarrón, lo volveremos a comprar.

—¿Qué jarrón era?

—Uno de vidrio transparente.

—Oh, el del jugo.

Mi madre ni siquiera se daría cuenta tan rápido.

—¿Y bien?, si eran "dos" que con los que rodeaban mi habitación.

—Los dos se dividieron.

No daba crédito a las respuestas de los chicos, pero su parecía que ninguno me respondería con la verdad, así que preferí cambiar el tema.

—Gracias por lo de la puerta, Alan.

—Oh no, no tienes que agradecerme a mí, Em. Fue mi padre quién dio la orden, por cierto, esta noche me quedaré aquí con ustedes, mientras intentamos comunicarnos con la señora Rose.

Mi madre no respondería las llamadas.

Esas idas a resolver "pendientes" eran de dos días largos.

—Sólo no hagas desastres, ah. Chicos ninguno puede subir al último piso. —señale las escaleras.— sí necesitan algo me llaman.

Necesitaba estar al pendiente de Diana, ella era mi prioridad en aquel instante.

•••

No podría decir con exactitud cuántas horas habían pasado después de la cena, los chicos habían decidido quedarse aquella noche en casa, por la misma sugerencia del señor Morgan y la señora Hardt, todos tenían terminantemente prohibido subir a la segunda planta, Alan, Chase y Austin estaban divididos en las tres habitaciones de invitados de la planta baja.

Yo no podía dormir como quería, Diana por otro lado estaba ocupando mitad de la cama durmiendo, suspire quitándome los edredones de encima saliendo de la esquina en la que la pequeña rubia me había echado dormida, la acomode mejor cubriéndola de nuevo mientras suspiraba.

Observe el reloj digital rosado de la pared.

Marcaban las tres y media de la mañana, me estiré cerrando los ojos sintiendo unas inmensas ganas de tomar agua.

—Ya vuelvo, Di. —murmuré suavemente saliendo de la habitación, baje las escaleras intentando no hacer ruido, relamí mis labios suavemente, no había nadie despierto.

Una buena señal.

Entre a la cocina tomando un vaso sin encender la luz, sirviéndome el agua, ignorando cualquier cosa sólo siendo iluminada por la poca luz que se filtraba de la misma luna.

—¿No estabas durmiendo?

Me ahogué con el primer trago al reconocer la voz de Austin a mis espaldas, con una mano en el pecho me giré para encararlo enojada.

—¿A ti gusta asustar a las personas o qué? —me quejé intentando calmar mi respiración y mis propios latidos acelerados, Austin estaba sin camisa con un sándwich a la mano.

—No, pero me pareció raro que no estés durmiendo, preciosa.

—Ah pues, ya ves. ¿Qué estás haciendo despierto?

Emma, ¿qué clase de pregunta es esa?

Me regañe a mi misma mentalmente sonrojándome, terminé de tomar mi vaso de agua rápidamente sin mirarlo.

—Tenía hambre.

—Eh... claro. —el castaño me sonrió dulcemente, y yo sentí mis mejillas calentarse el doble.— se me había olvidado darte las gracias por lo de hoy en la tarde, me gusto mucho tu lugar favorito.

—Me alegra saberlo, porque planeo llevarte más veces.

—¿Lo dices en serio?

—Totalmente, preciosa. —me regalo otra sonrisa dándole otro mordisco a su sándwich mientras yo me servía más agua.— ¿cuál es tu sabor de helado favorito?

—¿En especifico?

Asintió levantándose de la silla en la que estaba levantándose acercándose a mí, dejé de respirar y él besó mi mejilla.

—¿Me permites pasar?, voy a lavar esto.

¡Qué pena!

—Ah, claro. —me hice a un lado, tomando impulso para sentarme sobre la isla de la cocina, observándolo. Austin parecía un dios griego con todos esos músculos definidos pero no exagerados que tenía, supuse que me pilló mirándole porque se giró de medio lado limpiando sus manos con una servilleta.

—¿Vainilla o frutos rojos?

—En realidad, los dos juntos. Me encantan.

—¡Es una suerte!, porque compramos los dos anoche. —sonrió abriendo el refrigerador sacando los potes de helado, tomó dos cucharas pasándome una antes de colocarse a mi lado.— hoy fue un día bastante...

—¿Loco?

—Sí. —me pasó el helado de vainilla y tomé la primera cucharada, metiéndomela a la boca.— ¿cómo te sientes?

