Capítulo 24
— Por favor, piénsalo bien. No puedes tomar una desición importante así a la ligera. ¿Y tus demás pacientes?
Observa hacia ambos lados del pasillo y toma mi brazo para llevarme con él hacia la salida lo más rápido posible. Esta vez no me importa que nos vean, necesito escuchar sus razones y aclarar el asunto de Ray.
— Escucha, mi madre solo intenta asustarme y estoy seguro que éstas medidas son temporales. Lo más importante ahora es que tu papá se recupere.
Caminamos un par de cuadras hasta otra cafetería más pequeña y nos sentamos en una mesa del fondo. Por lo que puedo ver, aquí solo vienen estudiantes de algún colegio cercano.
— Ya que lo mencionas, ¿Que está pasando con mi padre? La doctora Lincoln dijo que...
— Voy a ser honesto, Ana. El pronóstico no es bueno.
Mierda.
— ¿Qué tan malo es?
— Digamos que su cuerpo se debilitó por la quimioterapia y las células cobraron fuerza. Yo diría que es un asunto delicado.
— ¿Podría morir?
Pregunto con los ojos llenos de lágrimas pero no necesito que él responda. Su expresión es suficiente para confirmar mi mayor temor hasta ahora.
— Estoy fuera del caso, pero Elena es una buena doctora. Deja que ella se encargue del tratamiento de tu padre.
— Claro — Una risita nerviosa se me escapa — Hasta que se entere que la dejaste por mí y luego intente desquitarse con mi padre.
— No lo hará, ella no es así.
— No lo sabes, Christian. Una mujer despechada es capaz de cualquier cosa.
— ¿Quieres que dejemos de vernos? — Hace la pregunta pero su vista está fija sobre la mesa.
— No lo sé. No esperaba que esto afectara tu carrera y me disculpo por eso, parece que todo lo que hago me resulta mal.
— No te preocupes por mí, sé lo que hago. Y sobre tu padre, lo mejor que puedes hacer es estar a su lado sin importar qué ocurra.
— Es lo único que me queda. Después de todo, creo que por fin logré deshacerme de José y eso solo complica las cosas para mí.
Nos quedamos en silencio por un momento, sin saber qué hacer o decir para reconfortarnos. Yo me enfrento a la posible perdida de papá mientras Christian lucha contra el fin de su brillante carrera.
Bien hecho, Ana.
Su teléfono móvil timbra con una llamada que no contesta, solo observa la pantalla con el nombre de su madre. Dos llamadas más y vuelve a quedar en silencio.
Una camarera trae un par de cafés y panecillos que comemos en silencio, la lluvia cae ligera contra el cristal de la ventana hasta que cobra intensidad.
— ¿Te sientes mejor? — Me mira pero su móvil vuelve a sonar.
— Deberías contestar — Señalo con la cabeza — Podría ser importante.
— Es solo mi madre llamándome del hospital porque seguramente piensa que haré todo lo que ella pide.
Levanta el móvil para mostrarme la llamada entrante del hospital, que solo deja que suene hasta que pasa a buzón. Volvemos nuestra atención a las bebidas calientes y por primera vez en el día, me siento más tranquila.
~ • ~
POV. Raymond
— Annie no está aquí, señor Rodríguez.
— Lo sé, es a usted a quien busco, suegrito.
El imbécil se sienta en la silla junto a mi cama y apoya los brazos detrás de su cabeza con un gesto despreocupado.
— ¿Qué quiere?
— Decirle que su hija, la puta, está revolcándose con el doctorcito ese en lugar de estar aquí con usted.
— Mi hija no es ninguna puta, señor Rodríguez, le advierto que mida sus palabras.
— ¿Como debería llamarla entonces? ¿Santa Ana? Por favor, señor Steele, ella debería estar entregándose a mi día y noche por todo lo que hago por ella. Por usted.
— ¿Entregándose? ¿Qué clase de imbécil es usted para hablar así de ella? La eligió como esposa, ¿no es así?
— ¡Exactamente! Y yo he cumplido con mi parte del trato.
— ¿Cuál trato? ¿De qué mierdas habla?
— Del trato que tenemos ella y yo, ¿No se lo dijo? Ana se casaba conmigo y cumplía con sus responsabilidades de esposa y yo me hacía cargo de usted y sus gastos médicos.
— ¿Ella aceptó hacer eso? — Gruño con sorpresa e incredulidad.
— Fue su idea, señor Steele. ¡Por eso es que estoy jodidamente furioso! ¡Yo cumplí con mi parte del trato! ¡Y ella es una puta que se acuesta con su doctor! ¿Es eso justo?
¿El doctor Grey? ¿Ana y él? Aunque tengo que admitir que no me sorprende. ¿Pero para qué casarse con este imbécil de mierda?
— Yo se lo diré, ¡No es justo! He invertido mucho dinero en esto y ella va a tener que pagarme porque la cuenta sube cada día. Y déjeme decirle algo, suegrito, ¡Este es un puto hospital de lujo!
— ¡Suficiente! ¡Usted no va a hacer nada contra mi hija! ¿Me escuchó?
— Usted no va a sobrevivir, señor Steele, lo único que hace en este momento es aumentar la carga de Ana y le agradezco por ello. Pero no sé preocupe, la cuidaré bien por usted.
— No se atreva a tocar a mi Annie.
— Viejo ridículo, ¿Qué piensa hacer? ¿Ocasionar más lástima? Usted solo es peso muerto y yo estaré ahí para salvar a Ana cuando su cadáver comience a apestar.
— ¡Maldito!
— Diga lo que quiera. Solo dele mi mensaje a mi infiel esposa. Esto es solo el inicio y no hay nada que ella pueda hacer para escapar de mi.
Una sonrisa de satisfacción se extiende en su rostro cuando sale de la habitación. Maldita sea, ¿Cómo es que Annie se metió en este lío?
Oh, si. Por mi. Es mi culpa. Y lo peor es que el maldito tiene razón, la doctora Lincoln fue bastante clara con el pronóstico.
Y a mí no me quedan fuerzas para seguir. Miro hacia la estación de enfermeras que se encuentra vacía y luego sobre mi hombro a la máquina que mantiene mis signos vitales en control.
Si tan solo pudiera alcanzar la línea principal que se estira sobre mi cama...
— Perdóname, Annie.
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