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C22

Amber POV

Llegó muy puntual a la habitación del hotel, la puntualidad no era algo muy destacable de él así que me pareció extraño encontrarlo a la hora que quedamos; afuera hacia mucho frío así que me puse una chamarra abrigadora y no solo eso, también una bufanda morada para mitigar muy bien el frío, no quería que después me viera temblando. Él traía puesto de nuevo uno de esos suéteres que últimamente le había visto, tampoco parecía ser de su estilo pero no lo hacia ver mal, eran demasiado gruesos pero seguro que lo mantendría muy cálido.

Salimos del hotel y lo primero que pensé era en cómo nos iríamos a la casa de Sebastian, ¿Caminando tal vez? No fue hasta que vio mi rostro de confusión que me lo confesó.

—Tomaremos el bus, lo bueno es que solo iremos en uno, nos deja muy cerca de su casa. De niño a veces él y yo nos escapábamos a otros lugares y para regresar a su casa nos íbamos en ese.

—Ah, está bien —fue lo único que respondí.

Subimos al bus que iba muy vacío, nos sentamos en los lugares de hasta atrás, la verdad si no hubiera sido por Evan, no hubiera entendido de cómo hacer el pago del bus pues yo no sabía francés, era una ventaja que viniéramos juntos, así podría entender de que forma podía desplazarme en dado caso de que quisiera ir a turistear por la ciudad y ocupara agarrar un bus.

Una vez sentados me quedé viendo hacia la ventana, por la espesa nubosidad y el intenso color gris, casi negro que tomaron las nubes, deduje que iba a llover; era inevitable no sentirme extraña teniendo a Evan sentado a mi lado, casi rozando mi hombro, a la vez quería ser distante pero también deseaba mantener la cercanía, no sabía que jodidos me pasaba.

—¿Cómo estuvo la entrevista con Damien Westermann? Fue la última entrevista que me dijiste que tendrías hoy. —habló de repente, cuando el bus se detuvo para dejar subir a unos adultos mayores.

De nuevo, me quedé atónita de que lo recordara, ¿Es que acaso anotaba cada detalle de nuestras conversaciones? Mi evidente sorpresa se hizo notar cuando no supe que decir.

—Bien, estuvo interesante. Gracias por preguntar —mantuve mi voz normal pero era inevitable, estaba muy sorprendida.

Vi de reojo que me observó unos segundos hasta que el bus volvió a andar.

—Ese suéter no parece ser de tu estilo —comenté viéndolo pocos segundos y después poniendo mi mirada en la ventana, haciendo un gesto por sacarle platica.

Rió entre dientes, el sonido de su risa fue breve pero desencadenó una fuerte e intensa serie de latidos en mi corazón que no pararon.

—Es una grande colección que me ha donado Tom, su ex novia se los dio y él no supo como deshacerse de ellos, son bastante extraños pero muy cálidos.

—En efecto no son bonitos —repuse rápidamente pero no quise ser demasiado grosera —No son tu estilo pero tampoco te van mal, se ven cálidos. 

Y es que de todos modos lo que se pusiera le quedaba bien.

—Lo son —aceptó sonriendo, eso creía pues no lo veía al rostro. —Ya que hablamos de Tom, me contó que Karen ya lo sabe todo, se lo dijiste y está bien, sabía que lo harías.

Volví mi rostro con un poco de brusquedad, no sabía como mirarlo a la cara, está bien, debía admitir que me pasé, seguro que él quería contarle todo a su hermana pero la verdad es que no pude mantenerme callada, aceptaba mi error.

Quería refutar, abrí la boca pero no salió palabra alguna.

—Me dijo que Karen solicitó mi historial médico en el hospital y él tuvo que dar el permiso —me armé de valor para verlo a la cara, analicé su expresión, no estaba molesto, de hecho todo lo contrario, lucía tranquilo —No estoy enfadado si es lo que crees, como dije, sabía que lo harías, además, está bien, había más posibilidades de que ella te escuchara a ti que a mí.

—Me apresuré —admití en voz baja —Ese ya era asunto entre tú y ella, fue un error.

Sonrió un poco.

—No lo fue, de hecho fue una clase de favor, ella querrá verificar si fue verdad y podrá hacerlo cuando lo tenga en sus manos. Me hubiera costado trabajo hacerle creer todo, a muchos les hubiera costado hacerlo, solo espero que no quiera ir tras Tom, debería hablar con ella para que no lo culpe.

—¿Culpar? ¿De qué? —entrecerré los ojos.

