Capítulo 13
— ¡Pst! ¡Pst!
Volteo hacia la enfermera que se encuentra en el pasillo y ella hace una seña con la cabeza. Mierda. Volvió.
Lanzo el suéter sobre mis hombros y dejo caer la cabeza hacia un lado, como si durmiera plácidamente. Tengo que hacer uso de todo mi control para evitar mirarlo y respirar bajito.
Escucho sus pasos entrar a la habitación con un ligero gruñido de molestia. Seguro está revisando su costoso reloj preguntándose por qué sigo aquí.
— ¿Que ocurrió con el señor Steele? — Escucho que pregunta en voz alta.
No te muevas, no hables... No respires.
— El doctor encargó más estudios y será sometido a cirugía mañana.
Gracias, Dios. La enfermera que me alertó de su llegada le responde con la mayor tranquilidad y justo ahora me pregunto ¿por qué me ayuda?
— Eso quiere decir que se quedará más días — Gruñe de nuevo — Maldita sea.
— Baje la voz, señor — Le advierte Edna, la enfermera —Que usted esté aquí a esta hora no significa que sean horas de visita.
José carraspea otro poco y lo escucho salir de la habitación con pisadas tan fuertes que hacen resonar sus zapatos en la loza fría. Una noche más que se va a dormir solo.
Sonrío por eso.
— Se fue, cariño.
— Gracias — Me enderezo en la silla para mirarla — De verdad no quiero dejar a mi padre.
— No es necesario que lo digas, algo en ese esposo tuyo me recuerda a mi ex marido — Se sacude por el escalofrío — Jesús, aún tiemblo de pensar en él.
Edna regresa a su escritorio para revisar la lista de pacientes y cuidados del turno de la noche que comenzará en un par de minutos, todo se encuentra en absoluto silencio, incluso Ray.
Aún estoy mirándola cuando una figura silenciosa se detiene en el umbral de la puerta. Ni siquiera lo escuché venir.
— ¿Ana? Voy por un café, ¿Quieres uno? — Me pregunta y asiento.
Me levanto de la silla para seguirlo hacia el pasillo lanzando el suéter sobre mis hombros. Christian baja la cabeza cuando pasamos junto al mostrador y me sorprende ver a Edna con la ceja arqueada y una mirada acusadora.
— ¿Qué? — Susurro para mí misma.
Tal vez tiene razón en vigilarnos, porque es bastante obvio que no tomamos el ascensor como deberíamos, sino que giramos hacia el cuarto de descanso.
— ¿Estuvo aquí?
— Si, la enfermera le dijo que no era hora de visita y se fue.
— Bien.
Termina de guardar las carpetas en la mochila negra y se quita la bata blanca para dejarla sobre una percha de la esquina. Lo espero en silencio porque hemos hecho lo mismo los últimos tres días.
— Vamos — Abre la puerta y salgo primero.
Camino delante de él hasta el ascensor y presiono el botón del primer piso, porque vamos a su departamento.
— Creo que no deberíamos salir juntos — Susurro cuando cruzamos el vestíbulo — Empiezo a creer que se dieron cuenta.
— Seguramente lo saben — Se ríe — Empezando por Edna y el guardia que vigila las cámaras de seguridad.
— Dios mío — Sujeto mi rostro para sentir el calor de la vergüenza.
— Tranquila, nadie dirá una sola palabra.
— ¿Los amenazaste? — Chillo cuando abre la puerta de su auto para mí.
— No —Niega con un gesto de fastidio — De todas las cosas que pasan en el hospital, tú y yo somos el menor de los problemas.
— Oh.
Conduce por las estrechas calles que empiezan a parecerme familiares hasta el edificio de su departamento. Lo sigo hasta el ascensor y por el pasillo oscuro de su piso.
— ¿Cena? — Pregunta y asiento.
— Déjame preparar algo rápido con lo que tengas en tu refrigerador.
— No hay mucho — Presiona sus labios un momento — Pero siéntete libre de revisar la cocina, tomaré mientras una ducha.
Busco elementos básicos para algo sencillo: Huevo, jamón o tocino, pan y verduras. Lo que sea que sirva para improvisar un omelette o tostadas. Sirvo los platos al tiempo que él sale de su habitación con su pantalón de pijama de cuadros.
— ¿Cómo estuvo tu día? — Pregunto porque luce cansando.
— Muchos pacientes, informes qué revisar... Ya sabes, lo usual.
— Estoy convencida de que necesitarás vacaciones pronto, eres muy joven para tener tantas arrugas.
Frunce el ceño pero sigue comiendo, incluso cuando señalo su frente. Ahora es mi turno de ser interrogada.
— ¿Qué tal tu día?
— Dormí — Levanto mis dedos para enumerar mis acciones — Comí un sándwich de la cafetería, dormí de nuevo y leí otro poco de esas revistas de moda de las salas de espera.
— Veo que te divertiste — Se ríe —Mi madre deja esas revistas ahí para las enfermeras.
— Oh, pues ojalá quisiera dejar alguna revista de ciencias, o una novela — Hago una mueca divertida — Estoy cansada de leer que el rojo escarlata es el nuevo color de temporada.
Christian sonríe y termina su cena en silencio. Sé lo que sigue, así que dejo el plato sobre la mesa para que los lave mientras voy a tomar mi ducha.
Una rica cena, una deliciosa ducha con agua caliente y una cómoda cama para dormir. ¿Podría necesitar más? Tomo la pijama que dejó para mí sobre el estante de las toallas y me visto antes de salir del baño.
Realmente no vamos a dormir, eso lo hacemos en el hospital, pero igual me acurruco en su cama y lanzo las cobijas sobre mis hombros. Él entra arrastrando los pies y se recuesta detrás de mí.
— ¿En qué piensas? — Susurra en mi oído.
— En José.
Resopla con fuerza pero no se aparta, así que giro para ver su rostro y explicarlo.
— Me refiero a que no entiendo cómo puedo sentirme tan cómoda estando contigo, y sentir total repulsión por él.
— Es fácil, no lo amas.
— No, no lo amo. Pero él no hace ningún intento por agradarme, y por convivir conmigo sin un contexto sexual. Es decir, ¿Qué pasó con aquello de conquistar a tu pareja?
— El tipo es un imbécil — Se ríe — Debes divorciarte de él pronto.
— Lo haré, créeme que lo haré pero no soy ninguna vividora. Voy a conseguir un empleo y pagarle hasta el último centavo. Entonces tendré mi libertad.
— Pero eso te llevará un tiempo — gruñe.
— Lo sé. Ahora dejemos de pensar en él y recordemos por qué estamos aquí — Sonrío antes de atraerlo a mis labios.
~ • ~
¡Retomamos las actualizaciones!
Odio los días sin internet 😪
Pero es fin de semana, así que ¡Ánimo!
P. D. Ya estoy cansada de ese mensajito de "problemas con la historia" que no me deja actualizar 🥺🥺🥺
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