16• ¿Fiesta?
—¿Y si me caigo? —ya tenía los dichosos tacones puestos, la verdad, me quedaban perfectos pero tenía mucho tiempo sin usarlos.
—Emma, pero sí tú lograbas dominarlos con facilidad en la pasarela. ¿Cómo no te gustan?, no vas a caerte.
—Simplemente... no lo sé.
La pequeña rubia no dijo nada pero yo no me quité los tacones, en cambio atrapé el vestido en el aire que ella me lanzó sin verlo y entre al baño quitándome el albornoz para colocarme aquella prenda.
El vestido era un de un tono vino, ajustado en la cintura y un poco suelto después, de tiras y un escote en V, los tacones negros que tenía puestos eran abiertos, con un poco de pedrería como adorno.
Al igual que las joyas que tenía puestas y aquel rápido peinado hecho por mi hermana a diferencia de mi labial casi vino y ese poco delineado.
—Vas a dejarlo más que con la boca abierta, hermanita. —Diana aplaudió emocionada sonriente.— te ves hermosa.
—Es un poco de riesgos, ¿no? —bromeé tomando el pequeño bolso que ella me tendía combinado con mis zapatos.
—Es así. —respondió abriéndome la puerta después de dar una vuelta a mi alrededor con el perfume rociándome. —Mamá parece que llegará en la noche. —aviso con suavidad y yo solamente asentí con los labios apretados un poco.
—Supongo que bien...
—Mira, intento de romántico. —saludó la rubia divertida llamando la atención de Colton.— Aquí está tu diosa, digo, cita.
—Por la jodida... —se me quedo viendo bajar los últimos escalones hipnotizado acercándose extendiendo su mano, sonriendo sincero y con una pizca de picardía.— es mi diosa, gracias Diana. —murmuró a mi hermana besando mis nudillos manteniendo nuestro contacto visual.
Y ahí estaba nuevamente mi corazón queriendo escaparse de mi pecho.
—Si, si, no es nada, rojo. Váyanse pues.
—¿Nos vamos? —Afirme con la cabeza silenciosamente grabándome cada una de las expresiones del pelirrojo en aquellos momentos, mentalmente.
Cuando salimos de casa, él me abrió la puerta del copiloto y yo me adentre al auto murmurando un gracias. El auto se puso en marcha y el silencio nos rodeó por unos segundos antes que él colocará música.
—La espera siempre ha válido la pena...
—¿Qué dices? —pregunté confundida por su murmullo.
Uno que me erizo la piel; él me sonrió con cariño desconcertándome volviendo su vista a la carretera, en el preciso instante que una canción que amaba sonaba. Jack bailaba al ritmo de la canción y tarareaba sin pena alguna.
—¿Cantamos? —preguntó con una sonrisa y su mirada brillosa, yo sólo asentí y él aplaudió.— entonces cantemos.
Entre risas y más canciones pasamos todo el trayecto para nada incómodo a cómo me lo había imaginado, él dejó de cantar.
—¿Sucede algo?
—No, no pasa nada. —no me miró pero sus nudillos se tensaron en el manubrio, mirando por el retrovisor unos segundos.
—¿Y esa cara?
—Nada, sólo estaba pensando en que se me olvidó una pequeña cosa en casa. —su respuesta corta fue confusa para mí, mintió descaradamente.
—¿Quieres que nos devolvamos?
Lo miré mejor y una carcajada se escapó de sus labios, era irónico porque estábamos lejos de casa. Desconocía a dónde iríamos pero no estaba a la vuelta de la esquina.
—No, además ya estamos por llegar, colócate los zapatos de nuevo, Emma. —ahora sonaba tenso pero tranquilo, sus nudillos ya no estaban tan blancos como antes por la presión aplicada.
•••
—Llegamos. —le escuché decir antes de aparcar en aquella zona en la que nos encontrábamos, se bajó antes que yo lo hiciera y me abrió la puerta tendiéndome su mano. —¿lista?
—Lista. —sonreí tomando su mano saliendo del auto, él apoyó su mano en mi espalda baja caminando conmigo a lo que parecía ser una inmensa casa con preciosos jardines. —wow, esto es precioso.
—¿Hablabas de ti misma, bebé? —ahí estaba el Jack juguetón que yo conocía, reí ignorando el apodo negando.— pero sí tú eres la que está hermosa.
—Me refería a este lugar. —entrecerré mis ojos riéndome captando su sonrisa divertida.
—Ah, entonces hablabas de la cita.
—¿Eh?
—Bienvenida, bebé. —su sonrisa se hizo más amplia ante mi estupefacción. —vamos adentro. —terminamos de subir los escalones y él beso mis nudillos antes de entrar a la casa, compartimos una mirada y eso me desconcertó.— recuerda disfrutar la noche.