—De ayudarme y mantenerlo en secreto.

Fruncí el ceño, disgustada.

—No creo que haga tal cosa, Karen no te desea la muerte ni nada parecido como para ir odiando a todo aquel que te ayude.

—Tendría derecho a hacerlo pero espero no sea así, también fui muy cruel con Tom, no sabes la historia respecto a lo que cometí solo por ser un maldito hijo de perra, destruí una increíble amistad entre ella y Tom.

Sus ojos se entristecieron evidentemente, yo estaba atenta y al darse cuenta que ahora tenía mi atención, volvió a recordarme lo que les hizo a ambos y  su mandíbula se apretó al tener que recordarlo, me miró por un instante y con voz muy baja y desanimada añadió:

—Estuvo mal, fue demasiado cruel,  antes no vivía con tanta culpa, ahora es como si de repente despertara todo el resentimiento por miles de cosas que hice en el pasado.

Me esforcé para no decir nada indebido, había millones de cosas que deseaba decir, otras muy agradables y otras no tanto, eran crueles, despiadadas así que me reservé a quedarme callada, tratando de pensar y mantener el comentario para mí.

Pero ahí estaba la necesidad de hablar y de hacerlo sentir menos culpable.

—Deberías hablar con ellos y disculparte —susurré casi para mi misma, para no comprometerme mucho.

Suspiró, su risa débil en respuesta me decía que le dolería tener que hacerlo.

—Sí, estoy consciente de que debo hablar primero con él y después con Karen. —admitió mirando hacia el frente, un poco ausente, de repente el bus se detuvo y dirigió sus ojos hacia a mí, levantándose poco a poco —Llegamos, debemos bajar.

Me levanté casi al mismo tiempo que él y bajamos por la parte de atrás, me sorprendí tanto que hubiera empezado a llover, no me había dado cuenta de eso para nada pues al estar platicando con Evan no me percaté de casi nada, lo curioso es que pude haberme dado cuenta al estar sentada cerca de la ventana.

Nos quedamos debajo del techo de la parada del bus, analizando cuan fuerte estaba la lluvia, tal vez solo era cuestión de esperar unos diez minutos y quizá se iría pero yo dudaba de eso, era una lluvia intensa, bastante concentrada pues las nubes estaban demasiado densas cuando las vi por la ventana y justo debajo de nosotros eran mucho más oscuras, tomando un tono negruzco.

—Demonios, olvidé que llovería hoy —maldijo en voz baja, de repente un estruendo proveniente de un relámpago iracundo lo interrumpió.

—Podemos quedarnos aquí hasta que se calme, aunque lo dudo.

—No dejará de llover, es temporada —resopló frustrado, de repente vi que se quitaba el grueso suéter, ignorando mi mirada disgustada y lo ponía sobre su cabeza y la mía para simular un manto —Debemos correr por esa calle y entrar, la casa de Sebastian está cerca, y esto es lo único que tengo para cubrirnos,  ¿O prefieres mojarte?

Lo primero que pensé es que se estaba muriendo de frío pues el clima estaba casi gélido, solo llevaba una camisa blanca de franela y la lluvia no ayudaba en absoluto, por supuesto no quería mojarme pero no sabía que era peor, acercarme a Evan al punto de tocarnos para alcanzar a cubrirnos o sufrir neumonía.

Mi decisión solo hacía que sus dientes castañearan de frío, tembló mientras esperaba.

—De acuerdo, iré contigo.

—Ponte delante de mí, iré detrás de ti cubriendo lo más que pueda.

—Te empaparás la espalda, está helando.

—Ya lo resolveré.

Me puse delante suyo rápidamente, traté de caminar lo más rápido para llegar a la calle y entrar de nueva vez, se me hizo una eternidad cruzar pues sabía que Evan estaba sufriendo al mojarse toda la espalda y seguro que su camisa ya debía estar empapada; nos paramos en una casa que tenia porche con techo y tratamos de prepararnos para la ronda final.

—Es mejor correr, la casa está ahí —me apuntó una casa preciosa, era una perfecta casa francesa antigua, seguro era de varios metros cuadrados, tenía un jardín delantero elegante, sofisticado que resaltaba por encima de todas las demás casas. —¿Qué opinas?

Asentí sin problemas.

—Estoy de acuerdo.

