
VIII
"Soy precavida con el resto del mundo,
pero contigo sé que no está bien.
Y podría esperar con paciencia,
pero realmente desearía que tú...
Lo dejaras todo,
te reunieras conmigo bajo la lluvia,
me besaras en la acera,
te llevaras el dolor".
(Sparks Fly – Taylor Swift).
Tenía mil asuntos rondando en su cabeza y tras ellos, la voz de Rose que hablaba entusiasmada sobre una fiesta el próximo sábado. Madison hubiera querido responder con el mismo entusiasmo, pero su tiempo no le permitía hacerse un lugar para esas cosas. El problema de su hermano era el principal factor que la consumía, a ella, a sus pensamientos, a sus ánimos, incluso a su dinero. Se sentía tan triste, aunque de a momentos, creía ser merecedora de una oportunidad para distraerse un poco como lo haría cualquier chica de su edad.
— ¿Y? ¿Qué dices? ¿Vienes con nosotras el sábado o no?— insistió Rose, quién tenía la intensión de divertir a su amiga.
—Lo siento, ¿De qué hablabas?— Madison dejó de ordenar los cubiertos para girarse y mirar a la chica, quién suspiró frustrada por tener que repetir las cosas.
—De la fiesta. ¿No estás escuchando, Madison?
—Oh si, la fiesta. Rose, me encantaría, pero ya sabes que no puedo.
— ¿Por qué no? Haz una excepción, solo una noche. Todo el mundo estará allá, la pasaremos bien, te lo prometo— continuó insistente, no pensaba parar hasta oír una respuesta afirmativa de su amiga. Madison conocía a Rose y sabía aquello mejor que nadie. Entonces, se dio cuenta que por un momento podía dejar sus responsabilidades de lado y aceptar. —Eso es, estás poniendo justo la cara de sí, ¿vas a ir, no?
Madison sonrió, su amiga descubrió su respuesta antes de que pudiera pronunciarla.
—De acuerdo— respondió. Rose largó un pequeño alarido de emoción, Madison se rio de aquello y volvió a su trabajo, dedicándose a terminar sus tareas.
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Revisaba su guardarropa intentando hallar algo decente para usar en la fiesta del sábado. Aún faltaban dos días, pero necesitaba asegurarse antes de que al menos iba a tener algo lindo para usar. Se echó en la cama indignada cuando se dio cuenta de nada le servía, definitivamente tenía que comprarse algo. Lo haría al día siguiente, porque los negocios ya estaban cerrados. Vigiló su celular, como de costumbre, buscando alguna notificación nueva, pero aún no había nada. Releyó la conversación que tuvo la noche anterior con Thayer y se decidió a enviarle un nuevo mensaje.
Madison: Hey, ¿cómo están las cosas con tu hermana?
Thayer: Nada bien.
Thayer: Hablé con ella, estoy seguro de que algo pasa, pero evitó contarme.
Thayer: Incluso saldrá está noche otra vez.
Madison: ¿Ni siquiera sospechas de que puede tratarse?
Quizás no es tan grave o malo como piensas.
Thayer: Puede ser.
Thayer: Puede que esté saliendo con alguien y no quiera decirme.
Thayer: La voy a seguir esta noche.
Madison: ¿Qué? Estás loco.
Thayer: Necesito saber qué pasa con mi hermana.
Madison todavía descansando en su cama, releyó el mensaje una segunda vez para comprobar que realmente él lo había dicho. Iba a seguirla. Y le recordó a aquella vez cuando golpeó a un tipo y luego, casi lo matan a él. Sabía que no existía forma de cambiarle el plan, pero sí podía estar ahí para detenerlo a tiempo. No lo dejaría solo.
Madison: De acuerdo. Yo te acompaño.
Escribió el mensaje mientras tomaba una chaqueta y luego su cartera, decidida a ir con él a pesar de cualquier riesgo.
Thayer: Mad, no tienes que hacerlo.
Madison: Estoy yendo.
Cerró la conversación sin darle a tiempo a discutir y a toda prisa, caminó hasta la casa de los Hemmings.
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Cuando el timbre sonó, Thayer abrió la puerta de su casa encontrándose con Madison un tanto agitada porque llevaba minutos caminando rápido. La saludó con un beso en la mejilla y notó su rostro, helado. Sin dudas la noche era fría. Él sabía que estaba por llevar a cabo otras de sus locuras para intentar proteger a su hermana, pero no iba a desistir. Se recordaba todo el tiempo "es mi responsabilidad".
Que Madison estuviera allí, significaba demasiado, más de lo que ella creía. Se sentía bien ese tipo de compañía, justo ahí para darte una mano cuando más lo necesitas. Con Lexie no tenía exactamente aquella libertad, ella habría querido detenerlo a toda costa y la situación habría desembarcado en una discusión de la cual ella salía ofendida y le dejaba de hablar por unos cuantos días. Definitivamente no, no podía decírselo.
Mad puso un pie dentro de la casa, Maxine se hallaba en la sala un tanto producida, chequeando su celular. Elevó la vista al verla entrar y la saludó con un simple "Hola" que Madison respondió de la misma manera, mientras seguía a Thayer hasta la cocina. No pudo evitar echar un vistazo a la casa, todo se veía bastante ordenado, aunque había libros de toda clase, por todas partes. Algunos más antiguos, otros más modernos. Por el episodio pasado en su casa, supo que Thayer era el que se la pasaba leyendo.
—¿Quieres tomar algo, un café?— ofreció al chico, cuando estuvieron a la cocina. Mad asintió.