—La verdad, algo intranquila. No quisiera que Diana volviera a pasar otra vez por lo mismo.

—No lo hará. —afirmó él con seguridad mirándome fijamente.— sé todo lo que te preocupas por ella, pero créeme que no volverá a suceder.

—¿Cómo puedes estar tan seguro, Aus? —pregunté confundida tomándolo por sorpresa, él relajó su entrecejo y sonriéndome ladinamente.

—Porque lo sé, ahora van a estar más seguras.

—Es lo ideal.

Alargo su mano tomando la mía, acariciando suavemente mis nudillos.

—Lo será, no desconfíes, van a estar seguras.

—Desde que te conocí no has parado de sorprenderme, Austin. Me agradas mucho.

—Tú a mí, preciosa. —besó mis nudillos y se acercó a mi rostro peligrosamente.— espera, tienes un poco de helado, aquí. —manchó mi mejilla con un poco de helado haciéndome reír, la tensión se había perdido.

—¡Oye!

—¿Qué?, no he hecho nada malo. —mintió descaradamente riéndose pero yo me estiré un poco embarrándole un poco más de helado en toda la mejilla.— ¿Es la guerra?

—Es la guerra. —afirmé riendo, tomó otra cucharada y la esparció por mi otra mejilla sin darme tiempo a reaccionar sólo hasta sentir el frío del mismo helado de vainilla sobre mis labios.

—Esa es mi venganza.

—Eres malvado.

Reímos y fue mi turno de esparcir helado por su otra mejilla hasta sus labios sonriendo ampliamente.

—Estamos a ma...

Me interrumpió al tomar una servilleta y empezar a limpiar mis mejillas al igual que las suyas.

—¿Qué estás haciendo?

—Limpiar el resto de nuestra guerra, preciosa.

—Sí claro.

Relamí mis labios quitándome el helado de estos, mirándolo, se había terminado de quitar el resto de su barbilla, tomó su cuchara con un poco más de helado y la esparció por mis labios.

—¿Qué demo...

No pude seguir hablando porque su mano sujeto mi mejilla y me embelese con su oscura mirada, entreabrí los labios y eso pareció hacer algo en él porque parecía un león a punto de devorar a su presa.

—Austin.

—Preciosa. —murmuró con voz aterciopelada, acercándose más a mi rostro antes de lamer mis labios y luego besarme apasionadamente.

Yo rodee su cuello con mis brazos correspondiendo sintiendo como la cocina empezaba a cambiar a un ambiente caluroso, su mano se posó sobre mi nuca sujetándome con firmeza para profundizar mucho más el beso que yo seguía respondiendo deseosa sin pensar en algo más.

Su otra mano se había apoderado por completo de mi cadera y aunque la isla fuese alta, él me seguía sobrepasando en tamaño.

—Austin. —jadee contra sus labios cuando pude respirar por fin, tratando de controlarme, notando como mis manos permanecían en su buen definido abdomen, me sonrojé por ello evitando mirarlo, pero sus besos por mi cuello me estaban empezando a perder la cordura, mordí mi labio inferior apresando su cadera con mis piernas sintiendo ese intenso descontrol en mi cuerpo.

Hasta que volvió a besarme y enredé mis manos en su sedoso cabello jalándolo un poco, mientras él rodeaba mi cintura con posesión y bajaba la intensidad de nuestro beso, convirtiéndolo en uno dulce.

Antes de separarnos lentamente cuando el aire volvió a hacerse escaso entre ambos.

—Emma.

—Austin.

—Lamento no haberte pedido permiso para robarte ese beso. —se disculpó dejando un pequeño beso en mis nudillos, mirándome fijamente con una pequeña sonrisa.

Pero Dios, mentiría si no estaba hipnotizada por él ahora mismo, escuchamos unos pasos cerca y lo empujé lejos de mi bajándome rápido de la isla, girándome para tomar mi vaso de agua al mismo tiempo que Alan encendía la luz.

—¿Chicos?, ¿qué hacen despiertos?

—Venía por un vaso de agua.

—Sólo me asome por curiosidad. —se excusó Austin con calma mirándome de reojo con disimulo, aún mantenía mi respiración agitada y no quería saber cómo se encontraban mis labios.

—Eh sí, buenas noches, chicos. —me despedí sin darle más tiempo a Alan de decir algo y luego salir fingiendo normalidad de la cocina, pero casi que subiendo las escaleras corriendo.

*************

🚀🚀🚀

Nos fuimos a la lunaaaaaa, jajaja.

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