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Epílogo

—El mago es todo aquel que tiene la capacidad de canalizar magia negra al interior de un objeto-control.

—¿Magia negra? —inquirió el chico.

—Nos permite manipular algunos de los elementos de la naturaleza... Es la fuerza que nos da el poder de distorsionar lo real —definió su padre—. La gente que posee esta habilidad es poco frecuente y genéticamente superior. Incluso dentro de una comunidad tan exclusiva como la nuestra, es importante distinguir que existen cuatro clases de magos.

Lukas escuchó cada palabra con suma cautela, pues era la primera vez alguien estaba dispuesto a explicarle las cosas. Apenas habían transcurrido un par de semanas desde su llegada, aun así, sabía que su padre ocupaba un cargo influyente como líder de la comunidad mágica y que, por ende, habría de prestarle de buena gana toda su atención.

—Uno, magos de primer rango. Son comunes y ordinarios, su poder está limitado al uso de una varita porque les resulta imposible establecer conexiones mágicas. Pertenecen a un nivel inferior, conformado por campesinos, artesanos, mineros, comerciantes... Casi el 85% del total de nuestra comunidad. —Esperó a que su hijo asintiera con la cabeza antes de proseguir—: Su rango de poder es tan limitado que solo alcanzan a controlar los elementos más simples: plantas, agua, metal y electricidad.

—¿Esos son los más simples? —se burló Lukas.

—No hagas preguntas tontas, ¿quieres? —El gesto de Nic se endureció.

—Perdón, no estaba...

—Dos, magos de segundo rango. También son comunes y de poder limitado, aunque la diferencia con los primeros radica en sus funciones para con la comunidad. En pocas palabras, son magos de primer rango con un mejor estatus social —simplificó—. Jefes del ejército o miembros del Concejo, cualquiera que esté relacionado con ellos tendría una nominación de esta índole. —La voz del padre detonó orgullo en cuanto cambió de categoría—: Tres, magos de tercer rango. Sus habilidades son claramente superiores, empezando por su facilidad para establecer conexiones mágicas y continuando con su posibilidad para manipular otros elementos además de los simples: fuego, tierra, fauna, sensaciones térmicas y ondas de luz visible.

—¿Qué es una conexión mágica? —se atrevió a preguntar Lukas.

—Es una red de magia negra que nos conecta personalmente con el elemento a manipular —contestó Nic—. Quizá lo entiendas mejor si te digo que se trata de un lazo que le permite al mago hacerse uno mismo con el objeto, razón por la cual no necesita de una varita para controlarlo... A menos que requiera de una manipulación más coordinada y minuciosa, claro.

—Entonces solo usan su varita cuando quieren tener un control más preciso del objeto, ¿no? —quiso corroborar su hijo.

—Lo más importante aquí, Lukas, es que solo hay dos magos en la comunidad con este tipo de habilidades.

—Ah, ¿sí?

—Tú y yo.

Una cantidad de magia negra tan grande era difícil de ocultar, y eso Nic lo supo al instante en que tocó el vientre de Isabel aquella vez que estuvo a punto de dar por hecho que no necesitaba de un niño.

—Tú y... ¿yo? —dudó Lukas, incrédulo.

—Nuestra genética es más compleja que la de un mago común —constató su padre con altanería—. Por eso somos tan importantes para la comunidad, por eso es nuestro deber dirigir el rumbo del pueblo y por eso somos nosotros quienes ocupamos el puesto más alto.

—Pero tú eres el líder de la comunidad, ese es tu cargo desde hacía años y... —El chico parpadeó varias veces, no muy seguro de cómo entraba él en la ecuación—. ¿Qué tengo que ver yo con tu puesto?

—El cargo es hereditario. Significa que, en algún momento, tú tendrás que relevarme.

Hubo un silencio prolongado antes de que aquella aparente responsabilidad comenzara a aturdir a Lukas en más de una forma.

—Pero eso no tiene sentido, yo... —vaciló, temeroso— no sé hacer nada, ¿recuerdas? No conozco sobre magia, apenas acabo de enterarme de que no soy tan normal como lo creía y ni siquiera me han explicado cómo...

—Todo eso lo tengo muy claro —intervino el padre.

—Entonces, ¿cómo demonios esperas que yo sea capaz de tomar tu puesto? —renegó Lukas, causa del cambio tan drástico de circunstancias.

—Disponemos del tiempo suficiente para entrenarte.

—Pero dijiste que podría volver a Frankfurt en cuanto te ayudara con...

—¿Volver a Frankfurt? —resopló Nic con petulancia, aún pese a que, en efecto, aquella libertad sí había formado parte de sus condiciones iniciales—. Por favor, ¡desde luego que no! —Pues, en todo caso, ¿cuál era el verdadero punto de respetar las condiciones iniciales?

—¿No piensas dejarme volver? —inquirió el chico, ofendido.

—No quería decírtelo de ese modo.

Lukas se puso de pie al instante, cosa que a su padre no le agradó en lo absoluto.

—Es un chiste, ¿no? —musitó a regañadientes—. Acepté venir solo porque me prometieron que no tardaría en regresar. Confié en esas palabras, dijeron que no interferirían con mi sentido de pertenencia y que existía una base sólida en los fundamentos de...

—Por un demonio, ¡deja ya de quejarte! —increpó Nic, poniéndose de pie con tal de hacerle saber que subestimar su autoridad sería muy poco prudente—. Esta responsabilidad es la única con la que te toca cumplir, ¿me oyes? ¡Déjate ya de tonterías y comienza a comportarte como tu rango exige que lo hagas!

Aquello, de hecho, bastó para que su hijo volviera a toda prisa al asiento.

—Demonios, eres igual de exagerado que tu madre —recriminó el hombre mientras negaba con la cabeza—. Si te dejo entrar en mi despacho, es porque necesito que empieces a darle la importancia debida a tu puesto, ¡no cuestiones las cosas que no están en posición de ser negociables!

—Darle importancia al puesto. —Asintió el chico—. Entiendo.

—Bien, porque eso es justo lo que deseaba escuchar.

Los ojos de Lukas regresaron al suelo al mismo tiempo que se aseguraba de mantener la cabeza gacha.

—Entonces... ¿En dónde me quedé? —Nic respiró hondo antes de dejarse caer sobre el asiento detrás del escritorio—. Cuatro: magos de cuarto rango, mejor conocidos como hechiceros —prosiguió—. Son poderosos y poseen la capacidad de manipular otros elementos que requieren de un alto nivel de control. La varita para ellos no es más que una simple formalidad, un adorno que solo tiene la función de canalizar su propia fuente de magia negra.

—¿Cuáles son esos otros elementos?

—Ondas electromagnéticas, condiciones de sueño y estados cuánticos de la materia; en cualquier caso, significa que pueden manipular el tiempo y el espacio.

—Vaya, eso es... —Lukas se tomó un breve instante para dar con las palabras correctas—: demasiado poder.

—Y es justo por eso que el líder tiene la responsabilidad de mantenerlos bajo control —explicó Nic—. August Beker es el único hechicero que tenemos en la comunidad. En algún momento, también te tocará a ti estar al tanto de sus actividades.

—Hablas del mago que utilizó un portal para traerme hasta aquí —asumió el chico sin dificultades—. Vale, pero aún siendo él más poderoso que nosotros..., ¿tiene que limitarse a respetar nuestra autoridad?

—Así son las reglas. Dejar que un hechicero actúe con completa libertad podría resultar en catástrofe.

—Pero, si es que quisiera escapar, pues... —Lukas se encogió de hombros— simplemente lo haría y ya, ¿no?

El padre negó con la cabeza.

—No puede usar su magia, a menos que yo se lo permita —puntualizó.

Le mostró el brazo a su hijo para poner en manifiesto aquello que acababa de mencionar: en su mano izquierda portaba un brazalete que bien podría ser confundido con un sofisticado reloj de muñeca.

—¿Qué es eso? —curioseó Lukas, mirando con atención el pedazo de roca cristalina que acompañaba al contador del centro.

—Es un diamante —respondió Nic—. Es mi piedra tótem.

—¿Qué es una piedra tótem?

—No importa por ahora. —Era información que le vendría bien más adelante.—. La clave aquí es que mi magia está ligada a la del hechicero a través de esta piedra.

—¿Y eso significa que...?

