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La Sangre no apaga el Fuego

En los tiempos más antiguos de Bangi, cuando los reinos estaban en su apogeo y la magia aún fluía libremente por la tierra, un rey recién coronado recibió un pergamino antiguo de manos de un sabio vidente. El pergamino dorado de Jhyngsux, hecho de un material desconocido que parecía ser una mezcla de oro líquido y pergamino tradicional, emitía un brillo dorado incluso en la oscuridad, como si tuviera una luz propia. El que poseyera el pergamino sería soberano del mundo que los hombres conocen, ya que el objeto lleva el conocimiento absoluto, los secretos más profundos, la magia, el poder. Las inscripciones en el pergamino estaban escritas en una lengua antigua y olvidada, que solo los reyes de puro corazón que se sienten en el trono de Bangi podían leer. La leyenda cuenta que las letras podían cambiar y moverse, adaptándose al lector digno de conocerlo.

Un rey, cuyo nombre se ha perdido en las brumas del tiempo, que se sabe que fue el primero de los Heartwornd en ser coronado, guardó celosamente este pergamino a lo largo de sus años de reinado, temeroso de su poder sobre los hombres. Sabía que el destino de su linaje y reino estaba atado a las palabras misteriosas que el anciano mencionó al entregarle el dorado pergamino, y se juró a sí mismo proteger los secretos de este hasta que llegara el momento adecuado, solo se limitó a mostrárselo a su heredero, ni los grandes sabios que en ese tiempo vivieron pudieron leer sus pasajes enigmáticos.

Generación tras generación, el pergamino fue transmitido de padre a hijo, el único que tenía el privilegio de ver su contenido era el primogénito varón de cada antepasado de Lyssander Heartwornd, los antiguos monarcas de Bangi y todo el mundo conocido por los hombres. Cada rey que lo poseía sentía el peso de su poder sobre sus hombros, consciente de que su papel en el cumplimiento del destino de la tierra era crucial, además de mantener celosamente su contenido en secreto. El pergamino tenía un hechizo de protección que calcina a cualquiera que intente leerlo sin ser digno, protegiendo sus secretos de los no iniciados. Los indignos de conocer los poderes del pergamino serían calcinados con el poder del conocimiento, por ello los hombres le temían.

El rey Galen Heartwornd, hizo lo propio, al entregarle el pergamino a Lyssander el día de su coronación, día en el que Galen murió y un joven rey ascendió, entendiendo su papel como protector del pergamino y regente del mundo conocido, por lo cual debía iniciar su labor con mano firme, llevango su reino a la grandeza. Con determinación y coraje, se comprometió a cumplir con su deber, amando a su pueblo y asegurando que la tradición se cumpliera de acuerdo con la voluntad de los dioses. El pergamino reconoció automáticamente a Lyssander como su legítimo portador, brillando más intensamente en sus manos y revelando su contenido solo a él.

Así comenzó una nueva era en Bangi, una era marcada por la magia antigua y la promesa de un futuro lleno de esperanza y renovación. Lyssander se convirtió en el guardián del pergamino, dando un buen uso al conocimiento que este brindaba a los dignos de conocerlo, guiando a su pueblo hacia un destino aún por descubrir, pero lleno de posibilidades y promesas que se podían romper si los intereses de otras personas eran más grandes. El pergamino le proporcionaba estrategias militares y políticas infalibles, además de otorgarle acceso a antiguos hechizos y encantamientos perdidos en el tiempo, incrementando su poder y habilidad mágica. Sin embargo, Lyssander también entendía las limitaciones del pergamino, siendo consciente de que su conocimiento podía ser una carga abrumadora y que su uso debía ser reservado para momentos de gran necesidad.

Antes de que se convirtiese en rey de Bangi, Galen, su padre, había sellado una alianza crucial para el reino al prometer a su primogénito en matrimonio con Rossalind Thornheart, la única hija del señor de Arle, el reino más oriental del mundo conocido. Arle, una tierra bañada por las aguas misteriosas del Mar de los Espejismos, era gobernada por la poderosa Casa Thornheart, conocida por su dominio naval y su herencia noble.

