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|LA NARRATIVA VUELVE A MANOS DE SKYLER NEWTON|

Ensimismada por el universo de emociones que había presenciado y sentido en ese fin de semana, logré sobreponerme de lo que implicaba haber recibido una carta de Demian luego de tanto tiempo de separación y ausencia.
Mauro y Weasley me habían susurrado que las personas que habían deseado que les hubieran dado cartas realmente lo hicieron; así como me pasó a mí. Y comencé a sospechar que todo estaba fríamente calculado.

Nos agarramos nuevamente de las manos con el sobre a nuestras espaldas para escuchar lo que Lena y Adolf tenían que decirnos.

-¿Verdad que ha sido hermoso?-dijo Lena. Muchos aún seguían sollozando pero con una gran sonrisa-a esto se le llama haber caído rendidos a los pies de nuestro Señor Jesucristo. Y cómo ya han experimentado toda clase de emociones, es su turno de hacer que Dios experimente lo mismo, escuchando sus oraciones en silencio y puestos de rodillas, en posición se oración.

Los guías se las ingeniaron para acomodar cojines debajo de nosotros para que pudiéramos ponernos de rodillas y orar.

Arrodillados; cerramos los ojos y comenzamos a orar mentalmente.

Luego de orar en silencio, nos condujeron a un comedor enorme porque íbamos a tener una comida decente en esos dos días.

-Para concluir este maravilloso retiro, les tenemos preparada una comida exquisita-escuchamos decir a Lena.

Me acomodé entre Mauro y Wes en la mesa.
Eran tres mesas grandes unidas con cubiertos y platos de porcelana.

-¿Somos alguna clase de reyes o algo así?-bromeó Mauro y Wes le dio una patadita por debajo de la mesa.
-Tal vez es una manera de disculparse con nosotros por hacernos llorar-susurré y eso provocó risitas entre los tres.
-¿Y qué será que nos darán de comer, aparte de sándwiches?-preguntó Weasley entre risas.

Guardamos silencio cuando Adolf, escoltado de los demás guías, hizo acto de presencia. En sus manos llevaba un enorme pavo horneado con verduras asadas como adorno. Los otros guías llevaban otros platillos en sus manos con destreza. Y me pregunté por qué no me di cuenta de que se la habían pasado cocinando mientras nos hacían llorar y también con qué frecuencia lo hacían.
Era extraño y a la vez hermoso.

-¿Ustedes no van a comer con nosotros?-preguntó alguien al final de la mesa.
-Nosotros tenemos nuestro propio lugar para comer. Ustedes disfruten-dijo Lena cuando dejó las bebidas junto a la comida-a las siete en punto estaremos abordando el autobús, pero antes podrán ir por sus cosas y cambiarse de ropa si gustan.

Y dicho eso, nos dejaron a solas con aquellos manjares.
-Vaya, si hubiera sabido desde el principio que nos darían esta exquisita comida, no lo hubiese pensado tanto-rio Mauro y estuve de acuerdo con él.

Dimos las gracias a Dios y atacamos la comida como pelones de hospicio.

Había comenzado con fervor a devorar una de las piernas del pavo con alegría, pero a medida que iba pasando la carne por mi esófago, mi mente voló al pasado, a cuando Demian me acechaba y yo lo detestaba; y luego se saltó a cuando me besó por primera vez en la vida en el puente de San Francisco.

Parpadeé y de pronto sentí que me ruborizaba.

-Estás ruborizada, ¿en qué piensas?-Wes me pinchó la mejilla con el dedo antes de darle un mordisco a su papa asada.
-En nada...-negué con la cabeza, sintiendo el ardor del rubor en mis mejillas-el pavo está delicioso, ¿no?

El cambiar de tema me iba mal, pero Weasley no hizo ningún comentario al respecto.

