Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

48


Hablamos alrededor de quince minutos sin parar, hasta que escuché los pasos de Clark acercarse a donde yo estaba y contuve la respiración.

-Voy a usar el sanitario de la habitación de Eros—dijo Clark sin emitir sonido. Asintiendo, le di la espalda y me encaminé a la sala nuevamente.

- ¿Estás sola en el departamento? —escuché a Demian preguntar.

-Sí, se puede decir que sí. Eros está en su habitación—mordí el interior de mis mejillas ante la mentira.

-Pensé que ibas a ir a entrenar con Ravel.

-No. Hoy no. Tuvo unos problemas familiares y pospusimos el entrenamiento.

-Uhmm...

-Demian.

- ¿Sí?

- ¿Vendrás para el día de mi cumpleaños?

-Para ese día ya estaré allá, cariño. Y la pasaremos en grande.

-Cumplir veintiún años no es algo que se deba festejar en grande—mascullé por mi vejez.

-A veces pienso que llevas dentro el alma de una anciana—rio.

-Yo también lo creo—reí.

Diez minutos después, escuché la voz de su madre llamándole a distancia y tuvimos que despedirnos.

Prometimos hablar al día siguiente sin falta y me dejé caer en el sofá con incertidumbre.

- ¿Ya colgaste? —preguntó Clark, corriendo por el pasillo hacia donde yo estaba.

-Sí.

- ¡Qué bien!

- ¿Disculpa? —alcé las cejas con desdén.

-Es que... ¡Hay un gato callejero en la habitación de Eros! —gritó con desesperación y se acercó a la puerta. Tenía el rostro sudoroso y respiraba con agitación.

- ¿De qué hablas? Eros no tiene mascotas—lo miré con cara de pocos amigos.

Él, ensimismado, asintió.

-Eso lo sé, pero si te digo que hay un felino ahí dentro, es porque es cierto—insistió con los pelos de punta.

-Bien—sentencié—¿y qué habría de malo con qué hubiese un gato metido ahí?

-Le... le tengo fobia a los gatos—dijo con voz mecánica.

-No es posible—me burlé—los gatos podrán ser extraños, pero no le hacen daño a nadie, a menos que los molestes.

-De niño tuve una mala experiencia con uno, el cual me dejó un leve trauma de por vida.

-Deberíamos solucionarlo en este momento—interpuse.

- ¿A qué te refieres? —me miró con desconfianza.

- ¡Sacaremos a ese gato del departamento! —argumenté con mucho entusiasmo.

Y vi como de una manera extraordinaria, el rostro de Clark perdió color y adoptó un tono verdoso.

-Lo mejor será ir a casa. Ahí estaré seguro—se dispuso a abrir la puerta, pero le bloquee el paso.

-Te pareces a Ranma ½, él también tenía una extraña fobia a los felinos–arrugué la nariz.

- ¡¿Quién no les temería a los gatos, si estos te arañaron alguna vez hasta dejarte casi muerto?!

-De acuerdo—aplaudí con determinación—voy a ir a sacar al intruso.

No esperé a que me siguiera; pero lo hizo. Caminó detrás de mí como un niño asustado y yo simplemente me reí.

Abrí la habitación de Eros y entré, con él pisándome los talones.

- ¿Dijiste en el baño?

-No vayas. No es una buena idea—titubeó.

Ignoré sus intentos de detenerme y me abrí paso al baño.

Entré fugazmente y hallé, junto a la regadera, un diminuto gato en el rincón. Estaba sucio y temblaba. Era color mostaza con líneas blancas en todo el cuerpo y para ser un animal, tenía unos lindos ojos azules que me observaban con terror.

-Por el amor de Dios, Clark—sisé—es solo un gato bebé y aparte está aterrado. De seguro cayó de la ventana del baño.

- ¡Es salvaje! Traté de ayudarlo y me arañó—se quejó y dejó al descubierto una pequeña raya roja en el dorso de su mano.

Rodé los ojos y me acerqué al gato.

-No te voy a hacer nada. Simplemente quiero ayudarte, ¿okey?

Realmente a mí no me gustaban los gatos, pero aquel felino necesitaba ayuda. Estaba muy desnutrido y quizá moriría si no lo rescataba.

Yo mil veces prefería a los perros.

Pensé que como el gato era bebé, sería muy fácil sacarlo de ahí, pero me equivoqué.

