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3. Hogar, dulce hogar.


 Mientras que una de las enfermeras del piso en donde se iba a instalar Halley terminaba de arreglar el papeleo y hablar con Robert, Halley miraba a su alrededor. Miraba su nuevo "hogar". Por un mes o más, tendría que convivir con personas enfermas, iguales que ella o peor. Y no hablamos de enfermedades como gripes o catarros, hablamos de adolescentes con amputaciones, anorexia, enfermedades terminales y quien sabe que más. Halley definitivamente no estaba preparada para convivir con chicos de su edad con tales vidas, porque una cosa es tener una operación en donde te confirmen que va a salir bien, y otra muy diferente es saber que a pesar de todas las operaciones que tengas tu enfermedad va a seguir volviendo o lo peor, que esa enfermedad te la estés causando vos mismo. Y Halley sabía que iba a encontrar personas con ese tipo de problemas. Pero lo que no se dio cuenta hasta ese momento, es que, ingresando a ese hospital, pasó a ser una de esas personas.

-Bien, señor Markson, ya terminó de firmar todo. La operación será el jueves veintitrés a las diez de la mañana.

-Está bien, es dentro de dos semanas. ¿Cierto?

-Así es, es necesario que haya un adulto durante la operación, por cualquier tipo de inconveniente. Aparte de eso, el doctor Johnson es el que la va a operar, es el mejor que tenemos, y lo recomienda el doctor Kamber, que tengo entendido que es el que está con el tratamiento de su hija. No hay por qué preocuparse.- La enfermera sonrió y miró a Halley.- Ahora, tu habitación es la número 212. Los llevaré.

La enfermera guio a Robert y a su hija por el pasillo, y justo al doblar se detuvieron. La puerta estaba abierta, y una gran ventana daba al pasillo junto con otra que daba al aparcamiento del hospital. Dentro de la habitación había dos camas, una estaba vacía, cerca de la ventana que daba al pasillo. Y en la otra cama había una chica leyendo. La muchacha tenía el pelo corto color marrón con unos rulos alborotados que caían sobre su cara, y llevaba unos lentes.

-¿Liberty? Te presento a tu nueva compañera. Halley Markson.

Liberty levantó la vista y sonrió.

-¿En serio? ¡Genial! ¿Sabes cuánto tiempo he pedido una compañera Gissel?- Miró a la enfermera.

-Si, lo sabemos, hace un mes.

-¡Exacto! Un mes, y ahora por fin sucede.- La chica se sienta en la cama y baja a una silla de ruedas que estaba al lado de su cama. Halley se sorprendió al ver que le falta la mitad de una pierna. No se lo esperaba.

Liberty agarró una pierna ortopédica de debajo de la cama y se la puso rápidamente. Se levantó y caminó rengueando hasta Robert.

-Un placer, soy Liberty. Llevo aquí un año. Pero no los voy a aburrir con mi historia.

Robert y Halley aceptaron la mano que les tendía. Robert se quedó impactado por la confianza de la chica y más de una vez trató de no fijarse en su pierna.

-Oh no se preocupen, no me molesta que miren a Jesse. Jesse es mi pierna ortopédica. Pensé que si le ponía un nombre... no sería tan... no importa.- Liberty sonrió, al darse cuenta que la cosa se había vuelto rara.

-Bien, dejaré que te instales. Puedes traer cubre camas de tu casa y acolchados, ya que con el aire se puede tornar frío a veces. Lo que no puedes es usar ropa normal, tiene que ser un pijama que utilices y tu padre puede venir a traerte cambios y lavar los otros en tu casa. No hay problema que venga a traerte cosas necesarias. Puedes traer lo que necesites para estar cómoda. Con pacientes como ustedes se les permiten algunas cosas. Las batas y ropa de hospital te las tienes que poner cuando entres a revisación y en operaciones.- Gissel sonrió y miró a Robert.- Puede despedirse ahora. Las horas de visitas ya las tiene anotadas en la carpeta que le di. No puedo venir antes o después de las horas ya dichas. Si alguna vez quiere sacar a Halley por alguna razón tiene que firmar unas cosas. Creo que eso es todo por ahora. Los dejaré para que se despidan.- Gissel sonrió una vez más y se fue.

Liberty empezó a caminar hacia la puerta.

-Voy a buscar una soda, los dejaré solos. Fue un gusto conocerlo señor Markson.

-Por favor, llámame Robert.

-Okay. Robert.- Liberty sonrió y le dio una mirada a Halley antes de salir de la habitación.

-Que animada compañera te ha tocado estrellita.- Halley rió, pero su cara demostraba todo lo contrario.- Todo va a estar bien, vas a ver que dentro de dos semanas y un poco más vas a volver a casa. Yo no me voy a ir a ningún lado. Voy tratar de venir a visitarte día por medio y te traeré de a poco todo lo que me pidas.

-¿Me lo prometes?- Robert se acercó a su hija y le beso la cabeza.

-Te lo prometo.

Robert se había ido junto con las maletas que habían traído llenas de ropa, prometiendo que iba a conseguir otros piyamas; pero antes de que se fuera Halley sacó los dos pijamas que había traído y se puso uno junto con unas botitas de gamuza que usaba de entre casa. El pijama contaba con un pantalón de algodón color rojo y una remera de mangas cortas color blanca con un pato. Mirándose en el espejo del cuarto de baño, se dio cuenta que era ridículo, ¿quién la podría ver? Era obvio que su compañera de cuarto y los médicos y algunas enfermeras. Pero ella no estaba allí para hacer amigos. Estaba para mejorarse.