-¿Y vas a hacer siempre una fiesta cuenta de tu cumpleaños el martes?-me preguntó Mauro. Y le di gracias al cielo por su interrupción. Wes centró su atención en él, inclinandose sobre la mesa para poder verlo mejor.
-No lo sé. Aún no tengo claro que haré. Planeaba pasar un rato mi cumpleaños con Eros, ya saben, está en prisión. Pero fuera de ello, no tengo idea-me encogí de hombros.
-¿Qué te parece si salimos los tres ese día o el miércoles? Digo, para celebrarlo-opinó Wes.
-Suena excelente ese plan-concordó Mauro y ambos voltearon a verme para mi aprobación.

Me limpié la comisura de mis labios con una servilleta, le di un sorbo a mi bebida y después esbocé una sonrisa.

-Por supuesto-dije.
-¡Sí!-exclamaron ambos chicos y yo reí por lo bajo.

Me agradó muchísimo la idea de tener más personas en mi vida a los que pudiera llamar amigos.

La comida estuvo más que deliciosa y me di cuenta que ya no me cabría ni un solo bocado más, y al parecer a mis nuevos amigos tampoco.
Weasley amenazó con vomitar si miraba algún trozo de pavo más o papas asadas.
Y Mauro tuvo que reprimir la risa y tragar lo que tenía en la garganta.

-Es cómo nuestra última comida, ¿no creen?-bromeó.
-Sí, pero ya hemos muerto en esas reflexiones, así que sería nuestra comida de resurrección-rieron ante mi comentario.

Minutos más tarde, pudimos asearnos. Nos dividieron: hombres por una habitación y mujeres en otra.
No nos dejaron ducharnos, pero al menos cambiarnos de ropa.
Me quité los jeans y me enfudé uno limpo, junto con una sudadera encima de un suéter. Busqué torpemente el perfume que había llevado y me puse un poco. Algunas chicas me pidieron un poco y las rocié entre risas.
Fuimos al baño una a una para lavarnos la cara, dientes y darnos una mano de gato a nuestro desastre de cabello.

Cerciorandome de que me miraba un poco menos deprimente, fui a reunirme con las demás féminas, en la estancia de siempre.
Corrí a situarme entre los chicos y estos me sonrieron.
Ellos también se habían arreglado un poco y cambiado se ropa.
Weasley se miraba realmente bien con aquellos jeans negros, playera roja y encima una chaqueta negra, muy atractivo. Me guiñó el ojo cuando se dio cuenta que lo estaba examinando. Me ruboricé y aparté la mirada hacia Mauro. Él solamente se cambió de suéter y se había puesto uno similar, pero de distinto color. Esbozó una sonrisa en mi dirección y solté una risita.

-Ya nos hacía falta aseo-murmuró Wes cerca de mi oreja.

Riéndonos, pusimos atención a las siguientes indicaciones por parte de los guías.
Y dentro de mí, una alegría se extendía cada vez más, a cada parte de mi cuerpo. Me sentía bien, realizad y excitada.

Y suponiendo que Adolf, Lena y los otros guías mantenían una sonrisa aún más grande de lo normal, lo cual no auguraba nada bueno. Y no fui la única que lo notó.

-¡Más reflexiones!-gimió Mauro por lo bajo y reí.
-Ya es lo último-musitó Wes, dándose cuenta que Adolf nos miraba con interés a los tres-mantengamos la calma, ¿está bien? Unas horas más de llanto no nos va a matar-dijo entre dientes y percibí un dejo de sonrisa en sus labios mientras le devolvía la mirada a Adolf.

-Bien, el punto de esto es que vamos a recibir todos un regalo sorpresa-argumentó Lena Simpson con ímpetu.

Un murmullo enorme se hizo presente y los guías se encargaron de callarnos.
Todos teníamos curiosidad. ¿Qué tipo de sorpresa nos darían ahora?

Mauro, Wes y yo nos enviamos miradas confusas.

-Vaya, más sorpresas-dijo Mauro y alzó las cejas-ya he tenido suficientes. No logro imaginar otra más, ¿ustedes?-se volvió a nosotros.
-Tampoco-negué con la cabeza.
-Quizá nos lleven a casa-añadió Wes con las comisuras de sus labios hacia abajo y encogido de hombros.

-¡Todos acomodense bien en círculo, cierren los ojos y cuando digamos que los abran, los abren!-gritó Lena. Obedecimos al instante.