Ni si quiera logré acercarme del todo, cuando el animal comenzó a maullar con desesperación y a erizarse.

- ¡Aléjate de él! —gritó Clark a mi espalda y el gato emitió un gruñido espeluznante antes de correr hacia a mí y lastimarme el pie con sus pequeñas garras antes de desviarse a la habitación.

- ¡Estúpido gato! —mascullé con rabia y me froté el rasguño.

- ¿Te hizo daño?

-No. Mejor vayamos por el animal antes de que haga algún tipo de desastre en la habitación.

Asumiendo toda la responsabilidad, me abrí paso fuera del baño con Clark pisándome los talones y siendo de ninguna ayuda, ya que se había agazapado detrás de mí con terror.

Cerramos rápidamente la puerta de la recámara y revisé con sigilo cada rincón de la estancia, obligando a Clark a cooperar también a su manera mientras sostenía un zapato de Eros en alto a cada paso que daba.

-Estás siendo muy ridículo—le espeté de mal humor.

- ¿Ridículo? ¿yo? –bajó el zapato y lo lanzó a alguna parte, y de pronto, escuchamos el gritito del gato, que había, tal vez, recibido el golpe del zapato.

-Creo que lo has matado—gruñí y fui en busca del animal.

No obstante, la sensación de que todo acabaría mal si molestaba nuevamente al gato me inmovilizó.

Quedé un momento de pie, estática, evaluando la situación en silencio.

-He hallado la mejor solución a todo esto—acoté.

- ¿Cuál? —quiso saber Clark con cautela.

Me volví hacia él, esbozando una sonrisa forzada y recargué una mano sobre su hombro.

-Larguémonos de aquí y enviémosle un mensaje a Eros acerca del gato. Él sabrá qué hacer en estas circunstancias.

Clark asintió y salimos corriendo de la habitación, dejándola cerrada para evitar que saliera el animal.

Entré a mi recámara fugazmente para ponerme una ropa apropiada, guardé mi teléfono y las llaves, y sin más, abandonamos el departamento.

Una vez fuera de ahí, abordamos el Jeep de Clark y nos alejamos rotundamente de ese felino.

Y sin querer, hice reír a Clark Ravel todo ese día, ayudándole a olvidar el gran problema familiar que tenía encima.

Comimos en una cafetería y estuvimos ahí hasta que Eros nos llamó al anochecer, anunciándonos que había logrado sacar al gato con éxito del departamento y que ya era seguro volver; pero, en lo personal, yo no quería regresar todavía, o al menos en ese momento, en el que estaba pasándolo realmente espectacular con Clark.

Él reía, yo reía.

Él decía estupideces, y yo no me quedaba atrás.

Y me di cuenta que esa sensación de felicidad y tranquilidad jamás la había sentido con nadie, es decir, con nadie que no fuese Demian. Y comprendí que eso que estaba sintiendo era el significado de la amistad.

¡No deseaba que ese día terminara!

-Entonces aún no quieres irte—sentenció Clark, leyendo mi mente.

-La verdad es que no—confesé, arrugando la nariz—estoy tranquila en este momento y quiero permanecer así un poco más, ¿te molesta?

-En lo absoluto. Yo tampoco quiero marcharme todavía e ir a casa.

- ¿Y no te gustaría dormir en el departamento de Eros? Hay habitaciones disponibles.

-Gracias por la oferta—sonrió levemente y dejó de jugar con la cucharilla dentro de su taza de café para mirarme—pero no quiero que Eros se entere de eso. Él conoce a mi hermana y se supone que esa noticia es familiar, nadie más sabe.

-No tienes porqué contárselo a Eros.

- ¿Y qué clase de excusa puedo usar para que me permita quedarme bajo su techo?

-Dile que peleaste con tus padres y quieres meditar tranquilo en la noche—añadí con desdén.

-Es inteligente. Huele la verdad a kilómetros de distancia—bromeó.

-Eso es verdad—reí—es imposible mentirle a Eros.

Recargué mi cabeza en el cristal de la enorme ventana de la cafetería en busca de alguna mejor excusa, cuando de pronto, a través del rabillo del ojo, alcancé a percibir un movimiento rápido y dentro de ese movimiento, noté ciertos mechones de cabello color rojizo de dos personas al entrar por la puerta principal del local.

Humedecí mis labios, tratando de verme lo más casual posible y ver si solo había sido producto de mi imaginación y postré la vista en la puerta automática que se abrió en ese preciso segundo.

Anonadada, dejé de respirar un instante al ver claramente como Bob Young, el socio pelirrojo de Eros entraba a la cafetería acompañado de otra persona, que al parecer era su hijo porque ambos compartían el mismo color de cabello. Y no era cualquier chico, sino justamente el chico que Clark había molestado en esta misma cafetería y que por ases del destino resultó ser gay y luego le robó un beso de la manera más dramática en un callejón.

Yo no me equivocaba al suponer cosas. Después de todo tuve razón al pensar que ese chico pelirrojo tenía relación con el maldito socio pervertido de Eros.

- ¿Pasa algo, Skyler? –Clark se inclinó hacia a mí con el rostro preocupado.

-Será mejor que ninguno de los dos se mueva—inquirí entre dientes y bajé la mirada a mis manos. Moví la cabeza ligeramente hacia un lado, formando una cortina con mi cabello y evitar que mi cara se mirara a la distancia.

Por muy ridículo que pareciera, sentí como si me encontrara dentro de una historia de criminales, como en mis libros y me puse nerviosa, ya que, si eso ocurriera, había una probabilidad del cien por ciento que no habría ningún asesino sexy que mataría a todos por mí. Lo que realmente pasaría era que yo terminaría con una bala en la cabeza.

-Dime qué pasa—insistió Clark, molesto y volteó a ver a todos lados como idiota.

- ¡Harás que nos maten o algo peor! –chillé y lo agarré de la mano, tirando de su brazo y posteriormente, su cabeza se inclinó a mi altura y aproveché a susurrarle: —acaba de entrar a la cafetería el chico gay que te besó la vez pasada—Clark se tensó—y no es todo—articulé con ansiedad—el socio pervertido y pelirrojo de Eros, Bob Young, vino con él. Creo, creo que son parientes.

La tensión de Clark incrementó y se relamió los labios, pensativo.

-Salgamos de aquí—siseó sin moverse. Su nariz rozaba la mía y nuestros ojos se habían encontrado.

- ¿Cómo? –pregunté en un hilo de voz. Tenía miedo.

- ¿Logras verlos? –murmuró, acomodándose lo suficiente para abrazarme y colocar uno de sus brazos frente a mi rostro, cubriéndome.

Mediante algunas hebras de cabello que aún "cubría" mi rostro, me animé a echar un vistazo.

Barrí toda la cafetería en su esplendor y los hallé.

-Están al otro extremo de la cafetería. Lejos de la puerta—le informé.

Volví la mirada a Clark y vi cómo se debatía dentro de sus pensamientos.

-Si yo salgo primero, el chico me reconocerá—dijo y yo asentí—y si tú sales primero, el viejo asqueroso te verá.

- ¿Y si salimos juntos?

-Nos reconocerán, pero no podrán salir tras nosotros porque hay mucha gente.

- ¿Cuál es el plan?

-Salir juntos y luego correr, ¿de acuerdo? Dejé el Jeep del otro lado de la calle.

Ambos asentimos, listos para ejecutar nuestro plan tan poco viable, cuando, de repente, la silueta de alguien junto a nuestra mesa nos hizo titubear y alzar la mirada con horror.

Mi corazón, que había comenzado a latir con mucha fuerza, se tranquilizó un poco al ver el rostro de Dexter Jackson frente a nosotros.

-Por Dios—se burló de los dos—parece como si hubieran visto a un fantasma.

-Tienes que ayudarnos a salir de aquí—graznó Clark entre dientes cuando Dexter recargó su peso en una sola pierna y se cruzó de brazos.

- ¿En qué cosas guarras andan metidos ustedes dos? –añadió con malicia.

-Ojalá fuesen cosas guarras—espetó Clark, mirando de reojo a la mesa del socio de Eros—pero en serio, necesitamos salir de aquí de la manera más discreta posible.

-A ver, ¿podrían al menos explicarme qué pasa?

-Lo haremos, Dexter. Pero ahora no—dije.

-Vine con mis padres a celebrar el cumpleaños de una tía—nos explicó con aburrimiento—y como quería ir al sanitario, pasé por aquí y los vi. Así que, si quieren salir de aquí sin que nadie los vea, caminen a la par de mí mientras yo reviso dos cartas del menú a modo de abanico.