—Tengo la capacidad de bloquearle o abrirle el acceso a su propia magia. —Su hijo asintió ante esa aclaración, más por asombro que por cualquier otro motivo—. Aunque, si voy a hablarte más sobre esto, hay otra cosa que debo mostrarte antes.

El chico alzó la vista para ver a su padre colocar un cofre sobre la superficie del escritorio. Se trataba de un baúl antiguo que, a juzgar por los grabados de oro y los patrones detallados que decoraban los costados, tenía la pinta de ser un muy refinado joyero de cerámica.

—Nuestra comunidad ha utilizado varitas como objetos-control desde hacía siglos. Utilizamos madera porque funciona como un contenedor resistente y aislante. —Nic se tomó la molestia de quitar cada uno de los cerrojos hasta dejar al descubierto una serie de varitas bien conservadas—. Las varitas funcionan como recipientes. La primera vez que un mago toca una varita vacía, toda su magia se canaliza y se transfiere a su interior. Si por alguna razón alguien llegara a romperla, la magia se escaparía, tal como un líquido lo hace cuando se ha quebrantado su contenedor.

—¿Y si la magia se escapa? —preguntó su hijo con incertidumbre.

—Entonces el mago se convierte en humano.

Cosa que, Lukas era consciente, sería simplemente trágico.

—Creí que solo se necesitaba una varita para ejercer cualquier tipo de magia... —pensó el chico en voz alta—. Por eso me pregunto por qué tienes tú todas estas.

—Cuando un mago muere, su varita es vaciada para que otro pueda volver a llenarla.

—¿Se pasan de generación en generación?

—Estas varitas han estado en la familia Diederich durante años —especificó el padre—, cada una de ellas perteneció a alguno de los antiguos líderes de la comunidad.

Asimilada la información, Lukas se atrevió a mirar con detenimiento el interior del cofre: once varas de acabados finos y lisos, algunas con pequeñas incrustaciones cristalinas, otras con tallados cuidadosamente esculpidos en los alrededores de la base. Sin embargo, fue el hecho de que todas ellas estuvieran grabadas con el mismo símbolo que él llevaba en la muñeca lo que, al final, hizo que no pudiera centrar su atención en ningún otro detalle.

—Están marcadas.... —balbuceó—. Igual que yo.

—Sí, eso es... —¿Había acaso una manera de explicárselo sin que aquello implicara delatar la verdadera razón por la que su hijo portaba ese símbolo?—. La marca funciona como un rastreador; el mago que coloca el grabado tiene la capacidad de rastrear el objeto en cuestión y... Los magos que inicialmente marcaron estas varitas murieron hacía años, así que no tienes nada de qué preocuparte. —Para evadir el tema, Nic improvisó—: Una vez hayas escogido tu varita, te enseñaré cómo remarcarla.

—Pero...

—Es una medida de protección, Lukas —le espetó con firmeza—. En caso de que llegaras a perder tu varita, solo tendrías que rastrearla, ¿comprendes?

—Entiendo por qué el símbolo está en las varitas, pero no entiendo qué está haciendo también en...

—Solo toma una, ¿quieres? —le insistió—. Tampoco tenemos todo el tiempo del mundo.

—¿Tengo que escoger una? —dudó su hijo—. ¿Justo ahora?

—¡Pues claro!

—Pero dijiste que en cuanto tocara mi primera varita...

—¡Solo elige una y ya, por un demonio!

Por supuesto, porque a Nic le parecía una mejor idea apresurarlo que contar con el tiempo suficiente para interrogatorios, de allí que no lo pensara dos veces antes de acercar el cofre a su hijo y exigirle que seleccionara cualquiera al azar. Las demandas de su padre obligaron a Lukas a tomar la primera en la que posó la vista: una varita de superficie oscura que, por la gran similitud que tenían sus tallados con las enredaderas de una planta, había llamado su atención.

—Madera de ébano —apuntó el padre—. Su último portador fue Horst von Diederich, es... una excelente decisión. —Le dedicó una sonrisa torcida, aunque más que un gesto amable, se trató de una mueca de envidia. Aquel antiguo mago había sido reconocido desde hacía décadas como uno de los mejores líderes que la comunidad jamás hubiese tenido—. El secreto está en no separarte nunca de tu varita, a menos que la situación lo amerite.

—¿Horst von Diederich?

—Mañana mismo comenzaré a enseñarte lo del marcaje y... —suspiró Nic—. En fin, será mejor que trabajes duro y te pongas al corriente.

—Cuando dices que "me ponga al corriente" —intervino su hijo para corroborar—, ¿te refieres a que me acerque a alguna fuente de agua o...?

—No empieces con eso otra vez, ¿quieres? —le advirtió el hombre, molesto.

—Empezar, ¿con qué?

—Con esas tonterías de ser demasiado literal y todo eso —se mofó, pues el tema le parecía absurdo por sí mismo—. No estoy dispuesto a perder mi tiempo con esa clase de estupideces.

—Pero, si me explicas qué significa, puedo aprenderlo muy rápido e inclusive hacerlo parte de mi vocabulario —le aseguró el chico.

—No finjas que no tienes ni la menor idea de lo que estoy hablando.

—No estoy fingiendo nada.

—¡Claro que lo haces! —explotó su padre con hartazgo—. ¡Es ridículo simplemente creer que no entiendes el doble sentido en las palabras!

Lukas bajó la cabeza.

—No es ridículo —el murmullo se le escapó de entre los dientes—, y tampoco tienes que gritarme para decírmelo porque las palabras tienen un impacto en el estado emocional.

—Por un demonio... —Nic soltó un chasquido de lengua—. ¿Sabes qué? Ni siquiera voy a discutir contigo por algo tan patético como esto. —Sacudió la cabeza con incredulidad, levantándose del asiento con la fría firmeza que solo alguien como él podría tener—. Te quiero aquí temprano por la mañana.

—Espera, papá.

Hubiese estado dispuesto a cruzar la salida de no ser porque la intromisión de su hijo le obligó a regresar la mirada hacia él.

—¿Qué quieres ahora? —resopló.

—Acerca de los entrenamientos... No creo que pueda quedarme aquí por mucho tiempo —se opuso el chico con firmeza—. Hablo en serio cuando digo que tengo que volver a Frankfurt. Le prometí a Yvonne que no tardaría en regresar.

—¿Tu amiga pelirroja?

—Sí, pero... ya no es mi amiga —rectificó Lukas—. Yvonne es mi novia.

Una leve carcajada se escapó de la boca de Nic.

—¿Tu novia? —se burló.

—Yvonne y yo tenemos una relación romántica en donde compartimos una conexión emocional —repuso el chico para dejar en claro—. Ella me importa mucho y yo le importo mucho a ella. Conocemos nuestros intereses, pasamos tiempo juntos y nos sentimos felices de describir nuestro vínculo bajo la etiqueta de "noviazgo".

—¿De qué clase de tontería estás hablando?

—Me refiero a que, hacía unos días, le pregunté que si quería ser mi novia y ella me dijo que...

—No seas ridículo, apenas tienes trece —bufó el padre con disgusto—. En un par de años, te toparás con otras niñas que te parecerán cientos de veces mejores.

—Pero yo no quiero a otras niñas —Lukas frunció el ceño, ofendido—, yo la quiero a ella.

—Tampoco exageres con eso.

—Yvonne es muy especial, especial en sinónimo de maravillosa y única —utilizó como argumento, buscando que su padre comprendiera la situación—. Por eso tuve que pedirle que aceptara ser mi novia.

—Vale, claro. —Miró a su hijo a la cara con una sonrisa irónica—. Eso fue muy valiente de tu parte, Lukas; sin embargo, por ahora necesito que te concentres en lo que realmente importa, ¿de acuerdo?

El chico ni siquiera se detuvo a pensarlo antes de responder:

—O sea, ella.

Su padre tensó la mandíbula casi de inmediato.

—¿Disculpa?

—Digo, tú y el puesto de líder en la comunidad —corrigió rápidamente.

—Me da la impresión de que estás confundiendo la realidad con no más que una fantasía, y eso puede llegar a ser bastante peligroso —le advirtió Nic—. Vas a resultar lastimado si sigues pensando que ella va a esperarte, es muy ingenuo de tu parte creer que...

—No es una fantasía, estoy seguro de que Yvonne también me...

—No interrumpas cuando estoy hablando —lo reprendió.

—Pero ¡en serio tienes que escucharme!

—No, escúchame tú a mí —le espetó con contundencia—. Ya te lo dije cientos de veces: no vas a volver a Frankfurt.

—¿Por qué no?

—¡Porque te necesito aquí! —le recordó—. ¡Todos allá afuera te necesitan!

Lukas bajó la cabeza, por completo renuente a aceptar aquello como su única posibilidad.

—Puedo ir y venir, ¿sabes? —se atrevió a añadir el chico como reflejo de su enfado—. Tenemos un mago que puede abrir portales en el espacio, existe el modo de regresar sin tener que causar mayores inconvenientes... Además de todo, no puedes hacer que me quede siempre en el mismo lugar, mucho menos cuando es importante hacerles saber a otras personas que no estamos dispuestos a abandonarlas.

—¿Estás escuchando bien cuando digo que no voy a dejar que te vayas? —reiteró el padre.

—Y yo te digo que, hagas lo que hagas, no voy a dejar que ella se quede sola en Frankfurt —Lukas también se mantuvo firme.

—Cállate y mírame a los ojos.

—No voy a dejarla, papá.

—¡Mírame a los ojos por al menos una vez en tu maldita vida! —Fue solamente así como consiguió que se obligara a sí mismo a alzar la vista—. ¿Tienes idea de lo mucho que odio que bajes la cabeza?

—No lo hago a propósito —murmuró—, mamá ya te lo había explicado antes.

—¡Cállate ya, por un demonio!

Nic caminó de un lado a otro de la habitación, llevándose las manos a la frente al mismo tiempo que se preguntaba cómo era que su hijo (antes siempre dócil y sumiso) había reunido el coraje suficiente para enfrentarlo de un modo tan insolente como ese.

—¿Qué demonios te sucede, eh? —le reprochó—. Jamás me habías desafiado de esa forma.

—Quieres separarme de Yvonne —contestó Lukas, considerando eso como un motivo suficiente para justificar su reacción.

—Más bien quiero que la reemplaces con cualquier otra chica de la comunidad.

—Ella no es reemplazable.

—¡Toda ficha es reemplazable! —sentenció Nic a viva voz, tan desconcertado por la actitud de su hijo que ni siquiera tardó unos segundos en decidirse a abandonar el despacho.

Para variar, que Lukas se atreviera a cuestionar su autoridad era una variable que en ningún momento había previsto contemplar. Una variable tan incómoda como condenable.

—¿Todo está bien, Maestro?

Nic se giró hacia el pasillo para corroborar que era Fremont quien acababa de detenerse detrás de él.

—Mi hijo es... Demonios, es igual de insistente que Isabel —balbuceó con frustración, tomando una bocanada de aire—. Llama a Philip, ¿quieres? Necesitaremos de un instructor de magia avanzada.

—Claro, Maestro.

Era un hecho: tal vez el Concejo no tendría ningún inconveniente con seguir sin pensar cada una de sus órdenes, pero Lukas... Era el imprevisto que más le tenía con la preocupación a flote.

—Oye, Fremont.

—¿Sí, majestad?

—Cuando sea momento de que Lukas herede mi puesto, querrá cambiar muchas cosas... —asumió Nic por adelantado—. No lo dejen hacerlo —le exigió—. Es una orden.

Fremont asintió con firmeza.

—No tiene por qué angustiarse, Maestro, el Concejo se encargará de eso.

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Querido lector:

Muchas gracias por haber alcanzado el final de esta historia, espero hayas disfrutado de ella tanto como yo disfruté escribiéndola.

Por el momento me encuentro trabajado en la segunda parte de la novela, la cual encontrarás en mi perfil de Wattpad.
¡Cada semana tenemos capítulo nuevo!

Por otra parte, te invito a votar, comentar y recomendar este libro si te ha gustado la historia. Estaré encantada de saber tu opinión, cada comentario me ayuda mucho a mejorar como escritora.

Muchas gracias, compañero lector
Atte. Valeria Roe

Para complementar tu lectura: ya se encuentra disponible la playlist de "Mi secreto es inhumano" en YouTube. Encontrarás el link en mi perfil.

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