Por instinto, los chicos me agarraron de las manos y cerramos los ojos.
Creo que así nos dábamos ánimos, apoyo y fortaleza. Era como si entrelazando nuestras manos, una fuerza sobrenatural nos mantenía fuertes; o al menos eso era lo que yo sentía estando con ese par.

-A ver, ¿a ustedes les gustaría que algún familiar, amigo o persona especial estuviera justo aquí, justo ahora?-preguntó Adolf y di un respingo. Mi respiración se aceleró un poco, pero luego me calmé. La única persona a quién menos esperaba ver era a Demian Say, con su maldita sonrisa adorable o tal vez a Eros Rabanne. Había tenido suerte de que Clark lograse haberse contactado con ambos para hacerme una carta motivacional.

-¡Sí!-coreamos al unísono con muchos nervios.

Tras una pausa, la voz de Lena surgió con más potencia que Adolf.

-Bien. Entonces...-alcancé a escuchar el sonido de pasos ligeros de bastante gente uniéndose al recinto y retuve el aliento en mis pulmones-¡Abran los ojos!

Obedecí. Pero no me permití hacerlo lentamente como los demás. Abrí los ojos de golpe, esperando ver a nadie realmente. Y entonces ahí fue donde por poco colapso y me voy de espaldas, de no haber sido por Mauro y Weasley que me sostuvieron en mi sitio.

Se me llenaron los ojos de lágrimas y un nudo enorme se alojó en mi garganta, haciéndome incapaz de hablar. Emití un jadeo y me solté de los chicos, porque ellos también habían quedado impactados con sus propias sorpresas.

Me tambalee y llevé mis manos a la boca para ahogar el llanto.
Y sin más, me lancé a los brazos de Eros.
Sí, a los brazos de Eros Rabanne. Él levantó por encima de su cabeza un ramo de Tulipanes amarillos, y me sentí mareada.
Sus hermosos y aterciopelados ojos verdes me miraron con ternura al momento que me recibió con un gran abrazo.
Salté como una niña pequeña y él tuvo la fuerza para cargarme en sus brazos.
Ceñí mis brazos alrededor de su cuello con fuerza, para cerciorarme que era real y no un truco.
Se había cortado el cabello y la barba. Y lucía realmente guapísimo como siempre.

-¡Eros!-chillé en su pecho y no dejé de llorar.
De fondo, escuché muchos sollozos y gritos de alegría.

Profundizó el abrazo, rozandome los tulipanes en la espalda, pero no me importó.
Aquel momento era mágico. No podía creerlo.
Era un sueño. Un sueño hermoso.
-¡Estás aquí!-gimotee, aún sin soltarlo. De hecho, no planeaba hacerlo porque tenía el temor de que, si lo hacía, él desaparecía.
-Mi hermosa Skyler, aquí estoy-besó mi frente cuando por fin logramos separarnos. Ambos teníamos la cara llorosa y roja. Él se miraba hermoso con el rostro húmedo, en cambio yo, debía parecer una indigente.
-¿Cómo es posible?-balbucee-se supone que salías en noviembre.
-Si se trata de ti, muevo cualquier influencia, cariño-volvió a abrazarme y me sentí nuevamente segura.
-Te he echado de menos y no esperaba verte hoy-sollocé, mirándolo a los ojos-tienes que contarme todo los detalles de como es que estás aquí.
-Será luego. Ahora mismo tú eres la protagonista de este momento-dijo con su sonrisa de ensueño y me tendió los tulipanes-para ti. Te mereces más, pero aún no he tenido acceso a mi cuenta bancaria, por eso te traje este humilde presente de momento.
-¡Me encantan!-me apresuré a decir, abrazando el ramo y agarrandolo de la mano.

Nos limpiamos la cara y volvimos la atención hacia Adolf y Lena, quiénes observaban todo el panorama.
Los demás estaban abrazandose por más tiempo, reconciliandose con sus antiguos familiares.
Miré a Weasley y vi que un joven, mayor que él con los mismos rasgos, lo abrazaba con mucho amor. Debía ser su hermano.
Luego fijé la vista en Mauro y alcé las cejas. Una chica hermosísima lo tenía apresado entre sus brazos y lo miraba con ojos de corderito. Debía ser su novia o algo así.

