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Capítulo 26

¿De verdad está preguntando eso?

Antes de que pueda responderle, la figura de Christian se detiene a mi lado y me envuelve en sus cálidos brazos.

— No es el momento, ni el lugar para hacer reclamos, Elena.

— ¿Ah, no? ¿Entonces cuándo? ¡¿Cómo pudiste hacerme esto, Christian?!

Ella chilla con su voz aguda atrayendo la atención de las enfermeras cercanas. Cómo si mis problemas no fueran suficientes, ahora tengo que lidiar con la culpa de haber ocasionado la ruptura entre ellos.

— Doctora Lincoln, por favor, déjeme explicar...

Balbuceo aunque no quiero realmente hablar con ella, no tengo las energías ni la concentración para discutir con ella por el chico que ambas queremos. Ni siquiera estoy segura de que él me quiera para algo más.

La doctora rubia me mira con tanto enojo que me quedo muda, pero es el sonido del ascensor el que nos saca de nuestros pensamientos. Los tacones de la doctora Grey y las pisadas fuertes de José hacen eco, causándome un escalofrío de terror.

— Señora Rodríguez — Gruñe en su saludo seco — Su esposo está aquí para llevarla mientras nos hacemos cargo de los trámites de su padre.

— ¿Qué? ¡Yo no pedí que lo llamara!

— Es el protocolo, señora Rodríguez. Se da aviso al familiar que autorizó el ingreso, en este caso es su esposo quien lo hizo.

— ¡No mienta! ¡Lo hace porque él le dará dinero! ¡Todo lo quiere arreglar con dinero!

Chillo furiosa porque me siento acorralada. ¿Es que no lo entienden? ¡Mi vida ha terminado de pronto! ¿Y encima tengo que lidiar con el idiota de José?

— Annie — Gruñe él apretando los dientes — Discutiremos esto en casa.

— ¡No! ¡No voy contigo a tu casa ni a ningún otro lado! ¡Te lo dije! ¡Se acabó!

Soy consciente que estoy gritando en medio del pasillo, pero no me importa. La doctora Lincoln desvió la mirada al piso mientras Christian aún me sostiene en sus brazos en un agarre tan firme que me impide caer al piso.

— ¡Eres mi esposa! ¡Harás lo que yo te diga que hagas!

— Señor Rodríguez — Christian me hace a un lado para alejarme — Tiene que calmarse.

— ¿Calmarme? ¡Doctorcito de mierda! Usted no me dice qué hacer con mi esposa, ¡Es MI esposa!

— Eso no le da derecho a gritarle, o maltratarla.

— ¡Hago lo que me da la jodida gana! ¡Es una maldita puta!

— ¡Señor Rodríguez! — Chilla Grace alarmada por sus palabras — Entiendo su enfado, pero cuide su tono porque este es un hospital.

— A la mierda con todos ustedes — Me lanza una mirada amenazadora — ¡Voy a presentar una maldita queja en el comité de ética! ¡Todos ustedes van a pagar por esto, empezando contigo!

Señala hacia Christian y lo último de lo que soy consciente es en sus pasos alejándose para ir al ascensor. Mi mente descansa por unos breves minutos, mientras tengo la sensación de que mi cuerpo cae dando giros en un agujero negro. Es tan silencioso que emana paz, luego caigo en un golpe seco.

— ¡No!

Me enderezo de golpe en la camilla. Una enfermera, Grace y Christian me miran con preocupación mientras la enfermera aleja una bolita de algodón de mi nariz para sacarme de la inconciencia.

— Despertó, ahora sácala de aquí — Grace le dice a la enfermera.

— ¿Pero a dónde quiere que...?

— ¡No me importa! ¡La quiero fuera de aquí! Suficientes problemas me ha ocasionado.

Grace se gira sobre sus talones para salir, pero se detiene en el marco de la puerta para mirar sobre su hombro a Christian.

— Doctor Grey, venga conmigo.

— Ahora no, madre.

— No te lo estoy pidiendo como tu madre, sino como tú superior. En mi oficina, ahora.

El hombre de los ojos grises presiona sus labios con fuerza y asiente aunque ella no lo vea. Coloca un mechón de mi cabello detrás de mi oreja y susurra bajito un espera aquí.

La chica pasante de enfermería no sabe qué hacer ni a dónde mirar, haciéndome sentir incómoda también.

— Lo siento, Señora Rodríguez, pero tengo que pedirle que se marche o la doctora Grey...

— Lo entiendo — La interrumpo — De todas formas necesito aire fresco, dígale por favor al doctor Grey que lo esperaré en la cafetería.

No sé qué hacer o cuál es el protocolo a seguir. Lo único que sé es que papá ya no se encuentra en su habitación, así que recojo las pocas pertenencias que quedaron y salgo del hospital.

Lo único que sé es que saldré de aquí de la misma forma en la que llegué, con mi padre a mi lado de una forma o de otra. La presión en el pecho incrementa y tengo que sentarme en una banca del exterior a llorar.

Gruesas lágrimas escurren por mis mejillas pero no tengo ni la más mínima intención de detenerlas. Lloro hasta que me quedo sin fuerzas y la lluvia ligera comienza a empaparme el cabello.

— Vas a enfermarte — Susurra Christian detrás de mí.

— ¿Qué es lo peor que podría pasarme? ¿Morir de neumonía? — Una sonrisa triste tira de mis labios.

— Tu papá no querría eso, Ana.

— ¡Mi papá ya no está! ¡Me dejó! ¡Me abandonó como todos los demás!

— Ana — Su voz es suave y cargada de paciencia — No estás sola.

— Si lo estoy, me he quedado sin familia y ahora tengo que vivir sin mi padre. ¿Sabes lo difícil que es eso?

— De hecho, lo sé.

Se sienta a mi lado en la banca y la lluvia le escurre también por el cabello y el rostro. Lo observo con detenimiento, sus ojos grises son la cosa más impresionante que he visto jamás.

— Mi padre nos abandonó cuando yo era un niño.

Rayos.

— Tu padre te dió años de amor y atención. Mi padre desapareció después de que cumplí 4 años y mi madre tuvo que seguir con su práctica de interna como una madre soltera.

— Lo siento tanto, debió ser realmente difícil para ella. Y ahora entiendo su preocupación por tu futuro.

Un futuro que mi egoísmo le arrebató por no saber cómo lidiar con el maldito nombre con el que me casé. Yo misma me metí en este lío, ya va siendo hora que yo misma salga de él.

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