
XXII
Una gota en el océano,
un cambio en el clima
Yo rezaba para que tú y yo estemos juntos.
Es como querer que llueva, estando en el desierto.
Pero yo estoy aguantando más que la mayoría,
porque tú eres mi cielo.
(A drop in the ocean – Ron Pope)
Thayer manejaba intentando mantener la visión fija en la ruta, apenas transitada, mientras Madison buscaba sintonizar una canción en la radio. Era imposible mantenerse concentrado con ella a un lado, porque no podía resistirse a voltear a verla, aunque sea por unos segundos. Sonrió de lado cuando la observó de reojos bajar el vidrio y luego, sacar su cabeza hacia afuera, disfrutando del aire fresco estampándose sobre su cara, la calidez del sol y su cabello desordenándose por el viento. Mad saboreaba la libertad. Thayer la vio sonreír y eso le bastó para asegurarse de que estaba haciendo las cosas bien.
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Cuando Mad abrió los ojos, se desconcertó por un instante. El paisaje no era el mismo, podía ver a lo lejos el mar y las costas que lo rodeaban. Se estregó los ojos para despabilarse, aunque la claridad del día ayudaba y volteó a ver a Thayer, que conducía. De fondo, muy despacio, sonaba una canción de The Smiths y comprobó que los labios de Thayer se movían musitando en voz muy, muy baja, lo que decía la canción. Sonrió para sí misma sin hacer ruido, al parecer el aún no había notado que ella estaba despierta. Continuó mirándolo, de perfil, los detalles de su piel y sus labios que continuaban moviéndose
—Te despertaste— murmuró un tanto nervioso, cuando se percató de que Madison lo observaba.
—Estabas cantando— replicó ella, sin olvidar ese detalle.
Él emitió una especie de sonrisa, delatándose. —No. No cantaba— fingió desligarse del tema.
—Si, si lo hacías— insistió divertida, no olvidaría tan rápido lo que había visto. —¿Qué tiene malo?— curioseó. Él negó una vez más con la cabeza.
—Seguro lo soñaste— encontró la excusa perfecta para defender su postura. Le echó una mirada a Madison, quién puso los ojos en blanco. De alguna manera, Thayer siempre tenía algún truco bajo la manga que le permitía salirse con la suya. —Dormiste como tres horas, Mad. Tuviste tiempo de sobra para soñar.
—¿Tres horas? ¡No fue más de media hora!— le reclamó tras su exageración entornando los ojos. Seguía sin creer que él siempre encontrara la excusa perfecta. —Sé muy bien lo que vi— se cruzó de brazos, como si estuviera realmente enojada. —Debí haberte filmado.
—No hay pruebas— Thay se encogió de hombros, sonriendo más extensamente al darse cuenta de qué había encontrado la forma de "ganar".
—¿Por qué tienes que ser tan malo, eh?— bromeó todavía fingiendo estar enojada. Él conduciendo, giró el volante para tomar otro camino, mientras no pudo evitar volver a divertirse por el tono molesto que ella usaba.
—¿Por qué no admites que estabas soñando?— replicó, ofreciéndole otra mirada rápida porque de inmediato continuó fijando la vista hacia adelante.
—Porque dormí menos de media hora y no alcancé a soñar nada— dejó caer su cuerpo sobre el asiento, exagerando su frustración en un suspiro, percibiendo como el auto se detenía. —¿Ya llegamos?— observó a su alrededor, más allá la playa, a unos pocos metros una casa típica de vacaciones. Se asombró, pero decidió que todavía tenía que fingir un momento más. No se lo haría tan fácil.
—Hey, no te enojes— dijo tratando de que la mirara, pero ella parecía convencida de no hacerlo. —Mad—insistió hablándole con calma hasta que ella, finalmente no resistió y eligió verlo.
—¿Qué? ¿Ahora pretendes que sea buena contigo? ¿Después de querer hacerme creer que invento lo que veo?— elevó las cejas desafiante, su expresión molesta se desvaneció en una sonrisa porque Thayer estaba tan cerca de ella y solo pudo pensar en cuanto quería besarlo. —Sí, lo pretendes— respondió por él, tras eso alcanzó sus labios dejándole un beso.
—Vamos, tienes que ver lo que es esto— se entusiasmó cuando se separaron y al mismo tiempo que salía del auto, Thay susurró en voz muy baja, la canción que había pronunciado minutos atrás.
Madison negó con la cabeza, le acababa de dar la razón de la manera más sutil posible.
Mientras tanto, Thayer se encaminó hacia la puerta de la casa, Mad detrás, sacó las llaves que tenía en el bolsillo de su pantalón y abrió la puerta. Dejó a la vista el escenario de una casa justa para ellos dos. Ni demasiado grande, ni demasiado pequeña. Acogedora y sencilla. Madison no sabía en que poner la atención, si en el mar, en la casa o en Thayer que de algún modo, siempre terminaba por robarse su atención.