Aquella casa parecía estar separada en dos lugares, uno donde habían varias personas bailando o tomando con tranquilidad y el otro en el que se encontraban mesas al estilo restaurante, su decoración era tan sofisticada como única.
Jack seguía caminando a mi lado y algo que me seguía sorprendiendo era la altura que nos llevábamos, porque ni siquiera con tacones lograba sobrepasarlo. Las personas que comían en las mesas nos miraban con cierta curiosidad y ¿recelo?
—Señorita. —fue ahí cuando lo miré, estaba tan serio que daba miedo, pero su mirada cálida era la diferencia, hizo una reverencia y yo sonreí antes de sentarme dejándole empujar mi silla antes de sentarse frente a mi tomando mi mano sobre la mesa entrelazándola con la suya.
Ya no sentía molestia por su cercanía.
—Señor Colton, buenas noches. —un hombre de traje y corbatín puso los menús sobre la mesa.— su presencia esta noche no es una maravilla.
—Marlo. —Saludo.
—Buenas noches para usted también señorita...
—Emma. —interrumpió bruscamente Jack serio.— lo de siempre para mí, una botella de champaña también. ¿Qué vas a pedir, hermosa?
No cuestione su respuesta, mentalmente me encogí de hombros y leí el menú, la boca se me hizo agua con todos los platos que leía.
—Pollo a miel está bien. —respondí con una pequeña sonrisa, el mesero asintió y se fue de inmediato dejándonos solos y a mi con aquella duda de por qué mi odioso vecino no había querido dejarme responder y apresurar al pobre hombre que nos había atendido.
Miré con disimulo a mi alrededor, las cortinas de satén que nos cubrían un poco a diferencia de las demás mesas eran interesantes, teníamos nuestro propio espacio por así decirlo y un gran ventanal con una vista increíble.
Pero, ¿dónde estábamos realmente?
—Colton. —le llamé sorprendiéndome con pillarlo mirándome fijamente, él ni se inmutó, sólo hizo un sonido con su garganta esperando que continuara.— ¿Qué es este lugar?
El mesero entró de nuevo con una botella de champán, la acomodó junto a la mesa sirviéndola en dos copas, mientras yo me encontraba impaciente por la respuesta de mi acompañante.
—Su pedido ya está en camino, con permiso. —se retiró de nuevo y el pelirrojo sólo se dedicó a alzar la copa y mover su contenido suavemente.
—Un lugar que muchos conocen y desconocen.
—Encantadora respuesta, odioso. —bufé tomando de mi copa con calma.
—Lo sé, maravillosa. —se burló elevando su copa.— brindó por ti, esta noche, Vega.
—Brindó por la comida. —solté haciéndole reír y chocar nuestras copas.— ¿por qué por mi?
—Me alegra que por fin preguntes, porque me gustas y esta noche soy afortunado de que me acompañes en esta cena, señorita curiosa... y, no, nada.
Me sonrojé por su confesión sincera evitando verlo y obligándome a no preguntar más por qué había dudado en seguir hablando lo último.
—¿Entonces?, supongo que eso es bueno, la verdad no lo sé. —él rió y me guiño un ojo con su típica sonrisa divertida.
—¿Supones? —sus ojos chispearon con diversión y yo mordí mi labio inferior con suavidad, su sonrisa coqueta estaban ahí.— no es suponer, es la verdad. —bromeó llevándose la copa lentamente hasta sus labios.— una belleza como tú es difícil de encontrar en un mundo tan jodido como este.
El sonrojo se hizo presente, sus ojos se oscurecieron un poco y lo escuché reír suavemente.
—Me miras como si quisieras leer mi mente, querida vecina.
—Es curiosidad. —Admití removiendo mi copa lentamente para no regar el líquido.—tus ojos siempre han sido llamativos.
—¿No piensas que son como los de una serpiente? —arqueó una de sus cejas confundido y yo negué.
—El color que tienen siempre ha sido bonito, normales, únicos, expresivos y llenos de vida. —expliqué brevemente.
—De todo lo que he escuchado jamás espere que una respuesta así viniera de ti. —sonrió de boca cerrada con una mirada que hizo que mi corazón palpitara con rapidez dentro de mi pecho.
Yo sólo le sonreí bebiendo de mi copa, para tragarme mis propios nervios.
—Volviendo al tema. Esta noche luces espléndidamente hermosa.
Madre mía.
Su sonrisa torcida y sus ojos, ¿dónde recuperó mis mejillas no rojas?
—Gracias, Colton. —decidí responder carraspeando.— pero en serio, no me dijiste que hacíamos aquí.
—Oh, cierto, aparte de nuestra cita es un evento especial, no lo sabías, bebé. ¡Mi jodido medio hermano va a vender mitad de nuestra empresa!
