Odio a Regina, la odio con cada centímetro de mi ser.

La odio por ser perfecta, la odio por ser divertida, la odio por ser bonita, la odio porque Fred la ama, ¡La odio porque no es una Weasley y su relación no se vería mal!

Todos adoran a la maldita Regina, todos adoran su estúpida relación con Fred, ¿Y eso por qué? ¡Pues porque el idiota asegura que es la única mujer a la que ama!

Me cago en su tumba.

Por supuesto que la ama, la ama tanto que ha ido a mi hace unos días y me ha besado como si no hubiese mañana. La ama tanto que la engaña conmigo.

Y yo lo amo tanto que me dejo... soy una idiota.

Se me escapa un sollozo y hundo mi rostro contra la almohada intentando ahogarlo, no puedo dejar que sepan que estoy llorando, porque preguntarían... y yo no quiero hablar con alguien en estos momentos.

Lo que más me duele, es que hoy, nuevamente a escondidas, Fred me ha besado, me ha besado de tal manera que me sentí querida, por un instante, por un maldito instante de estupidez, me hice la idea de que él me amaba, de que no había lazos de sangre, de que éramos una pareja y estábamos a mitad de una cita.

Pero no es así, somos primos, él no me ama como yo quiero, no estábamos en una cita, estábamos escondidos porque aquello era mal visto.

Aparté mi rostro de la almohada en el momento en el que sentí que ya no soltaría alaridos. Respiré hondo, temblando.

Lily se removió en su cama, yo me quedé como piedra en la mía.

Si Lily despertaba y me veía llorando, armaría un escándalo tal, que toda la madriguera se enteraría. Él se enteraría, y él sabría que estoy llorando por él.

Me dije a mi misma idiota, una y otra vez. Tal vez si me lo repito lo suficiente, entendería que debo dejar de sentir esto hacia Fred.

Y me río de mi ingenuidad, por más que repita mil veces que no debo amarlo, simplemente no dejaré de hacerlo, porque el sentimiento se ha plantado dentro de mí, y sus raíces van muy hondo, son fuertes, no puedo sacarlo, para mi dolor, es imposible hacerlo.

Cierro los ojos, ya no estoy llorando, ya no deseo hacerlo, pero sé que volverá a pasar muy pronto, porque ese es el rumbo que tomó mi vida desde que me enamoré de mi primo. Ilusión tonta, corazón roto, llorar.

Y para iniciar de vuelta ese eterno círculo vicioso, siguiendo con los ojos cerrados, me permito imaginar una vida diferente, una donde Fred y yo podamos estar juntos sin preocuparnos por las reglas no escritas de No te enamores de tu sangre.

Podría besarlo cuando quisiera, donde quisiera, no en la oscuridad, sino en un parque, en el pasillo del colegio. Podría tomar su mano y él lo aceptaría, no se apartaría como si yo fuese una pandemia. Podría tocar su rostro, podría besar sus pecas, podría mirarlo a los ojos y decirle que lo amo, luego besarlo para demostrarle lo que sentía.

Juro que sentí sus labios sobre los míos en ese momento.

Noté que era real cuando una mano tomó mi mejilla. Abrí los ojos, Fred estaba besándome en verdad.

Se apartó, abrió los ojos, podría jurar que ellos gritaban que sentía lo mismo.

Pero todo se desvaneció como un sueño. Fred se alejó, su mano ya no acariciaba mi mejilla. Fue como si él nunca hubiese estado allí.

No logré dormir, mis labios seguían cosquilleándome.

A la mañana siguiente, se armó un gran revuelo. Yo simplemente tenía la mirada perdida, sentía un dolor que aunque no era físico, me mataba.

Fred se ha ido. Ya no está.

No hablo en el sentido de que ha muerto, hablo de que se ha ido, literalmente, a quien sabe qué parte del mundo.

Aunque esto me da náuseas, confirmo que él se fue con Regina.

¿Por qué?

¡Pues porque el idiota la ha embarazado y no quiere que el niño o su perra salgan heridos en la batalla que se avecina!

¡Maldito sea! ¡Lo odio! Me ha dejado, Merlín, ha jugado conmigo durante años y se ha ido.

Me roto el corazón, una vez más, y ahora ya no hay reparo.

Vienen capítulos cortos, son tres, se acerca el final.
Y sí... Lamento que sean cortos, pero no hay nada más que poner.