Capítulo 27
El documento de la autopsia dice que papá murió de insuficiencia respiratoria y un infarto agudo que acabó con su vida en cuestión de minutos por lo débil que ya estaba su cuerpo después de las quimioterapias.
Adjunto se encuentra un resumen del largo listado de procedimientos, medicamentos y doctores que lo atendieron desde que ingresó hasta que fue llevado a la morgue del hospital. Como un detalle adicional, el hospital realizó los trámites y la cremación de su cuerpo para que yo pudiera llevarlo a casa.
La gran pregunta es, ¿Cuál casa? Sin Ray, volver a Montesano no será lo mismo.
— Ahí tiene todo, señora Rodríguez — La doctora Grey me observa desde la silla de su escritorio — Solo me queda reiterar que este hospital hizo todo lo posible por atender a su padre de forma oportuna y lamentamos mucho su pérdida.
Levanto la vista hacia ella porque su tono de voz y sus palabras suenan a un discurso perfectamente ensayado para las familias de los pacientes fallecidos. Palabras bonitas que se sienten como una gran patada en el culo.
Y después de todo no la culpo. Escuché que José retiró el apoyo financiero de la galería para el hospital y una fundación de la misma doctora Grey, además de los problemas que ocasioné con la doctora Lincoln.
Si alguna vez enfermo, tendré que recordar no pisar este hospital. Y de la forma más conveniente, Christian fue enviado a un simposio de Medicina en Nueva York toda esta semana.
— ¿Le consigo un taxi?
Grace Grey me recuerda que sigo sentada en la silla frente a ella, así que niego con la cabeza. Ni siquiera me molesto en estrechar su mano, solo tomo la carpeta, la caja con las cenizas de mi padre y salgo de su oficina con la cabeza en alto.
Detengo el primer taxi que pasa por la acera y le pido que me lleve a la estación de autobuses más cercana. No deseo permanecer aquí más tiempo y arriesgarme a encontrarme con José.
Cuando he subido al autobús, mi móvil vibra con una llamada entrante que me hace sonreír.
— Christian.
— Hola, ¿Cómo te fue? ¿Ella te trató mal?
— No, me entregó los últimos documentos y las cenizas. Estamos listos para volver a Montesano.
— Siento tanto no estar ahí, no debí aceptar sus chantajes y viajar hasta el otro lado del país para que...
— Olvídalo. No puedes defenderme siempre, en algún momento tengo que aprender a valerme por mí misma, ¿No?
— Tienes razón. ¿Cuál es tu plan?
— No lo sé. Llevar a Ray a casa, poner en orden sus documentos, la hipoteca y cualquier otra cosa que requiera su certificado de defunción. Creo que incluso tendré que notificar a sus amigos de la asociación de ex marinos.
— Suena a que estarás ocupada — Escucho su suspiro a través de la línea — Estaré ahí tan pronto como me sea posible.
— Lo sé. Y gracias Christian.
— Te llamaré después.
— Por supuesto.
El largo camino de regreso a casa se siente más pesado que de costumbre. El silencio es insoportable y me encuentro a mi misma sentada frente al sofá mirando un juego de los Mariners con las cenizas de Ray sobre la mesita de la sala.
— No lo entiendo, papá — Le hablo como si pudiera escucharme — ¿En qué estabas pensando? ¿Que estaría mejor sin ti?
Estoy triste, pero me he quedado sin lágrimas de tanto llorar, así que solo permanezco ahí sentada con la mirada fija en la pantalla.
— ¿Crees que podré seguir adelante sin ti? Es decir, sé que tengo que hacerlo, es solo que no estoy segura de cuál es el propósito. Te extraño tanto...
Dejo la televisión encendida y regreso a la mesa de la cocina donde dejé las carpetas donde papá guardaba los documentos importantes. Tenía un préstamo con el que puso su taller y ahora será liquidado por su fallecimiento.
Los papeles de su casa, la lista de sus contactos de su grupo de veteranos y muchas fotos viejas de la abuela y yo cuando era una pequeña niña. Mi mano escribe en automático un listado de las cosas por hacer y comienzo por las llamadas.
— Soy la hija de Raymond Steele — Le digo al responsable del grupo de veteranos — Mi padre falleció la semana pasada y quería notificarlo, no sé cuál es el protocolo a seguir pero estoy segura que a papá le habría gustado que lo acompañaran una última vez.
— Lamentamos profundamente su pérdida, señorita Steele, Ray era un gran hombre. No se preocupe por nada, algunos de nosotros nos contactaremos más tarde con usted para organizar una ceremonia para él y despedirlo como merece.
— Le agradezco.
Me despido del hombre y sigo haciendo las llamadas necesarias, la cancelación de su préstamo requiere que lleve el certificado para cotejar y recoger los documentos de la hipoteca cancelada.
Conforme las horas pasan, las notas y llamadas de condolencias no se hacen esperar. Incluso los vecinos han tenido la amabilidad de visitarme y traer algo de comida aunque realmente no tengo ánimos de probar bocado de nada.
Al día siguiente, mientras bebo una taza de café y reviso la correspondencia, una llamada suena en mi teléfono. Lo alcanzo lo más rápido que puedo al imaginar que es el hombre de los ojos grises.
Pero no.
— ¿Si? — Contesto al número desconocido.
— Señora Rodríguez.
Mierda. La voz de la doctora Grey se escucha desde el otro lado de la línea y por un breve minuto considero cortar la llamada de golpe para regresarle la misma cortesía que ha tenido conmigo.
— ¿Qué quiere? — Le digo con tono de fastidio.
— Necesito hablarle de algo importante, por favor, no cuelgue.
— ¿Sobre qué?
— Sobre mi hijo, el doctor Grey.
Una punzada me aguijonea el pecho y caigo en cuenta que Christian no me ha llamado. ¿Sigue en Nueva York?
— Si quiere saber si sigo viéndolo, la respuesta es...
— No, no es eso — Me interrumpe — Está citado por el comité de ética, quieren quitarle la licencia médica por lo sucedido con su padre.
— ¿Por qué? ¡Él no tuvo nada que ver en eso!
— Lo sé, señora Rodríguez. Pero es su esposo quién está solicitando una medida disciplinaria contra mi hijo.
¡Maldito José!
— Dígame en dónde están. Voy para allá.
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