-Qué plan tan más miserable—siseó Clark.

-Es todo lo que tengo—resopló Dexter, indignado.

-Solo hagámoslo y ya—dije alterada.

La torpeza siempre era mi mayor aliada cuando se trataba de hacer las cosas bien y esa noche no fue la excepción.

Hicimos todo lo que Dexter nos explicó y terminé arruinándolo, aunque lo bueno de ello fue que logramos salir rápidamente de la cafetería sin ser vistos por ese par de pelirrojos de mal gusto y subirnos al Jeep.

Clark se dedicó a conducir en círculos por un buen rato antes de llevarme al departamento de Eros con el pulso agitado.

A pesar de que no teníamos la culpa de habernos encontrado a esos sujetos, nos sentíamos extrañamente culpables.

Eros nos esperaba con su sonrisa de siempre en el sofá. Caminé hasta él para sentarme a su lado, pero me detuve al tiempo que el gato, del que habíamos huido Clark y yo, bostezaba en sus piernas y ronroneaba bajo sus caricias.

-Santo cielo—le oí decir a Clark detrás de mí.

- ¿Por qué el gato sigue aquí? –quise saber, alejándome de ambos.

-Descubrí que no tiene a donde ir—observó Eros, besando al gato en la cabeza—así que decidí bañarlo y hacerlo miembro de este departamento, ¿acaso no es hermoso? –alzó al gato y nos lo acercó.

- ¿Quieres decir que vivirá con nosotros a partir de hoy? –entorné los ojos y él asintió—pero tiene gérmenes.

-Lo llevaré al veterinario mañana y le pondrán vacunas y esas cosas—dijo, como si no fuera algo serio.

-Creo que ya es hora de marcharme—dijo Clark con determinación. Ni si quiera se atrevió a decir algo sobre quedarse esa noche, sino que simplemente me dio un beso en la frente y se despidió con la mano de Eros y tampoco dejó que yo dijera algo al respecto.

Escuché el rugido del motor de su coche al irse en medio de la noche fría.

- ¿Te divertiste? –interrogó Eros, dejando en libertad al gato.

Alcé los pies cuando este pasó cerca y vi a Eros menear la cabeza en negación, tratando de no reírse.

-Sí, un poco—me encogí de hombros, sin apartarle la vista de encima al felino, quien se había plantado debajo de donde yo estaba—Eros, aleja a ese animal de mí, por favor.

-Uy, qué mal genio—rodó los ojos y se inclinó para llamarlo—ven, Solovino.

El gato se apartó de mí y corrió a los brazos de Eros al escuchar su peculiar nombre.

- ¿Solovino? —repuse con sarcasmo.

-Sí, ¿Qué tiene?

- ¿Por qué le pusiste así?

-Porque solo vino—se echó a reír.

- ¿Eh?

-No captaste el chiste—dejó de reír y suspiró—le puse "Solovino" porque realmente vino solo, nadie lo llamó y tampoco lo traje.

-Oh—asentí, apretando los labios—es muy extraño y salvaje. Me rasguñó cuando intenté sacarlo.

-Déjame ver tu herida—colocó al gato en el sofá y se acercó a mí.

-No es nada.

-Déjame ver tu herida—repitió con autoridad y no tuve otra opción más que obedecer.

Quitó uno de mis tenis y alzó un poco mi pantalón a la altura de mi pantorrilla para evaluar el diminuto rasguño.

Sin embargo, nos llevamos una sorpresa: No era un simple rasguño, sino que me había abierto la piel unos dos centímetros y la sangre que emanó, lo absorbió la tela del pantalón.

-Es salvaje, ¿lo ves? –repliqué.

- ¿Cómo es que pudiste andar como si nada con esta herida? –me reprendió con enfado.

-No pensé que fuese para tanto—reconocí.

-Se te puede infectar, por Dios, Skyler—gruñó, poniéndose de pie con cólera.

Suspiré contrariada y me dejé caer en el sofá, en espera de su presencia, puesto que fue por el botiquín hasta el baño.

Quedé a solas con el estúpido gato y este comenzó a jugar con mis tenis, a lo que tuve que quitárselo a la fuerza.

-No toques mis cosas, tonto—le espeté.

Eros regresó a la sala con el botiquín en sus manos y se sentó en la alfombra para curarme.

- ¡No! –le gritó al felino cuando intentó subirse a sus piernas y tocar mi herida—aléjate, Solovino.