Me esforcé en no escupir la champaña por esa nueva revelación y su mandíbula tensa, totalmente enojado se encontraba.
¿Para qué pregunté?
—¿Vender?
—Si, al idiota no le bastó el dinero que le dejó nuestro abuelo, quiere más de lo que tiene, sin importarle el esfuerzo de nuestros antepasados. —respondió con franqueza.— por eso celebramos hoy su agradable aparición con mi ex novia, como su nueva esposa.
¿Escuché bien?
¿Novia?
—Jack, ¿por qué me trajiste aquí en verdad? —mi tono tenso se escuchó seco, pero no pensaba meterme en asuntos familiares.
—Porque así lo quise.
Y antes que yo le respondiera el mesero entró con nuestro pedido, ahora todo el lugar tenía más sentido con sus decoraciones al otro lado.
—Su pedido, pollo a la miel y su especial, señor Colton. Que lo disfruten, con su permiso.
El exquisito aroma del pollo y todo el plato en especial activo una batalla, por el hambre que sentía. Miré un momento al pelirrojo que observaba por el ventanal aún bebiendo de su copa y no me importó comenzar a comer sin esperarlo.
Pagaría mi cena y me iría en taxi o cómo diese lugar.
Después de todo el ambiente tenso era más que incómodo, así como la presencia de mi vecino para mi.
El primer bocado de mi plato hizo agua mi boca, después de tragarlo, el puré de patatas estaba el doble de exquisito al igual que la ensalada al lado, le era llamado la "exquisites" y si que lo era.
—Emma.
Limpie las comisuras de mis labios manteniendo siempre los modales antes de sonreírle forzadamente.
—Me gustaría comer tranquilamente. Después de pagar me iré. —fue mi respuesta y su sorpresa no fue inevitable, pero no le tome importancia y volví a degustar mi plato.
Los siguientes minutos en aquel pequeño espacio fueron incómodos y tensos, ninguno hablaba y lo que al principio había sido un momento agradable ahora no lo era. Él comía en el mismo silencio y lo sabía por el sonido de los tenedores, más no lo miraba.
Sólo quería irme.
Terminé de comer sin mirar la hora y tomé el bolso en el que por suerte traía mi tarjeta, me levanté de la silla y su mano retuvo la mía.
—¿Por qué quieres irte?
—No me siento cómoda, Jack. No sé cómo funciona tu forma de pensar, pero no voy a prestarme para asuntos familiares y personales tuyos. —respondí sincera dignándome a verlo a los ojos, los cuales demostraban cierta confusión.
—Emma... no te estás prestando para ningún asunto familiar, mírame por favor. —tomó mi mentón con delicadeza y acarició mis mejillas suavemente.— la cague, ¿no?
—Muchísimo.
—Te debo una disculpa por si te di a entender algo mal.
—Entendí todo mal, Colton. —bufé y me mantuve mirándolo ganándome una sonrisa apenada de su parte.
—Este evento lo hizo mi abuelo, quería que sus nietos estuviesen presente, nos dijo que podíamos traer a alguien y yo quería salir contigo, a pesar de lo que te conté de mi medio hermano.
—Bien, pero lo que no logro entender es básicamente...
—¡Jack, hermano! —me interrumpió una voz, de por sí ya la conocía, era Javier, su hermano mayor.
—Debo ir a hablar con mi hermano, preciosa. —suspiré y asentí con suavidad.— no tienes que pagar nada, ya todo está pago.
—¡Tramposo!
—Se llama ser caballeroso. —bromeó besando mis nudillos suavemente.— espérame en el salón de baile, ¿si?
Asentí resignada dejándolo alejarse mientras me dirigía a donde él mencionó agradeciéndole al mesero por la atención en el camino.
—¿Lisa?
—¿Hola? —saludo mi mejor amiga sonrojada. — Emma. ¿Qué...
—Jack me invitó. —me encogí de hombros con una media sonrisa aceptando una copa de champaña que me ofrecía un señor que llevaba bandejas.— muchas gracias. —le sonreí y el asintió repartiendo en otros lados.
—Oh. Pensaba que ibas a estar en casa hoy. —me respondió nerviosa.
—¿Pasa algo?
—Yo... eh, bueno. —estaba más confundida que nada, no entendía a mi mejor amiga en aquellos instantes.
—¿Alisson? —murmure para nosotras confundida, Lisa carraspeo y me acerque hasta donde ella estaba sentada tomando una copa de vino, se veía enojada, pero la reconocía perfectamente.
Después de todo estábamos en la misma clase de matemáticas.
—Alisson. ¡Hey!
—¿Emma? —ella me nombró confundida mirándome de pies a cabeza.
—¿Cómo estás?
—¿Importa realmente es la pregunta? —bromeó amargamente y Lisa enredó su brazo con el mío tensa.
