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C21

Amber POV

La exposición de la empresa de Tom Monihan estaba a punto de comenzar, muchos de los invitados ya estaban tomando asiento, esta no era la primera exposición a la que venia, los días pasados había tenido mucho trabajo pues se habían presentado unas 4 empresas más, esta era una de las muchas que faltaban. Tomé asiento en la primera fila junto con Sara, mi camarógrafo quien tendría todo bien documentado para después hacer la redacción, y yo quien tomaría fotos del evento.

En cuanto el coordinador del evento anunció a la empresa, le pedí a mi camarógrafo que empezara a grabar mientras que Sara  me ayudó con el tripie para la cámara de fotografía, Tom Monihan salió junto con su compañero o eso era lo que decía en los programas que nos dieron, de todas formas Sara tomó notas en la libreta en lo que yo me ponía a tomar unas cuantas fotos y trataba también de poner atención a la exposición. Por lo que vi y se mostró en pantalla, la empresa era bastante prestigiosa, era increíble la gran cantidad de demanda que tenían por año, incluso habían hecho algunas reconstrucciones a varios edificios importantes del país, quedé completamente sorprendida, sin duda el reportaje de la empresa sería interesante, había mucho material.

Le di un sorbo a mi jugo de naranja embotellada pues estar de un lado para otro me daba mucha sed, en un intento por beberlo sin quitar la mirada hacia la pantalla se me derramó el jugo por la garganta y el pecho, maldije, llevaba un vestido rojo con encaje en el escote, me había arreglado bien pues tuve muchas entrevistas el día de hoy y tendría otra más por la tarde. Casi corrí hacia  la mesita del rincón, cerca del escenario para tomar una servilleta y agua, empezaba a sentirme pegajosa.

—Puedes usar esto —me sugirió una voz que procedía desde muy al fondo.

Mis ojos centellaron al verlo increíblemente guapo con el traje que llevaba, me contuve la respiración pues su presencia de repente había alumbrado la habitación, maldita sea, no pude callar el sentimiento, ni reprimir mi reacción de asombro al verlo tan sensual, con su cabello bien arreglado, su corbata roja (que combinaba con mi vestido) el olor de su colonia que se hundió en mi nariz y el arrebato de un suspiro que me robó cuando dio una sonrisa tímida, auténtica, sin forzar.

Me acercó un pañuelo limpio y húmedo, justo lo que necesitaba, sus ojos verdes se mantuvieron en mi rostro atónito, su atención hacia mí sumaba para mal pues me dejaba inestable en todo sentido.

—Gracias —le susurré, tomando el pañuelo dando   toques ligeros desde mi  garganta y el pecho.

—Vi que se te derramó el jugo, por eso preparé el pañuelo —comentó con naturalidad, sin retirar esa sonrisa tímida. —Por cierto...te ves muy guapa, te sienta bien el rojo, el vestido de lunares azules también pero este es muy lindo.

Me quedé congelada, todavía recordaba el vestido azul de lunares que llevaba cuando fuimos a comer al restaurante, creí que lo había olvidado y me pareció todavía más increíble que pudiera compararlos con el que llevaba ahora.

—¿Me puedes decir cómo supiste que se me derramó el jugo? ¿Me espiaste? —le pregunté con mucha intriga, entrecerrando los ojos un poco molesta.

Su sonrisa tímida desapareció cuando se apretó los labios y sus ojos brillaron insaciables, fueron fáciles de leer, ellos no mentían, lo dijeron todo.

—Yo estoy cerca del escenario, tengo vista completa de los invitados —me explicó con voz calmada —Eres quien más destaca de entre todos con el vestido rojo, es difícil quitarte la mirada.

Trague saliva con dificultad, la verdad es que empezaba a sentirme nerviosa, llegué a un punto dónde la forma en la que me hablaba era demasiado para mí y también por cómo me veía, su tono era cuidadoso pero causaba un efecto poderoso.

Me terminé de limpiar y le entregué el pañuelo; nos miramos a los ojos unos segundos pero podía jurar que fueron más de lo que en realidad conté para mi misma, me sumí en ellos hasta que recordé que no estaba ahí más que para trabajar. Regresé a mi asiento y me preocupé en seguir prestando atención pero ahora que sabía que él me tenía en la mira, tuve que voltear mi cabeza hacia aquel rincón y vi a Evan parado en el mismo lugar, tenía su agenda electrónica en la mano, junto con el pañuelo del que no se deshizo, veía a Tom pero sintió la carga de mis ojos y dirigió los suyos  hacia a mí, descubriendo que lo espiaba.

Y ahí fue cuando no pude quitarle los ojos de encima ni él a mí, aunque me hubiera descubierto, nos rehusamos a poder apartar nuestras miradas, teníamos mucho más valor ahora entre la distancia y el silencio que pudimos decir todo aquello que quisimos, pues nuestras miradas ciertamente eran el lenguaje que solo nosotros podíamos entender.

(...)

Evan POV

Le mandé un mensaje a Sebastian, contándole lo grandioso que había estado la presentación de Tom y el equipo, estaba bastante nervioso porque yo también había contribuido un poco en aquella presentación, así que básicamente me sentía orgulloso de que hubiese sido un éxito rotundo. Me preguntó cuándo vendría a visitarlo de nuevo ya que Audrey se quedaría unos cuatro días más, ya que ahora ella vivía en una pequeña toscana en Italia, le dije que prometería hacerlo, incluso busqué tiempo libre para mañana, todo apuntaba que podría ir.

La cafetería del edificio de convenciones estaba lleno, tuve suerte de llegar primero y ganar un lugar, todos tenían la misma hora para comer, pedí el platillo del día y mientras esperaba leí mi ejemplar del El fantasma de la ópera a mi madre le gustaba mucha la obra teatral, recordé que mi madre lo leyó y fue ver la obra junto con Mónica, nosotros también asistimos pero por nuestra edad nos aburrió demasiado, cuando visité a Sebastian él me habló de la novela, de lo mucho que reflexionaba acerca de la personalidad de Erik, quien era el fantasma de la ópera, de lo identificado que se sentía ahora que su aspecto físico había cambiado, acercándosele al de Erik.

Recordé la rivalidad de los protagonistas, Erik y el vizconde Raoul por el amor de Christine Daaé, me identifiqué con ello absolutamente, puse a Amber, Chris y a mí en dichos personajes, obviamente yo no era el vizconde, yo era Erik quien aunque yo no estaba desfigurado por fuera, lo estaba por dentro, lo cual resultaba peor porque nadie podría aceptar una personalidad horrible y monstruosa como la mía.

—¿Está ocupado aquí?

Levanté mi vista del libro cuando su voz ilustró a mis oídos e inmediatamente la reconocí, era Amber quien tenía una bandeja de comida y esperaba con sus ojos fijos en mí con una expresión neutra, mordiéndose por dentro una de sus mejillas.

—No, claro que no, siéntate si quieres —le ofrecí la silla delante de mí pues seguramente no aceptaría la que estaba a mi lado.

Justo en ese momento trajeron mi comida, dejé el libro a un lado, no lo necesitaría ahora que tenia la presencia de Amber para deleitarme. Pasaron los minutos en lo que ella empezó a comer, yo también lo hice, al final el silencio incomodó y me sorprendió que dijera algo para romper la tensión.

—No había lugares disponibles, todo está lleno —comentó, viendo su plato de sopa, dándole vueltas a la cuchara para enfriarla —Así que no tuve opción.

—No me molesta —acepté.

Alzó los ojos de la sopa para verme.

—Me refería a mí, no tuve opción.

Tomé de mi soda para pasarme la sensación amarga de mi boca, me dolió lo que dijo así que pretender que no me afectó era inútil.

—Puedo dejarte la mesa si quieres, la verdad no tengo hambre.

—¿Qué estás leyendo? —ignoró por completo mi idea, casi como si no la hubiera escuchado. Inclinó la cabeza hacia mi libro, curiosa.

El fantasma de la ópera, a mi mamá le gustaba mucho la obra, la fue a ver unas tres veces —deslicé el libro a su dirección por si tenía intención tomarlo —Estando en Paris supongo que el gusto por la historia volvió.

—¿Lo leíste? —preguntó, su voz todavía era distante, plana.

—Vi la obra con mi madre, Mónica, Karen y Sebastian, éramos muy jóvenes para realmente apreciarlo, ayer fui a visitar a Sebastian y el tema surgió por su accidente, el libro le pareció una buena analogía.

—¿Qué le sucedió?

—Pues...—solté un suspiro pesado, me dolía mucho recordar la experiencia detallada que Sebastian me contó cuando lo visité, su traumática recuperación y el infierno que dijo que sintió cuando tuvo que pasar por toda la aceptación de su nueva vida —Estuvo en el lugar equivocado, casi muere en un atentado terrorista en un bar, sufrió quemaduras que lo desfiguraron y perdió una pierna.

Amber tragó con dificultad la cucharada de sopa, se removió un poco en su asiento, ella también se sintió un poco afectada.

—Debió ser difícil —admitió, manteniendo seriedad hacia a mí pero respeto para Sebastian, se apretó los labios con discreción —Que en un segundo te cambié la vida por completo.

—Usa la pintura como terapia, lo adora, desde que éramos niños siempre vivió regañado porque pintaba las paredes y las macetas de Mónica —sonreí mientras lo recordaba —Yo también tuve problemas con eso, intenté que me enseñara técnicas muy buenas pero creo que cada quien tiene una habilidad nata, la suya es pintar.

Me percaté de que me observaba sin desviar los ojos mientras yo reía, parecía que se grababa la escena con bastante atención, no quería apresurarme y decir que le gustaba verme reír pero su concentración hacia mí era intensa, parecía que le agradaba.

—¿Conoce a Lisa Hill? —preguntó, parpadeando después de que yo terminara de reír.

No parecía recordar nada de Lisa Hill cuando me enseñó sus pinturas, me sentía mal por no saberlo.

—No estoy seguro, ¿Por qué?

—Ella es mi...—se frenó de repente, cerró los ojos y negó con la cabeza, como si deseara cambiar de idea —Es una fotógrafa, cuando inició su carrera pintaba, o más bien, cuando no era reconocida pintaba paisajes, autorretratos y vendía las pinturas en la calle, así consiguió dinero para su primera cámara fotográfica. Sus pinturas además de sus fotografías fueron famosas.

—Oh pues estoy seguro de que lo sabrá —dije, mirándola sin tanta fuerza para no intimidarla —Es una persona que sabe mucho de pintores incluso de los más antiguos, tenlo por seguro de que lo sabrá.

Asintió.

—No lo dudo.

No quería que la conversación terminara, deseaba seguir charlando con ella, por primera vez sentí que dejó de ser hostil y distante conmigo, el tema le gustaba, se le notaba cómoda, sin tensión así que preferí mantenerme ahí, sabía por donde ir.

—Tiene pinturas hermosas, puede pintar de todo. De hecho iré a visitarlo mañana, puedo preguntarle por Lisa Hill, aunque supongo que ya debes de saber mucho.

Alzó una ceja, interrogándome sin necesidad de preguntármelo.

—Sé que te gusta, no es difícil de suponer, ¿Te gusta su trabajo?

—Sí, si me gusta —aceptó con rapidez, no sé a que se debía que su tono de voz se volvió brusca de nuevo —De hecho iba a ir a una de sus exposiciones en Chicago pero no pude ir por una razón estúpida y sin sentido.

Hizo un movimiento brusco cuando se limpió la sopa de la boca, presentí que preguntarle porque no asistió a la exposición no iba a ser de lo más debido, preferí desviarme un poco, si insistía sería un gran error de mi parte.

—Lo siento mucho, es una lástima oír eso. —susurré, me sentí acorralado por sus ojos que se lanzaban punzantes hacia mí. —Espero que puedas tener alguna otra oportunidad para ir cuando vuelva a presentarse.

—No lo hará, está en receso, no se sabe cuándo volverá a trabajar. —comió de la sopa con más rapidez, estaba a punto de terminársela, quería irse, lo empecé a notar. —Sebastian tiene buen gusto en cuestión de artistas, debe ser una gran persona.

—Lo es —retuve con cautela sus ojos cuando estos me vieron otra vez —Un gran amigo, persona e hijo, me dio gusto que su personalidad no cambiara con lo del accidente, creí que lo había perdido pero esta ahí tal y como la última vez que nos vimos. De hecho, Amber quería invitarte a ir a visitarlo si no estás ocupada mañana. Eres conocedora de todo esto, seguro que tener a alguien que sabe del tema lo hará feliz

Echó la cabeza hacia atrás, con el ceño ligeramente fruncido, seguro que escucharme decir eso la dejó más extrañada que sorprendida, preguntándose si estaba diciéndoselo  en serio.

—¿Qué? Espera....—parpadeó tantas veces para darse crédito a lo que sucedía —¿Por qué estás haciendo esto?

Esperaba gritos y reclamos pero solo se quedó con las cejas fruncidas, contemplándome sin moverse.

—Me gustaría que lo conocieras y a él también le hará bien conocer a otras personas y que mejor que alguien que aprecia tanto el arte. Discúlpame si es apresurado, hago planes como si estuvieras disponible, debes tener mucho trabajo ahora.

—No, de hecho mañana tengo la tarde libre. Solo haré tres entrevistas, la última es a Damien Westermann, tiene una empresa de bienes raíces, será corto.

Intenté frenar una sonrisa, solo asentí en silencio pero por dentro la emoción golpeaba por todos lados, haciéndose sonar mediante los latidos de mi corazón.

—¿A las cuatro está bien?

—Sí, está bien —concluyó, levantándose con la bandeja de sopa vacía, la tertulia en la cafetería todavía era abundante así que cuando dejó la mesa, le fue difícil hacerse paso entre tantas personas lo que me permitió tener una larga apreciación suya y de su vestido rojo que le ceñía bien a la cintura y su espalda que era decorada por el encaje del vestido; sin duda alguna ella era Christine Daaé, encajaba perfecto entre la historia de Chris y yo, ambos luchando para que pudiera elegir entre el mejor, Chris tenia más armas que yo con que tener más ventaja en esta lucha.

Yo no era su mejor partido pero estaría detrás de ella como un guardián, como un fantasma, esperando que de poco a poco se diera cuenta que estaría luchando el tiempo suficiente para poder recuperarla.


A que no adivinan quien hizo un cameo en este capítulo....HAHAHA ni más ni menos que Damien Westerman ¡De Oscuros Encantos! Me pareció una idea loca darle una aparición haha ya sé, es una locura. 

Espero que disfruten de este capítulo y el siguiente también ya que ambos son más largos que los anteriores. 



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