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Secretos Oscuros

Subí a mi cuarto casi corriendo, no me importaba si me escuchaban solo quería huir de todos y de ella. Me quité el vestido que asfixiaba mi cuerpo y los tacones para cambiarlos por un cómodo camisón de seda, que me regaló mi madre en mi cumpleaños pasado. La tela era suave y relajaba todo mi cuerpo, solo así sería a ser capaz de descansar. Repasé mi vista por todo aquel lugar, por esas cuatro paredes las habían asignado como mi cuarto.

Todo aquí era raro, ¿como no me pude dar cuenta antes?; los discos y libros autografiados encima de la mesa, que justo eran de mis cantantes y escritores favoritos; el naranja de las paredes al igual que mi cuarto. No entendía quién pudiese conocerme tanto como para hacer todo esto y tampoco por qué lo hacía.

                      .  .  .

Siento un roce por encima de la tela en mi brazo y una respiración cerca de mis mejillas, casi al límite de chocar con la mía. Intento persuadir si es real o producto de mi sueño pero fallo varias veces. Detecto el mismo roce descender hasta mis piernas y volver a subir, sin parar el movimiento y una leve ola calor también baja de mi brazo hasta mis piernas, poniendo en alerta toda esa zona. Podía notar aún por encima de la seda que el tacto sobre mi brazo era suave y lento, como si quisiera torturarme, pero no quería que parara nunca. Sentía una necesidad inmensa de despertar pero estaba demasiado distraída como para intentarlo así que me rendí. La respiración repasó mis mejillas, mi oreja, descendió hasta mi cuello y por un segundo mi cuerpo reaccionó electrizante al suave contacto en mi cuello. ¿Era un beso?.

Logré mover mis manos y al fin despertar. Tenía la mirada de Aisha posada en la mía, nunca la había visto tan de cerca como ahora. Sus ojos negros me encandilaban, al punto de querer ser ellos. Era preciosa, su pelo oscuro, su piel pálida, toda ella me volvía loca. Tenía la respiración entrecortada y sus manos posadas a mi costado sin tocarme. Tenerla tan cerca era imposible de soportar, me sentía totalmente embriagada. Acerqué su rostro al mío y me fundí en sus labios. Sentí como ardía mi piel con cada movimiento que hacía su lengua en mi boca. Deseaba tanto besarla y ella a mi. Cada vez buscaba más profundidad, poder perderme en ella, en sus labios. No podía creer que extrañaba tanto aquel beso. Una lágrima trás otra corrieron por mis mejillas humedeciendo nuestro largo beso. De repente se detuvo y me miró extrañada. Puso sus manos en mi cara y limpió mis lágrimas dedicándome la sonrisa más bella que solo ella podía hacer. En ese momento sentí que me cuidaba y vi en sus ojos una extraña madurez que no había notado antes. Ya no estaba siendo tímida, todo lo contrario, era yo la que me sentía inestable. 

—¿Que haces aquí? —logré decir por fin.

—Te extrañaba —su voz era igual de dulce pero ahora estaba más grave y se veía más cómoda, como si estuviera siendo ella por completo.

—Lo siento por haberte dejado sola. No estuvo bien.

—No tengo que perdonarte, al contrario debo agradecer porque no me botaste a patadas de aquí. —Seguía sin ver a la misma persona tímida, estaba distinta.
Me recosté en la cama quedando sentada y le hice una señal para que hiciera lo mismo.

—¿Como entraste a mi cuarto?.—arquee mis ojos en juego.

—Pasé por aquí y vi tu puerta abierta. Me preocupé por eso entré a ver si estabas bien.

—¿Y qué hacías tú por aquí? —se ríe y me doy cuenta del ridículo que hice. Esta es su casa, si fuera la mía y quisiera andar por ahí en la noche pues lo haría—. Perdón. ¿Por qué no estabas durmiendo? —repuse.

—Tomaba un poco de aire y pensaba.

—Bueno pues no deberías, tienes una ojeras enormes —tomé suave sus cachetes y no pudimos aguantar reírnos de mi propio gesto de cariño.