Observé con cansancio los movimientos de Eros al limpiarme la sangre seca y ponerme alcohol encima. Me ardió un poco, pero fue reconfortante, ya que cualquier microbio se había esfumado gracias a eso.

Al final, Eros cubrió la lastimada con una gasa y vendas.

Estuve un rato recostada en el sofá hasta que él me obligó a ir a la cama a descansar, pero llevándome casi en sus brazos para que el gato no me tocara, gesto que le agradecí.

Por ningún motivo se me permitió ir al gimnasio por parte de Eros en los días siguientes, y a pesar de que Clark quería visitarme, el gato era un factor grande que no lo dejaba.

Estuve "reposando" en cama varios días hasta que le informé a Eros que era hora de comprar los boletos de avión y alistar mi maleta para ir San Francisco.

Él se hizo cargo de todo y llamó a Clark para avisarle que nuestro vuelo salía a las siete de la mañana del día 22 de febrero. Clark quedó en que vendría al departamento para que Eros nos llevara a la hora estimada.

-Estoy segura que no me dará tiempo de arreglar mis cosas, Eros—me quejé. Eran las diez de la noche del 21 de febrero y yo todavía no tenía listo mi equipaje.

- ¿Por qué eres tan pesimista? Yo me haré cargo. Lo único que debes hacer es descansar y ya—musitó, revisando los cajones con mi ropa.

-Bien, dejo todo en tus manos. Le mandaré un mensaje a mi madre para que mañana nos recoja en el aeropuerto.

-Eso suena genial. Hazlo. Deja que me ocupe de tus cosas—sonrió, y se acercó a besarme la frente.

Al finalizar el mensaje hacia mi madre, quise quedarme despierta un poco más, pero el sueño fue más fuerte que yo y me dormí.

-Eh, pequeña, Skyler.

La voz de Eros me resultaba lejana. Era como un murmullo en un sitio silencioso, donde yo no era capaz de agudizar mejor el oído para escucharlo.

-Despierta, Skyler. Se te va a hacer tarde para el vuelo.

En cuanto pronunció la última palabra, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, haciendo que mis ojos se abrieran y entrara a la realidad.

-Wow, tranquila, tranquila—colocó sus manos sobre mis hombros y me apartó el cabello de la cara—con calma, por favor. No te precipites.

Asentí, y cubrí mi boca para bostezar, antes de darme cuenta que Eros estaba bien duchado, vestido y perfumado.

-Espera, ¿acaso dormiste algo anoche? –le pregunté con los ojos estrechados.

Él rio y se puso en pie.

-No dormí nada, pero tu equipaje está listo—señaló la enorme maleta que se hallaba en un rincón—también el desayuno.

-Ay, Eros. Debiste dejar que te ayudara—titubee y salí de la cama.

-Estoy bien. No dormir una noche no va a afectarme en nada, créeme; y mejor date prisa para que salgamos de aquí a buena ahora. Recuerda que Clark vendrá y no querrás que te vea en piyama—se burló, revolviendo mi cabello desaliñado.

Esa mañana fue la más atareada de toda mi vida. Eros resultó ser un maniático con la puntualidad y la elegancia, puesto que se tomó la molestia, por no decir descaro de elegir mi atuendo para mi vuelo, a pesar de que en dos horas pisaría mi ciudad.

Desayuné arduamente, echándole un ojo al gato y otro a mi plato.

Tiempo después, me hallaba sentada en el sofá con mi maleta cerca de la puerta. Eros optó por esperar a Clark en el porche.

-Ya es hora de irnos, pequeña. Clark ya está aquí—escuché a Eros decirme y decidí levantarme para agarrar mi equipaje, pero él fue más rápido.

Esa mañana hacia demasiado frío y acepté ponerme uno de los tantos abrigos que Eros me regaló para no congelarme.

Al salir al porche, vislumbré a Clark metiendo su maleta en el coche de Eros y al segundo que se percató de mi presencia, me regaló una sonrisa tímida y yo no pude evitar darle el visto bueno a su ropa y a él mismo.

Le levanté el dedo pulgar y a continuación, dejó la maleta en manos de Eros para acercarse a mí corriendo. Subió el porche y se inclinó a besarme la mejilla con toda la confianza.

