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Capítulo 17

Yo te traje.

Christian voltea para mirarme, pasándose las manos por el rostro en un gesto de frustración.

— Entonces no fue en sueño, ¿O si? La mujer que peleaba con Ray...

— Me acerqué cuando escuché a la enfermera gritarle a tu padre porque estabas dormida sobre la vía de su brazo — Dice con incomodidad — Hiciste que la máquina comenzara a pitar por la acumulación de suero.

— Rayos... Lo siento mucho, estaba muy cansada y me quedé dormida sin darme cuenta.

— No te preocupes, aquí puedes dormir con tranquilidad.

— Solo dormir — Sonrío — De verdad estoy exhausta.

— Claro, tengo que salir a atender algunos casos pero estaré de vuelta pronto. Intenta dormir lo más que puedas.

Christian sale de la habitación, así que vuelvo a recostarme en la cama para dormir otro poco. Me giro hacia la pared y cierro los ojos con toda la intención de dejarme llevar por el pesado sueño, hasta que la puerta se abre.

Se escuchan jadeos, pasos y gemidos ruidosos que me sobresaltan. Abro los ojos, pero sigo de frente a la pared así que no distingo nada, solo las voces.

— Mierda... debe ser una broma — Se queja una voz masculina.

— ¿Qué? ¿Quién es esa? — Una voz chillona responde.

— Pues no lo sé, nena. ¿Quieres que le pregunte? Tal vez se nos quiera unir.

Lo siguiente que se escucha es el sonido de la piel siendo golpeada. Es entonces que giro para mirar a la joven enfermera que sale furiosa de la habitación y al hombre rubio de bata blanca que se soba la mejilla.

— ¿Quién eres? — Pregunto.

— ¿Quién eres tú? — Frunce el ceño — Está es la sala exclusiva para doctores.

— Me permitieron estar aquí — Cruzo los brazos sobre mi pecho.

— ¿Quién? ¿Te mandó a reservar la habitación para ustedes? — Una sonrisa pícara se estira en sus finos labios.

— No sé de qué habla.

— Bueno, mujer misteriosa, acabas de arruinarme una buena cogida. ¿Quieres hacer el relevo?

— ¡Agh! ¡No!

— Como sea.

Se ríe y comienza a acercarse a la cama, así que estiro la manta hacia arriba para protegerme de él. Me observa una vez más antes de apoyarse en la escalerilla para acostarse en la cama de arriba de la litera de metal.

— ¿Qué? — Gruñe como si me hubiera quejado en voz alta — Voy a dormir un rato.

Escucho el rechinido del metal de la cama, luego el largo suspiro frustrado del hombre rubio. ¿Entonces es cierto? ¿Esta es una sala para...?

Me acuesto de nuevo y cierro los ojos, aunque no soy capaz de dormir con el extraño hombre rubio en la litera de arriba. ¿Quién rayos es? Es obvio que es doctor y utiliza mucho esta sala, aunque tiene cero modales.

Unos minutos más tarde, la puerta se abre y me enderezo para ver a Christian entrar. Le hago una seña para que note a mi compañero de habitación y no diga nada que pueda resultar indiscreto.

— ¿Lograste dormir algo? — Pregunta acercándose, su vista puesta en el hombre de rubio — Elliot, ¿Qué haces aquí?

— Christian... Christian... Christian — Canturrea él — Qué bien guardado te lo tenías, ¿Quién es? ¿Pasante de enfermería? ¿Nueva interna? ¡Oh! ¡No me digas! ¿La nueva secretaria de tu madre?

— ¡Elliot! — Le gruñe — Ella no... No es lo que piensas. Su padre es mi paciente y solo le di oportunidad de dormir un rato porque no ha descansado apropiadamente.

— ¡Si, claro! — Se burla y endereza en la cama, sus pies colgando a mi vista — ¿Tu madre lo sabe? Porque ella ama los chismes de pasillos, ¿Lo sabes, no?

— No es ningún chisme — Dice con seriedad — Y si recuerdo bien, esos los ocasionas tú con todas esas internas y pasantes de enfermería que piensan que pueden cambiarte.

— Por tontas — Se ríe el rubio, Elliot — Yo nunca he prometido cambiar por nadie.

Baja de un salto para situarse frente a Christian, que sigue mirándolo de frente. El chico rubio palmea su mejilla antes de girarse hacia mi con su enorme sonrisa de dientes blancos.

— De cualquier forma, mujer misteriosa, ¿Quieres que te ayude a relajarte?

— ¡No!

— ¡Elliot! — Christian lo toma por los hombros para empujarlo hacia la puerta.

— ¿Qué? ¡La dejaré dormir después! ¿No sabes de los beneficios del orgasmo?

— Largo — Abre la puerta.

— ¡Podemos compartir! Los tríos no son lo mío, pero no eres feo — Se ríe.

— ¡Lárgate!

Lo empuja y cierra la puerta con fuerza. ¿De verdad eso acaba de pasar? ¿Ese hombre acaba de ofrecer un trío?

— Lo siento por eso, Elliot es... Elliot.

— ¿Es médico? Por favor no me digas que él se va a involucrar en el caso de mi papá.

— Dios, no. Él es traumatólogo y por alguna razón, mi mejor amigo.

— ¿Tu amigo?

No puedo evitar reír por la extraña e incomoda situación con el hombre rubio. ¿Chismes de pasillos? ¿Eso somos nosotros también?

— Debería volver a la habitación por si papá me necesita.

Me levanto de la cama para ir hacia la puerta. No dormí mucho, pero si me siento menos cansada que al inicio de la mañana.

— ¿Qué harás cuando tú esposo venga a buscarte?

— Lo mismo de los últimos días, fingir dormir hasta que se canse y se vaya.

— Eso no va a funcionar por siempre.

— Lo sé. Pero mi prioridad sigue siendo papá, hoy inicias con el tratamiento ¿Cierto?

— Si. Di órdenes a la enfermera para comenzar, quiero hacerlo antes de que la masa se desarrolle más.

— Bien. Ya veré cómo lidiar con José.

Sólo que no tengo idea de cómo. Me siento en la silla a pensar mientras Ray recibe otra ronda de medicamentos después de comer, pero no llego a ninguna solución.

Y no quise mencionarle a Christian lo que de verdad me preocupa de este matrimonio por conveniencia. José es un hombre cruel y poderoso que no se quedará de brazos cruzados por una inversión perdida.

Él me hará pagar y yo no tengo la frialdad de negarme cuando sé que se lo debo. ¿Cómo es que ahora que siento algo por Christian, no dejo de pensar en José?

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