—No puedo creer esto— musitó, la expresión en su cara dejaba a la vista lo tan a gusto que estaba con el sitio. —¿Solo nosotros dos?— lo miró, de verdad no se lo creía.
—Solo nosotros dos— le confirmó, palabras que ella había oído, pero necesitó oírlo por segunda vez decir que nadie más molestaría. Solo ellos. —¿Te dije que en realidad no eres tan malo?— bromeó con una sonrisa que evidenciaba su felicidad. Volvió a besarlo rodeándole el cuello con sus manos y percibiendo como aumentaba la intensidad, Thayer la elevó del suelo, haciendo que sus piernas se enredaran en sus caderas. —¿No deberíamos desempacar primero?— susurró cuando entre besos, tomó aire.
—Los bolsos pueden esperar ¿no? Se van a quedar ahí, no van a irse.
—Siempre con la respuesta perfecta, Thayer Hemming— lo halagó, tomando los extremos de su camiseta azul para quitársela por completo. La sensación de deslizar sus manos por el torso masculino era indescriptible, nunca encontraría las palabras justas que pudieran describir lo que sentía cada vez que acariciaba su piel.
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Se removió de la cama con sumo cuidado, cuando despertó y contempló el muchacho aún seguía perdido en el sueño. Había conducido muchas horas, lo que lo había dejado un tanto exhausto. En cambio Madison tenía los ojos abiertos de par en par y asumió que probablemente Thayer tenía razón cuando le dijo que durmió como tres horas mientras viajaban. Se rió para sí misma mientras lo veía a dormir, extendiéndose para tomar la camiseta azul de Thay que había quedado en una punta y se vistió con ella. Así, silenciosa, se escabulló por el resto de la casa, observando con atención algunos detalles que no había visto antes. Tenía mucha curiosidad... ¿Cómo habían dado con ese lugar? Se guardó la pregunta que luego le formularía al chico y revisó la cocina, notando que tenían todo lo que necesitaban para preparar comida. Decidió que lo haría más tarde. Eso no era lo que precisamente más le inquietaba... Quería ver el mar. Tocarlo. Disfrutar del sol. La playa, a simple vista, se veía mucho mejor que en su imaginación y necesitaba salir a ver más. La ansiedad le terminó ganando y no pudo esperar. Salió de la casa, pero antes se obligó a desempacar porque tenía que buscar su traje de baño. Abrió el baúl del auto y allí estaban los bolsos, volvió a reír al recordar el comentario de Thayer "Se van a quedar ahí, no van a irse". Todavía risueña, se colgó un bolso en cada hombro y regresó a la habitación. Otra vez, en silencio, buscó su traje de baño colocándose primero la parte de abajo y se sacó la remera para ponerse lo que faltaba. Fue cuando Thayer abrió los ojos y la vio de espaldas, todavía sin nada que la cubriera.
—¿Planeabas irte sin mí?—murmuró, elevando su torso y apoyándose sobre sus codos. Mad giró la cabeza un tanto sobresaltada y lo observó tras su hombro.
—No quería despertarte— le respondió, algo sonrojada por la sorpresa, aunque él ya la conocía en todo sentido. —¿Por qué mejor no me ayudas con esto?—pidió enseñando los tiros tras su espalda que necesitaban ser amarrados. Cada vez que él la miraba de esa forma sentía que su mundo se ponía de cabezas. Demasiadas cosquillas. Él se supo de pie, posándose detrás de ella para hacer lo que le pedía. Madison sintió de pronto como se desplegaba una caricia por su espalda, cerró los ojos apreciando como la electricidad en su piel se intensificaba y suspiró, tratando de contener todo lo que le causaba. –Thayer...— le recordó los tiros que aún seguían sueltos.
—Lo sé—pronunció, tomando finalmente los tirantes y los amarró haciendo que el bikini de Madison se ajustara a su cuerpo a la perfección. Pero como si todo lo que acababa de causarle no fuera suficiente, emprendió a dejar besos en su cuello, provocando que Madison riera a carcajadas por el cosquilleo.
—Thayer, quiero ir al mar—entre risas, replicó al chico que la había rodeado con sus brazos. No iba a negar que le encantaba estar justo ahí. —¿Quieres ir o no?— una vez más se giró a mirarlo, intentando dejar de reír.
—El mar no se mueve...— iba a decir algo más en un tono divertido, pero Mad lo interrumpió.
—Pero yo sí, y quiero ir ahí ahora— dijo con firmeza y despegó un beso en sus labios, para luego librarse de sus brazos, aunque sabía que más tarde querría estar ahí otra vez.
—De acuerdo—mencionó dándose por vencido, antes de hacerla "enojar". —Vamos al mar— confirmó y Madison volvió a sonreírle entusiasmada.
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—¿De dónde sacaste este sitio?— le preguntó Madison al mismo tiempo que caminaban hasta la orilla del agua. Hasta el momento ambos disfrutaban de la sensación de la arena fina debajo de sus pies... Y de la compañía mutua.