Acomodó unos mechones de cabello que caían sobre mis ojos detrás de mi oreja y luego se quitó la bufanda al verme tiritar, poniéndola alrededor de mi cuello, dejando que las fosas de mi nariz se inundaran por su aroma.

-Traigo mi propia bufanda—murmuré, sin saber qué decir o cómo reaccionar.

-Ahora mismo la necesitas. Estás temblando.

-Gracias, te la devolveré al rato.

-Quédatela. El color azul rey te queda—sonrió y Eros lo llamó para que lo ayudara.

Minutos más tarde, nos encontrábamos rumbo al aeropuerto.

Era absurdo, pero tenía muchísimos nervios de llegar a casa. Eran las 6:20 am y nuestro vuelo aparentemente era a las 7, pero siempre salía una o dos horas después, por lo que me relajé. Todavía tenía tiempo de ponerme nerviosa.

Aproveché a enviarle un mensaje a mi madre diciéndole que ya iba rumbo al aeropuerto para que no se le hiciera tarde de ir a recogernos y luego me animé a informarle a Demian sobre mi viaje antes de que se enterara por otros medios.

Era obvio que se enfadaría, pero, ¿Qué podía hacer? No era culpa mía, sino de Eros Rabanne y Jack Mali.

El mensaje que le envié decía simplemente:

"Amor, voy a ir a San Francisco a ver lo de mis papeles de la universidad. Estaré ahí una semana más o menos. Clark Ravel viene conmigo. Sí, lo sé, es algo que no quería. Pero Eros y Jack se negaron a acompañarme. Así que descuida, recuerda que te amo solo a ti."

Los dedos comenzaron a temblarme cuando mi teléfono empezó a sonar desde un número desconocido que yo conocía.

-Demonios—mascullé entre dientes, sabiendo que probablemente Demian quería saber la razón de por qué Clark venía conmigo y contesté de inmediato para que discutiera con Eros de ser necesario.

Respiré hondo y deslicé el dedo sobre la pantalla.

-Amor—saludé.

-Eros ya me tenía al tanto del viaje—fue al grano. Lo que me sorprendió fue que no se escuchaba enfadado.

-Ah, ¿sí? –me llevé una mano a la frente y noté un movimiento de cabeza por parte de Clark desde el asiento delantero.

-Sí.

-Al parecer lo tomaste con calma—susurré.

-Claro—añadió, cortante y frío, y supe que no tenía ni una sola pizca de calma.

-Estás enojado. Lo sé—resoplé.

-La verdad, no—dijo con serenidad, que me provocó escalofríos—también pensé que me enfadaría, pero no. Confío lo suficientemente en ti como para ponerme celoso del chico que has amado desde hace más de un año y que ahora se ha fijado en ti; y además es un maldito modelo canadiense sexy. ¿por qué no lo tomaría con calma?

-Ahí vamos de nuevo—repliqué—te quejas de mi paranoia y también actúas como yo.

- ¿Hasta cuándo pensabas decírmelo? Al parecer ahora mismo.

- ¿Desde cuándo estabas al tanto del viaje?

-Desde que lo decidieron—graznó.

- ¿Sabes qué? Les diré que no iré a ninguna parte para que no te pongas celoso—gruñí—después de todo yo no necesito la universidad en este momento...

No obstante, una mano me arrebató el teléfono y ni si quiera me dio tiempo de quitárselo de vuelta.

-Dame el teléfono, ¡Por favor, Clark! –exclamé, asomándome entre los dos asientos delanteros.

Pero él hizo una mueca y se llevó el teléfono a la oreja bajo el escrutinio de Eros.

-Voy a acompañar a tu novia a San Francisco porque no puede ir sola. Y nadie más podía hacerle compañía, solo yo—le dijo de sopetón a Demian—además, ella no estuvo de acuerdo y lo aceptó a regañadientes porque sabía que reaccionarías salvajemente.

No escuché lo que Demian le replicó, pero asumí que algo sarcástico porque Clark rio secamente, listo para contraatacar.

-Te daré un consejo, de modelo a modelo—dijo Clark, aclarándose la garganta. Aguardó un segundo y luego continuó—disfruta tu estadía en Estocolmo y da lo mejor de ti en ese comercial que harás. Y ya que lo hayas hecho, vuelve a Vancouver, porque aquí estará esperándote Skyler. Ella no se irá a ninguna parte, de eso me encargo yo.






100 VOTOS Y CONTINUO. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro