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Epílogo



La vida.

La muerte.

Ambas son tan diferentes, pero a la vez tan iguales. ¿Por qué? Porque una no puede existir si la otra tampoco. No es complicado de discernir, es así de simple.

Con respecto a la muerte, la mayoría de las personas la ven como algo aterrador, de la que quisieran huir o evitar a toda costa, pero que lamentablemente las termina hallando en cualquier lado, por más que se oculten. Es el ciclo de la humanidad; nada es para siempre. Pero otros, simplemente se dejan llevar por lo efímera y hermosa que es la vida; esperando con calma el día que la muerte toque su puerta, diciéndoles que ya es hora de partir de la manera más silenciosa o tal vez impactante. La verdad es, que nadie sabe si la muerte es dolorosa o satisfactoria; y lo sabremos hasta el día que sea nuestro turno.

Skyler Newton estaba en medio de ambas perspectivas. Miraba la muerte como algo evasivo y a la vez sabía que tarde o temprano acabaría estando frente a ella.

A pesar de que ella había decidido quedarse en San Francisco a retomar sus estudios con normalidad luego de la muerte de dos personas que tanto amaba, echaba de menos la vida en Vancouver. A sus nuevos amigos más que nada. Clark, Eros, Jack Malí, Hannah, Dexter, sus colegas que conoció en el retiro, a todos, incluso al estúpido rubio Aiden y un poco a su padre, el doctor Robert. Pero ella no pertenecía a ese tipo de vida. Ella pertenecía a San Francisco junto a su familia y a... Dem.

Terminó exitosamente su carrera universitaria después de tantos meses y lo celebraron en grande. Tanto Eros y Jack Malí se dejaron venir desde Canadá para celebrarlo con ella. Y entre los dos, le obsequiaron un coche nuevecito del año, recién salido de la agencia y una cabaña en Escocia, totalmente a su nombre; y le reservaron boletos de avión todo pagado de ida y vuelta a ella y a toda su familia para ir a conocer su nueva casa en aquel maravilloso país al que tanto había anhelado ir.

No obstante, su vida estaba dando progresos positivos.

Mientras todos se hallaban en la cabaña de Escocia celebrando el cumpleaños número veinticinco de Skyler, ella recibió un correo electrónico en el que decía que una casa editorial estaba muy interesada en su historia de asesinos y que les encantaría muchísimo dialogar con ella al respecto en la ciudad de Washington en dos semanas.

-Oh por Dios...

- ¿Qué ocurre, corazón mío?

Demian dejó su copa de vino en la mesita del centro y se inclinó hacia ella con interés.

-Una editorial quiere publicar mi historia de asesinos—le señaló la lap top. Él alzó las cejas con sorpresa.

- ¡Felicidades! te dije que escribes excelente, cariño. ¿Y qué más te dijeron? –se mostró muy interesado.

-En dos semanas quieren hablar conmigo en Washington, ¿será que voy? –estaba dudosa.

-Es la oportunidad de tu vida. Además, tú no quisiste que Jack o Eros te ayudaran a publicar tus libros, querías hacerlo por medio de tu esfuerzo y ese correo es el fruto de todo lo que has hecho—le recordó.

-Lo sé, pero, ¿y si me quieren estafar? –se mordisqueó el pulgar con nerviosismo.

-Iremos juntos a la cita con esa editorial, no te preocupes. Por el momento, si así lo deseas, podemos mantener en secreto esto hasta que sepamos con exactitud si hablan en serio, ¿te parece?

-Me parece perfecto—aceptó.

-Y ahora, Skyler, si me disculpas, tenemos que ir a seguir celebrando afuera. Hace una noche bellísima detrás de esas ventanas y puerta; y se me hace una falta de respeto perdernos de una buena velada bajo el cielo estrellado de Escocia, con su clima excelente—le tendió la mano, dándole el último sorbo al vino de su copa.

La chica esbozó una sonrisa genuina que dejó anonadado a su novio por un momento.

-Tú sí que sabes cómo conquistar a la misma chica durante mucho tiempo.

Desde luego, las dos semanas de tranquilidad en la cabaña de Escocia pasaron de manera rápida, poniendo en expectación a Skyler, quién sopesaba si asistir a esa cita en Washington o turistear, aprovechando que se hallaba en esa ciudad con Demian, observando las calles transitadas antes de cruzar hacia el otro extremo, donde el majestuoso edificio de la casa editorial se hallaba.

-Vamos por el éxito—le dijo Demian al oído y le dio un breve apretón de manos. Ella se estremeció. Estaba muy nerviosa.

- ¿Crees que de verdad estén interesados en mi historia? Hay muchas obras mejores que la mía.

-Podrá haber mejores obras, pero tu autenticidad te hace ser única en tu especie. Tienes una mente extraordinaria, que logras trasmitir tus sentimientos a través de las palabras plasmadas en una hoja de papel o de manera electrónica—se limitó a acariciarle la mejilla con ternura y Skyler suspiró.