—¿No quieres hablar de ello?
—No. Lamento mi comportamiento. —se relajó mirándome ahora dejando la copa en una de las mesas altas detrás de ella. —no ha sido un buen día.
—Alisson de todas formas tiene que seguir en lo suyo, ¿no es así? —interrumpió la rubia a mi lado sonriendo incómoda.
—Si, si me disculpan tengo que ver a alguien. —respondió alejándose de nosotras con la misma incomodidad que Lisa tenía.
—¿Me podrías explicar qué demonios me estoy perdiendo?
—No es el momento de preguntar eso, Emm. Baja la voz. —pidió mirando a todos lados para luego fijarse en mi.— es una historia un poco complicada.
—Da igual, si Colton pregunta por mi, por favor dile que estaré fuera unos instantes. —ella asintió y yo empecé a caminar hasta uno de los balcones de aquella sala amplia.
Estaba en un supuesto evento que realmente era ya fiesta, ¿cómo explicar más de ahí?, ni yo sabía.
Aquel balcón tenía un pasillo que guiaba a unas escaleras las cuáles bajaban al jardín de en frente. Un precioso jardín, estaba repleto de muchísimas flores, montones de árboles y una fuente hermosa.
Aquel lugar parecía recién salido de una película de fantasía, sonreí caminando hasta uno de los bancos de piedra sentándome tranquilamente, la iluminación era buena en aquel lugar incluso en partes donde se perdía sólo un poco.
Los arbustos comenzaron a moverse y yo le alarmé, pues estaba sola en aquellos momentos, más no dije nada porque salió un gran danés moviendo la cola.
—Hola perrito lindo... —susurre bajo extendiendo mi mano hacía él, con una pequeña sonrisa, era Scooby-Doo recién salido de la película.
Él olfateó mi mano y la lamió moviendo más rápido su cola antes de acercarse y empezar a lamerme el rostro tirandose sobre mi. Empecé a reír con muchas ganas divertida hasta que escuché el gruñido de otro perro y el más grande me cedió espacio para ver.
El mismo gran danés se posicionó a mi lado derecho, mientras que el otro perro seguía gruñendo, Scooby le empezó a ladrar y el otro mostró sus dientes. Comenzado a correr hasta donde yo estaba y sin pensarlo comencé a correr buscando algo más alto en lo que subirme, porque estaba totalmente segura que ni porque me quedara quieta aquel perro no atacaría. Con agilidad me subí sobre una especie de roca alta, rasgando un poco mi rodilla.
—Perrito lindo, no pienso lastimarte. —le hable al can que seguía ladrando e intentando subir a la misma piedra.— calma, pequeño, no te haré nada. —murmure como si el animal pudiese entenderme mirándolo preocupada.
Aquel perro subió sobre la roca repentinamente y resignándome me quedé quieta, pero la punta de mi tacón se atoró en una parte, un poco más y caería sobre un pequeño lago.
—Tranquilo, tranquilo. —respire profundo no demostrándole mi miedo y cuando llegué al borde de la roca me vi dentro del lago, pero no sucedió.
Cuando pensaba que iba a estar en el lago en nada, caí sobre unos brazos, su aroma fue fácil de reconocer. Jack silbó al perro de la roca y este dejó de gruñir bajándose para sentarse.
—Hércules, ve a descansar. —ordenó el pelirrojo firmemente y el can obedeció moviendo su cola alejándose. Cuando por fin desapareció de nuestras vistas el me miró preocupado.— ¿estás bien?
—Si, sólo quería sentir adrenalina. —bromee tragando con fuerza con una sonrisa nerviosa.— estoy bien, tranquilo.
—Perfecto, damisela en apuros. Gracias a tu guardián supe que algo pasaba.
—¿Guardián?
—Coby. Así se llama el gran danés, fue a buscarme. —explicó sonriente y yo me sorprendí. — si, lo hizo.
—Pensé que en realidad iba a morir por unos instantes y... es el perro más lindo que he conocido después de Ron.
—Te tengo, bebé. Conmigo no te sucederá nada. —y por un momento también lo creí, con él me sentía protegida y segura, eso nunca lo dudé, sólo sonreí y besé su mejilla.
—Gracias.
—Te había estado buscando, pequeña. —soltó repentinamente bajándome de sus brazos y yo reí.— el balcón me dio una extraña vista de ti recorriendo todo hasta que, Hércules quiso jugar.
—¡¿Jugar?!, por unos instantes me sentí una cacería.
Acaricie el lomo de Coby suavemente sonriéndole.
—Gracias a ti, Coby. —el perro lamió mi mano haciéndome sonreír ampliamente.
—Vamos, bebé. Quiero presentarte a algunas personas.
*********
Saludos con chocolate.
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