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XX

"Me fui por la mañana,

mientras dormías profundamente,

hacia un océano de violencia.

Un mundo de calles vacías".

(Ocean of noise – Arcade Fire)

Tenía nueve años cuando su madre le contó quién era su padre. Un sujeto adinerado, que cargaba un apellido reconocido en el pueblo, que nunca fue capaz de hacerse cargo de su hijo, Thayer. Nunca le reclamaron nada. Él tenía otra familia, se veía bien con ellos, hasta orgulloso, a pesar de que ocultaba a ese hijo que en realidad, nunca deseó. Amanda no creyó conveniente reclamar nada, temía que ese hombre poderoso que creyó que un día la amó, podía ser capaz incluso de arrebatarle a su primer hijo, su mayor tesoro.

Thayer abandonó el bar para subirse al auto con prisa y trató de encenderlo, aunque falló en el primer intento colocando mal las llaves y haciendo que cayeran al suelo. Estaba tan enojado, que incluso se volvió un poco torpe. Recogió las llaves sin perder tiempo y entonces, puso el coche en marcha y emprendió conducir. Sabía con exactitud hacia donde se dirigía, esas calles que solía transitar, aquel camino que siguió un par de veces, cuando iluso creyó que encontraría lo que buscaba en una persona que no valía nada, una persona que nunca sería capaz de reconocer lo mucho que se perdía al dejarlo de lado. Lo que había hecho Patrick, acentuaba el mal concepto que tenía sobre los Kennard's, quienes se creían los dueños del mundo solo por tener algo más de dinero, quienes consideraban tener derecho a todo, incluso a lastimar, a herir a los demás. No se lo harían. No otra vez. Primero lo habían hecho con su madre. Luego con él. Y como si eso fuera poco, tocaban a Madison.

Desde que supo quién era su padre, fue inevitable no detenerse a observarlo de vez en cuando. Tenía un auto de esos que nadie tenía, de lo más lujoso. Se detenía justo en la entrada del colegio y acompañaba a su hijo, un niño de la misma edad que Thayer, hasta la puerta de ingreso y desde allí, lo veía entrar. Thay, que apenas tenía diez, los veía casi todas las mañanas, cuando caminaba solo hacia la escuela. Maxine era pequeña y su madre, debía ocupar todo su tiempo en cuidar de ella y el trabajo. De pronto, tuvo que convertirse en alguien completamente independiente, a pesar de que en el fondo aún seguía siendo un niño que necesitaba de su mamá... Y de su papá, aunque este último no quisiera reconocerlo.

Pisó el acelerador, impaciente por llegar mientras sentía como el rencor se acumulaba justo en medio de su pecho y seguía creciendo, porque una y mil imágenes habían llegado a su mente como flashes, alimentando el dolor que aún conservaba. Había visto la marca en la espalda de Madison y sus ojos tristes, asustados. Y todavía podía verse a él mismo como un niño, buscando tener una familia.

A los doce años, recorrió a solas el camino hasta la casa de su padre, al mismo tiempo intentaba armarse de valor para tocar la puerta, pero nunca lo hacía. No se animaba, porque no tenía idea sobre qué debía decir. Acaso ¿tenía que pedir disculpas? Así lo creía, porque cuando estaba a punto de apretar el timbre, lo invadía la culpa. Como si fuera una carga de la que se deshicieron, pero ahí estaba otra vez, tratando de ser aceptado a pesar de que lo negaron desde un principio. Estuvo en medio de esa disputa tantas veces. Su padre supo verlo, su mirada se clavó en él, pero todo se simplificó en ignorancia, como si no fuera nada, como si no existiera. Entonces, dejó de acercarse. Y un día se convenció de que no lo necesitaba, que ya no le importaba que lo hubiese hecho a un lado, que a diferencia de su otro hijo, no le dio un lugar en su vida. Se convenció. Y no quiso volver a verlo, nunca más.

Aparcó el coche en esa calle, donde no había vuelto a detenerse desde hacía años. Patrick estaba fuera, sobre el capó de su convertible conversando relajado con otros dos muchachos. Apenas lo observó bajarse, Patrick le ofreció una sonrisa burlona. Lo reconoció. Y Thayer caminó sintiendo que su sangre ardía, que era capaz de cualquier cosa justo en ese instante.

