Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 46

Matthew, Marissa y Juliette, se encontraban guardando algunas de las cosas en cajas. No habían sacado demasiado, y la mayoría ya estaba en la casa, pero había que trasladar lo último que quedaba. Jul sonrió al ver que Simón estaba acostado en la cama de Diane porque era la que solía darle de comer por la tarde.

Su lunes no había sido precisamente interesante, aunque si bastante agotador porque el negocio se puso lleno, y trabajaron mucho. Sus padres ya estarían por llegar, así que se había apresurado a mantener todo limpio, aunque con la mudanza se hacía difícil. Por otra parte, Mark le había insistido para verse por la noche, y ella no pudo resistirse. Como siempre.

 Llevaron las cajas una vez terminadas, y se quedaron disfrutando del renovado ambiente.

...

Como para las siete, Jul estaba casi lista, aunque no sabía adonde irían, porque no es como si los restaurantes abundaran. Quizás podrían viajar a la comunidad de al lado, que no estaba muy lejos de ahí, y comprar una pizza con jamón arriba. Ella amaba el jamón, y se lo haría saber en cuanto pudiera.

Mientras se retocaba el brillo de labios, pudo escuchar el telefono sonando en la sala, y refunfuñeo porque tenía que correr a cogerlo. Sus plataformas de corcho hicieron mucho ruido contra el piso de madera, y Simón salió corriendo asustado. Jadeante tomó el tubo y respondió, al mismo tiempo que escuchaba que Mark tocaba la puerta.

—Si, diga.

La voz desconocida y masculina del otro lado, la hizo fruncir el ceño.

—¿Residencia Thompson?—preguntó, con neutralidad.

Se volvió a escuchar, esta vez el timbre, y la chica sin soltar el teléfono, fue para abrirle a su visitante. Le sonrió, mientras le hacía un ademán de que esperara un segundo.

—Si, aquí es.

Un silencio, y solo la respiración de la persona tras el teléfono. Jul comenzó a impacientarse, y pudo escuchar un suspiro

—Le hablo del hospital Wilburn, señorita. Lamento ser yo, el que tenga de informarle de la muerte de sus padres.

Mark volteó preocupado en cuanto vio que la chica soltaba el teléfono, y este caía al piso, causando un estruendo. 

—¿Qué te pasa? ¿Qué sucede? ¡Juliette! —Su voz, su voz era como un zumbido muy agudo.

No vio lo que pasó después, solo pudo sentir que sus piernas desfallecían, sin saber porque. Sus oídos habían procesado esas palabras, al igual que todo su cuerpo, sin embargo, el cerebro estaba en blanco. Su alrededor era una habitación blanca, llena de objetos, y personas que comenzaron a llegar, causando que el sonido agudo aumentara. Poco a poco la cabeza comenzó a dolerle demasiado como para poder mantenerla despierta, y cayó desmayada, golpeando su cabeza contra el suelo.

...

Una cumula de sentimientos se agolparon en su cabeza cuando abrió los ojos, después de casi tres horas. Vacio, soledad, peligro, inseguridad. Visualizó una habitación en colores pastel, aburrida, y fría, con olor a alcohol por todas partes. Su cabeza palpitó y un dolor fuerte hizo que llevara sus manos hacia ella. Estaba vendada.

—Cuanto me alegra que estés bien, cariño.

Marissa se encontraba a su lado, así que tomó su mano, intentando reconfortarla. Vio sus ojos enrojecidos, su cabello revuelto, y una manta que cubría sus hombros.

—Me duele la cabeza. —Apenas pronunció. 

—Llamaré al doctor.

La mujer se dirigió a la puerta, con paso cansino. Juliette sintió que tenía algo en el brazo, y vio la delgada manguera de suero que tenía conectada. Con manos temblorosas, intentó arrancársela, hasta empezar a arañarse con violencia, haciéndose daño. Su tía corrió hacia ella, deteniéndola e intentando calmarla, al mismo tiempo que empezaba a llorar. 

—¡Déjame! ¡No quiero estar aquí! —gritaba, entre sollozos—. ¡Aléjate de mi!

Los gritos alertaron a los médicos que asistieron a ella, inyectándola, para que se tranquilizara. Su vista volvió a ponerse turbia, y todos los rostros eran como alucinaciones que se mezclaban con cosas horribles de sus pensamientos. Lo último que sintió, fue la mano de su tía, acariciándole la cabeza, mientras la oía sollozar.

...

Tres días pasaron, tres días en los que la tragedia fue aun más dura para todos. Juliette había dejado de ser agresiva con su cuerpo, pero no solo eso, más bien, no parecía estar viviendo. La comida no pasaba por su boca, así que seguía conectada al suero. Bebía agua, de vez en cuando, pero ni una migaja pasaba por su boca. Con respecto a lo demás, ella seguía sin creerlo, y los médicos decían que era normal. Su mente pasaba una etapa de shock.

El día que estalló fue en una conversación con su tía, que no se había alejado de su lado en ningún momento.

—¿Cuándo podré irme? —preguntó, después de varias horas sin hablar.

—Cuando empieces a comer por tu cuenta, por eso debes esforzarte —respondió y al ver que no decía más, agregó:—Preparé un poco de pollo. Come, por favor.

—¿Por qué no lo preparó mamá?

 —Vamos, come un poco, está delicioso. —al esquivar su pregunta creía que podía evitar cualquier situación negativa sin embargo, ella la miró con profundo enojo.

—¿Por qué no lo preparó mamá?

—Basta, Juliette, no me hagas esto de nuevo. Sabes que no quiero responderte esa pregunta.

Su sobrina apartó la vista de ella, y comenzó a mirar el techo, mientras lagrimas se le acumulaban. Verla así, tan rota, terminaba de destruir la poca valentía y coraje que le quedaba. La luz de felicidad que irradiaba su Juliette, había sido extinguida con una llamada telefónica. En una oración.

—Quiero oírlo, quiero saber que pasó con ellos. No quiero seguir imaginando, solo viendo en pesadillas. Esto es horrible, tengo mucho miedo. Yo, no, no puedo seguir así... —Ambas habían comenzado a llorar, pero Juliette parecía aterrada—. No intentes protegerme, porque no puedes, no esta vez. 

Tan solo hubiera deseado no tener que decírselo, o mejor aun, que nada de eso estuviese sucediendo. Tuvo que buscar palabras adecuadas, pero no las pudo encontrar. Nada era adecuado en esa situación. La muerte era lo que no estaba bien.

—Solo quiero que me prometas una cosa. —la vio asentir, sin duda alguna, así que le dijo:—Prométeme que seguirás. Seguirás por nosotros. Juliette, mi amor, hay tantas personas que te aman allí afuera. Por favor, promételo. Debes seguir...

Una canción que había escuchado hace varios años, fue como una bomba a su cabeza. Recordaba el titulo, porque su mente la grabó con fuego. "Tú no sabes".

https://youtu.be/rodJTwRR-Lk

Así que solo déjame que renuncie,
deja que me suelte.
Si esto no es bueno para mí,
bueno, no lo quiero saber.

Déjame que pare de intentarlo,
permíteme que deje de luchar.
No quiero tu buen consejo,
ni (oír) las razones por las que estoy bien.

Sin embargo, por alguna razón, asintió, con la mirada perdida en la sabana que cubría sus piernas.

—Fue un accidente cuando volvían aquí. Ambos salieron despedidos, y murieron en el acto. —Marissa tuvo que tomar aire profundamente, porque no podía seguir hablando—. No sufrieron. El medico dice que fue demasiado rápido.

Las palabras se quedaron atoradas en sus oídos, al mismo tiempo que su cerebro las procesaba. Una vez lo hizo, el sentimiento de dolor bajó de allí, hasta su corazón. Fue en ese momento, cuando el shock dio paso a libre a los sentimientos, y ella comenzó a quedarse sin aire. Se estaba ahogando. No podía respirar. Sus ojos se nublaron, y comenzó a sollozar como nunca creyó hacerlo.

Era un llanto desesperado. Un llanto con sonidos tan ahogados, que era desgarrador. 

 Marissa asistió para abrazarla, pero ella no podía reaccionar. Estaba en crisis, no sabía que le ocurría a su cuerpo en esos momentos, y porque el dolor en su pecho era tan intenso.

—¡Mamá! ¡Papá! ¡Oh dios, no! ¡Por favor, no me hagan esto! —El llanto le impedía respirar, y los médicos asistieron a la sala, preocupados—. Dios, no, no, no, ¡por favor! ¡Vuelvan conmigo! Por favor, por favor...

Los profesionales salieron de la habitación, sabiendo que ese momento llegaría, y no había nada que hacer.

—Estoy aquí, respira...

Su pecho tenía un peso tan grande, que tuvo que presionarlo, sin poder dejar de llorar. 

—¿Por qué me hicieron esto? —le preguntaba, acallando sus palabras sobre el hombro de la mujer—Me dejaron, me dejaron. Yo nunca volveré a verlos, no pu-de despedirme, no pude...

El abrazo la estrecha más fuerte, y llora por horas, hasta quedarse sin energía.

...




















Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro