2. La vida ordinaria de Jeremy
La vida en el hospital era una verdadera mierda. Y ¿Qué es peor que estar en un hospital? Estar en el piso de psiquiatría para adolescentes.
Jeremy había estado en el hospital Heggins hace ya veinticuatro meses. La verdad, no entendía por qué su padre lo habían mandado ahí. Si una persona tiene tendencias suicidas, no deberían mandarlo a un psiquiátrico. Jeremy no estaba loco, claro que no lo estaba. Pero se ve que tratar de suicidarse tres veces y no tener éxito en ningún intento, es de locos.
-Oye, Linda ¿No me podrán por el amor de dios, dar comida comestible?
Jeremy se acercó gritando al gran escritorio que había en medio de la sala. Ahí es donde las enfermeras y enfermeros trabajaban con los papeleos cuando un doctor les pedía algo en concreto para algún paciente. En este caso y como el de todos los días, Jeremy era bien conocido por todo el hospital. No por estar ahí unas cuantas veces, si no, por ser el chico más insoportable y lindo que había en el lugar. Nadie entendía por qué un chico como él querría hacerse daño. La familia de Jeremy era adinerada, bueno, todos los que estaban en ese hospital de alguna manera tenían dinero. Era un chico inteligente, apuesto y muchas veces te daban ganas de matarlo. Una ironía, ¿cierto? Pero de todas formas tenía una vida por delante, tenía dieciocho años, había terminado la escuela y lo único que él quería, era morir.
-Buenos días para ti también Jeremy. Por enésima vez, mi nombre es Bonita.- La enfermera que lo conocía muy bien le sonrió con sarcasmo y siguió tecleando en su computadora.
-Es lo mismo, ¿Cómo es que tus padres no se dieron cuenta que Linda iba a ser un nombre más normal?- El chico hizo peso en su pierna derecha y apoyó su codo en el secreter.
-Porque mis padres no querían algo normal. Y además soy de México, esos nombres son comunes ahí. Aunque... ¿Te digo un secreto? Mi nombre allí nunca lo escuché. Solo yo tengo ese nombre. Es algo genial.
Jeremy rodó los ojos. Bonita rió y siguió haciendo lo suyo. Desde que conoció al chico supo que tenía que tratarlo de forma informal. Les había hecho la vida imposible a varios médicos y enfermeros, pero Bonita fue la única que al principio le ganó la mano e hizo que el chico la respetara, de una forma algo no tradicional.
-Si, tu historia me interesa muchísimo, pero ¿sabes que me interesaría más? Conseguir buena comida, para no morir de hambre, aunque pensándolo bien...
Bonita levantó la vista. Bonita era de baja estatura, mientras que Jeremy era alto, flacucho, pero con mucha más musculatura de lo que aparentaba. Tenía el pelo rubio ceniza hasta un poco más arriba de los hombros con algunos rulos en las puntas. Se lo tiraba todo para atrás aprovechando que tenía el pelo lacio en las raíces, pero siempre se le caía sobre la cara. Muy lindo muchacho, pensó Bonita, pero muy inestable.
-Sabes que no puedo hacer nada, todos comen lo mismo. Y además no está tan mal la comida, tú solo te quejas.
-Por favor, te necesito Bonita.- Jeremy se le acercó coquetamente y levantó las dos cejas.- Eres la única que puede satisfacer mis necesidades.
Bonita arrugó la cara y se echó para atrás.
-Jeremy.... Habló enserio. Ve a comer o te meteremos una ultra venosa como la última vez.
Jeremy se alejó rápidamente y abrió los ojos.
-No lo harías.
-Pruébame.
Bonita le dio una sonrisa malévola y elevó ambas cejas. Jeremy levantó las manos y se alejó.
-Está bien, tú ganas esta vez... Linda.- Jeremy sonrió con malicia y empezó a caminar hacia su habitación.
Todos tenían un compañero de habitación, pero Jeremy no. Eso es lo único que pudo ganar al entrar en ese hospital. Su padre era un hombre con mucho dinero, dueño de varias empresas. Con solo decir su apellido pudo hacer que su hijo tenga una buena instalación. El cuarto no era grande, claro, solo cabía una cama y unas pertenencias más, como un escritorio, carpetas y lápices, estantes con libros que nunca leía y un sillón. Tampoco tenía permitido tener nada que lo conecte con el mundo exterior, ni nada que tuviera filo, nada punzante. Le sacaron todo cuando lo ingresaron. Su padre lo había mandado ahí porque ya no podía hacerse cargo o ya no quería. Cuando Jeremy esté mejor mentalmente tal vez saldría de una vez por todas y haría su vida sin peligro alguno. Pero por ahora tenía que convivir con verdaderos locos.
Su habitación estaba cerca del ascensor, además tenía una gran ventana donde se podía ver la mayor parte del piso y otra que daba a la calle. Eso le gustaba. La ventana que daba a la calle, estaba sellada así que no se podía abrir por completo, solo para que entre aire. Eso, no le gustaba.
