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Capítulo 3

Los días siguieron deslizándose en una rutina incesante para Mónica Rivera. Las sombras que habitaban su vida diaria se mezclaban con la creciente tensión que había surgido tras su encuentro con Javier Morales. Cada vez que cerraba los ojos, su mente volvía a esos momentos, a la seducción del peligro y la promesa de una nueva vida, pero también al recordatorio constante de lo que había dejado atrás.

A medida que pasaban las semanas, Mónica continuó con sus actividades diarias: robos, entregas, y la constante vigilancia sobre quienes la rodeaban. Su vida era una danza entre el peligro y la estrategia, y había aprendido a disfrutar de la adrenalina que le proporcionaba cada nuevo desafío. Sin embargo, la sombra de Javier no desaparecía de su mente. Era un hombre complicado, y aunque la atracción que sentía por él la inquietaba, había algo en su aura que la mantenía intrigada.

Un jueves por la noche, mientras se preparaba para salir en una nueva misión, recibió un mensaje inesperado en su teléfono. Era de Javier. "¿Te gustaría cenar esta noche? Tengo algo que discutir contigo. Algo importante."

Su corazón se aceleró ante la idea de volver a verlo. Sabía que debería ser cautelosa, que no podía dejarse llevar por sus emociones. Pero la tentación era fuerte. Respondió con un simple "Sí. A las 8 en el lugar de siempre," y sintió una mezcla de nerviosismo y emoción al pensar en lo que podría suceder.

Al llegar al restaurante, un lugar discreto en un barrio menos concurrido de San Juan, el aire estaba impregnado de aromas de mariscos frescos y especias. La iluminación suave y las mesas apartadas ofrecían la intimidad que ambos necesitaban. Mónica se sintió más tranquila al ver a Javier esperando en una mesa, su sonrisa confiada y su porte arrogante inconfundibles.

"Hola, hermosa," dijo, levantándose para recibirla. "Me alegra que vinieras."

"Siempre estoy dispuesta a escuchar buenas propuestas," respondió Mónica, tomando asiento frente a él.

La cena comenzó con pequeñas charlas, un coqueteo ligero que ocultaba las intenciones serias detrás de la cita. Morales hablaba con entusiasmo de su negocio, mencionando las nuevas rutas de tráfico y las armas que había adquirido. Sin embargo, Mónica se mantuvo atenta, buscando la razón detrás de esta reunión.

"Quiero hacerte una oferta," dijo de repente, su tono volviéndose serio. "Como te mencioné la última vez, hay un cargamento de armas que llega la próxima semana. Estoy buscando una socia en esto. Sé que tienes talento, y podríamos hacer mucho dinero juntos."

"¿Y qué hay de tus problemas?" preguntó ella, levantando una ceja. "He oído que no estás en la mejor situación con algunos de tus socios."

"Eso es lo que me hace más fuerte," respondió, sonriendo. "Sabes cómo se mueve este mundo. Los problemas son inevitables, pero también son oportunidades. Quiero que seas parte de ello, Mónica."

Mónica sintió un cosquilleo en su estómago, una mezcla de temor y emoción. La idea de asociarse con Javier la atraía, pero también sabía que significaba entrar en un mundo aún más peligroso. "¿Y si me involucro y las cosas salen mal?" preguntó. "No puedo permitirme ser una carga."

"Eres más que eso. Tienes la habilidad y la astucia. Confía en mí, Mónica. No estoy ofreciendo esto a cualquiera. Quiero que seas mi mano derecha," dijo, su voz cargada de una intensidad que no podía ignorar.

Esa promesa resonaba en su mente. La idea de tener un compañero de confianza en un mundo tan volátil era tentadora. Pero no podía dejar que la atracción por él nublara su juicio. "Voy a pensarlo," dijo, manteniendo su voz serena. "Necesito tiempo para evaluar la situación."

Javier asintió, pero sus ojos reflejaban decepción. "Entiendo. Solo no te tomes demasiado tiempo. Este tipo de oportunidades no permanecen abiertas por mucho tiempo."

Mónica sintió el peso de su mirada, la intensidad de su deseo de que aceptara. Pero había algo más en su mente, una advertencia que la instaba a tener cuidado. Los hombres como él podían ser peligrosos, y ella no podía permitirse ser una víctima.

La conversación cambió rápidamente hacia otros temas, pero Mónica no pudo evitar sentirse abrumada por la decisión que tenía por delante. Se despidieron con un beso ligero en la mejilla, y mientras se alejaba del restaurante, la confusión y la duda se arremolinaban en su interior.

A medida que los días pasaban, Mónica no podía quitarse a Javier de la cabeza. Su vida continuaba como de costumbre, pero su mente estaba en guerra. Decidió seguir con sus planes habituales, pero la propuesta seguía resonando en su mente, recordándole que estaba en una encrucijada que podría definir su futuro.

Un sábado, decidió visitar el mercado local para distraerse. Entre el bullicio de la gente, la mezcla de colores y sonidos, encontró un pequeño rincón donde vendían flores. Las flores eran un símbolo de la belleza que le había faltado en su vida, y en ese momento, Mónica sintió una punzada de nostalgia. Recuerdos de su infancia la invadieron, momentos simples que nunca había apreciado.

En su mente, revivió fragmentos de su pasado: risas perdidas, abrazos que nunca tuvo y sueños que parecían tan lejanos. Una parte de ella anhelaba volver a esos días, pero sabía que era imposible. Su vida había tomado un rumbo oscuro, y no había forma de regresar.

Regresó a casa con un ramo de flores frescas, y cuando entró, se encontró con la mirada de su padre, que la observaba desde la sala de estar. Su mirada era dura, pero también había un atisbo de curiosidad. "¿Qué traes ahí?" preguntó, señalando las flores.

"Solo algo para alegrar el lugar," respondió Mónica, tratando de desviar la atención.

"No necesitas flores, Mónica. Lo que necesitas es enfocarte en el trabajo. No te olvides de quién eres y de lo que somos," dijo su padre, su tono lleno de advertencia.

"Lo sé, papá," respondió ella, apretando los puños para contener la frustración. "Solo quería hacer algo diferente."

"Lo diferente no siempre es bueno. Recuerda que en este mundo no hay lugar para la debilidad. Y si estás pensando en involucrarte con el tal Javier, piénsalo dos veces. No te confíes. No sabemos en quién podemos confiar," le advirtió.

Mónica sintió el peso de sus palabras. Su padre tenía razón; el mundo del crimen no perdonaba, y la confianza podía ser un lujo letal. Sin embargo, parte de ella estaba intrigada por lo que Javier podía ofrecer. Tal vez el riesgo era lo que lo hacía atractivo.

Esa noche, se sentó en su habitación, rodeada por la oscuridad, mientras la luz de la luna se filtraba a través de la ventana. Con el ramo de flores en sus manos, pensó en lo que había dejado atrás y lo que todavía podía alcanzar. La lucha entre el pasado y el futuro era constante, y sabía que cada decisión que tomara la acercaría a un destino u otro.

En su mente, una imagen de Javier apareció. Su sonrisa, su confianza, la forma en que la miraba. Mónica sabía que estaba en un juego peligroso, pero también sentía que era el único camino que le quedaba por recorrer. En un momento de decisión, tomó su teléfono y escribió: "Estoy lista para hablar sobre la oferta." La respuesta llegó rápidamente: "Perfecto. Te espero el miércoles."

Mientras guardaba el teléfono, una oleada de incertidumbre la envolvió. Había cruzado un umbral que no podía regresar, y en ese instante, se dio cuenta de que había dejado atrás algo más que su infancia. Estaba dejando atrás la niña que solía ser, y aunque el futuro era incierto, la emoción por lo que vendría también era innegable.

Los días que siguieron transcurrieron entre la expectativa y la ansiedad. Mónica se preparó para su encuentro con Javier, mentalizándose para tomar el control de su destino. No podía permitirse ser un peón en su juego; tenía que ser la reina. Sabía que lo que iba a hacer podría cambiar el rumbo de su vida, y se sintió lista para afrontar lo que el futuro le deparara.

Cuando llegó el miércoles, se puso su mejor vestido, uno que la hacía sentir poderosa, y se dirigió al lugar de encuentro. La determinación brillaba en sus ojos, y aunque el camino que había elegido estaba lleno de peligros, estaba lista para tomar las riendas de su vida y forjar su propio destino.

Las sombras del pasado la seguirían, pero Mónica no tenía la intención de dejar que la definieran. Era hora de demostrarle al mundo quién era realmente. Era una Rivera, y estaba dispuesta a luchar por lo que quería, sin importar el costo.

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