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Capítulo 26

Mónica y su equipo sabían que el tiempo se agotaba. Ricardo estaba a punto de escapar del país, y con él se iría la oportunidad de acabar con su imperio y de obtener la justicia que habían perseguido durante tanto tiempo. Tras meses de planificación y años de sufrimiento, estaban a un solo paso de lograr su objetivo, pero también en su momento más vulnerable. Cualquier error, por pequeño que fuera, podría costarles todo.

La primera parte del plan requería que bloquearan todas las rutas de escape de Ricardo. Sofía, con su habilidad para manipular los sistemas de comunicación y vigilancia, se encargó de hacer que las carreteras y caminos principales aparecieran bloqueados en los dispositivos GPS. De esta forma, Ricardo sería guiado hacia un área específica donde Mónica y su equipo lo estarían esperando.

Luis, por su parte, había contactado a algunos aliados dentro de la policía que habían sido perjudicados por la corrupción de Ricardo. Les dieron información clave sobre la huida del criminal, y estos policías, dispuestos a tomar justicia en sus propias manos, se unieron al plan para cercar a Ricardo y evitar su fuga.

Todo estaba listo, pero Mónica sabía que aún faltaba el último detalle: enfrentar a Ricardo cara a cara. No solo por ella, sino por todas las personas que habían sufrido bajo su dominio, incluyendo a Enrique, a quien había tenido que ocultar para proteger.

Horas después, recibieron la señal de que Ricardo estaba en movimiento. Varios vehículos avanzaban rápidamente por la carretera, y entre ellos, una camioneta negra donde, según la información de sus contactos, estaba el mismo Ricardo.

"Es ahora o nunca," dijo Mónica en el radio, y todos se dispusieron a ocupar sus posiciones finales.

La carretera los guió hasta un desvío solitario y oscuro, donde habían preparado el terreno para el enfrentamiento. Javier y Luis bloquearon el camino con un camión abandonado, obligando al convoy de Ricardo a detenerse bruscamente. Al darse cuenta de la trampa, los hombres de Ricardo bajaron de los vehículos, armas en mano, listos para defenderlo a toda costa.

Sin perder tiempo, Mónica y su equipo comenzaron a disparar desde sus posiciones ocultas. La batalla se desató con fuerza, el sonido de los disparos resonando en la noche. Mónica se movía con precisión, eliminando a los guardias que intentaban acercarse a ella y su equipo.

Ricardo, sin embargo, no se rendía. Desde la camioneta negra, dio órdenes a sus hombres y se aferraba a la posibilidad de escapar. A medida que sus guardias caían uno a uno, comenzó a entender que esta vez estaba solo. Sus aliados habían desaparecido, y sus recursos estaban agotados.

Finalmente, la batalla cesó, y Ricardo quedó solo, atrapado entre los restos de su fallido intento de escape. Mónica se acercó, sus pasos firmes y decididos, mientras Ricardo la miraba con una mezcla de rabia y temor.

"Llegó el final, Ricardo," dijo Mónica con voz fría, sosteniendo su arma frente a él. "Tú has destruido vidas, incluido todo lo que una vez me importó. Hoy, no hay escapatoria."

Ricardo intentó hablar, tal vez para negociar o para intimidarla una vez más, pero Mónica no estaba dispuesta a escuchar. Después de tantos años, finalmente tenía el control, y Ricardo lo sabía.

Con una mirada de desprecio, Mónica lo dejó ver el precio de todos sus crímenes. "Este es el momento en que pagas por todo lo que hiciste. Esta es la justicia que nadie más fue capaz de darte."

Y entonces, el silencio se hizo absoluto.

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