Cap. 4 Sorpresa
Milo regresó a la escuela después de una larga semana de castigo, solo para enterarse por parte de Aioria sobre todo lo que Degel estaba padeciendo por su culpa, por hacer caso a sus malditas hormonas; y lo peor es que él no había estado ahí para ayudarlo. Suspiró resignado mirando por la ventana de su nuevo salón. Como ya era costumbre, no estaba poniendo ni la mínima atención a la clase, y el motivo seguía siendo el mismo..."Degel" pensó con ligera preocupación. Decidió que apenas llegara el receso correría al salón de Aioria para ver a su amado profesor y darle las disculpas que merecía y había sido incapaz de ofrecer.
Mientras caminaba por el pasillo las burlas y cotilleos no se hicieron esperar, sin embargo su situación de alumno y su carácter despreocupado impedía que le diera mucha importancia al asunto. Con rapidez se dirigió hacia su antiguo salón, pero la presencia de Aioria caminando hacia él con una mirada molesta lo tomó por sorpresa.
-¿Qué sucede? ¿Dónde está Degel? – cuestionó el peliazul ignorando el semblante serio de su amigo, y buscando con la mirada a su gran amor.
-Eres un imbécil Milo- dijo con molestia el castaño, obteniendo una mirada de reproche – Degel renunció.
Al instante Milo sintió como si se hubiera helado su cuerpo, y roto su corazón –Pero...¿cómo?...¿por qué?- preguntó aturdido.
-¿Por qué crees tú, estúpido?- cuestionó con sarcasmo el castaño, quien estaba realmente enfadado por todo lo que había ocasionado la conducta de su amigo, y sobre todo por ser unos de los pocos que conocían un poco más sobre Degel.
Milo simplemente no lo podía creer, lo había arruinado todo, y tenía casi la plena certeza de que no volvería a ver al peliverde jamás. Ante tal pensamiento las lágrimas no tardaron en brotar de sus ojos.
A partir de ese momento su vida se desmoronó, ya no le importaba nada. A las clases acudía por inercia y en más de una ocasión fue con el Director rogando por saber algo de su ex maestro, pero la respuesta del gentil hombre siempre había sido una negativa.
Curiosamente, su hermano parecía estar muy feliz, e incluso ya ni siquiera lo interrogaba cada vez que lo veía.
En medio de esta enorme tempestad que se cernía sobre su joven vida, por fin llegó el viernes, lo que significaba que podría pasar los siguientes dos días deprimido en su cuarto sin salir de su cama como tanto anhelaba.
Iba sumido en estos pensamientos cuando escucho a alguien llamarlo por su nombre. Volteo desconcertado al no reconocer aquella melodiosa voz, para encontrarse con un hermoso jovencito de piel blanca y una larga cabellera rojiza, un jovencito muy parecido a...-Degel...-susurró incrédulo.
El pelirrojo lo observó con su gélida mirada carmesí, asentuada por el ligero fruncimiento de su entrecejo - ¿Así que tú eres quien le causó todos esos problemas a Degel?- cuestionó provocando una latente sensación de peligro aun cuando su rostro permaneció inmutable.
Milo lo miró asombrado, sin entender qué ocurría, pero antes de que pudiera pronunciar cualquier palabra un certero puño se estrello contra su mejilla haciéndolo caer estrepitosamente.
La "pelea" inmediatamente capturó la atención de quienes los rodeaban. Especialmente de cierto castaño que al ver a su amigo en el suelo corrió para ayudarlo.
El pelirrojo respiraba agitado. La punzante sensación en su puño rivalizaba con el profundo vacio de su pecho. Era la primera vez que se veía envuelto en una pelea, y con la adrenalina y el enojo a tope no sabía muy bien si parar, o ir hacia el peliazul que trataba de incorporarse y volver a golpearlo.
- Basta...- dijo un atractivo joven rubio, sujetándolo del brazo –No lo vale -indicó.
-Milo, ¿estás bien?- preguntó preocupado el castaño que iba justo llegando para ayudarlo a incorporarse- ¿Qué diablos te pasa? – gritó encarando al pelirrojo.
El de los ojos carmesí enfrentó con firmeza su mirada –Eso no te incumbe.
Aioria lo observó confundido, hasta que reparo en un muy importante detalle, aquel impresionante parecido con su ex profesor -¿Camus? – cuestionó un poco sorprendido.
-Camus- repitió Milo ya de pie, atrayendo inmediatamente la mirada molesta del pelirrojo.
-Así es, soy Camus Acuarius, y he venido a advertirte que no te acerques de nuevo a mi hermano.
N/A: Gracias por su lectura
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