Rossalind, una noble de gran belleza y gracia, era conocida no solo por su presencia encantadora, sino también por sus vastos conocimientos en navegación. Nieta de Lord Voctran, el navegante más legendario de la historia contada por los hombres, Rossalind heredó su pasión por los mares y su astucia en el manejo de navíos. Tras la muerte de Voctran, Arle pasó a ser gobernada por su hijo mayor, Lord Harlon, quien también era un navegante de renombre, aunque, a diferencia de su padre, no dejó descendencia legítima.

Debido a ello, los hijos de su gemelo idéntico, Howard, se convirtieron en los herederos naturales del linaje Thornheart. Así, el título de Señor de Arle recaería en Lord Cedric Thornheart, hermano mayor de Rossalind, una vez que Lord Harlon falleciera. Esta sucesión aseguraba que el legado de Lord Voctran continuaría a través de su linaje, aunque de manera indirecta, reforzando la influencia de la Casa Thornheart.

El matrimonio de Lyssander y Rossalind no solo fortalecía la unión entre las casas Heartwornd y Thornheart, sino que también aseguraba la estabilidad de dos de los reinos más poderosos de su tiempo. Con la boda de Lyssander y Rossalind, se unieron así los destinos de Bangi y Arle en una trama de poder, política y tradición. Bajo el liderazgo de Lord Harlon, y con el respaldo del nuevo rey Lyssander, los reinos parecían destinados a una era de prosperidad compartida.

Con Rossalind a su lado, Lyssander encontró la fuerza, el amor y el apoyo que necesitaba para enfrentarse a su destino y proteger el pergamino dorado de Jhyngsux, guiar a Bangi a la grandeza y forjar un reino fuerte, un ejército imparable, además de una familia admirable. Lyssander sabía que su papel como guardián del pergamino era crucial para el destino del mundo. Se comprometió a usar el conocimiento del pergamino con sabiduría y responsabilidad, consciente de que el destino de su linaje y reino dependía de ello. Las leyendas decían que el destino del mundo estaba inscrito en el pergamino, y que su correcto uso podría traer una era de paz y prosperidad, o de caos y destrucción si caía en las manos equivocadas.

El pergamino, que solo podía ser leído después de realizar un antiguo ritual que involucraba los elementos de fuego, agua, tierra y aire, tenía la habilidad de interactuar mágicamente con el lector, proporcionando información relevante a las preguntas formuladas mentalmente por el portador. Lyssander, con su corazón lleno de determinación y su mente clara, se dispuso a guiar a su pueblo hacia un futuro lleno de posibilidades y promesas que se podían romper si los intereses de otras personas eran más grandes.

Sin embargo, la felicidad de Lyssander fue efímera. Rossalind murió trágicamente, una maldición que se mencionaba en el pergamino; en un intento de fortalecer su reino, Lyssander contrajo matrimonio con lady Adelina Moonshield de Rot, viuda de lord Matthew Revenscroft. Los hermanos de Rossalind, enfurecidos por esta decisión, decidieron romper su alianza con Bangi. Pero antes de que pudieran actuar, un evento trágico sacudió Arle: Lord Harlon Thornheart, fue asesinado por su sobrino y heredero Cedric Thornheart, quien enfurecido y deseoso de poder, usurpó el trono y comenzó a reunir un ejército con la intención de atacar Bangi y demostrar su poder, vengar a su hermana y tomar poseción del trono más grande del mundo de los hombres.

Lord Thorian, hermano menor de Rossalind, un caballero valiente, se unió a su hermano en su búsqueda de venganza, aunque con un enfoque más impulsivo y emocional, amaba a su hermana y ver las decisiones tomadas por su esposo lo llevaron a violar sus votos de caballero. La usurpación del mando de Arle por parte de Cedric junto a Thorian, su posterior ataque a Bangi y declaración de guerra marcó el comienzo de una era de conflicto y tensión entre las familias Heartwornd y Thornheart que se mantuvo por muchas décadas.

