
Capítulo 41
Al pedalear juntos, Jul pudo sentir gusto al andar en su bicicleta. Nunca se había planteado la idea de solo salir, sin tener razón alguna. Pero una vez que lo probó, junto a él, supo que volvería a intentarlo.
Una vez llegaron, los dos dejaron las bicis a un lado de la casa. Jul tomó el pastel y suspiró, soltando el aire de sus pulmones. Él pudo sentirla nerviosa, y tomó su mano. Ambos se quedaron quietos, como si sus cuerpos necesitaran asimilar ese contacto. Una corriente eléctrica recorrió el brazo de la chica, perdiéndose antes de llegar a su hombro, y volteó a mirarlo, buscando de alguna manera una respuesta en su rostro, queriendo saber como se sentía.
Se encontraba tranquilo, en paz, una reacción totalmente diferente a lo que ella había sentido, pero le sentó bien. Los humanos no eramos todos iguales, y las sensaciones podían ser diferentes en cada uno. Tal como a Juliette su interior parecía volverla loca, a él le producía una gran relajación el tenerla cerca, el tomarla de la mano, el oler su perfume. Podía haber tenido un día malo, pero al verla, alguna parte de su mente y corazón desconectaban y otorgaba una dulce felicidad.
Era la crema que le faltaba a su café amargo.
—Creo que deberíamos entrar —dijo de forma suave.
Sin soltar el agarre, entraron juntos, y el hombre ya estaba esperando.
—¡Buenas noches! Ah, que delicioso se ve eso, déjame que lo guarde por ti. Por cierto, me llamo Allan, es un placer conocerte por fin.
Allan se movía con rapidez, y se apresuró a guardar el pastel en la nevera. Nadie se encontraba allí, y la mesa estaba preparada para ellos tres.
—Gracias, también es un gusto conocerlo, mi nombre es Juliette.
Mark le abrió una silla de la mesa para que se sentara, y luego volvió a acercarla. La castaña pensó que el próximo paso, de caballerosidad, estaba cumplido. Ahora podía decir que un chico la había ayudado con su asiento. ¡Ah! Y un chico la había tomado de la mano por más de cinco minutos.
—Este muchacho me ha hablado mucho de ti.
Ella sonrió, y volteó a mirarlo, y él subió las cejas, haciendo una cara que la hizo reír. Pensó cuan diferente era conforme a su actuar, porque ella estaba muy nerviosa la primera vez que fue a casa con sus padres, y eso que ni siquiera eran algo. Recordó que según había dicho, no era su primera chica, así que supuso tendría más experiencia en todo.
—Huele delicioso, ¿la señora Syson ha cocinado para nosotros? —preguntó con curiosidad, mientras veía al hombre levantarse para chequear el horno.
Cuando volvió a verlo de pie, pudo notar el gran parecido que tenía con su padre. La misma mandíbula, los mismos ojos café, el mismo cabello negro. Allan habría sido muy apuesto en su época, aunque en ese momento no desprendiera jovialidad. Pudo notar bolsas debajo de sus ojos, así como que su cabello se notaba un poco descuidado, y supo que el dolor formaba parte de su nueva vida.
—Mi padre es el amo de las carnes, y hoy preparó algo que seguro te encantará —le explicó él, sacándola de su ensoñación.
Allan tenía un guante de cocina en la mano cuando sacó la bandeja del horno, con la carne oliendo delicioso. Había una madera en la mesa, así que la apoyó ahí, mientras comenzaba a cortarla, un poco apresurado. Jul notó que el hombre era muy enérgico, y demasiado apresurado, impidiéndole casi quedarse quieto.
—Bueno, creo que se me dan bien, pero ese titulo se me hace demasiado —dijo, para luego comenzar a servir plato por plato, con delicadeza de no manchar el mantel.
Cuando la chica probó el primer bocado, acompañado del puré de papas, soltó un suspiro. Eso estaba delicioso, aun mejor que las carnes de su madre, y eso que las de ella también le encantaban.
—Allan, esto está delicioso, ¿dónde aprendió a cocinar tan bien? —le preguntó, sintiendo una gran curiosidad.
—Bueno... —el hombre le sirvió vino blanco en la copa, y siguió hablando—. Con mi esposa nos habíamos anotado en un curso de cocina. Sabes, a ella no le gustaba mucho cocinar y a mi no se me daba muy bien, así que creímos que eso haría un cambio. —Se encogió de hombros y cortó un pedazo sin esfuerzo alguno, porque estaba demasiado tierna—. Y supongo que si lo fue, solo que ahora no cocino porque no tengo demasiadas ganas, así que estamos en la misma. —Se rió, aunque su chiste no fue demasiado gracioso, y los chicos no se unieron.
La noche pasó agradable, sin más comentarios tristes o incómodos, cosa que ambos agradecieron. Allan sin duda era un hombre muy inquieto, porque estaba en constante movimiento. Sin embargo, de estar muy nerviosa, pasó a sentirse relajada en poco tiempo, porque ellos comenzaron a contar anécdotas que la hicieron reír muchísimo. Nunca pudo imaginarse que alguien después de una perdida tan grande, no perdiera su sentido del humor. Era tal cual Mark le había descrito.
Cuando llegaron al postre, el pastel fue más que elogiado, fue casi alabado. Ella se puso a explicar como lo había hecho, pero ellos fruncían el ceño, sin entender siquiera como batir los huevos a ese punto que había dicho. Los dos coincidieron que la repostería era algo bastante amplio, y el hornear algo tan delicioso tenía que ser un don.
En casi un abrir y cerrar de ojos, ya eran las once. La cena terminó, y los tres fueron a la puerta para que Allan pudiera despedirse.
—Gracias por alegrar a mi muchacho—dijo, y sus palabras la dejaron sensible, tanto que quiso llorar.
Mientras caminaban de vuelta a las bicicletas, que habían quedado tiradas en la valla de la entrada, una lagrima recorrió su mejilla. Sintió tristeza por no poder conocer a esa mujer, que había criado junto a ese magnifico hombre, un chico tan dulce como el que se encontraba a su lado. Se sintió estúpida por de un segundo al otro, estar llorando con sollozos, y cubrió su rostro de la vergüenza. Ella no quería echarlo todo a perder, pero simplemente no podía parar.
—¿Qué te pasa?
Estaban ya al lado de las bicicletas y él buscaba respuesta, pero ella no hablaba, solo se arrepentía de seguir llorando.
—Tranquila. —La rodeó con sus brazos y su mundo se desmoronó por completo.
Estaba demasiado confundida al sentir una especie de emociones mezcladas que se chocaban en su interior. Una profunda tristeza, que colapsaba con la felicidad de sentirse afortunada por lo que llenaba su vida en esos momentos. Una familia que la amaba, una amiga que siempre estaría para ella, un chico maravilloso que se adueñaba poco a poco de su corazón, llenando sus recuerdos de primeras veces maravillosas.
Comenzó a calmarse, y pudo decirle:—Tan solo quisiera poder haberla conocido.
Su mirada café se cristalizó a los segundos de oírla decir eso, pero cuando en realidad esperaba una mueca de dolor, solo una sonrisa pudo dibujarse en su rostro, tan melancólica, pero hermosa a la vez, que ella dirigió su mano hacia sus labios. De alguna manera, su cerebro quiso palpar si eso era real y porque se encontraba sonriendo en un momento que ella creyó le causaría tristeza.
—Estas tan preocupada por mí, y por intentar levantarme el animo que te estás ahogando, Jul. No quiero que sientas lastima por mi, ni por mi padre, porque los dos estamos cada vez mejor. Por favor, quiero que por esta noche, dejes de pensar en mi perdida y me veas como un chico normal, como si acabaras de ver a mis dos padres. —Levantó su barbilla con un suave movimiento, al notar que estaba mirando el suelo, quizás avergonzada—. No quiero tapar lo feliz que me hace, en estos momentos, verte con ese vestido, algo que no puedo solucionar, así que solo finjamos por esta noche, por favor.
No pudo más que asentir, sintiéndose todavía avergonzada. Él no perdió más el tiempo y la tomó de la mano, pero no se subieron a las bicicletas, cosa que creyó sería el siguiente paso, más bien, los dos se dirigieron al patio trasero de la casa Syson, rodeando la casa.
—Hum, ¿adonde vamos? —preguntó ella, sintiendo satisfacción al notar como la guiaba aun de la mano.
—Es una sorpresa.
No se esperó el hecho de que hubiera pequeñas luces rodeando el árbol en donde se hallaba la casa del árbol, así como que se apresurara tocar su instrumento, que se encontraba ya preparado. No se esperaba ninguno de esos siguientes pasos en la relación, y él lo notó, porque sonrió complacido al notarla sorprendida.
La melodía que comenzó a sonar la hizo fruncir el ceño, porque no la conocía, y se notaba que él esperaba que cantara. Le señaló con la mirada y notó la hoja blanca enrollada en un pequeño tronco.
"Like I'm gonna lose you"
Sus pupilas se movían por la letra, y sin saber demasiado, comenzó a cantarla, con la voz baja, temiendo porque los demás pudieran escucharla.
La canción comenzaba con una persona que despertaba de una pesadilla, llorando, porque aparentemente había perdido a su pareja. Se encontraba sola, y el dolor la invadía. La siguiente estrofa decía algo que ella nunca había pensado hasta hace momentos atrás, y la letra se volvió aun más real para ella.
Esa frase se le quedó grabada en la mente, mientras cantaba el resto.
"No, we're not promised tomorrow"
-So I'm going to love you
Like I'm going to lose you
I'm going to hold you
Like I'm saying goodbye
Wherever we're standing
I won't take you for granted
Because we'll never know when
When we'll run out of time
So I'm going to love you
Like I'm going to lose you
I'm going to love you
Like I'm going to lose you.
Y al cantar, lagrimas recorrieron su rostro, y pensó que esa canción, era la más hermosa de todo el mundo.
...
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