Suspiré con júbilo y recargué la cabeza en el hombro de Eros. Él recargó su cabeza junto a la mía.

-Fue algo complicado traerles la sorpresa, pero gracias a Dios resultó bien lo planeado-dijo uno de los guías-las personas que han venido a verlos fueron específicamente elegidas porque sabemos que son parte fundamental de sus vidas. Y espero les haya gustado esta pequeña y humilde sorpresa que les preparamos.
-¡Ha sido la mejor sorpresa de toda mi vida!-gritó Weasley, abrazando a su hermano mayor con orgullo. El joven sonrió apenado sin soltarlo.
-Gracias por agradecer, muchacho-le dijo Adolf con suavidad, dejando a Wes perplejo, puesto que el rubio desde el inicio se comportó como un imbécil-y ahora hay que empacar, porque en una hora partiremos hacia la Iglesia.

Comenzaron a disperarse y enseguida Weasley y Mauro arrastraron a sus familiares para presentarmelos.
Eros arqueó una de sus cejas.

-Te presento a mis dos amigos que hice en este retiro-comencé a decir, señalando a cada uno-él es el Weasley Oxford, y este es Mauro Watts-sonreí-y chicos, él Eros Rabanne, mi tutor legal y el padre que nunca tuve.
Eros estrechó la mano de los dos y de sus invitados con mucha elegancia; y luego volvió a abrazarme con aire protector.

-Un gusto conocerlo-dijeron al mismo tiempo con singular alegría.
-Mira, te presento a Skyler Newton, una chica asombrosa que conocí aquí mismo-dijo Weasley a su hermano. Yo le di la mano amablemente.

El muchacho era idéntico a Weasley, sólo que con rasgos más duros.

-Thomas Oxford, un placer-dijo estrechando mi mano con una sonrisa en sus labios-agradezco que hayas entablado una amistad con mi pequeño hermano.
-Oh, no es nada. Es un placer-dije con una risilla.
-¡Eh!-dijo Mauro para captar mi atención-cariño, te presento a mi estimada amiga Skyler Newton.
-¡Hola!-dije y la chica enseguida me echó los brazos al cuello con mucho entusiasmo. A pesar de ello, Eros no apartó el brazo y también fue abrazado.
-¡Un gusto conocerte, Skyler! Yo soy Ruth Ceibas.

Las presentaciones fueron genuinas y permanecimos juntos, incluso para subir las mochilas al autobús.
Y aproveché un breve lapso para hablar tranquilamente con Eros en lo que mis amigos hacían lo mismo con sus respectivos invitados.

-Tienes que contarme exactamente como es que te dejaron salir de prisión-sisé. Y aferré los tulipanes a mi pecho.
-Se suponía que saldría en noviembre, ¿no?-asentí-pues Clark movió cielo, mar y tierra para que llegáramos a un acuerdo. Así que el juez-miró a todos lados con vehemencia-por debajo del agua, ordenó mi liberación a cambio de medio millón de dólares.

Atónita, entorné los ojos.
-¡Eso es...ilegal!-musité.
-Lo es. Pero el juez está pasando por una crisis y ese dinero lo necesitaba con urgencia; así que no se negó. Además, parte del dinero no la pagué solo yo, sino que Clark contribuyó, Jack y De...
-¿Y...?
-Y De... ante mano se lo agradecí porque gracias a ello, pude venir a verte.
-¿Ya no volverás a esa sucia celda?-se me quebró la voz.
-Ya no más, cariño. Ya no más-me envolvió en sus brazos y estremecida, dejé fluir un llanto silencioso que él arrulló con ternura-ya estoy contigo otra vez, linda. No tienes de qué preocuparte. Me haré cargo de ti con más fervor y no dejaré que nadie te haga daño.