Salió del baño y se encontró con que Liberty estaba tomando un vaso de agua y a su lado estaba Gissel. Agarró el vaso y luego le dio otro con otras pastillas.

-Hola Halley, tienes que tomarte tus medicamentos, también. - Halley hizo una mueca, odiaba tomar esos medicamentos.

-¿Es necesario?

-Si, si quieres seguir de pie. Me informaron todo de tu expediente. Y lo siento, pero no puedo hacer nada.

-Está bien.- Halley agarró el vasito con las pastillas y se las tragó con ayuda de un vaso con agua.

-Bien, mi trabajo está hecho, descansen niñas. Las veré en la mañana.

-No guardaste tus pastillas debajo de tu lengua ¿no?- Liberty preguntó divertida, después de que la enfermera se marchara.

-No, no soy esa clase de persona. Me quiero ir de aquí, no quedarme más tiempo.

-Wow, que impresionante. No eres la única que quiere irse.

Liberty abrió devuelta su libro, haciendo una mueca con su boca, como si le hubiera quedado un gusto raro de las pastillas.

Halley se sentó en su cama, pensando si tendría que hablar o no con ella. Sabía que tenía que quedarse ahí por bastante tiempo, así que...

-Y... ¿por qué estás aquí?

Liberty la miró por encima de sus gafas. Ella, a diferencia de Halley, tuvo una vida difícil y sabía que a Halley se le venían momentos iguales. Por eso es que quería tener una persona con quien hablar. Siempre estuvo sola en el cuarto, pero esperaba que Halley se sintiera cómoda.

-Me diagnosticaron una infección en mi pierna izquierda hace unos meses. Me la tuvieron que amputar y desde que me tienen en tratamientos de aquí para allá, decidieron que era mejor instalarme aquí. Nadie te dice de vivir en el hospital a no ser que tengas algo serio.

Halley no quería tener algo serio, quería tener algo pasajero. Algo que se iba a arreglar solo con esa operación.

-¿Te dolió?

-Que me amputaran mitad de la pierna no. Sentir que ya no estaba sí.

Halley le dio una sonrisa triste. Ella no era tan sentimental como su padre, pero historias como estas le daban escalofríos, no porque sienta asco, sino porque le daba impresión.

-Lamento escuchar eso. Lo mío comparado con eso...

-Nunca compares en un hospital enfermedades. Cada uno está por lo suyo, pero eso no quiere decir que, porque yo no tenga una pierna, y tú estás completa, lo mío sea peor que lo tuyo. Si estás acá es por algo.- Liberty se sentó y miró a Halley detenidamente. Liberty normalmente era una chica encendida con muchas ganas de hablar, pero entendía que su nueva compañera era novata en eso y no quería atormentarla.

-¿Siempre es mala la comida que sirven aquí?-Preguntó Halley suspirando y recostándose boca arriba en su nueva cama.

-No, es medio raro acostumbrarse porque... bueno, siempre podías comer lo que quieras, aunque hay una máquina expendedora en cada piso. Por si quieres algo salado.

Contestó sin problema del cambio radical que Halley había aplicado.

Liberty sonrió e imitó a Halley. La pierna le dolía un poco pero con los calmantes ya se le iba a pasar. O eso esperaba.

-Y... ¿Cuál es la rutina? Digo, del hospital, ¿qué es lo que pasa la mayor parte del tiempo?

-Eso depende. Nosotras estamos en el piso más atareado. Veras, este es el piso donde vienen chicos y chicas que tienen diferentes enfermedades, pero que al mismo tiempo se conectan. Siempre vas a tener a un compañero en revisación que esté en tu piso o que tengo tú mismo problema. La verdad es que estar en un piso donde todos tienen edad parecida, es bueno-Liberty empezó a mordisquear su labio, y miró a su nueva compañera-Y... volviendo al tema de la rutina... depende de ti. Te operan en dos semanas, supongo que van a estar dándote menos medicamentos y haciéndote pruebas para mejorar la información que tienen sobre tu estado.

-¿Cómo sabes qué tipo de enfermedad tengo?

-Oh, eh... se lo he preguntado a Gissel cuando estabas en el baño. Lo lamento, ¿te molesta?- Liberty apartó la mirada y empezó a juguetear con sus manos. Gissel había metido resistencia, no quería ser quien le contara, y tampoco estaba autorizada, pero algo en Gissel cambió por la forma en que Liberty le había preguntado, sabía que tal vez, para una chica como Halley decir por qué había entrado a un hospital en su primer día, iba a ser difícil. Ella ya había pasado por eso.

-No, claro que no. De alguna manera te ibas a enterar.

-Eso tenlo por seguro.

Ambas rieron sin ninguna razón en particular, pero por varias razones a la vez.




Hola!! A aquellos lectores que empezaron con esta historia gracias, más que nada, y espero que la sigan leyendo con ganas, porque esto es solo el principio. 

Espero sus estrellitas y comentarios!! Graaciias y saluuudos <3 <3 <3 



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