Tomamos aire para salir hacia la lluvia torrencial, tuve suerte de ponerme unas botas ajustadas que eran contra derrape lo que me permitía correr sin problemas sobre la acera mojada, por supuesto él corrió más rápido así que tuvo el atrevimiento de ofrecerme la mano para ir a su nivel, la agarré porque la lluvia me estaba ganando la batalla, no quería estar más empapada y tampoco quería caerme, la lluvia me cegó un poco.

Y con el simple hecho de tomarle la mano, el frío gélido se marchó de la nada, la lluvia ya no me golpeaba la cabeza ni el rostro, había perdido el frío y la humedad que corría de mi rostro y mi cabello, un recuerdo mágico, cálido y hermoso despertó, me hizo vibrar, pudo haber encendido la ciudad entera si hubiese querido hacerlo pues era extremadamente poderoso, consumió una cantidad increíble de emociones.

Apenas y entré en razón cuando nos detuvimos finalmente delante de la puerta de madera, ya estábamos bajo techo, todavía me costó reaccionar, me faltaba un poco el aire además de la gran carrera que hicimos.

—¿Estás bien? —me preguntó con ojos preocupados, se estaba sacudiendo el agua del cabello, la escena tampoco me ayudo en nada, había un latido cada vez más fuerte cuando sus ojos se quedaron clavados en mí.

—Sí, estoy bien. —respondí, le di la espalda para quitarme la bufanda empapada para que no siguiera humedeciendo mi chaqueta.

La puerta se abrió de golpe y una mujer de ojos grises salió, nos vio con sorpresa y luego se rió al vernos empapados, dejando huellas de agua sobre su tapete.

—Oh no, ¡Evan estás todo empapado! —su acento francés era evidente, supuse que ella debía ser Mónica, su expresión era ahora de horror —¡Vas a morir congelado! Pasen por favor, les traeré toallas.

Nos quedamos en el vestíbulo, no quería seguir mojando el piso pero era imposible no hacerlo, me quité la chamarra y me dejé la blusa seca que llevaba abajo, Evan era él que estaba peor, la verdad me sentía muy mal por él ya que temblaba pero se hacía el valiente.

—¿Te has olvidado del paraguas, eh Evan? —preguntó de la nada una voz femenina, acercándose a nosotros, era una mujer rubia, su cabello era más blanco que dorado, era sumamente pálida que el rubor de sus mejillas era un rosa pastel muy lindo, tenia unos ojos hundidos, pequeños y rasgados pero a pesar de eso se veía el celeste claro y transparente de sus ojos.

Evan le mostró una media sonrisa, en forma de mueca.

—Sí, como podrás ver tal vez me dé una neumonía.

Ella se carcajeó.

—Siempre has sido olvidadizo. ¡Eres un caso perdido! Ya es un milagro que después de años recordaras como venir aquí.

—Lo que bien se aprende nunca se olvida —repuso Evan con cierto tono erudito —No lo olvidaría, esta ha sido como mi segunda familia.

En ese momento llegó Mónica con una pila de toallas, nos dio dos a cada uno y empezó a revisar nuestra ropa empapada.

—¡Que barbaridad! Puedo meter esto a la secadora para que puedan usarlo —meneó la cabeza todavía horrorizada —Entre más rápido entren en calor es mejor, Audrey, ve y busca una camisa de Sebastian para Evan, ¿Y tú  podrías prestarle algo a...?

Las dos mujeres pusieron sus ojos sobre mí, esperando que pudiera decir mi nombre.

—Amber.

—Prestarle algo a Amber —completó Mónica con una sonrisa —Disculpa, no nos han presentado.

Miré automáticamente a Evan pues esperaba que él nos presentara, Evan se disculpó por no hacerlo esbozando una sonrisa.

—Mónica te presento a Amber...Amber te presento a Mónica —hizo un gesto formal con la mano, él todavía tenia esa sonrisita en el rostro cuando Mónica y yo nos dimos la mano —Discúlpame Mónica pero tuve el atrevimiento de traer a Amber, ella es una increíble conocedora de la fotografía, trabaja para un periódico importante en Chicago y pensé que sería buena idea que Sebastian y ella hablaran de arte, a Amber también le gusta la pintura.

Los ojos grises de Mónica brillaron bastante y ahora ella me ofreció una sonrisa cordial, muy maternal y dulce.

—¿De verdad? ¡Yo encantada de tenerte aquí! Cualquier amigo o amiga de Evan es bienvenido a esta casa, será un gusto tenerte por aquí.

Me sentí tan avergonzada del gran recibimiento que ruboricé de inmediato, estaba aliviada de ser aceptada entre personas que no conocía ya que vine sin ninguna invitación previa.

