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1. El lado oscuro de la vida


Halley miraba como pasaban los autos sentada en el porche de su casa. Uno, dos, tres... todos los autos que veía eran muy parecidos. Le gustaba ver autos. Nunca lo entendió, y nadie nunca pudo, pero le gustaba ver pasar los autos. Lo que más le gustaba ver, eran las personas dentro de los autos. Muchas veces se encontró con bebés jugando con sus hermanos, otras, parejas peleando como gatos rabiosos y muchas veces personas solas escuchando música, manejando sin rumbo alguno o eso se imaginaba ella.

Halley pensó toda su vida que estaba manejando sin rumbo, que la vida no tenía nada para darle. Pero eso cambió. Cambió cuando su madre desapareció.

Al ver el auto de su padre entrar en el garaje saltó como un rebote y se acercó.

-¿La han encontrado?

Robert venía de la comisaría para dar la denuncia de la desaparición de Margaret. Tener que decirle a Halley que su madre no fue secuestrada si no, que se fue por motus propio, era algo que no quería hacer. Era su hija, su nena, no podía decirle que su madre los abandonó. Pero al ver la cara de Halley ilusionada y preocupada, supo que se merecía saber la clase de persona que era su madre.

-Nena, creo que necesitamos hablar. Ven, entremos a tomar una taza de chocolate caliente, hace mucho frío.- Pasando sus manos por los hombros de la niña, marcharon al interior de la linda casa hogareña que tenían.

Claro que Margaret quería una mansión en Los Angeles, pero Robert era más familiar y cuando descubrió esa casa, cerca de su trabajo, con una escuela digna cerca para Halley y con un gimnasio a tres cuadras para Margaret... decidió que era perfecto. Eso era lo bueno de Robert, no pensaba en sus comodidades, sino en la de todos.

Halley se sentó con las piernas cruzadas en el sillón del living junto a su padre. Los dos tenían una taza de chocolate caliente en sus manos. Robert buscaba las palabras exactas para decir; mientras que Halley no estaba muy segura de que quería escuchar más tragedias. Ya era suficiente cuando le dijeron hace dos semanas que tenía necrosis. Una enfermedad con gastos de sobra en medicamentos y tratamientos, y quién sabe qué más.

-Hija, lamento... de verdad lamento tener que decirte esto. Tu madre... ella... ella se fue por decisión propia. Hace una hora he encontrado una nota en mi escritorio. No creo que decirte lo que decía la carta sea bueno para ti en estos momentos.

Halley pensó en todo, secuestro, suicidio, amante... Lo que nunca pensó es que su madre, la perfecta Margaret Markson, decidiera dejarla sola en estos momentos tan horribles.

Dejando la taza a un lado, Halley miró a su padre. Y se sintió realmente mal. Ella estaba pensando en por qué la dejó a ella, pero la verdad es que no solo la dejó a ella, también lo dejó a él.

-Lo siento...

-¿Por qué dices eso? Esto no es tu culpa Halley. Tu madre...

-No me soportaba, eso pasaba. Y más con todo esto de mi corazón. No te tendría que haber dejado de esta manera, eres el hombre más bueno que conocí en mi vida, el mejor papá que alguien pueda pedir.

Robert no creía que su hija haya dicho eso. ¿Cómo es que su madre permitió que su niña piense que es su culpa?

-Nada, absolutamente nada de esto es culpa tuya.

Pero Halley sabía que una parte era culpa suya. Margaret siempre trató de inculcarle esos tontos deseos de ser modelo. Desde que empezó a tener ese cuerpo, al que todos llaman "cuerpo de modelo", su madre no paraba de meterle escusas para que algún día siga esos pasos. Halley tenía unas ideas muy alejadas a lo que quería su madre. Ella quería ser maestra. Quería poder tener un salario que no era el correcto y estar bien con eso, quería poder tener algún día un auto chico amarrillo en donde podía entrar su perro labrador que quería tener desde los cinco años. Quería usar jeans desgastados, con remeras largas y sueltas, con sweaters más largos en invierno, con botas que combinen con sus medias de invierno preferidas... quería una vida sencilla, no común, ni corriente, si no sencilla. En dónde pudiera ser ella misma. Cuando un día se le ocurrió decirle eso a su madre, esta se le rió en la cara, contestándole: "Cariño, tienes unas expectativas tan bajas y pobres, justo como tu padre". Eso le bastó a Halley para darse cuenta que no tenía nada que ver con su madre, aunque no podía y no quería dejar de quererla.

-¿Me has escuchado cariño? Esto no es culpa tuya.

-Si... te escuché.-Robert agarró la mano de su hija, tratando otra vez, como sobrevolar el tema.

-Sé que vamos a salir de esto juntos. Como siempre. Ahora tienes que preocuparte por mejorarte. Porque no te voy a dejar ir tan fácil. Mamá cometió el error de no poder manejar...

-No hace falta que lo digas. Sé cómo era mamá y vi como cambió al enterarse. No la culpo. ¿Quién quiere tener a una hija enferma?

Mientras más hablaba su hija, a Robert se le iba cerrando la garganta cada vez más. El dolor que le causó Margaret era inmenso. No era solo el dolor de saber que su madre los abandonó, sino que le entregó el poder de hacerle pensar a su hija de diecisiete años que ella era la culpable de todo. Y eso para Robert, era la peor de las traiciones.

-Ya basta Halley. Esto no es culpa tuya, ella no se merecía estar contigo. Si tengo que ser sincero siempre lo supe. Siempre supe que no era lo que tenía que haber sido. La amé desde un principio, pero esto es demasiado. Nadie te va a lastimar. Ella hizo su elección, ella decidió abandonarnos, y eso, es culpa suya. Solo suya.

Halley trataba de llorar, de sentir algo. Pero no sentía más que libertad. Su madre se había ido, había elegido tener otra vida. Una vida sin ellos. Y más que triste, estaba enojada. Su padre era sensible, y tenía miedo de que no se recupere. Halley no quería que se quedara solo si ella ya no podía estar más.

Al día siguiente Halley se despertó como cualquier otro día de la semana. Se levantó a las siete, se duchó, vistió y bajó a desayunar con su padre. Lo que realmente había cambiado era la voz de su madre criticando su ropa o lo que comía para desayunar. En vez de encontrar un gran vacío por la ausencia de su madre, encontró silencio.

-¿Cómo te sientes?- Halley no pudo evitar preguntar cuando su padre entró a la cocina.

-Bueno, buen día para ti también.- Su padre podría ser sensible, pero no mostraba sus emociones tan fácilmente. A no ser que sea a Halley, por supuesto. – Me encuentro bien. Es raro no despertar con...- Robert iba a decir beso matutino de Margaret, pero se detuvo.- ¿Cómo te sientes tú? ¿Te duele el pecho?

El día que Halley tuvo su primer paro cardíaco estaba en clase de historia. Un gran espectáculo. Mientras la profesora estaba explicando el ascenso de Hitler, Halley empezó a tener un malestar debajo de su brazo derecho. Le sacó importancia al minuto de tener esas puntadas tan insoportables. Al cabo de unos segundos esos dolores se volvieron sofocantes, no podía respirar y terminó en el piso agarrando su pecho derecho con todas sus fuerzas, como si eso pudiera parar el dolor.

Al cabo de unas cuantas horas se encontró en el hospital con una intravenosa, dos doctores rodeándola, y monitoreando su estado, mientras que sus padres estaban sentados en la sala de espera. Halley nunca se sintió tan asustada en su vida. Luego de unas horas más, supo que se había equivocado. Al enterarse que tenían que operarla para sacar lo que impedía a la sangre circular fluidamente hasta su corazón, tuvo mucho más miedo que antes.

-No, no me duele. Estoy mejor.

-Me alegro. Pero igual mañana tenemos turno con tu doctor para hablar sobre tu estadía allá y cómo va a hacer la operación. Es dentro de una semana.

Robert estaba mucho más asustado que Halley. Pero lo disimulaba bien, tenía que mantener la calma.

Al escuchar la palabra cirugía, a Halley se le pasaron las ganas de comer. Además, ya era hora de irse al colegio, y por ahora, el colegio era lo más normal en su vida.

-Eh... está bien. ¿Tendré que faltar cierto?

-Me temo que sí, pero la directora ya sabe de tu situación y nos dio todo su apoyo. Yo no trabajaré así que seré todo tuyo.

-Genial, nos vemos luego. Suerte.- Se le acercó y le dio un abrazo rápido.

-¡Antes de irte tomate tu medicamento!

Su padre gritó después de tirarle dos besos. Halley suspirando tomó el frasco que contenía las pastillas. Eran rosas y pequeñas. Tenía que tomar dos por día, todos los días para evitar que su corazón se acelerara de más. Claro está que la gimnasia ya no entraba en un tema de conversación.

Cuando Halley entró a su tercera clase se sentía algo mareada. No solo por las pastillas que la hacían querer dormir por horas, sino por el hecho de que no se sentía bien en todos los aspectos, tal vez sea por su madre dejándolos o por la culpa que la carcomía de que su padre estuviera deprimido, o tal vez, por el simple hecho de que nunca iba a poder tener una vida normal.

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Robert sabía que su hija no tenía que estar en la escuela. Su operación sería dentro de una semana y ya lo llamaron del hospital privado Heggins para decirle que Halley tendría que estar en el hospital en recuperación por lo menos un mes. La operación no es un trasplante de corazón –por suerte- Iban a supurar una placa de una de las arterias coronarias. Es por eso que tuvo su primer ataque cardiaco a tan temprana edad. El doctor de Halley era unos de los mejores según Robert. La iba a tratar muy bien e iba a hacer todo lo posible para que todo salga bien. El doctor Guemes le dijo que es muy raro que tan chica tenga este tipo de problemas. Llegaron a la conclusión de que es algo hereditario con el cual va a tener que vivir toda su vida, y en el peor de los casos van a tener que recurrir a un trasplante.

Pelear con Halley no estaba en el vocabulario de Robert. Por eso es que decidió dejarla ir una última semana al colegio. Ella insistió en que quería tener una vida normal y no ir al colegio, no iba a ser normal. Pero cuando recibió la llamada de la directora del colegio de su hija para que vengan a retirarla porque se había desmayado, Robert se dio cuenta que cometió un error.

Robert salió casi corriendo del auto y se precipitó en el edificio. Se acercó rápidamente a secretaría y preguntó por su hija; en ese momento la directora salió de su despacho junto con Halley.

-Nena, ¿estás bien? ¿Qué pasó?

Robert inspeccionó a su hija y algo alterado y con la respiración acelerada de lo rápido que corrió los pasillos.

-Hola señor Markson, ella está bien. Le dimos agua, pero no estoy segura del por qué se desmayó. Tal vez son un efecto colateral de las pastillas.

La directora Givens le regaló una sonrisa tranquilizadora a Robert, claro que no todo era solo por la chica, digamos que muchas mujeres deseaban al señor Markson, hasta las señoras más grandes de edad se le insinuaban. Claro que todas sabían que él tenía una esposa, pero lo que no sabían era de su repentina huida

-Gracias por avisarme. Creo que no es solo por las pastillas, estamos pasando por unos momentos... bastantes complicados. Supongo que este va a ser su último día.

Halley abrió los ojos.

-¿Cómo? Fue solo un mareo papá.

Robert miró a su hija y notó miedo en sus ojos. Era claro que Halley no quería vivir en un hospital. ¿Quién querría vivir en un hospital? Vivir, es un sinónimo de "quedarse en un hospital por tiempo indeterminado". Por eso y por muchas cosas más Halley quería seguir yendo al colegio.

-Lo siento nena, pero... lo mejor va a ser que descanses y entres al hospital lo más rápido posible. Tienes que descansar para la operación.

-Si, lo sé. Pero eso no significa que no haga nada de mi vida solo por una operación.

-Haremos lo que el médico recomiende. Y ya lo he llamado. Dice que cuanto antes ingreses mejor, estamos hablando de una operación en el corazón. No es cualquier cosa Halley. Lo siento, sabes que he hecho lo que pude para que estés en casa un buen tiempo. Pero es hora y lo sabes.

Halley se quedó mirando a su padre con tristeza y enfado en sus ojos. Quería enojarse con su padre, quería decirle unas cuantas cosas no muy bonitas. Pero ¿de qué le serviría? Ella sabía que esos mareos y repentinos desmayos no eran cualquier cosa y que estar caminando como si nada en la escuela no era muy buena idea. Aparte su padre no era la razón de su enojo, la razón es su asqueroso corazón que no funciona como corresponde. Robert ha hecho todo bien y todo lo que había podido hacer, es verdad.

Es hora, pensó Halley, es hora.



Hola a todos!! Bienvenidos al primer capítulo de mi nueva novela. Esta va a ser una novela relativamente corta, con capítulos largos. Subiré uno cada semana. Espero que les guste, y espero sus estrellitas y comentarios. Gracias por leer ^_^


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