—Tengo algo que contarte. Solo así podrás quitar todas esas dudas de tu mente. —La curiosidad me invadió el cuerpo pero esta vez acompañada de alegría, lo iba a saber todo. —No... no tengo la edad que piensas. Tengo veinticinco años y todos acá creen que tengo diecinueve, excepto mi hermano y mis primos claro.

Su noticia me tomó por sorpresa, no porque fuera mayor que yo, sino porque algo pasó para que ella tuviese que ocultar su edad y cursar aún la universidad en segundo año.

—¿Que pasó? —entrelacé mi dedos con los suyos para darle confianza.

—Estuve cinco años enferma... en una clínica y no pude seguir estudiando. No era apta hasta hace poco más de un año —hizo una pequeña pausa y tragó en seco—. Fue entonces cuando vine para acá con mi hermano. Él tenía que asumir en el negocio de mis padres y yo comenzar una nueva vida. Hice un año entero en esta casa, porque me aterraba salir y conocer gente nueva. Eso terminó empeorando todo y me puse mal de nuevo. Mis abuelos llamaron y le advirtieron a mi hermano que sino mejoraba me volverían a internar, así que me buscó la universidad de artes más cercana y me inscribió para que comenzara segundo año. Socializar era la única manera de curarme del todo.

Mi cara era un poema en ese momento. No podía creer lo cruel que había sido al juzgar todo. Este lugar, las personas, incluso el trabajo de Max. Lo que me resultaba extraño es que nunca me hablaba de sus padres, ni donde están, ni si los veía frecuente. Y ahora tenía otra duda, por qué habría enfermado al punto de internarla tanto tiempo, y lo más importante, de qué estuvo enferma.

—Todo estará bien. —La abracé y decidí no forzar nada. Ya me lo contaría a su tiempo, por ahora, me sentía feliz de que se abriese poco a poco y confiara en mi.

—Pensarás que soy un monstruo —susurra agriamente.

—No, no, no. No pensaría eso de ti, jamás.

—Tampoco quiero que por esto me tengas pena —se aparta y corta nuestro momento—. No quiero confundirte, antes fuiste tan clara y seca conmigo. Me dijiste que no podías sentir nada por una chica y si es así, solo quiero una amistad, como dijimos al principio. —El recuerdo de mis palabras golpea fuerte mi mente. Tenía razón, no podía quererla, ni luchar por esto. Sentía tantas cosas que era imposible no estar asustada y eso no me lo podía permitir, no si también podía sentir por un chico aunque fuera en menor medida.
Sabía tan mal que justo cuando logré que empezara a abrirse debía alejarla; justo ahora que deseaba tanto besarla y abrazarla. Obviamente era mi deseo, pero ser criticada por mi familia, humillada por mis amigos y señalada por las calles, no era nada fácil. Ninguna cosa valía tanto la pena como  para que pasase por eso, aunque callar significara vivir presa de mí misma y de mis sentimientos.  

La miré abrumada y no dije una palabra que pudiera contradecir más la situación.

—Bueno, me voy. —Su vista estaba perdida, como si toda su felicidad fuera succionada en cuestiones de segundos.

La ví marcharse y con los ojos llenos de lágrimas me obligué a dormir.

[...]

La mañana siguiente me desperté media hora antes de lo normal, a las seis. Casi no pude dormir nada después de la visita de Aisha, además de que escuchaba muy seguido unas voces que en el pasillo. Pensé en levantarme varias veces para ver que ocurría pero no lo hice. Si me pillaban sería una situación bastante incómoda.

Me quedé en la cama mirando al techo hasta que ya dieron las seis. Ni siquiera me importó ver mi celular para revisar los mensajes, solo quería perderme en mis pensamientos y recordar cada segundo que no volvería a sentir de ella. A las seis y media comencé a arreglarme. Tenía la piel reseca, los ojos rojos y llorosos. No pensé que me vería así y que esto me afectaría tanto, pero era la realidad, así pasaría muchas noches, recordando y llorando por lo que no pudo ser.

