el cielo negro
Está claro, este cuerpo no es mío, este aire que respiro no es mío y esta sensación de vigilancia y tensión tampoco. Y sin embargo todas las sensaciones me llegan como mías, no puedo separarlas de mí. Por algún motivo estoy aterrado, rectifico: el cuerpo en el que estoy está aterrado. En éste instante todo está oscuro, el suelo es negro y el cielo también. Poco a poco van apareciendo los brillos de las cosas. Muy lentamente, como lo hacen algunas bombillas de bajo consumo. Es otra vez un paisaje muy parecido al que vi. La luz empieza a aparecer desde el suelo y se refleja en todas las cosas.
Con la llegada de la luz descubro qué mis ojos estaban concentrados en una persona, si es que la puedo llamar así. Se va iluminando poco a poco junto al resto. Es un adulto, o eso creo. El pelo de las cejas es largo y lo pasa por detrás de las orejas, unas orejas afiladas. Con la poca luz que hay queda claro que su piel es pálida, tirando a rosácea. La forma de su cara es angulosa y los ojos son más grandes de lo normal. No hay señales de pelo ni en la barba ni en los brazos. Su ropa es un material extraño, opaco pero sin textura. Como si el mismo aire se encargará de bloquear la vista.
Parece igual de alto que yo. Bueno, que el yo que no puedo controlar. Creo que ha estado discutiendo conmigo. Su expresión es fría y no me quita la mirada ni un segundo. Me da la sensación que me está incriminado algo.
Fijándome ahora más en mi cuerpo descubro que está preparado para salir corriendo. Creo que no quiero saber nada de este sujeto. Me doy cuenta de que ahora puedo escuchar los ruidos. Quizás hablen con palabras, ¿Las entenderé?.
Sin ningún detonante, ni ninguna señal mi cuerpo empieza a correr.
Viento espeso, rojo, amarillo y ocre por todos lados. Me siento como si fuese un simple animal que actúa por instinto.
Creo que en esto mis sensaciones me engañan.
Despierto en un hospital. Mis padres y mi hermano están en mi habitación. Por lo visto me he desmayado al lado de la carretera y, de alguna manera, me he roto la rodilla. No me lo han querido explicar. Solo me han dicho que voy a tener que estar en cama una temporada.
La verdad es que no sé porqué mis padres están aquí. Ojala se vayan rápido. Tengo mucho en lo que pensar.
Mi habitación no es nada del otro mundo. Paredes blancas, ventana corredera y, como algo diferente, en lugar de un cuadro hay un dibujo en la pared que tengo en frente. Es de un gris pálido y de línea gruesa. Consiste en barco con líneas estilizadas. Parece un logo más que un dibujo.
Parece que Laura no sé ha enterado de mi accidente. Ojalá tarde algunos días.
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Me despierta un gran dolor en la rodilla, será que el efecto de los calmantes ha disminuido. Casi de manera automática vuelvo a sentir la presencia ajena. Creo que a partir de ahora le llamaré "el espía" aunque no tenga ni idea de si es alguien algo o nada... Me gusta poner nombres. Ésta vez dura poco tiempo. El tiempo que tardan las enfermeras en ponerme la bolsa de dolotil.
Empiezo a acostumbrarme "al espía" y eso es algo que me asusta un poco. Pensándolo bien, si me he adaptado a los susurros, ¡A qué no me puedo acostumbrar!
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Me encuentro en una especie de cueva. La luz emana de todas partes y no identifico el material. Es una luz tenue de un color ocre que sale desde unas paredes con tonos azulados.
Es un lugar muy solitario. Mi cuerpo parece relajado por primera vez en mucho tiempo. Estoy en una postura bastante extraña, las palmas de la mano abiertas y mirando hacia arriba. La espalda recta apoyada en una pared y erguida, la cabeza relajada y semicaída. Las piernas estiradas.
Las sensaciones ésta vez son de entusiasmo e incertidumbre.
Al cabo de un rato mi cuerpo se empieza a mover, va con sensación de victoria, se acerca a una parte arenosa de la cueva. Cojo un palo y empiezo a dibujar en la arena.
Parece que dibujo una especie de barco
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