Lyssander, consciente de su papel, se preparó para defender su reino, su familia y su legado. Sabía que la batalla por el control de Bangi y el destino del mundo no sería fácil, y que el pergamino, con su poder y conocimiento, sería crucial en los tiempos venideros. La guerra entre los reinos comenzó, junto con ella, el futuro de Bangi y de todo el mundo conocido pendía de un hilo, dependiente de las decisiones que Lyssander tomara y de los secretos que el pergamino revelara.

La guerra estalló con una intensidad que superó todas las expectativas. Cedric y Thorian, unidos en su deseo de venganza, lanzaron un ataque feroz contra Bangi, atacaron al amanecer tras reclutar soldados de Orlyx y Exogia, desatando una serie de batallas que sacudieron los cimientos de ambos reinos. Las fuerzas de Arle, impulsadas por la furia y el deseo de revancha, demostraron ser formidables, pero Lyssander estaba decidido a no dejar que su reino cayera en manos de los Thornheart, además de contar con el apoyo de la casa Revenscroft.

Mientras los ejércitos chocaban espadas en el campo de batalla, Lyssander, en la soledad de su cámara, se sentaba frente al pergamino dorado de Jhyngsux. Sabía que dentro de ese antiguo artefacto se encontraba el conocimiento que podría cambiar el curso de la guerra. Sin embargo, también comprendía que utilizar su poder con imprudencia podría desencadenar consecuencias catastróficas.

El pergamino le reveló estrategias militares y secretos de los Thornheart que le permitieron anticiparse a sus movimientos. Además que gracias a la influencia de su nueva esposa y miembros de su consejo, contraatacó la defensa de sus ex cuñados integrando a la guerra un elemento sin precedentes, un dragón.

Estos seres poderosos, que vivían en las áridas montañas de Rot, los cuales invocados a través de antiguos rezos que el pergamino revelaba al rey, cambiaría el curso del conflicto, deteniendo la ofensiva de los Thornheart y sembrando terror entre sus enemigos. Probablemente finalizando la guerra.

El rey no lo pensó demasiado, le parecía una idea lejana, un "plan z" por si algo salía mal; sin embargo, a medida que la guerra avanzaba, Lyssander comenzó a experimentar sueños extraños, los cuales le mostraban fragmentos entreverados del futuro, pasado y presente. Estas imagenes extrañas que solo veía entre sueños, lejos de ofrecerle seguridad, le revelaban un mundo desgarrado por la guerra, donde cada victoria solo sembraba las semillas de nuevas batallas. Hombres caídos en combate, fuego, hambre, reinos sumidos en el caos, y un ciclo interminable de destrucción lo atormentaban cada noche. Las imagenes del pasado eran las batallas de las que había leído en el pergamino, batallas en las que peleó junto a su padre, secretos que no comprendía en su juventud.

***

En el campo de batalla, Thorian luchaba con una furia desmedida, cegado por el dolor de la pérdida de su hermana. Su enfoque impulsivo lo llevó a tomar riesgos innecesarios, pero su habilidad como guerrero era innegable, el caballero estaba dispuesto a todo por vengar la muerte de Rossalind. Cedric, más calculador, aprovechaba la rabia de su hermano para desestabilizar a las fuerzas de Bangi y abrirse paso. Sin embargo, los hermanos no estaban preparados para enfrentar el arma secreta de Lyssander, exactamente en el cuarto mes de empezada la guerra, a lo lejos se pudo divisar una criatura negra, al verla, muchos de los caballeros gritaron, el pánico se desató y del cielo llamaradas de fuego cayeron.

El dragón que volaba majestuoso y lleno de ira desde Rot, escupía fuego de manera vigorosa, los hermanos Thornheart se miraron entre ellos se miraron con una mezcla de asombro y terror. Thorian, aún sumido en su ira, sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver al dragón surcar el cielo. Cedric, más astuto, reconoció la magnitud de la amenaza que enfrentaban.

-¡Thorian, es momento de retirarnos!- gritó Cedric, intentando mantener el control. -No podemos dejar que el pánico nos consuma. ¡Necesitamos un plan!-

Pero Thorian, cegado por la rabia y la memoria mancillada de su hermana, tomó su caballo Urden y cabalgó hacia el frente, desafiando a los soldados enemigos mientras el dragón se precipitaba hacia ellos. Las llamas consumieron a quienes estaban en su camino, y el eco de los gritos resonó en el aire, mezclándose con el rugido del dragón.