—Gracias, espero no causar molestias —musité todavía avergonzada.

Negó con la cabeza sin problemas, en ese momento llegó Audrey  con una chamarra para mí y una camisa para Evan.

—Yo les secaré esto y en un rato se los traigo —nos comentó Mónica, sosteniendo nuestras prendas —Sebastian está en el estudio, por si desean ir a verlo.

—Está visualizando —añadió la chica con una media sonrisa, luego nos entregó la ropa —Decidí dejarlo solo, dice que quiere tener ideas.

—Gracias —le agradecí la chamarra que me trajo.

—Amber, ella es Audrey, es prima de Sebastian —hizo el mismo gesto con la mano cuando me presentó a Mónica —Y Audrey ella es Amber Griffin.

Nos dimos la mano de forma amistosa, la chica me sonrió así que yo también lo hice, no tuve problemas con ello, ahora entendía porque se conocían ella y Evan, eso me relajó un poco, no sé porque, no es que me molestara mucho, simplemente me daba cierta inquietud el no saber qué relación tenían.

Evan se fue a cambiar a una habitación cerca de ahí, por lo tanto Audrey y yo nos quedamos solas, no hubo tensión de por medio, ya que ella también me aceptó en todos los aspectos, era una parisina tal cual, era hermosa por supuesto, rubia, delgada, unos ojos realmente apantallantes que eran difíciles de ignorar y algo  intimidantes.

—¿Vienes a conocer las pinturas de Sebastian? —me preguntó de forma casual.

Asentí y sonreí con timidez.

—Sí, Evan me dijo que sabe demasiado de arte, yo también, de hecho soy fotógrafa para una importante cadena de periodismo en Chicago, Evan pensó que sería buena idea venir ya que no conozco a mucha gente.

—¿Eres nueva aquí?

—Vine por trabajo pero es mi primer viaje a París.

Ella abrió un poco los ojos, asombrada, sus ojos rasgados se vieron un poco más redondos.

—¡Que genial! Cuando necesites una guía puedes llamarme, conozco lugares preciosos por toda la ciudad.

—¡Gracias! La verdad es que me hará falta, no conozco para nada la ciudad y me muero por recorrerla.

—Yo podría ayudar —nos interrumpió Evan, llegando con una camisa puesta, era de color negro y le quedaba un poco apretada lo que acentuaba sus pectorales y sus bíceps, se me cayó la mandíbula al verlo, no era que tuviera mal cuerpo desde antes pero me quedé estupefacta pues ahora lucía mucho mejor, sus músculos eran más fornidos y grandes desde la última vez que lo vi con algo tan ajustado. —Conozco también muchos puntos turísticos, si algún día requieres compañía, podría ser tu compañero o también puedo recomendarte algo.

Se hizo el pelo hacia atrás con una expresión sensual que seguro fue involuntaria, quitar los ojos de él era imposible, nadie lo podría haber hecho, ni siquiera Audrey.

—Vayamos con Sebastian —nos alentó ella, finalmente quitando los ojos de Evan sin problemas, no sé cómo lo hizo, yo todavía me quedé atontada.

—Seguro —parpadee y me fui tras ella en un intento de olvidarme de la escena pero no era posible, miles de pensamientos se fueron creando al verlo tan imponente, atractivo, me frustré tanto por ser en ese aspecto un poco débil.

Hice un puño la mano que tocó la suya cuando corrimos bajo la lluvia, todavía sentía la presión del calor que me produjo su tacto, la sensación enloquecida de su piel sobre la mía, en el sentimiento tan familiar que era volver a entrelazar mis dedos con los suyos, recordarlo me gustó mucho, lo peor es que todo volvió  a revivir, el placer la magia, la atracción y eso no era bueno, un presentimiento me advertía que no podía  caer tan rápido ante semejante tentación pero no confiaba mucho en mi fuerza de voluntad como para lograr escapar con éxito.

Su solo presencia atraía a pecar sin resentimiento. 


Chicas, creo que será el último maratón ya que me faltan por escribir un poquito más y alcanzar a traerles más maratones pero tendrán que esperar, por ahora les puedo asegurar que de aquí en adelante los capítulos serán mucho más largos para que los disfruten y no se queden con las ganas. 

De todos modos yo les avisaré sin falta cuando se lleve a cabo el próximo maratón, de aquí en adelante las cosas se vienen de locos...toda la tensión que les prometí se acerca :) 

Nos leemos el miércoles, besos.


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