Traté de ocultar todo con el maquillaje. Era mejor que me vieran extraña por arreglarme y no por parecer enferma. Me puse unos jeans azules y una blusa de encaje que dibujaba un discreto escote en los pechos y me hacía ver sencilla. Dejé mi pelo suelto para no tener que peinarme demasiado.
En el desayuno nos llevaron a otro lugar distinto al de la cena, era como un restaurante con muchas mesas pequeñas suficientes para cuatro personas en cada una. Lo mejor era que podías comer a la hora que quisieras siempre que hubiera personal, o por lo menos eso nos dijo el señor de la entrada.
Supuse que anteriormente solo comían los invitados y los que vivían aquí, pero ahora que estábamos algunas de las familias de los empleados más importantes, se iba a llenar un poco más el lugar.

Pedí unos huevos y unas tostadas con leche, no tenía apetito para nada más. Mi madre pidió un poco más y también Max.

—Cariño, tienes que esperar a la hermana de Marcos en la entrada, las llevarán en un auto hasta la universidad. —"Joder, ya se me había olvidado que tenía que ayudarla conocer el lugar".

—Claro mamá ya lo sabía —me levanté y le dí un beso—. Adios Max.

—Adiós hija, pásala bien.

Ana estaría súper emocionada por volver a verme, seguro me esperaba como siempre para entrar juntas a clase.

Ya eran las 7:30 am cuando ví a Aisha acercarse y me dió ese brinco en estómago que solo sentía con ella. Estaba preciosa, volvía a ser la princesa perfecta tal y como la vi la primera vez con Ana. Definitivamente con pijama, casual, elegante o como sea que fuere, siempre lograba captar toda mi atención. Ahora llevaba un vestido de un color gris vivo que marcaba su figura delgada. No había visto esa tonalidad de gris antes, normalmente es un color opaco pero a ella se le veía radiante.

—Buenos días. —Casi me delato por mi estado de nervios.

Me sonrió de una manera muy polémica y sentí la frialdad de sus gestos al saludarme. Se había alejado de mi y eso me aterraba, pero era justo lo que necesitaba. Nos montamos al carro en la parte trasera y delante su guardaespaldas quién nos llevó.

La observé algo inquieta pero no se inmutó en devolver la vista, se notaba tensa pero a la vez ansiosa. Llevábamos diez minutos en la carretera y no había logrado romper la distancia entre ambas, al parecer a ella tampoco le apetecía cuando estaba tan callada.

—¿Que facultad te toca? —pregunté, aunque era obvio que estaría en música igual que yo. ¿Por qué más estaría justo en el edificio de nuestra especialidad el día que la conocí, sino fuera por eso?.

No me había percatado antes de preguntarle y pasé por alto ese gran detalle. Seguro no era ningún instrumento porque no veía ninguno en su casa, ni en su habitación; y si cantara ya lo sabría porque mi profesora la hubiese anunciado.

Se giró hacia por fin hacia mi y emtreabrió sus labios para responder. —Estudio musicolgía, es mi forma de combinar la pasión por los libros y la  música. Estuve estudiando bastante porque no poseía los conocimientos musicales suficientes para clasificar en esta carrera, pero por suerte estar internada me dió a cambio mucho tiempo libre y supe aprovecharlo.

—Oh, eso es... asombroso.

—Si, me dicen que es encantador... interesante más bien —dice en tono calculador.

—Oh... ¿in... interesante?, ¿encantador? —empiezo a reír de forma estruendosa.

Mi cuerpo empezó a sudar y mis pies no paraban de moverse de forma inquieta. "¿Le dicen?... no entiendo por qué un amigo le diría una palabra tan... tan... ¿halagadora?. Quiero decir... no es muy común que..."

—¿Piensas que no lo es? —interrumpe mis pensamientos.

—Sss... sii. Quiero decir... —pongo mis manos en mi boca por una tos repentina.

—¿Estás bien? —pregunta cambiando su semblante completamente—, estás algo pálida.

—Yo... oh cla... claro —¡¡Mierda, literalmente estoy arruinando mi propia imagen.!!

—Toma un poco de agua —Saca de su bolso una botella pequeña.

Al principio no pensé en aceptarla pero luego me di cuenta que sería lo mejor para no seguir haciendo el ridículo.

—Gracias... debe haber sido el desayuno tan pesado que pedí.

—Me asustaste —de un momento a otro había vuelto a sonar totalmente alejada.

El resto del camino no logré mencionar otra palabra y opté por dejarlo así.
Diez minutos antes de las ocho y media, ya estábamos en la universidad.

En efecto cuando vi a Ana me cayó a besos y abrazos. —¿Dime como has estado?... te extrañé —su voz sonaba exaltada por la adrenalina.

—Bien. Ana esta es la chica nueva en clases, Aisha. Aisha, esta es Ana. —Las señalé presentándolas, aunque ya se conocían de vista aquel día y mi amiga ya sabía que era la hermana de Marcos por lo que yo le había contado.

—Creo que yo ya la conocía —miré sorprendida a Ana por el comentario de Aisha—. ¿Tu tío no es el señor Fred? —pregunta ella.

—Si, ¿de donde le conoces? —se observaban fijamente como si se hubiesen olvidado de mi, o de todos alrededor.

—Mi guardaespaldas estuvo hablando una que otra vez en tu casa. Un día fuí a acompañarlo para poder salir de la mía y te vi en el jardín con tus amigas, pero tu no llegaste a verme. Tu tío me confirmó cuando le pregunté, que eras su sobrina y estabas con tus amigas.

—Ya sabía, por eso se me hizo conocido ese señor aquel día. Él ha ido otras veces más a mi casa, es alguien... bastante raro se puede decir, pero mi tío nunca me ha querido decir que clase de persona es —alardea con sus manos.

—¿Tipo de persona? —rebate Aisha un poco más alto.

"Esto no era bueno". —Chicas, chicas vamos a entrar que llegamos tarde. —Me situé en el medio y pasé mis brazos por encima de sus hombros, rompiendo la tensión que se había creado.

Subimos hasta llegar al aula y encontrarnos con todos. Al ver a Aisha situaron su atención en ella, tanto las chicas como lo chicos no dejaban de mirar encantados. Yo tomé mi asiento y para mi sorpresa mi mejor amiga se sentó a mi lado, cosa que hacía muy poco. El profesor se paró al ver que todos estábamos acomodados y le hizo una señal a Aisha que todavía estaba en la puerta de aula.

—Denle la bienvenida a la nueva alumna, ella es Aisha y nos acompañará en todas las clases grupales.

Parecía un ángel que necesitaba ser rescatado, sus brazos estaban cruzados y tenía la mirada apenada. El público la hacia sentir vulnerable y fuera de su confort.

—Hola —saluda y me mira buscando refugio.

—Siéntese en la última mesa señorita.

—No profesor, ella puede sentarse conmigo a Ana no le importará. —No podía dejarla sola, ni quería. Deseaba estar a su lado y que no le hicieran daño.

Mi compañera me lanzó una mirada de desaprobación y fue a la mesa de atrás. No la entendía, tampoco era que se sentase a mi lado todos los días, ni siquiera sabía que le importara eso.

—Gracias —dijo al acercarse la chica pelinegra. Su voz se había dulcificado de nuevo, muy distinta a la de hace una hora en el auto.

Las clases pasaron muy lento pero no me importó porque pasé todo el tiempo con mi atención en torno a ella. Par de veces me dió patadas por debajo de la mesa, ya los profesores se me quedaban observando raro. Yo rápidamente me hacía la que escribía algo en la libreta, pero luego volvía a mirarla. En momentos era hasta cómico, parecía preocupada de que me regañaran, pero yo no podía evitarlo, a pesar de nuestra conversación el día anterior.

Era la hora del almuerzo y estábamos todos sentados alrededor de una de las mesas largas del comedor. Muchos chicos se acercaban a Aisha y le dejaban notas; la miraban desde lejos; incluso cuando salimos antes del aula me pidieron su dirección, a lo que yo me negué claro. No sabía por qué, pero me hervía la sangre cada vez que un chico intentaba lanzársele.

Estaba inquieta y molesta, más conmigo que con alguien más, por permitirme sentirme así. Ana me miraba extraña intentando adivinar lo que pasaba.

—¿Sasha te pasa algo? —me dice Lucas del otro lado de la mesa.

—No, no, solo necesito ir al baño, vuelvo enseguida.

Lucas y yo éramos amigos desde pequeños pero en el último año nos alejamos un poco, sobre todo cuando conocí a Ana en primero de universidad. Me aparté de casi todos mis amigos y me volví una sola con ella. Muchas veces Lucas discutía sobre eso conmigo porque ya no pasábamos tiempo juntos y por más que me sintiera culpable, me era imposible separarme de ella. Siempre quería estar a su lado en todo momento, lugar y situación. Por eso tampoco me quería mudar, la extrañaría demasiado si me iba de la escuela.

Me levanté y le hice una seña a Aisha de que me esperara. Puse el seguro en la puerta del baño al llegar y caminé hacia el tocador. Mojé un poco mi cara y me incliné sobre el lavamanos. No entendía esa mala energía que me había dominado, como sino fuera capaz de controlarme como una persona madura.

—¿Estás bien? —escucho la voz de Aisha al otro lado de la puerta.

—Estoy bien... solo... márchate ¿si?.

—No volveré a la mesa, me siento incómoda sin ti. Abre por favor.

Solo quería abrazarla, ver su rostro, olvidar que soy una chica y que no tenía las mismas posibilidades que ellos de amarla.

—Ok... —quité el seguro y la dejé entrar.

—Por fin puedo verte a solas, te extrañaba mucho. Eres muy fría delante de las personas. —Justo yo pensaba lo mismo pero no iba a decírselo, menos después de lo que le hice ayer.

—Perdón, solo no quiero confundir las cosas más de lo que están.

—¿Que cosas? —Caminó hacia mi pero la detuve con mis manos. Sé que no podría resistir y al parecer su actitud era totalmente otra—. ¿Cuáles son esas cosas a las que les tienes miedo?...Dime.

Seguía avanzando a pesar de mi intento por evadirla, hasta pegarme a la puerta de uno de los baños. Sus pasos, su cuerpo, todo de ella era increíblemente sexi y me hacía perder la noción.

—¿Que pasa Sasha? —susurra en mi oído y el contacto de su respiración estremece mi cuerpo.

—Yo... —se inclina más hacia mi y su perfume surte efecto en mi control.
Sujeta mis manos algo fuerte para que no me salga. —Yo...m...me tengo que ir. —dije con mi último aliento, pero más bien sono a que pedía a gritos que se quedara.

—No quieres eso y tampoco quieres que esos otros chicos intenten... intenten conocerme —Sube mis manos hasta quedar atrapada en su rostro, sin poder moverme, ni tocarla.

Su cuerpo se pegó al mío y sus caderas empezaron a empujar. Cada vez era más difícil controlarme, estaba siendo dominada por mis propios deseos hacia ella. Undió su rostro en mi pelo, oliendo cada centímetro de él y comenzó a descender hasta mi cuello respirando agitadamente hasta que su lengua hizo contacto con mi piel.

—Mmm... —aprieté sus manos y cerré los ojos dejándome vencer. Mi gemido hizo que subiera el ritmo de sus caderas en mi cuerpo haciéndome temblar.
Resbaló su lengua por mi cuello y subió encontrándose nuevamente con mi pelo. Mi respiración estaba convertida en espasmos y gemidos constantes.

—Bésame —logré decir.
Inmediatamente hizo caso a mis palabras y pegó sus labios a los míos. Nunca había reprimido tanto un beso con alguien. Soltó mis manos y comenzó a acariciar mi pelo haciendo círculos lentamente. Mi boca buscaba su contacto en todo instante y no la dejaba escapar. Arañé su espalda por encima de su vestido haciéndole soltar un largo gemido en mi oído que tensó todo escondite en mi piel. Metió una de sus piernas entre las mías mientras seguía besándome y me invadió algo que no había sentido antes. Una explosión de latidos entre mis piernas comenzó a hacerse más fuerte mientras sus movimientos eran más y más profundos. Mi clítoris latía a cada segundo y podía sentir el calor que desprendía por encima de la ropa.

—Eres hermosa, ningún chico podría competir contigo —dijo y la abracé contra mí. Me perdí en sus caricias.

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Mis personitas, sigo diciéndole que los extraño. Sobre todo sé que muchos ya no estarán acompañándome por el tiempo que demoré volver. Aún asi los amo, yo estoy dándoles mi todo a los todavía están conmigo y disfruten leerme. Sin embargo depende de ustedes un poquito que actualice, porque quiero sus opiniones.

BUENOO OS AMOOOO MIS PERSONITAS. BESOS CIBERNÉTICOS 💋❤

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