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IV


ENRIQUE


          Ella se baja del mueble y yo me separo de su cuerpo. Nadie menciona de la comprometedora pose y yo decido no pensar más en el tema, no parece ser algo tan importante.

          Finalmente, las puertas son abiertas por dos guardias desde el exterior y yo entro al extenso salón. Grandes paredes tocando el techo a lo alto, y en el centro del salón hay tres personas, sin contar los guardias. Berta se despide de mi a hacer quién sabe qué.

         Hay dos personas conocidas para mí en este salón, mi madre y mi primo, que apesar del tiempo se sigue viendo exactamente igual, tal vez tenga el rostro más marcado dando así un aspecto maduro pero su sonrisa burlesca no la perdió. El chico a su izquierda es extrañamente, pequeño, y lo describo como extraño porque al lado de mi primó es algo pequeño.

          La diversión comienza apartir del rostro molesto de mi madre.

          ─ Madre, compañía ─ Saludo deteniendome en la mirada de la reina ─ Primo Enrique... ─ La emoción por acercarme no se hizo esperar y él tampoco, ya éramos dos jóvenes maduros y sabíamos las consecuencias, no eramos tontos niños inocentes como hace un par de años donde nos escabulliamos del palacio para ir al río y meternos completamente desnudos.

          ─ Princesa, Leo─ Lo interrumpí, yendo hacia él y apretarlo en un amistoso abrazo. Él y yo tenemos casi la misma altura, antes él era mucho más alto pero he pegado un estirón.

         La reina carraspea, incómoda y jala al muchacho.

          ─ Hija, mira te presento a Jericó, es el hijo más joven de la familia real de Lotaringia.

          ─ Princesa, es un gus-gusto poder cono.. cerla. ─ El muchacho se inclina en una venia, normalmente debo dar la mano y recibir un beso pero ese saludo no va conmigo.

         Enrique me suelta luego de un último apretón a mi cuerpo y paso a observar al muchacho. «Es el chico del que hablaban ayer mi padre y mi madre..» Es pequeño, ojos redondos negros y muy expresivos, piel blanca con puntos en sus mejillas y labios rechonchos, Jericó es tierno. Extrañamente tierno. Y su forma de hablar lo comprueba más.

        ─ Es un agradable muchacho, ¿No, Leonor? Además, es muy inteligente y según escuché quiere llegar a ser general. Es todo un niño muy valiente y con un futuro espléndido. ─ Jericó luce avergonzado con la innecesaria presentación de parte de mi madre. Luego, su atención va dirigida a mi primo. ─ Y Enrique, sobrino mío. Un año en el extranjero, habrás conocido a muchas personas y aprendido mucho allá afuera. Ustedes tres deberían charlar y conocerse un poco, son jóvenes diviértanse.. ¡pero no mucho!─ Antes de irse ella se acerca a mi y tira de mis ropas con agresividad, bajo una falsa sonrisa. ─ Y tú...más tarde hablaremos de esto. Eres mi hija y yo tu madre, no puedes seguir desobedeciendo mis palabras.

        ─ Lo seguiré haciendo el tiempo que sea necesario hasta que entiendas que no me pondré uno de esos ridículos vestidos, madre.

          ─... No arruines esto. Deberás llevar uno de ellos a tu fiesta de cumpleaños. ─ Dice, con voz baja y apretando sus dedos en mi brazo. No me hace daño pero aún así es molesto no poder quitarla. ─ ¡Muchachos! Me despido.

        El silencio reina después de su partida, y parece ser algo incómodo para Jericó que juega con sus dedos sin saber qué hacer o decir. Yo sonrió ante ello y le echo una mirada rápida a Enrique.

          ─ Esto es... ¿Una cita para compromiso?

           ─ Eso mismo. ─ Le respondo a Enrique.

          ─ No sabía que buscabas marido. Llegué ayer del extranjero y lo primero que me dice mi mamá es que la Reina me ha invitado al palacio. ¿Sabes la cara que puse? ¡La reina me había invitado! Solo esperaba que no estuvieras dentro de una tumba ya. Pero esto, es algo turbio, Leo. No hay nada debajo de esas ropas que no haya visto y sinceramente no me apetece ver de nuevo.

        No lo soporté más y mis carcajadas rompen el ambiente. Mi primo es, tan directo y simple. Demasiado directo y revelador. Los tres tomamos asiento en el fino sofá acolchado.

          ─ No te preocupes, y no tendrás que ver nada. Tengo un plan, Enrique. Y necesito tú ayuda, pero luego hablaremos de eso. También quiero saber como te fue en el extranjero, necesito que me cuentes todo. Y tú, Jericó.

          ─ ¿ah, sí?

          ─ Eres el hijo menor, ¿verdad? Eso quiere decir que como hijo menor no tendrás mucho derecho al heredar el trono y otros cargos especiales. Entonces, ¿qué haces aquí? Pretendías que yo, la princesa heredera y futura reina, ¿acepte tu compromiso para así tener un cargo mucho mayor que tus hermanos?

          Lo vi dudar, pero era algo que debía hacer. Lo había pensado, tal vez este niño pueda ayudarme en el futuro o tendría que casarme con él, por ningún motivo me casaría con mi primo.

        ─ Es verdad... Yo, soy-soy el menor de todos mis hermanos y so-somos muchos. Y aunque qui-quisieran, no me darían un cargo... Ten-tengo, tengo problemas para hablar. ─ Eso tenía sentido, un hijo con algún problema físico era aborrecido entre sus familias, algo exagerado y cruel, pero era la realidad. Jericó es tartamudo, pensé que era extremadamente tímido. ─ Yo sabía a lo que venía, us-usted nunca aceptaría a alguien como yo... Seré la bu-burla entre mis hermanos.. Que vergüenza, que vergüenza...

         Sentí un empujón de parte de mi primo y suspiré, no se me daba bien levantar el ánimo a los demás.

          ─ Yo no veo que tengas algún problema para ejercer un cargo, vienes de una familia real. Y no aceptaré este compromiso no por tu culpa, Jericó, ¿Acaso miras que soy una princesa ordinaria? Claro que no. Y aún así lucharé por mi herencia, porque nadie más aparte de mí será la reina. ¿Quieres ser el general? ¿Verdad? Entonces regresa a tu reino y prepárate, porque tienes una gran competencia. Jericó, trabajarás para mí. Regresarás con tu familia muy feliz y cuando pregunten, les dirás que todo salió a la perfección y asistirás a mi cumpleaños. Cuando llegues, irás directamente con tu sastre, el de más confianza y pedirás un traje para ti, una talla más grande. ¿Entendido? Vendrás a la fiesta una hora antes y dirás que yo personalmente te invité a pasar y le darás el traje a mi primo. ¿Te quedó claro? Confía en mí.

          Jericó se marchó, quedando únicamente mi primo y yo en el salón. Enrique, que había estado callado todo ese rato me miró esperando o más bien, exigiendo respuestas.

         ─ No te preocupes, no lo meteré en problemas. Todo saldrá jodidamente bien.

          ─ Me voy un año y no cambias, Leo.

         ─ Tú tampoco. Olvidemos todo ese asunto y dime, ¿cómo te fue? De pronto me avisan que te fuiste y las cartas que te enviaba ninguna era respondida. ─ Me acomodo mejor, cruzando las pierna y entrelazando las manos sobre el abdomen.

           ─ Y no es como si estuviera muy feliz, no entraba la correspondencia. Cualquier carta que hayas enviado nunca salió de aquí, no me sorprende que tu madre no te haya dicho nada. Leo, estaba en una maldita guerra. No fui de vacaciones ni a conocer personas.

           ¿Qué? Eso no tenía sentido...

          ─ El país al que me enviaron estaba en guerra. No fui al extranjero a estudiar, básicamente sí pero.. A estudiar la guerra en carne propia. ─ Él prosiguió y no tuve palabras para describir el horrible sentimiento que se albergó en mi pecho. La guerra no era un juego, para nadie. ─ Y no, no fue una equivocación. Mamá lo hizo a propósito, estoy seguro de ello. El país era un desastre desde que llegué. La guerra, la guerra es algo que nunca podré olvidar. Pero no todo fue malo... Conocí a un chico.

   

            «─ Samua, un judío. Un niño prácticamente, en ese país no les importaba quién muriera si podía levantar un arma. Pero este judío podía hablar nuestro idioma, lo hicieron un intérprete. Me asignaron a él apesar de ser más pequeño, pero tenía mucha más experiencia. Samua, Samua era lindo. Él tenía sus propias creencias y se aferraba a ellas, un niño huérfano, la guerra se le había llevado todo y lo único que le quedaba era seguir luchando. Leo, me enamore. Me perdí en él, muy perdido. Pero sabía en lo que me metía y aún así no quería dejar de luchar. Le pedí que viniera conmigo... Fue una completa locura pero lo hice. Él no se negó, quería darle algo a lo que aferrarse y que no fuese la guerra pero... Ese día.. Ese día me lo arrebataron. Se ofreció, Leo, se ofreció. Le rogué, le rogué que no lo hiciera pero era terco, dijo que regresaría conmigo para el anochecer....

         ─ No regresó, ni en la noche, ni al siguiente día ni al otro.

       Se desahogo.

         Pude sentir su dolor en cada palabra mencionada, la tristeza y el rencor de perderlo todo en tan poco tiempo. Las guerra era así, te podía quitar todo lo que amabas en un abrir y cerrar de ojos. Pero me dolía, y no era algo que quería vivir en mi pueblo. No quiero más guerras, mi reino no caerá de nuevo en el placer de derramar sangre. Mantendré el legado de mi padre el rey, cueste lo que cueste. La paz debe prevalecer.

          ─ ¿... Qué sucedió con él?

          ─ Unos días después la guerra terminó, Samua había sido llevado como carnada al campo enemigo, cargando bombas en su cuerpo y cuando estuvo del otro lado explotó junto al rey, llevándose una gran parte de altos mandos.

          ─ Fue un héroe. ─ Mencioné sin pensarlo.

           ─ Un héroe que no disfrutó su gloria. ¿Sabes lo que más odio de todo esto? Nadie sabe lo que sucedió Leo. El general quedó como el héroe llevándose todo el crédito de un niño.

         ─ Maldito...

         ─ Comienzo a pensar que el amor no es para mí... Siempre algo debe suceder. Debería solo seguir el consejo de mi padre y casarme con una-

          ─ ¡Ni lo digas! Nada de eso Enrique, soy consciente de que no soy un experto en el amor pero algo que nunca debes dejar de lado son tus deseos. No rendirse. Además... Dicen que la tercera es la vencida. ─ Quería levantar el ambiente tan tenso y melancólico que se había formado.

         ─ ¿A qué te refieres?

           ─ No creas que no te miré.. Ahí con Jericó, lo miraste mucho. ¿Eh? Lo noté. Además, él no está nada mal.

          ─ Oh, no inventes. Solo me pareció alguien muy estúpido. ¿Es que acaso no lo viste?
          

        ─ Es tu tipo ─, reí ─ Un tartamudo, un homosexual y una marimacha. El trío perfecto. ─ Enrique negó entre risas y yo lo acompañé, extrañaba a mi primo. Y quiero que vuelva a ser feliz, es mi primo, mi hermano, mi familia.

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          Entre palabra y palabra, los minutos pasaron. Aún así no era suficiente para estar al corriente junto a mi primo, él tenía tantas cosas por contar y yo también. Hablamos y hablamos sin descanso. Me sentía cómoda y en paz a su lado, él y mi padre eran los único hombres que podían lograr ese efecto en mi. Él lo sabía y se aprovechaba de ello. Samua quedó como algo tabú entre él y yo, y estaba bien con eso. Pero no me cansaría hasta lograr que él fuera feliz, se lo merecía. Merecía amar y ser amado, Enrique era un chico increíble. Serio y muy frío pero con un gran corazón, cuando se enamora ama profundamente. Y no lo envidio, enamorarme no es algo que espero... Deposites de todo,

         ¿Quién se enamoraría de mí?

           Enrique se quedó para el almuerzo, pero mi padre le pidió que se quedara unos días más. Y yo estaba bien con eso.

          El almuerzo fue servido, un gran banquete sobre la mesa. Rara vez el rey comía junto a la familia, siempre estaba ocupado y ya veía ese estilo de vida en el futuro. La comida estaba pasando tranquilo, en silencio de parte mía pero el rey y mi primo mantenían una charla amena.

         La reina Esmeralda no apartaba la mirada, en cualquier momento me diría algo y lo esperaba. Pero lo esperaba un poco más tarde...

          ─ Leonor, y, ¿cómo fue la cita? Escuché de las sirvientas que Jericó se marchó temprano.

         Papá y Enrique a guardaron silencio, ordené mis ideas dejando los cubiertos en la mesa ante la atenta mirada de las 3 personas.

          ─ Jericó, el chico es alguien agradable. Sin embargo, no me casaré con él y mucho menos con mi primo. Por Dios, es mi familia, llevamos la misma sangre. Me sorprende que tú papá, este de acuerdo con mamá en esto.

         ─ No quería llegar a esto pero Leonor, no me dejas alternativa. ¡Ya estoy cansada de ti! ¡Siempre desobedeces y ahora que has rechazado al muchacho quedarás soltera! ¿¡Crees que alguien te va amar así!? ¡Es anti-natural y no pienso seguir viendo como mi única hija se pierde por un capricho!

       ¿Un capricho? ¿Anti-natural? Es gracioso saber que la persona que dice querer protegerme, es la primera en decirme aquella palabra. Pero, ¿un capricho? Esto nunca fue un capricho y al parecer ella todavía no lo entiende. Vamos, sé que no he sido la mejor hija del mundo pero.. Duele.

         ─ ¿Un capricho? Mamá, ¿un capricho?

         ─ Leonor... Cariño... Por favor es suficien-

         ─ Suficiente nada papá, ya estoy cansada. Y creo que no es justo quedarme siempre callada. Ya estoy malditamente cansada, cansada de despertar y escuchar las quejas de mamá, cansada de ver la mirada cuando visto pantalones. ─ No sé en qué momento mi voz se eleva pero mi mamá me mira con reproche y es esa mirada que tanto odio de ella. ─ ¿un capricho? ─ Repito ─ Esto nunca fue un capricho mamá, capricho es el tuyo con querer hacer lo que se antoja conmigo. ¡Yo quiero vivir mi vida no la tuya! ¡Deja de buscarme marido que no me casaré, lo haré cuando yo quiera y con quién quiera.! Es mi vida, y yo decido qué hacer con ella. Ni tú ni nadie tendrán derecho a ello.

        ─ ¡Suficiente!

        ─ ¡No! Todavía no termino papá. ─ Me pongo de pie con rapidez, empujando la silla con las rodillas en el proceso. No puedo callar ahora, no cuando ya comencé. Me tienen que escuchar, aunque tenga consecuencias. ─ No es mi culpa ser así, yo no lo pedí. Y ustedes deberían apoyarme, no dejarme de lado. ¿Cuándo han preguntado lo que yo quiero? ¿Cuándo? ¿Eh? ¿Cuándo?

          ─ Soy tu madre, tú debes obedecer-

          ─ Sí, soy tu hija, no un maldito objeto para hacer y deshacer. Todos los días a la mañana me recuerdas, « una princesa aquí, una princesa allá, por un lado, por el otro, que esto debe hacer, que esto no» ¡pues al diablo con las tradiciones! ¡No soy normal y nunca lo seré! ¿Sabes por qué? ¿Quieres saber por qué mamá?

          ─ Leonor... Cállate.

          ─ ¡Porque no me gustan los hombres! Siempre los has sabido y eres tú la que no quiere aceptarlo. ¡Felicitaciones, querida reina, tu hija es anti-natural! Y me alegro que no puedas tener más hijos, porque para vivir este estilo de vida... Es mejor morir.

         Sucede tan rápido pero me lo esperaba. Mi madre, la reina, me ha pegado, su mano arde en mi mejilla. ¿Cuántas veces han sido ya? El dolor físico no es comparado con el dolor en mi pecho.

         ─ Cállate... Cállate... Cállate..

         Sus lágrimas no me conmueven, ella es muy hipócrita y manipuladora cuando quiere.

         ─ No, falta algo. Madre, ve y busca una doncella de piel tan blanca como la nieve, ojos más oscuros que la noche y cabellos largos sedosos, que sea amable de corazón y ame al pueblo. Porque la voy a desposar. Yo decido con quién casarme, no tú. No lo olvides. ─ Suspiro, tragando el nudo en mi garganta, no dejaré que me vean débil porque no lo soy. ─ Me retiro, buenas noches, familia.

          







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