Con la fundación en marcha y su equipo trabajando a pleno, Mónica decidió hacer una última visita. Sabía que, para cerrar definitivamente su historia, necesitaba enfrentarse al lugar donde todo había comenzado: el hogar donde había crecido, donde había aprendido las primeras lecciones que la llevaron al camino de la violencia.

Un día, le contó a Enrique sobre su intención de regresar a su antigua casa, el lugar que siempre había evitado por el dolor y los recuerdos oscuros que albergaba. Enrique comprendió su decisión y le ofreció acompañarla, pero Mónica decidió que este era un viaje que necesitaba hacer sola.

La casa, ubicada en un barrio deteriorado y olvidado por el tiempo, estaba tal y como la recordaba. Las paredes despintadas y las ventanas rotas le recordaban los días difíciles de su infancia, los momentos en los que su vida se había visto marcada por la dureza y la falta de opciones. Miró alrededor, con una mezcla de nostalgia y tristeza, comprendiendo que, a pesar de todo, ese lugar había sido su origen.

Mientras caminaba por las habitaciones vacías, los recuerdos regresaron, claros y desgarradores. Recordó la figura de su padre, un hombre duro que le enseñó a robar y a sobrevivir en las calles. Recordó los momentos en que la obligaban a ser fuerte, a endurecer su corazón para enfrentar la vida como una guerrera. Aunque no podía negar que había aprendido a sobrevivir gracias a esas lecciones, también sabía que esa enseñanza había llegado a un alto costo.

En una esquina de la sala, encontró una vieja foto de su familia, descolorida y rota. Era de un tiempo anterior a su vida de criminal, cuando aún había inocencia en sus ojos. Mónica sostuvo la foto por un momento, sintiendo una mezcla de pena y redención.

De pie en ese lugar, en medio de las ruinas de su pasado, Mónica finalmente comprendió que ya no era la niña asustada que solía ser. Se había convertido en alguien fuerte, en alguien que había logrado enfrentar y vencer su oscuridad, y que ahora trabajaba para ayudar a otros. De alguna manera, el viaje que había comenzado en ese lugar llegaba a su final. Sentía que finalmente estaba en paz con su historia y con quien había llegado a ser.

Después de un largo rato, Mónica salió de la casa, dejando atrás los fantasmas de su pasado. Había enfrentado sus miedos y había hecho las paces con sus recuerdos. Con el corazón ligero, comprendió que este era el cierre que necesitaba para seguir adelante sin el peso de su antigua vida.

Al regresar con Enrique, se sintió renovada, como si una parte de ella hubiera sanado en ese lugar. Enrique la recibió con un abrazo cálido, y Mónica, por primera vez en mucho tiempo, se sintió completamente libre.

Esa noche, mientras compartía una cena con su equipo y Enrique, Mónica levantó su copa y brindó por el futuro. "Por la vida que elegimos construir," dijo, con una sonrisa genuina. "Por la familia que elegimos y por la libertad que ganamos."

Todos se unieron a su brindis, celebrando no solo el fin de una larga batalla, sino también el inicio de una nueva etapa llena de esperanza. Mónica había encontrado su propósito y su paz, y sabía que, sin importar lo que viniera en el futuro, siempre estaría rodeada de aquellos que la apoyaban y la amaban.

Con el cierre de este ciclo, Mónica dejó atrás la vida de criminal para abrazar una existencia de propósito y servicio.