—Un café estaría bien— aceptó. — ¿En serio, estás seguro de lo que haremos?— preguntó en voz baja, mientras él preparaba las tazas.
—No tengo opción.
—Al menos dime que no harás algo tan arriesgado como largarte a pelear con un tipo— trataba de hacer que él fuera de un modo más pacífico.
—Solo vamos a ver en que está metida. Luego regresamos— aseguró y segundos después, extendió a Madison una taza de café caliente. Bebida de la cual alcanzó a dar algunos tragos, porque Maxine interrumpió.
—Me voy, Thayer. Regreso al rato— le gritó desde la sala.
—De acuerdo, nos vemos— fingió Thayer, que al mismo tiempo dejaba las tazas de café sobre la acera y le hacía una seña a Madison para que se dieran prisa. Mad aún llevaba su abrigo puesto. Thayer recogió rápidamente el suyo y al instante en que Maxine dejó la casa, ellos también lo hicieron. —Iremos caminando. Si voy en el auto, me descubrirá— murmuró en su expresión más seria, observando como su hermana caminaba siguiendo la línea recta de cuadras.
— ¿Te imaginas llegar y que simplemente solo esté con sus amigas?— preguntó Madison, quién volteó a mirarlo de reojos mientras caminaban. Thayer tenía las manos metidas en los bolsillos de su abrigo y la vista fija en su hermana, a quién desde allí distinguían como una figura mediana.
—Si llega a ser así, entonces la esperaré en casa, le diré la verdad y le pediré perdón por desconfiar— aseguró. Deseaba estar equivocado, deseaba que todo fuese producto de su paranoia, de su sentido sobreprotector. Pero en el fondo, sabía que conocía a su hermana mejor que nadie y que aquel mal presentimiento se debía a que realmente algo fuera de lo común sucedía. — ¿Sabes? Ojalá esté equivocado.
— ¿Thayer Hemming se equivoca? Vaya, eso es nuevo— bromeó Mad, fingiendo estar desconcertada. Ambos se sonrieron producto de la acotación.
—Más de lo que crees— replicó.
—Como todos— murmuró Madison, mostrando que equivocarse era lo más normal del mundo.
—Incluso más.
—No exageres— Mad le dio un golpe juguetón en el hombro y Thayer sonrió de lado. —Todo el mundo se equivoca, todo el tiempo. Lo importante es tener buenas intenciones y si las cosas no resultan como lo pensabas... Al menos sabrás que lo hiciste por un buen motivo— eso es lo que ella se decía a si misma cada vez que algo le salía mal. Su propia forma de tranquilizarse.
<<Cuidar a mi hermana>> pensó él luego de escucharla, recordando que esa era la razón de lo que estaba haciendo. Solo quería cuidar de ella. Entonces Maxine, a quien no perdía de vista, se detuvo. Temió que hiciera algún movimiento y los descubriera, por ende reaccionó tan rápido que sostuvo a Madison de la cintura y la escoltó junto a él para esconderse detrás de un auto. Quedaron tan cerca, que el aliento agitado se ambos se mezcló.
— ¿Qué pasó?— Mad, quien estuvo demasiado ocupada mirando a Thayer, no llegó a darse cuenta de que Maxine hizo una parada.
—Se detuvo, casi nos descubre— seguían tan próximos, pero ninguno hacía esfuerzo por alejarse. Estaban a una distancia tan escasa, que Madison notó cada una de sus pecas salpicadas en el rostro del muchacho como si alguien hubiera derramado un puñado de estrellas sobre él. Sintió la mano de Thayer todavía posada en sus caderas, contacto que la ponía nerviosa pero al mismo tiempo, se sentía a gusto.
—Ah, eso. Mejor no movernos— pronunció, así evitarían que la chica sospechara. Se mantuvieron así unos cuantos segundos, hasta que captaron que Maxine retomó su camino. Ellos también debían seguir.
—Listo, el camino está libre otra vez— todo contacto se despejó, regresaron a ser las dos personas que caminaban uno al lado de la otra.
—Estuvo cerca— suspiró Madison aliviada.
Bastaron unas pocas cuadras más para ingresar a la zona centro del pueblo y de inmediato notaron que Maxine se dirigía a un restaurante. Dos grandes ventanales de vidrio adornaban el sitio, consiguiendo que desde afuera pudieran verlo todo sin problemas. Tomaron una distancia prudente, aunque lo suficientemente cerca para verlo todo. Maxine entró, echó una mirada al lugar hasta que captó alguien que le hacía señas desde una de las mesas.
Desde afuera, Madison y Thayer la vieron dirigirse hacia el sujeto, un tipo adulto que se puso de pie, saludandola con un afectuoso abrazo y un beso en la mejilla. Thayer frunció el entrecejo, molesto y la vez, no podía creer lo que sus ojos veían.
—Dime que no es lo que yo creo— desconcertado por la escena, su reacción aún no se hacía consistente. Aquello le dio mil cosas sobre las que pensar.
—No sabemos lo que es, Thay.
— ¿Estás viendo lo mismo que yo, no es así?
—Sí, pero no supongas nada, no hasta saber cómo son realmente las cosas— Madison sostuvo a Thayer del brazo, impidiéndole que avanzara.
—Voy a saber lo que está pasando ahí ahora mismo— dio por hecho, zafándose del agarre de Madison, decidido a enfrentar a su hermana y al tipo que la acompañaba, a quién iba a matar si estaba ocupando el lugar que él pensaba.
Madison lo siguió por detrás, aún con esperanzas de detenerlo.
Pero no lo logró.
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