Demian Say era el único que podía quitarle los nervios o el miedo en cuestión de segundos.

-Si ellos te ponen condiciones que no sean benéficas para ti, que se vayan al carajo. Esta no es más que la primera puerta de oportunidades que tendrás en tu vida, no te des por vencida, porque yo estaré siempre contigo, justo aquí—le señaló el corazón—apoyándote. No lo olvides.

Cerró los ojos unos segundos, deleitándose con su cercanía y el aire fresco de la mañana la hizo sentir bien. Cuando volvió a abrirlos, él ya no estaba. Se había ido, y esta vez para siempre.

Sonrió con tristeza y a la vez con felicidad y nostalgia.

¿Quién iba a imaginar que, el chico al que tanto odió desde su infancia, quién estuvo con ella a pesar de los problemas y golpes de la vida, se terminaría marchando poco después de su tía?

Y no, no de una enfermedad mortal como el cáncer; sino por un accidente que por supuesto, él no provocó.

Al año y seis meses del fallecimiento de Gabrielle Brown, Skyler fue expuesta a un brutal accidente en San Francisco, cuando volvía de la universidad. Ella no sabía que Demian la iría a traer, y cuando lo vio de repente del lado opuesto de la calle, no dudó en correr hacia él para abrazarlo, pero desafortunadamente, el destino tenía otros planes para ambos, o quizá para ella. ¿Quién puede saberlo?

Un coche salió de la nada y lo último que Skyler vio antes de desmayarse del susto fue a Demian acelerar su nueva motocicleta para evitar que el vehículo le pasase encima.

Gracias al amor que le tuvo por más de una década entera, ese chico pelinegro decidió sacrificar su vida para que ella viviera. ¿Acaso ese no era el acto de amor más grande?

Los días volvieron a ser oscuros para ella, él la salvó, quedando así en coma por varios meses, hasta que finalmente, partió.

No obstante, a pesar de que sintió que no lo soportaría, lo hizo. Por el amor tan grande y todo lo que él le brindó, lo logró. Le dolía el corazón no tener ya a dos personas que amaba, pero, ¿Qué podía hacer? ¿Renegar a Dios? ¿Renegar a la vida? No.

Lo que hizo fue alzar la cabeza y continuar; puesto que tenía no solo un ángel cuidándola, sino dos.

Aunque tardíamente se había dado cuenta que la vida no era un sitio en el que todos estaban destinados a ser feliz, ella tenía la opción de seguir adelante y hacer sus días felices y alegres con la menor cosa que el mundo le regalaba a casa segundo, como atesorar los recuerdos, los momentos mágicos y hermosos de las personas que pasan a tu lado de forma efímera y fugaz. Y comprendió por fin, que la esencia de la vida no se siente ni se mide en la cantidad de personas a quién hagas felices o ayudes, sino a atesorar sus consejos, sus experiencias, sus momentos, sus éxitos, sus desgracias, TODO; y principalmente estar conscientes que, de una manera u otra, disfrutar de los breves instantes que el universo nos otorga junto a esa o esas personas especiales, porque nunca sabremos cuando será la última vez que los veamos sonreír.

Algunas personas solo llegan a tu vida por tiempo limitado y logran dejarte huella en el alma.

-Tía Gabrielle, Dem—miró al cielo, enjuagándose las lágrimas—por ustedes haré de mi vida el mejor momento, ya que ustedes dos fueron mis dos supermodelos personales. Aunque me gustaría que me enviaran una señal de que todo lo que estoy haciendo está bien y que voy por buen camino. Mándenme a la persona indicada para que me ayude a sobrellevar su ausencia—clamó con el corazón en la mano y se mordió los labios, negándose a llorar.

Cruzó la calle y entró al edificio de la casa editorial. Se registró con la recepcionista y subió al cuarto piso a través del elevador.

Y de pronto, el gafete se le deslizó hasta el suelo, se inclinó a recogerlo y en el momento justo que se erguía, alguien más entró al pequeño cubículo.

Podría ser casualidad o el destino, ya que desde la partida de Demian, jamás volvió a tener mucha comunicación con él, puesto que no pensó necesario o prudente frecuentarlo después de esa tragedia. Y como si hubiera sido la primera vez de conocerlo en persona, tragó saliva y se acomodó el cabello.

- ¿Skyler? ¿Skyler Newton? ¿Mi Skyler?

Ella sonrió ante su tonto y patético comentario. Él también estaba sorprendido y anonadado.

-Sí, soy Skyler—dijo, sonriendo—pero no tuya, Clark.

Clark Ravel esbozó una sonrisa, su estúpida y seductora sonrisa que la hizo sentir extraña. Y el corazón le dio un vuelco cuando él le acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja.

-Tal vez el destino nos unió por alguna razón, ¿no crees?

-Tal vez—coincidió.

Las puertas del elevador se cerraron por fin y ascendieron hasta el cuarto piso.

[HAY EPÍLOGO ALTERNATIVO, DESLICEN AL SIGUIENTE]

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