Capítulo 3 Cuesta abajo
N/A: Hola a todos, he vuelto...De verdad lamento haber tardado tanto, pero han pasado muchas cosas. En fin, quiero agradecer a Esmeralda_Geminis y ylaxx05 por su paciencia y apoyo, para ustedes con cariño va esta actualización.
Degel suspiró mientras estacionaba su auto. Era lunes, y parecía que el fin de semana no había sido suficiente para olvidar el desagradable asunto con los hermanos Antares. El Director Hasgard le había ofrecido una disculpa, y le informó de que Milo sería transferido a otro salón dada la situación; claro, después de la semana de suspensión que se había ganado.
Ahora que se daba cuenta, el enojo con su ex-alumno se había desvanecido por completo, en cambio, parecía estarse generando un odio profundo hacia el tal Kardia, a quien deseaba no volver a ver en su vida.
Sacudió la cabeza para deshacerse de esos pensamientos, y con tranquilidad entró a la escuela. Mientras avanzaba a través de los amplios pasillos, notó como muchos de los alumnos lo miraban con cierta burla y murmuraban entre ellos. Tratando de no darle demasiada atención a tan inusual conducta siguió su camino, después de todo algunos estudiantes habían presenciado parte del bochornoso incidente en su salón, así que era normal que durante algún tiempo fuera el principal tema de conversación en la escuela.
Sin embargo, su imperturbable rostro se vio alterado cuando al entrar en el aula miró como el pizarrón estaba lleno de obscenidades dirigidas a su persona, pero lo peor fue darse cuenta que tanto su silla como su escritorio estaban llenos de condones aparentemente usados. Aun sin reponerse de la impresión, escucho las risillas de algunos estudiantes que acababan de entrar al salón y lo miraban despectivamente. Tragó saliva y apretó los puños, recobrando su gélida apariencia tomó el borrador y con la mayor naturalidad posible comenzó a borrar el pizarrón.
-¿Qué pasa amor, te disgustan unas cuantas verdades?- cuestionó con cinismo un joven acercándose con altivez.
-Cuida tus palabras Iori- contestó gélido Degel enfrentando la mirada burlona del menor- Estas hablando con tu maestro, no con uno de tus amigos.
El chico rió ampliamente –Claro, con un maestro pervertido- contestó son una enorme sonrisa tratando de acorralarlo, pero fue detenido con fuerza del brazo. Al voltear para ver quién lo sujetaba se topó con la molesta mirada de Aioria. Ante la imponente presencia del castaño el muchachito no pudo más que soltarse e irse irritado.
-¡¿Qué tanto ven?!- gritó enojado Aioria, logrando que la mayoría de los estudiantes regresaran a sus asientos.
-No tenías que hacerlo- dijo Degel encaminándose de nuevo al pizarrón. Aunque en cierto modo agradecía su intervención, como maestro y como adulto le correspondía aclarar su posición como autoridad y frenar tales faltas de respeto. Por eso, tras acomodarse los lentes miró a la clase –Debo recordarles que el mal uso y daño a las instalaciones se considera vandalismo, y eso incluye el tirar basura y cualquier otro desecho en los salones y pasillos, por lo tanto, como se que ninguno confesará quien hizo este desastre, antes de empezar la clase como grupo se encargaran se limpiar el salón, Además no pienso tolerar ningún tipo de difamación o agresión, ya sea entre ustedes o a mi persona, si tienen alguna queja con referencia a mi o mis métodos de enseñanza siéntanse libres de hablar con el director, pero cualquier nueva alusión a situaciones externas a la clase serán castigadas con detención...-apuntó tajante, provocando murmullos de disgusto pero al final ninguno de los estudiantes se atrevió a decir algo o a desobedecer –Ahora, la mitad del grupo acomodará las bancas y la otra ira con el conserje a traer las cosas necesarias.
Aioria sonrió, y arrancando una hoja de su cuaderno para usarla como una suerte de pala ayudó al mayor a quitar la inmundicia de su escritorio. "Voy a matar a Milo" pensaba al darse cuenta de los problemas que había traído su ocurrencia.
Lo que ni Aioria ni Degel imaginaron fue que eso solo era la punta del iceberg, el principio de una serie de humillaciones hacia el joven profesor. Los alumnos lo molestaban y acosaban frente a la indiferente mirada de sus colegas.
Cada día era peor, no importando las constantes reprimendas del director, Degel había pasado de ser un respetado maestro a la burla de la escuela.
Por su parte el peliverde estaba llegando al límite "Se fuerte" se decía una y otra vez, pero en más de una ocasión había salido corriendo al final del día solo para llorar de rabia e impotencia en su auto. Los días se hacían eternos e insoportables, hasta que viendo que todo estaba perdido, tomó una decisión.
-¿Estás seguro Degel?- cuestionó conmocionado y apenado el buen Hasgard, quien había hecho hasta lo imposible por intentar reprimir los ataques de alumnado.
-Es lo mejor- contestó el peliverde poniéndose de pie.
-De verdad lo lamento muchacho- dijo el mayor estrechando su mano– Si en algo puedo ayudar...-se detuvo no sabiendo que decir.
-Gracias- susurró Degel abandonando la oficina.
Hasgard volvió a su asiento sintiéndose inútil mientras contemplaba la carta de renuncia que le entregará el que a su parecer era el uno de los mejores y más prometedores profesores que la escuela había tenido.
Degel regresó a su casa temprano, se sentía bastante tranquilo y aliviado después de la que sabía era la peor semana de su vida. Por el momento no quería pensar y ni siquiera tenía ganas de llorar, ahora solo le importaba cierto asunto, o mejor dicho, cómo se lo explicaría a cierta persona.
Al anochecer lo encontraron dormido un par de ojos rubí. –Degel- susurró un jovencito muy parecido a él, solo que de fino y largo cabello rojizo.
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