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El teléfono sonó, Rose se veía en la pantalla. Madison que veía una película junto a Austin, la atendió de todas formas. Aunque no quería saber nada referido a su trabajo, al menos por ese día quería olvidarlo todo.

— ¿Hola, Madison?

—Sí, Rose. ¿Cómo va todo?

—Bien, digamos que bien.

— ¿Digamos?— se dio cuenta, por el tono que utilizaba su amiga, que algo pasaba.

—No me mates, por favor. Pero no podía ocultárselo.

—Rose, no voy a matarte. ¿Podrías ser más clara?— preguntó, sin perder la paciencia.

—Le dije a Thayer lo de Patrick— lanzó, provocando que el sentido de alerta se prendiera en Madison. —Lo sé, lo sé, no puedo callarme la boca. Alguien tenía que vengarse de Patrick, pero ahora que lo pensé con la cabeza fría, me di cuenta de que tu novio podría cometer una locura y no puedo frenarlo porque estoy trabajando, pero tú...— empezó a hablar nerviosa y con prisa, haciendo que Mad empezara a perder la calma, pero recordaba, no debía alterarse.

— ¿Fue de Patrick, cierto?— era todo lo que necesitaba saber.

—Sí y estaba bastante enojado— confirmó lo que supuso desde el comienzo. Madison cortó el teléfono, lo guardó en su bolsillo mientras se ponía de pie y le echó un vistazo a Austin.

—Luego te cuento—fue lo único que le dijo a su hermano, antes de tomar su abrigo y salir corriendo hacia la casa de Patrick.

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Asumió que Patrick lo observaba con una expresión burlesca mientras se acercaba, porque no se imaginaba lo que realmente Thayer estaba haciendo allí.

— ¿Qué te pasa Hemming, finalmente vienes a reclamar tu parte?— se burló y entonces, recibió el primer golpe en la mandíbula, acción que lo descolocó por completo. Los dos muchachos sostuvieron a Thayer por los hombros, también desconcertados, pero Patrick se repuso, riendo de manera sádica y Thayer consiguió zafarse para volver a golpearlo y el chico, hizo seña a sus amigos para que no interrumpieran. —Déjenlo, así es como se expresa la gente como él— ironizó, lo que se convirtió en otra provocación para Thayer, haciendo que lo sostuviera por el cuello y lo arrinconó contra una pared para volver a golpearlo. Su rodilla se doblegó y se dirigió justo al medio de su estómago. El chico perdió el aire por un momento, pero volvió a mirar a Thayer con la misma expresión. —Siempre supe que llegaría este momento. Me envidiaste siempre ¿no, Thayer?— el puño cerrado regresó al lateral de su cara y siguió riéndose, sin hacer nada para defenderse.

—No tengo nada que envidiarte— aseguró, aún su furia no cesaba, tampoco sus ganas de golpearlo. Tenía una mano aferrada a su cuello y volvió a darle un rodillazo.

— ¿Y esto que significa?— elevó las cejas, convencido de que tenía la razón, hablando a pesar de que el aire no le alcanzaba.

—Que no vuelvas a acercarte a Madison— lo observó de manera amenazante, demostrándole de lo que era capaz.

—Es por esa chica— cayó en la cuenta al hacer memoria y le pareció tan patético, que volvió a reírse. Thayer quiso golpearlo otra vez, todavía más enfurecido, pero percibió justo a tiempo como alguien se interponía entre ellos, tratando de separarlos.

—Thayer, ya es suficiente— murmuró afirmando la voz, con la intención de caducar lo que podía convertirse en un gran problema para su chico.

—Con qué Lexie y Madison, la rica y la pobre, al final si te pareces en algo a nuestro padre— Patrick no se detenía, continuó con las provocaciones y Thayer se dispuso a atacarlo otra vez.

—No sabes de lo que hablas, idiota— pronunció, pero Madison lo detuvo apoyando sus manos en los hombros masculinos. La gente como Patrick era un arma de doble filo. Se había dejado atacar, probablemente para quedar como la víctima más tarde. Madison, que tenía la cabeza en frío, se dio cuenta de aquello y por eso, intentaba frenar a Thayer a cualquier costo. También estaba impactada por lo que acababa de descubrir... Aun así, creía en que podía detenerlo a tiempo. —Déjame arreglar esto— le pidió a Mad que lo soltara, que se hiciera aun lado, pero ella no lo hizo.

—Hey Thay, mírame. Mírame— lo obligó, haciendo que por un instante, desviara la atención de Patrick, hacia ella. —Yo sé cómo eres. Sé cómo son las cosas. No tienes que hacer esto— dijo, pidiéndole que se detuviera.

—Te lastimó— eso era algo que aún no lo superaba. Ese sujeto, había tocado a lo que significaba su mundo.

—Yo estoy bien. ¿No me ves? Estoy bien— aseguró, rogándole hasta con la mirada que se marcharan. —Vámonos de aquí— solo porque Madison se lo pedía, tragó su orgullo y se dispuso calmarse. Ella le tomó la mano y dirigió los pasos hasta el auto, mientras Patrick era auxiliado por sus amigos. —Yo puedo conducir— murmuró, porque Thayer se veía demasiado agotado, como si tuviera la mente en otro sitio. Le dio las llaves a Madison y dejó que ella se hiciera cargo. Todavía podía sentir como el odio ardía en medio de su pecho y era frustrante no lograr quitarse esa tormentosa sensación. Se sentó en el asiento de co-piloto, mientras Madison manejaba y lo veía de reojos durante el trayecto. Sabía que no tenía que presionarlo para que hablara, pero no soportaba verlo afectado y quedarse de brazos cruzados, sin hacer nada.

Le dolía tanto como a él.

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— ¿Estás bien?— le preguntó, aparcando el auto a un costado de la calle. —Déjame ver tu mano— la sostuvo sobre la suya, captando que tenía los nudillos enrojecidos después de la paliza que le había dado a Patrick.

—No es nada— dio por seguro. En realidad estaba molesto por otras cosas, que su mano estuviera apenas lastimada, era lo de menos. — ¿Por qué no me dijiste lo de Patrick?— quiso saber. Madison lo observó, sintiéndose mal por haberle mentido. Si le hubiera dicho la verdad desde un principio, tal vez habría evitado todo ese altercado, quizás habría logrado detenerlo a tiempo.

—Porque quería mantenerte alejado del problema— eso era todo. La única razón por la que se calló la boca y no le contó sobre nada. —No sé, imaginé que podía pasar algo así y me dio miedo. Me da miedo cada vez que te expones de esa forma, Thayer— emitió sincera, sacándose aquel peso de encima al decir lo poco que soportaba verlo metido en esas situaciones, por el simple hecho de que podían herirlo.

—Alguien tenía que dejarle en claro que no puede ir por ahí haciendo lo que se le antoje. Molestando a la gente solo porque se cree más que los demás— pronunció, todavía las emociones negativas no se calmaban. Lo tenía todo acumulado.

—Es un imbécil. Siempre lo fue. Nunca habría imaginado que tú y el fueran... ¿Familia?— no estaba segura de cómo definirlo, pero no dudaba en que eran como el agua y el aceite. Ambos completamente distintos.

—Ellos no son mi familia— aclaró, algo sobre lo que se mantenía firma. No significaban más que cosas malas para él. Bajo la mirada, memorizando como se había sentido cuando era solo un niño que quería aceptación. —No voy a negar que cuando era niño me la pasé sintiéndome patético porque mi padre eligió a Patrick y no a mí, pero al final... No fue malo perderme de mi padre. Nunca lo necesité realmente— en voz alta, una vez más luchó por auto convencerse de que nada le dolía, pero Madison era capaz de ver a través de sus palabras. Él abrió la puerta, saliendo del auto en dirección a la puerta de su casa y ella, enseguida lo siguió.

—Thay— lo detuvo, imponiéndose frente a él y apoyando sus manos en los laterales de su cuello. Percibió su piel cálida y lo acarició con ambos pulgares. —Tú no te perdiste nada. Fue tu padre el que se perdió de ti— habló convencida de cada palabra que pronunciaba. Quería que él pudiera verse a sí mismo de la forma en que ella lo veía. Como alguien especial, que merecía el mundo entero. Tras eso, lo rodeó con sus brazos descansando el mentón sobre su hombro y entrelazando sus dedos por el cabello ondulado para acariciarlo. Sintió como Thayer le respondía sosteniéndola con fuerzas cerca de él. La necesitaba para siempre en su vida.

Y el modo en que la abrazaba lo decía todo.

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《Instagram: evelynxwrites》 

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