Ahora que tenía a Eros conmigo, no deseaba marcharme todavía.
Ese lugar era estupendo y estar con él era lo que necesitaba para disfrutarlo aún más; pero órdenes eran órdenes.
Nos acomodaron en fila y nos condujeron a la salida, donde los guías se encargaron de vendarnos los ojos uno a uno.

-Eros...-susurré en medio de la oscuridad de la tela que cubría mi campo visual.
-Yo te seguiré de cerca. No te preocupes-le oí decir antes de que su voz se opacara por los demás.
De pronto, sentí unas manos suaves en mi espalda y salté del susto.
Era Weasley. Podía apostarlo.
-Yo te cuidaré en su lugar-dijo. Y me relajé.
-Oh, chicos, están atrás de mí. Ya me había espantado de que estaríamos separados-añadió Mauro delante de mí.

Le palmee el hombro y sentí que asentía con la cabeza, pero no estuve tan segura porque no podía ver nada.
Incluso el sol se estaba metiendo y comenzaba a oscurecer.

A tientas, y con ayuda de un guía, nos acomodaton en nuestros asientos.
No entendía el por qué de cubrirnos los ojos; y en medio de ese pensamiento, abracé el ramo de Tulipanes para sentir que aquello era cierto.

El autobús se puso en movimiento a los pocos minutos. Mi cabeza no dejaba de darme vueltas. ¿Y si todo era un truco? ¿un sueño? ¿Y si Eros realmente no estaba libre? Acaricié su obsequio y me estremecí por completo.
No, él era real. Eros Rabanne estaba en libertad y había venido a verme.

-Si tan sólo nos dejaran ver aunque sea un segundo...-dijo Mauro, a un asiento continuo al mío.
-Es parte de la dinámica-le cortó Adolf desde asientos más atrás.
-¿Y qué hay de nuestros familiares? ¿cómo vendrán tras nosotros?-preguntó Wes junto a mí con algo de insistencia.
-Ellos trajeron su propio medio de transporte; ahora silencio, por favor. Ya vamos a llegar-Adolf dio por zanjada la conversación y lo sentimos caminar por el pasillo entre los asientos.

Nadie más hizo ningún comentario hacia los guías; pero si se pusieron a cuchichear entre ellos.
Aproveché la ocasión para hablar con Mauro y Wes, a pesar de no poder mirarlos; con la finalidad de pasar el tiempo.

-Y bien, Mauro, no nos contaste nada de Ruth-dije con un tono pícaro. Escuché su risa y sonreí.
-Tiene razón Skyler. Dijiste que te iba muy mal en ese aspecto de la vida. ¿De qué nos perdimos?-inquirió Wes.
-Verán... a Ruth la conocí en mi empleo de ahora. Ella resultó ser mi jefa de departamento, ¿descabellado, no? Me gustó desde que la vi, pero ella ya estaba a punto de casarse con otro. Ante aquella horrible situación; dejé mi gusto hacia ella por la paz. Pero un día, mientras caminaba a medianoche rumbo a casa, alcancé a escuchar unos gritos femeninos cerca de un callejón-su voz era suave, pero seria-entonces corrí sin miramientos a la cúspide del caos y vi a Ruth forcejeando con su propio prometido. El tipo, literalmente, quería abusar de ella sexualmente-bajó la voz-y sin pensarlo dos veces, le di una paliza a ese desgraciado. En ese entonces, meses atrás, me gustaba mucho usar anillos con adornos puntiagudos y le destrocé la cara-rio por lo bajo-así que semanas después, fui su consuelo. Arrestaron al sujeto y comenzamos a salir. Y ahora es mi novia.
-¡Vaya! Una historia de amor muy hermosa-apuntó Wes.
-¿Y no dijiste que tu jefe te recomendó venir a este retiro? ¿Entonces fue Ruth la que te dijo?-pregunté.
-No. Ruth es mi jefa de departamento, aparte es mi jefe, jefe de todos los jefes del sitio donde trabajo-explicó-y me cayó de maravilla.
-Me alegro mucho por ti, Mauro, mereces ser feliz-dije.
-Habíamos tenido una riña entre Ruth y yo, y es por eso que, quizá, la trajeron como sorpresa.
-Es lo más hermoso del mundo-susurré-que un retiro espiritual te haya hecho bien y que haya solucionado tus asuntos personales. Ojalá me pasara lo mismo a mí.
-Puede que suceda-replicó Mauro-tal vez Demian Say llegue a la iglesia a recibirte.
-No creo-dije, aunque esa idea me estremeció-Clark hizo lo posible para sacar a Eros de prisión y darme esa sorpresa. Y también se encargó de que Demian me enviara una carta desde lejos y no creo que se haya tomado la molestia de viajar de San Francisco para acá solo por el retiro.
-Si de verdad amas a una persona, y aunque estén separados, cualquier distancia desaparece con tal de estar juntos-recitó Weasley en mi oreja.

