Capítulo 8
No puedo seguir así. No puedo mantener esta mentira por más tiempo y saberlo me consume por dentro, no hay forma en que salga bien librada.
Por eso he decidido hablar con papá. El momento no es el mejor, pero temo que la impaciencia de mi esposo afecte su estado de ánimo, cuando deberíamos unirnos como familia.
— Papá — Me siento en el borde de su cama — Sé que José no tiene los mejores modales o una gran paciencia, pero es quien me está apoyando. Sabes que siempre hemos sido tú y yo, y eso tiene que comenzar a cambiar.
Está recostado con los ojos cerrados pero sé que me escucha porque el pitido de la máquina junto a él es insoportable.
— Lo único que no entiendo, Annie, es ¿Por qué él? Si fuera una persona importante en tu vida, tú misma lo habrías llevado a casa alguna vez.
— Teníamos poco de conocernos, te enfermaste y ya no pude presentártelo. Pero créeme, José está cuidando de nosotros.
— Solo voy a decir que no me agrada — Cruza los brazos sobre su pecho y me mira — Creo que te precipitaste porque creíste que iba a morir.
Intento de confesión #1, terminado. Supongo que podría volver a intentarlo después, cuando Ray trate un poco más a José. Tendrán que aprender a llevarse sobre todo cuando sea dado de alta y vaya a vivir con nosotros.
A nuestra casa. La casa de José que ni siquiera yo conozco.
Y creo que yo haré frente a mi responsabilidad esta noche, no puedo seguir tomando duchas rápidas en el baño de pacientes y comprado ropa en lugar de lavar la mía.
Hoy tendrás que ir a casa con tu marido.
— Mierda. Y no estoy lista para ser madre, así que debería pedir un método anticonceptivo.
Hay muchas cosas que tengo qué hacer antes de que José aparezca. Lo primero que viene a mi mente es ir a la farmacia frente al hospital y comprar una inyección anticonceptiva de tres meses que aplican ahí mismo por un costo extra.
Lo segundo en la lista es explicarle a papá que debo irme unas horas y volveré, pero no tengo el valor de hacerlo.
Me quedo inmóvil en la puerta viéndolo dormir un poco y me duele tener que alejarme, así sea para ir a cumplir con mi obligación de esposa.
Como si lo hubiera invocado, mi móvil suena con un mensaje de José y el terror me invade. Sé valiente, tú te metiste en esto.
Me abrazo a mi misma para darme fuerza pero comienzo a temblar sin control, nunca he sido buena para ocultar mis emociones.
— ¿Qué hago? ¿Qué hago?
Me alejo de la habitación de papá y camino por el pasillo como si eso ayudara a sentirme mejor. Tal vez porque siento que huyo de lo que no quiero hacer.
— ¿Ana?
La voz de Christian viene desde otro pasillo, pero es suficiente para hacerme detener. En algún momento, los sollozos se convirtieron en lágrimas que escurren por mis mejillas.
— ¿Si? — Intento limpiarlas con la manga de mi suéter.
— ¿Estás bien? ¿Tu padre está bien?
— Si, ¿Qué haces aquí? Pensé que había terminado tu turno — Él encoge sus hombros.
— No tengo nada qué hacer en casa. ¿Por qué lloras?
— Yo... Yo, no sé — Sacudo la cabeza, pero la intensidad de su mirada me hace llorar más. ¿Por qué José no me provoca lo mismo que Christian?
— Si sabes, venga, dilo.
— ¿Podemos hablar en otro lugar? — Miro hacia el pasillo en busca de las enfermeras metiches — Necesito un consejo.
— Ven por aquí.
Lo sigo por el pasillo hasta la sala de descanso de los doctores. Sobre la mesa de la esquina se encuentra una laptop encendida y el maletín que le ví esta mañana.
— Oh, lo siento. ¿Estabas descansando?
— Leyendo una investigación en realidad.
— Te preparas mucho para tus pacientes, ¿Cierto?
— Si, ahora no cambies el tema y explícame por qué lloras. Es sobre tu estúpido esposo, ¿Cierto?
— Si — Suspiro y trato de darme ánimos — Me casé con él porque tiene los medios para costear el tratamiento de mi papá, pero en realidad no lo conozco, y mucho menos lo amo.
Sus ojos se abren mucho por la sorpresa pero trata de disimular presionando sus labios, así que sigo hablando.
— Acabo de graduarme y trabajaba medio tiempo en una ferretería, mi seguro no cubre los gastos que mi padre necesita. Por eso me casé con él.
— Por dinero — Dice con frialdad.
— Por necesidad — Corrijo — Mi papá es todo lo que tengo y haré lo que sea necesario para tenerlo a mi lado.
— ¿A costa de tu felicidad?
— Si. Él se sacrificó por mi cuando mi madre nos abandonó, por supuesto que yo haría lo mismo por él sin dudarlo.
— ¿Y cuál es el problema? — Se recarga en el escritorio y cruza los brazos — ¿Por qué estás tan alterada?
— Porque... — Balbuceo avergonzada — Soy virgen.
Sus cejas se elevan y una pequeña sonrisa se estira en sus labios. ¿Por qué le estoy confesando a él mi vida?
— José quiere que cumpla con mis responsabilidades de esposa, pero...
— No estás lista — termina por mi.
— No. ¿Cómo podría estarlo? Exige como si la atracción fuera algo que pueda encender y apagar dentro de mi.
— Creo que tiene que exigirlo porque sabe que no se lo darás, y creo haber leído que eso también es violencia.
— Sabiondo — Susurro — El punto es, ¿Cómo hago para sentir atracción por él?
Su sonrisa se ensancha cuando levanta la cabeza para mirarme, camina hacia mí y acaricia mi mejilla con ternura.
— No haces nada, es algo que se siente, o no. Si no te sientes atraída ahora, es probable que nunca lo hagas.
— ¿Y qué se supone que haga? ¿Solo me recuesto ahí y lo dejo hacerme? — El escalofrío de terror me recorre la espalda de nuevo.
— Creo que deberías terminar este matrimonio ahora.
—No, no puedo — Niego con la cabeza pero no me aparto — Tengo que hacerlo por papá.
Sus ojos grises me miran fijamente y contengo la respiración de la impresión. Cómo desearía sentir por José lo que siento por el doctor Grey.
— Christian, ¿Puedes hacerme un favor? — me mira confundido — ¿Me harías el amor?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro