Caballeros, Rumores y un Rey
Mientras caminaban por el campo de entrenamiento, un murmullo inquietante se deslizaba entre Sir Roland Stonefist y Sir Nortan Wolfhart como el susurro del viento entre los árboles del bosque oscuro. Ambos avanzaban con paso firme, sus capas ondeando al ritmo del viento que soplaba entre los pinos centenarios. Sir Roland, un caballero real de grado medio pero con gran habilidad de combate, tenía la mirada fija en el horizonte. Compartió con su compañero las inquietantes palabras que había escuchado de labios de la dama de compañía de Elowin, cuyas intenciones y secretos eran tan profundos e inciertos como los abismos del mar Eterno.
-Aún resuenan las palabras de la dama de la princesa en mis oídos como el eco de una antigua profecía-, musitó Sir Roland, su voz teñida de preocupación, asombro y una pizca de incredulidad. Sir Nortan lo miró con recelo, intentando desenmarañar las ideas de su compañero de combate, y continuó escuchando -habla de alianzas forjadas en la sombra y matrimonios que ocultan más de lo que revelan-.
Sir Nortan frunció el ceño, su semblante reflejando intriga y cautela ante tales revelaciones. -¿Acaso sugieres que la dama insinúa una conspiración acerca de la corona?-, preguntó con incredulidad y temor.
Sir Roland asintió solemnemente, su mente inmersa en las sombras del aparente complot y engaño. -no subestimes el poder de las palabras susurradas en los rincones más oscuros del palacio-, advirtió. -En tiempos de incertidumbre como los que vivimos, incluso el rumor más insignificante puede encender la llama de la discordia. Es nuestro deber proteger la casa Heartwornd-.
Antes de que pudieran profundizar en su discusión, una figura imponente emergió de entre las sombras. Era Sir Bartholomew Steelshadow, el caballero de más alto rango, impetuoso pero en ciertos momentos amable, y mejor amigo de la princesa Elowin. Se alzaba ante ellos con su figura alta y esbelta, proyectando una sombra oscura sobre el suelo de tierra batida. Su armadura relucía a la luz tenue del atardecer, destacando su presencia majestuosa entre los dos caballeros.
-¿Osan propagar rumores infundados sobre la realeza de la soberana tierra de Bangi en mi presencia?-, gruñó Sir Bartholomew, su voz resonando como el eco de un trueno distante. Sus ojos, brillantes con la luz de la verdad y la justicia, escudriñaron a los dos caballeros con una intensidad que cortaba más profundo que cualquier espada afilada.
Sir Roland y Sir Nortan se giraron hacia él con sorpresa y temor, sus corazones latiendo al ritmo de los tambores de guerra que resonaban en sus almas. Si bien eran buenos combatientes, el único que ha podido vencer a Sir Bartholomew ha sido el príncipe Percival. -No son rumores, mi señor-, respondió Sir Roland con un tono de valentía templado por la lealtad a su reino. -Es nuestra obligación como caballeros de Bangi cuestionar cualquier sombra que amenace la luz de la verdad y la justicia. No podemos permitir que un usurpador se siente en el trono-.
Sir Bartholomew asintió con aprobación, su mano descansando sobre la empuñadura de su espada como un recordatorio de su deber sagrado. En un rápido movimiento, desenvainó la espada, manteniendo la pose de combate. -Que la lealtad y el honor sean nuestros escudos contra la oscuridad de la incertidumbre y la conspiración-, declaró con solemnidad. -No permitiré que la bruma de la desconfianza empañe el legado de nuestra noble casa y manche su buen nombre-.
Mientras el campo de entrenamiento quedaba en silencio, los otros caballeros se dispersaban, la tensión en el aire se volvía palpable, como el preludio de una tormenta a punto de desatarse. Sir Bartholomew emergió de entre las sombras como una figura imponente, su presencia alta y esbelta proyectaba una sombra oscura sobre el suelo de tierra batida. Su armadura relucía a la luz tenue del atardecer, destacando su majestuosidad entre los dos caballeros.
-Vuestras palabras son como flechas envenenadas, dispersando la semilla de la duda entre los leales de Bangi-, dijo Bartholomew con voz firme pero cargada de decepción, empuñando la espada contra ellos. -La lealtad y el honor son las piedras angulares de nuestra casa, y no permitiré que sean erosionadas por rumores infundados-.
Ambos caballeros intercambiaron miradas nerviosas, conscientes de la gravedad de la situación. Sus corazones latían con fuerza, preparándose para lo que podría ser un enfrentamiento inevitable con el caballero de más alto rango del reino. Sin embargo, Sir Roland, falto de intelecto y enervado por el enojo, pero muy diestro en el arte de la espada replicó desafiante -¿Cuál es vuestro verdadero interés detrás de vuestra lealtad para con el príncipe Percival?- aquello provocó la ira profunda del caballero, quien con un rápido y ágil movimiento inmovilizó a Roland, tocando con la punta de su espada la parte lateral de su cuello.
Sir Nortan, más prudente, intentó apaciguar al enojado caballero. -mi señor, no dudamos de vuestra nobleza ni de vuestro compromiso con el reino-, dijo -Pero hay sombras que se ciernen sobre Bangi, y como caballeros, debemos estar preparados para enfrentarlas-.
Bartholomew apretó el mango de su espada con fuerza, sus ojos centelleando con determinación. -Retráctate, Stonefist, no manches el buen nombre de tu familia con una traición-, dijo introduciendo con suavidad y firmeza la punta de su espada en su piel. Roland aguantó el dolor, sintiendo como un hilo grueso de sangre corría hacia su pecho, manchando el interior de su armadura. Permaneció callado, desafiante. -Que así sea-, declaró con voz resonante el de mayor rango. -que la espada de la justicia decida la verdad en esta disputa-.
Antes de que el combate empezara, ambos retrocedieron. Sir Nortan, nervioso pero firme, empuñó su espada, mientras Sir Roland, lleno de determinación y fervor, se preparaba para el enfrentamiento. El sonido de los aceros chocando resonó en el campo de entrenamiento, acompañado por los gritos de los combatientes y el eco de la discordia que se cernía sobre el reino. En medio de la contienda, solo el tiempo revelaría quién emergiría victorioso y qué consecuencias traería este enfrentamiento para el futuro de Bangi.
Después de unos intensos minutos de combate, el campo de entrenamiento quedó envuelto en un silencio sepulcral, los murmullos de los curiosos observadores del combate cesaron. Antes de que Sir Bartholomew estuviera a un blandir de su espada de distancia de darle fin a las conspiraciones e intrigas que atormentaban la cabeza de Sir Roland, este último continuó con sus intrigas e ideas conspiracionales.
-¿Acaso no lo ve, Sir? La sucesión de Bangi no está clara, y la ambición de algunos podría llevarnos al borde del abismo. ¿Estamos luchando realmente por la justicia y la verdad, o simplemente por los intereses de unos usurpadores?-, dejó al caballero de mejor rango enfurecido y en un rápido movimiento zafó de la inexorable muerte que se avecinaba, levantándose.
-¡Roland no te atrevas!-, gritó Sir Bartholomew desafiante. Prosiguió Roland con mucha confianza, sin importarle las consecuencias de sus palabras. -La usurpadora que hoy está casada con el rey es muy afortunada, sus dos hijos políticos están en Arle y en el Nilfheim, lejos del trono de Bangi. Cuando en vida la verdadera Reina Rossalind de la casa Thornheart, misteriosamente murió y el trono cayó en las manos de la casa Revenscroft, Percival nunca será mi rey-.
Bartholomew respondió con ira: Eres un miserable traidor, tu padre sería quien empuñe esta espada si te escuchara. Estaba por realizar un movimiento rápido, pero se detuvo y se arrodilló. Sir Roland, confundido, miró a su compañero, quien había dado unos pasos hacia la derecha para no involucrarse en la pelea, muy cobardemente.
Cuando Roland estaba por dar el golpe final y acabar con su superior, se escuchó el blandir de una espada cortando el aire. El brazo derecho de Roland, que aún permanecía en alto sujetando su espada, cayó al campo de batalla, llenando este con un espeso carmesí. Incrédulo de lo que estaba sucediendo y con el otro brazo sosteniendo el lugar de su hemorragia, Roland se volvió diciendo: Cobarde, no es de caballeros atacar desde atrás.
Miró a los ojos del guardia real del rey Lyssander, Sir Gyardon Ironfang, y dijo con voz seria y condenante: Cobarde es el traidor que calumnia la tierra que le dio todo en su vida y osa desafiar a un superior. El rey Lyssander salió detrás del caballero, y Roland, como pudo, cayó sobre sus rodillas aún sosteniendo la herida, agachó la cabeza y esperó el triste final.
El rostro del rey Lyssander se contorsionó en una máscara de ira mientras observaba a Sir Roland, el traidor que se atrevió a conspirar contra él y su linaje. Sin pronunciar una palabra, hizo un gesto hacia los guardias reales, quienes rodearon a Sir Roland con expresiones severas.
Con una mirada gélida, se dirigió hacia Roland, cuyos ojos se encontraron con los del rey en un silencioso enfrentamiento. -Has fallado en tu deber como caballero de Bangi-, pronunció el rey con voz firme y fría como el acero -la lealtad ha sido puesta en duda, y no puedo permitir que la sombra de la traición se extienda sobre mi reino nuevamente-.
Lyssander no podía creer que uno de sus propios caballeros, en quien había depositado su confianza, hijo de Bangi, se hubiera atrevido a conspirar contra su familia y su legado.
Con la mandíbula apretada y los puños crispados, el rey Lyssander miró fijamente a Sir Roland. -¡Traidor!-, rugió con una voz que resonó en todo el campo de entrenamiento. -Has manchado el honor de tu título y el nombre de tu rey-.
-¡Llévense a este indigno de mi vista!- ordenó el rey con voz impregnada de furia -que sea encerrado en las mazmorras más profundas y oscuras del castillo, donde el peso de sus traiciones le recuerde el precio de su deslealtad-.
Los guardias, sin titubear ante la furia de su monarca, se abalanzaron sobre Sir Roland, golpeándolo y arrastrándolo por el suelo hasta las profundidades del castillo. El sonido de sus huesos crujir además de sus gritos ahogados resonaba en el aire, pero el rey Lyssander permaneció impasible, su mirada llena de determinación y sed de venganza.
Los guardias se movieron con rapidez y eficacia, rodeando a Sir Roland y llevándolo bajo custodia. Mientras tanto, el rey Lyssander se mantuvo firme, con la mirada fija en el horizonte, decidido a proteger la honorabilidad de su linaje y la estabilidad de su reino a cualquier costo.
Con paso firme y determinado, el rey Lyssander se alejó del campo de entrenamiento, dejando atrás a Sir Roland y su traición, pero también asegurándose de que la justicia prevaleciera en Bangi.
Sir Bartholomew se acercó al rey, con una reverencia habló de manera muy cautelosa -me disculpo por el espectáculo su majestad, no podía dejar que se mancille la corona- Lyssander volteó comprensivo, suspiró -Los traidores arderán, mi legado está muerto sin Percival, Leopold y Tristan están destinados a quedarse fuera del trono-. El caballero asintió -¿No podrían reclamar su derecho al trono de Bangi?- Lyssander bufó -eso desataría una guerra que no podrán ganar, es el destino...-
Gyardon regresó para escoltar al rey, le dio una mirada de respeto a Bartholomew y una amenazante a Nortan, el monarca caminó primero con su caballero detrás, el sol moría y la noche iniciaba en el campo de batalla, ¿cual es el destino de Bangi? ¿las conspiraciones crecientes en la población se mantendrán alejadas de los oídos reales?
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