—Nathan. Su padre le obsequió esta casa para vacaciones, pero él ahora está en la Universidad y cuando se fue, la última vez que lo vi, me dijo que si necesitaba tomarme unos días podía venir— comentó, despejando las dudas de la castaña. —Solo se me ocurrió una persona para traer aquí. Y desde luego, me hace muy feliz poder haberlo hecho— agregó, haciendo que Mad sintiera una paz interna cuando le mencionó que estaba siendo feliz. Ella también lo era justo en ese momento, a pesar de todo.
—Nunca nadie me había traído al mar.
—¿No lo conocías?
—No— miró al suelo por un instante y al ver que el agua casi alcanzaba sus pies, se detuvo sentándose sobre la arena. El hizo lo mismo, quedándose a un lado. —Supongo que eso explica mi emoción por salir de la casa— acotó con una pequeña sonrisa, observando a Thayer y luego mirando el paisaje frente a ella. —En serio, prácticamente nunca tuve un viaje así— siguió hablando, sincera. Madison a veces podía dejar su vida de lado, no hablar sobre nadie de sus problemas o sus sentimientos, pero allí quiso hacerlo. Sentía que si empezaba a liberarse de los pequeños detalles que la oprimían el pecho, poco a poco lo superaría todo. —Desde que pasó lo de Austin... Por dios, ¿en qué momento íbamos a planear algo como esto? Aunque quizá le habría hecho bien, no lo sé, pero sería genial que él estuviera viendo todo esto ahora mismo— guardó silencio, oyendo el sonido de las olas, el de su respiración que cada vez que volvía más calma y el brazo de Thayer rodeándola por los hombros. —Olvídalo, se suponía que íbamos a olvidar todo por un rato— dejó caer su cabeza, recostándose sobre el brazo de Thayer.
—No puedes olvidar lo que es parte de ti. Es tu hermano. Es tu familia. Siempre vas a regresar a ellos, de una forma u otra. Maxine se fue, pero pienso en ella todo el tiempo, es más, ahora mismo estoy preocupado por ella.
—¿Cómo hiciste para dejarla ir?
—No podía obligarla a quedarse. Creció, quiso irse, iba a hacerlo aunque yo dijera que no— asumió, captado por la mirada de Madison, que lo veía sin perder de vista ni uno de sus gestos. El agua del mar llegó hasta ellos, alcanzando parte de sus cuerpos por sorpresa. —¿Quieres entrar?— le propuso, porque el sol estaba golpeando sus cuerpos con fuerza. No estaría nada mal refrescarse.
—No lo sé. Nunca entré... Me da miedo— dijo algo intimidada porque a su vista, el mar parecía infinito. Sin principio, ni final. --¿Qué tal si toda esa agua me traga?— exageró.
—Mad, voy contigo. No voy a dejar que te pase nada— le aseguró.
—¿Seguro?— insistió, a pesar de que sí confiaba en él. No dudaba en que estaba a salvo con él cerca.
—Vamos— dijo sin más rodeos y se puso de pie, levantando por sorpresa que no dejó de gritar histérica que la bajara. Pero caminó con ella hasta adentrarse, lo suficiente hasta que el agua lo cubrió hasta la cintura. Mad percibió como el agua alcanzaba también más de la mitad de su cuerpo, aunque no soltaba a Thayer y continuaba aferrada a su cuello.
—¿Cómo te atreves, Thayer Hemming?— lo reprochó cuando su cuerpo se calmó empezando a relajarse y a disfrutar de estar fundida en el mar. —Voy a matarte cuando volvamos.
—Dime que no lo estás disfrutando, entonces sí dejaré que me mates. Pero no mientas— la desafió, obligándola a decir la verdad. Sabía que era mala para mentir, su expresión la delataría tarde o temprano. —¿Te gusta, o no?—insistió, buscando fijar su mirada en la contraria.
Madison apretó los labios esquivando los ojos masculinos, pero finalmente se encontró con ellos y admitió la verdad.
—Bueno, sí. Me encanta estar aquí— habló sincera y esfumó la distancia para besarlo con decisión. —Y, Thayer...— continuó hablando cuando se separó y él la miró sin perder detalle de sus palabras. Siempre la veía tan atento, dispuesto a escucharla. —Sobre lo que dijiste hacer un rato... Tú también eres mi familia, ¿sabes? Siempre voy a regresar a ti, no importa qué— las pupilas de Thayer se dilataron y brillaban con fervor delatando que amaba a la chica que tenía frente a él. Nunca nadie le había dicho algo que lo hiciera sentir tan valioso.
—Yo voy a estar contigo siempre, no importa qué, ¿me escuchaste?— Madison asintió, descansando su frente sobre la contraria, cerrando los ojos para percibir con profundidad el tono de su voz, las palabras que guardaría en el lugar más seguro de su interior y el beso que llegó a sus labios segundos después, recordándole que no había nada comparable en el mundo con todo lo que Thayer le daba.
Nada.
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