Lyssander, desde su cámara, observaba el horror de su enemigo con una tristeza inmensa, pero quien estaba más atenta, mirando con una extraña satisfacción, era la reina Adelina. Sin embargo, las visiones que atormentaban a Lyssander lo hicieron cuestionar si liberar a la criatura había sido la decisión correcta. Un susurro en su mente le advertía que cada acción tenía consecuencias, y que este nuevo poder podía ser tanto su salvación como su perdición.

Mientras el dragón aterrizaba con un estruendo que hizo temblar el suelo, los soldados de Bangi gritaron de júbilo, sintiendo una renovada esperanza. Pero, en el corazón de la batalla, una sombra se cernía sobre Lyssander. El jinete del dragón, el caballero más leal de la casa Revenscroft, sir Emerys Ironfang, pertenecía a un linaje vasto de jinetes de dragones que, a lo largo de las generaciones, habían servido al señor de Rot y, ahora, al rey de Bangi.

De vuelta en el campo de batalla, sir Emerys, preparándose para subir nuevamente al enorme dragón y seguir dando pelea, se encontró con la mirada de Thorian, que avanzaba hacia él, decidido a vengar a su hermana y apoderarse del arma más poderosa del mundo. A pesar del caos y las espadas que chocaban a su alrededor, el caballero del emblema del dragón rojo vio en los ojos de Thorian una mezcla de determinación y dolor.

Sin embargo, el caballero sabía que solo podía quedar uno: era él o Thorian. Sin dudarlo, con toda su habilidad, comenzó la danza de espadas mientras el dragón rugía en el cielo. La batalla continuaba; Thorian, aunque malherido, estaba decidido a terminar con el jinete de la bestia negra. En un momento de destreza, logró asestar un golpe certero que puso en jaque a Emerys, quien, con voz firme, exclamó: Salve al rey Lyssander Heartwornd de Bangi y a la reina Adelina Moonshield. Las palabras resonaron en el aire, enervando notablemente a Thorian, quien, al elevar su espada para dar el golpe final, escuchó un estruendo seguido de una llamarada incandescente que abrazó su cuerpo, inmovilizándolo. Se retorció, sintiendo cómo el fuego lo carbonizaba hasta convertirlo en cenizas. Emerys fue salvado por su propio dragón, que había respondido a la amenaza con una feroz defensa. El caballero acarició la cabeza de la criatura y, con determinación, dijo: vamos por el otro traidor Irdyen.

Mientras el dragón levantaba el vuelo, sir Emerys miró hacia el campo de batalla, donde la confusión reinaba entre los soldados. La muerte de Thorian había dejado una marca en su corazón, pero el deber lo instaba a continuar. Sin embargo, en el fondo de su ser, sabía que la guerra no estaba ganada y que aún quedaba un camino lleno de sacrificios y decisiones difíciles.

Finalmente, después de una larga y sangrienta campaña, Lyssander logró una victoria decisiva, obligando a los Thornheart a retirarse. Sin embargo, la victoria no trajo la paz esperada. Las tierras de Bangi estaban devastadas, y las cicatrices de la guerra eran profundas tanto en el reino como en su rey. Lyssander, agotado por los horrores que había presenciado y los sacrificios que había hecho, se retiró a sus aposentos, donde el pergamino dorado lo esperaba, brillando con un resplandor inquietante.

Lyssander, aún atrapado entre la tristeza y el poder que había desatado, observó el campo desde su posición privilegiada. Las visiones se intensificaron en su mente: imágenes de amigos caídos, el lamento de su pueblo, y una sombra oscura que se cernía sobre su reino, el menor de los Thornheart carbonizado, y una imagen de un hombre con el rostro cubierto escabulléndose por los pasillos del castillo. Mientras el dragón se preparaba para atacar a Cedric, pero este no se encontraba por ningún lugar, aquello desesperó a Emerys, con una determinación feroz, tomó las riendas de Irdyen y se dirigió hacia el palacio, decidido a proteger al rey Lyssander de cualquier amenaza.

***

Dentro del palacio, Cedric se movía sigilosamente por los oscuros pasillos, su mente llena de rabia y ambición. Había perdido a su hermano Thorian y, con él, cualquier posibilidad de reconciliación con los Thornheart. Ahora, su única salida era el poder absoluto. Sabía que si Lyssander caía, el reino podría sumirse en el caos, y en ese vacío, él podría tomar el control.

-Es hora de poner fin a este reino que acabó con mi familia- murmuró Cedric para sí mismo, mientras desenfundaba una daga, la cual brillaba bajo la escasa luz de las antorchas. Se acercó al salón principal, donde Lyssander se encontraba sumido en sus pensamientos, abrumado por la reciente tragedia y la responsabilidad de sus decisiones.

Lyssander, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda, alzó la vista y se encontró cara a cara con Cedric quien descubrió su rostro, con la intención de que aquello fuera lo último que el rey viera antes de que Bangi fuera suyo. -¿Qué haces aquí?- preguntó, su voz temblando ligeramente, dándole la espalda, sabiendo perfectamente quién estaba ahi con él. Cedric, con una sonrisa fría y calculadora, respondió: Tu sabes por qué he venido Lyssander. Tu reinado ha traído solo dolor y sufrimiento a mi familia.

Lyssander volteó, mirando a su ex cuñado, viendo su expresión, intentando convencerse de sus propias palabras, respondió -tu y yo sabemos que no es por eso que estás aquí, puede que a tu hermano y a tu pueblo los hayas convencido de que eres un abnegado hermano intentando vengar el nombre de tu fallecida hermana y su memoria manchada por un matrimonio por conveniencia dejándola olvidada, pero ambos sabemos que no es ese tu motivo- Cedric, desencajado soltó una carcajada -Lyssander, eres más astuto de lo que pensaba, ya no eres el joven enamorado de mi hermana que conocí, espero ardas en el infierno y tus hijos nunca vean la verguenza de llevar el nombre de la casa que mató a su madre-.

Justo en ese momento, Emerys llegó al palacio, y la tensión en el aire se hizo palpable. Cedric no tenía tiempo que perder; sabía que la confrontación era inevitable. Sin embargo, no podía dejar que el caballero interfiriera en su plan. Con un rápido movimiento, se lanzó hacia Lyssander, la daga apuntando a su corazón.

Cedric se abalanzó hacia Lyssander, la daga lista para hundirse en su pecho. Pero en ese instante, un estruendo ensordecedor sacudió las paredes del palacio, haciendo que ambos hombres se detuvieran. El rugido inconfundible de un dragón llenó el aire, y el reflejo de un resplandor incandescente se proyectó en las ventanas del salón.

Desde la parte externa del palacio, Irdyen, el dragón de Emerys, rompió con fuerza una de las enormes ventanas, con el caballero montado en su lomo. Con un rugido ensordecedor, el dragón desplegó sus alas, y Emerys saltó de su montura en un ágil movimiento, aterrizando entre Lyssander y Cedric.

Cedric retrocedió, sus ojos llenos de asombro y miedo, mientras Irdyen exhalaba una llamarada que iluminó la estancia. Emerys se colocó frente a su rey, sus ojos llenos de determinación -Este es el final del camino, Cedric. Tu ambición termina justo aquí-.

Cedric, sin nada más que perder, levantó su daga una vez más y se lanzó hacia Emerys. Pero el caballero fue más rápido; con un solo y certero golpe, Emerys hundió su espada en el pecho de Cedric, quien cayó al suelo, su respiración entrecortada, mientras una expresión de furia y derrota marcaba sus últimos momentos.

-Larga vida a la corona de Bangi, larga vida al rey Lyssander Heartwornd- dijo Emerys arrodillándose, se levantó, limpiando su espada y volviendo a mirar a Lyssander, quien observaba la escena con una mezcla de alivio y tristeza, murmuró -así termina la traición de los Thornheart-.

Lyssander, sin embargo, no pudo evitar sentir una punzada de dolor al ver caer a su antiguo cuñado, recordando los tiempos en que ambos eran familia. Pero entendía que las lealtades cambiaban, y que el precio de la traición debía pagarse.

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