Aparte del piso para jóvenes con trastornos mentales, estaba la sala de emergencias, operaciones, juveniles, para todos los adolescentes que se estaban recuperando de alguna operación o tienen enfermedades terminales o están en estado de coma. El hospital era grande, y Jeremy se lo conocía de memoria, su piso se encontraba arriba del piso para jóvenes, luego seguía operaciones, emergencias y por último el tejado. La verdad era que para divertirse, recorría los pisos y hablaba con algunos chicos que estaban en el piso debajo del suyo o simplemente socializaba con enfermeras y médicos, pero sobre todo, con enfermeras.
Entró a su habitación, se recostó en su cama y se puso a escuchar música. Mirando como médicos y enfermeros pasaban de aquí para allá con camillas, y sillas de ruedas, con personas o sin ellas.
Algún día estaré en una de esas camillas, pensó, pero tapado con una tela y para mi suerte, muerto.
La canción estaba terminando, cuando del ascensor salió una chica con dos maletas rojas, con un hombre acompañándola. Jeremy supuso que era el padre. Observó a la chica y sonrió. Tenía el pelo largo con ondas y negro, era pálida y flacucha, pero linda igual.
Jeremy no se lo pensó dos veces cuando saltó de su cama, y agarró un uniforme que había robado de enfermero, era usado, y estaba algo sucio pero para su diversión, servían. Y desde la primera vez que lo usó, todos caían, pensaban enserio que él era un médico, pero siempre lo terminaban atrapándolo, pero eso, no quitaba la diversión.
Se lo puso, miró que no haya ningún conocido que pudiera verlo salir así de su habitación y salió. La chica y su padre se veían perdidos. Eso era algo tonto, ¿Quién se pierde en un hospital? Hay carteles por todos lados.
-Hola, soy el enfermero Steven. ¿Necesitan ayuda?- Jeremy sonrió y se fijó en la chica. Por primera vez lo miró. Halley no se tragó eso de que era médico, el hombre no parecía ni de veinte. Pero se ve que su padre, si se lo creyó.
-Gracias, si, estamos perdidos. Veo que nos confundimos de piso, estábamos yendo al piso de infantes o jóvenes. Mi hija no tiene ningún problema mental.- Robert sonrió con simpatía, mientras que Jeremy solo quería reírse. De verdad que el hombre era bastante fácil.
-Claro, el piso de jóvenes es el último.- Jeremy sonrió y miró de vuelta a la chica, que lo miraba con el cejo fruncido.
-Oh, no, otra vez no, jovencito.- Jeremy maldijo por lo bajo. Bonita apareció de la nada y poniendo los brazos en jarra lo miró.- ¿Qué crees que estás haciendo?
-Dándole indicaciones a estas personas, recuerda que no me puedes hablar así, ya tuviste problemas la última vez Linda, puedes perder tu trabajo.
Halley miraba la situación de una manera divertida, todo el viaje hasta el hospital había sido incómodo, no solo porque su padre estaba más nervioso que ella, sino porque despedirse del mundo exterior fue muy difícil. Su amiga, Sara, lloró y le prometió que la iba a ir a visitar todas las veces que pueda, además de eso la directora estuvo media hora haciendo el papeleo, y luego, antes de salir de la casa, Halley trató de no llorar, igual que en todo el camino. Pero mirando la conversación que tenían esta enfermera y este chico que se hacía pasar como enfermero, sintió ganas de reír. No podía creer que alguien pudiera hacer eso de verdad. Aunque, lo que no podía creer, era que su padre estaba tan nervioso por todo, y distraído que no se fijara en los carteles donde era su piso.
-Mira Jeremy, en serio te estas portando insoportable, más de lo usual, porque no puedes solo... ¿Lo que te dicen que tengas que hacer?
-Porque si no, no sería divertido.
-Disculpen ¿Qué está pasando?- Robert interrumpió sonando algo molesto. Bonita lo miró y se sorprendió al ver a un hombre tan apuesto. Se quedó viéndolo unos segundos hasta que Jeremy tosió.
-El señor no tiene todo el día.
-Lo siento, él no es un enfermero, es un paciente, uno muy... problemático.- Bonita le dio una sonrisa a Robert.- Lo siento, enserio. ¿A dónde se dirigen?
Robert no podía creer tal desfachatez, ¿cómo es que un paciente se puede hacer pasar por un enfermero? Luego se dio cuenta que estaba en el piso para pacientes con algún trastorno, tal vez el chico está mal de la cabeza, pensó.
-No se preocupe. Lo entiendo, me dirijo al piso de infantes o juvenil, la verdad no sé cuál de los dos nombres es.
-Claro, es el piso de abajo. Juvenil. Sale del ascensor, va derecho, dobla a la derecha y ahí le van a hacer firmar el papeleo.- Bonita sonrió otra vez y agarrando a Jeremy del brazo se despidió.- Espero que todo salga bien.
Jeremy miró a la chica una vez más y notó como se mordía el labio para no reírse. Siguió sin ganas a Bonita y sonrió, pensando que iba a volver a verla.
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