Ahogué un suspiro y asentí, pero no porque estuviera de acuerdo, sino para que mis amigos no insistieran más en el asunto; ya que con tener a Eros conmigo era la sorpresa más maravillosa del mundo.

Con todas lágrimas derramadas, con todas aquellas emociones y sentimientos que fui capaz de sacar y darme cuenta que existían dentro de mí, me di cuenta que en general, mi vida había sido pausada en algún punto de ella; y que no podía hacerla avanzar, solo regresar y ver solamente los momentos malos y tristes. Haber asistido un fin de semana a reflexionar mi existencia, me ayudó a quitar esa pausa y hacer avanzar nuevamente mi vida. Y aunque significaría ya no pensar en Demian Say otra vez para no sufrir de los bellos recuerdos.

Y gracias a que me había quedado sumida en mis pensamientos, el viaje no fue tan largo como esperaba.
Y cuando vine a darme cuenta, el autobús se detuvo y escuchamos la voz de Lena Simpson desde los asientos delanteros.

-Ya hemos llegado y cada guía los ayudará a bajar con cuidado-informó.

Oscilado a la idea de que probablemente me caería bajando del autobús, me aferré del brazo de Mauro y caminé detrás de él con inseguridad. Un guía se hizo cargo de mí y solté a mi amigo.

-Muchas gracias-le agradecí. Pero este no me respondió y suspiré. No obstante; no me soltó. Afianzó fuertemente mi mano y lo sentí extrañamente familiar su calidez. No era Eros, lo sabía; pero, ¿quién podría ser?

Mandé a la goma mis preguntas y dejé que aquel guía me dirigiera hacia el interior de la Iglesia.
Había mucho silencio y me pregunté dónde estaría Eros en ese instante.

Caminé acompañada firmemente por ese guía y me soltó hasta que estuvo lo suficientemente seguro de que no me caería. Abracé con más fuerzas los tulipanes y me centré en agudizar más mis oídos.

-¿Dónde está Skyler?-escuché la voz de Weasley en alguna parte, lejos de donde yo estaba.
-¡Weasley!-exclamó Mauro, más lejos.
-Tranquilos chicos, estoy cerca-les dije y percibí que se apresuraron a acercarse, pero terminaron derribando a varias personas.
-¡Ay!-gritaron y yo estuve a punto de reírme al imaginarme la escena, pero apreté los labios en cuanto Adolf hizo acto de presencia.
-¡A sus lugares, ustedes dos!-los reprendió y Mauro y Wes refunfuñaron, tal vez volviendo a su lugar. No supe bien.

Cinco minutos después, las voces de los guías me sobresaltaron. Y de pronto alguien intentó quitarme mis tulipanes y me negué a entregárselo.
-Chica, solo es por un momento-era Lena y aflojé las manos, dandoselo-en un rato te lo devuelvo.

Asentí.

Sentía una leve irritación en las orejas a causa de la tela y suspiré. ¿Cuánto más tenía que aguantar con los ojos tapados?

-Última dinámica-todos resoplamos-ya, ya. Esta vez es la última, mis queridos amigos-informó Adof. Atentos, vamos a comenzar.

Alcancé a escuchar leves murmullos, pero no éramos nosotros. Me encogí de hombros y puse atención.

Entonces, de la radio, comenzó a hablar una voz grave de hombre con un fondo de música instrumental y triste.
Una reflexión.
La última reflexión.
El último llanto.
El momento de la verdad.
Y la reflexión era del Amor, del Amor en general. Desde el amor fraternal, amor de pareja y el amor de la amistad.

De nuevo ese estremecimiento y el nudo en la garganta cuando comenzó a hablar sobre el amor incondicional de la familia, el cual iba más allá de solo mimos, sino de apoyo y pilares que te sostienen para que no decaigas en ningún momento crucial.
A mí lado alguien soltó el primer sollozo, seguido de otro más.
Apreté los labios y me obligué a calmarme.

En mis ojos danzaban las lágrimas, a punto de rodar por mis mejillas o ser absorbidas por el pañuelo que tenía encima.

De repente; sus palabras tocaron el amor de pareja.
Tensa, me mordí los labios.

"A veces somos tan ingenuos de pensar que esa persona especial va a permanecer junto a nosotros para siempre, solo por el hecho de que somos lo que más aman. No tenemos el derecho de herirlos, ni ellos a nosotros..."

Di una bocanada de aire profunda y parpadee, alejando las lágrimas, pero estas cayeron por mis mejillas y a su paso humedecieron el pañuelo.
Comenzó a temblarme el labio inferior y a sentir escalofríos.

"La persona que pasará el resto de su vida a nuestro lado, es aquella que a pesar de los conflictos, y rupturas, regresará con nosotros porque nos aman y están dispuestas a intentarlo una vez más..."

Y ahí fue donde me uní al sinfín de sollozos de los que no podían ni con su alma, así como yo.

Siguió hablando después de la amistad y sonreí un poco.
Y al término de la reflexión, Adolf interrumpió.

-Bien, ahora quiero que piensen en las personas que más aman en el mundo y que quieran abrazar y decirles cuanto las aman en este preciso instante.

En mi mente, la primera persona que apareció fue Demian Say. Vi su imagen sonriendome y sacudí la cabeza. Tenía que haber pensado en mi madre, en Clark, pero no. Amaba a mi madre y quería a Clark; pero a quién deseaba ver, abrazar y decirle cuanto lo amaba era a Demian Say.

-¡Abran los ojos, quitense la venda!-ordenó Lena.

Obedecí.

Los ojos me ardieron y miré al frente.

Sentí que mi corazón se había parado y me quedé de piedra.
Apresurada, me froté los ojos para distinguir con claridad.
Había más personas, pero él era el que me importaba.

Solté un grito y caí de rodillas al suelo, lamentandome.
Las lágrimas quemaban mis mejillas y era incapaz se pensar con claridad.
No podía creer lo que estaba mirando.

Unos mocasines vino llenaron mi campo de visión en el suelo y una mano familiarmente cálida, sostuvo mi barbilla y me obligó a levantar mi mirada.
Nuestras miradas se encontraron.

Los míos se quedaron fijos en los suyos y sentí que algo dentro de mí surgía.

-Discúlpame...-logré articular en un balbuceo.

Se arrodilló frente a mí y me limpió las lágrimas con los pulgares.
-No tienes por qué pedirme disculpas. Estoy aquí porque quiero recuperarte y porque te amo-sus ojos color chocolate me demostraron seguridad y amor puro, tal y como siempre lo había hecho y yo jamás supe valorar.

Bajé un poco el rostro, incapaz de verlo y él se inclinó a posar sus labios sobre los míos.

Y ahí fue donde le eché los brazos al cuello.
Donde inhalé su perfume que tanto añoraba sentir. Donde sentí su fuerte cuerpo junto al mío, dándome la seguridad que había perdido.

Ahí fue donde me di cuenta que lo amaba realmente a él.

Demian Say me correspondió al abrazo y me cargó en sus brazos, dándome otro beso y colocando un ramo de rosas rojas en mis manos.






[Si fuera otra escritora, diría FIN, pero no jajaja.  Pero en serio, ya falta poco para el final y me gustaría muchos votos. Espero hayan disfrutado el capítulo]

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