Capítulo 12
El gato Simón fue bien recibido en su casa. Comió atún hasta cansarse, y luego fue a dormir por lo que restaba de su vida. Exageradamente hablando. Jul se dio un baño y tomó asiento frente a la computadora. Buscó las canciones que más le gustaban y quedó con la cabeza totalmente mezclada. Había muchísimas y, luego, había pensado que quizás no era tan buena idea. ¿Y si los del pueblo pensaban que salían? Oh... quizás pensaría que ella quería salir con él.
—Estúpidos pensamientos —murmuró para sí.
La puerta de la entrada se escuchó y su madre entró cargando con varias bolsas y comestibles. Jul se incorporó para ayudarla.
—Gracias cariño —agradeció—. ¿Cómo estás? ¿Lo encontraste?
Dejaron las cosas en la encimera y Diane pateo la latas de atún con él pie, vacía. Fruncio el ceño y la levantó.
—¿Por qué está vacía? —Vio la sonrisa de su hija y ella cubrió su boca—. ¡¿Dónde estaba?! ¡Es estupendo!
—Hum... —Se puso un poco nerviosa al tener que explicar la historia. Un chico, que la llevaba a su casi casa y le devolvía su gato. ¡Ah! Que mañana vendría a ensayar una canción... de amor, que ambos, cantarían. Simple—. ¿Viste el muchacho que vino con el novio de Thania?
—No... no sabía de él. ¿Es su hermano? —preguntó, mientras metía unas frutas en la heladera.
—No, son amigos, vino para acompañarlo. —La mirada de su madre se clavó en su hija, inspeccionando porque le contaba aquello—. Él lo había encontrado y bueno, cuando supo que era mío, me lo devolvió —culminó.
—Que amable. —Sonrió, de manera pícara.
—Y justamente hablando de eso... —La chica enrojeció, pero tapó su rostro con el cabello, mientras fingía mirar un paquete—. Me seleccionaron para cantar en el festival. —Diane pegó un grito de emoción, mientras corría para abrazar a su hija—. Si mamá, lo sé... aunque me da vergüenza...
—¿Y qué tiene que ver esto con el muchacho? —Volvió a sentirse confundida. ¿Por qué su hija le estaba dando tantas vueltas?
—Resulta que el alcalde lo eligió para que toque su instrumento, mientras yo canto. Y mañana viene a casa para practicar, ¿está bien? —Rogó que le dijera que si, porque ella ya había confirmado con Mark.
La mujer comprendió todo por fin. Asintió repetidas veces. ¡Era la oportunidad para que Juliette activara su vida amorosa! No sabía si su marido pensaría lo mismo, y con tanta alegría, pero claramente ella, le dio su aprobación.
—Gracias mamá —dijo la chica.
—No sé que dirá tu padre, pero... —La interrumpió enarcando una ceja divertida.
—Mamá, él no es, ni va a ser mi novio nunca, no sé porque no tendría que dejarme. Es sólo un chico. —Claro, eso se tenía que repetir cada vez que lo veía.
—Ah... —Suspiró un poco decepcionada, pero sin perder las esperanzas—. ¿Y por qué no?
—Porque no quiero un novio. —Jul guardó lo que tenía entre sus manos y abrió el frasco con las galletas—. ¿Para qué quieres un yerno? Las mamás y papás normales no los quieren. ¡Me tendrán para siempre con ustedes! —Rió, ante la cara de espanto que ponía su madre—. Hablando en serio... Mark no... no lo sé. No es mi tipo.
¿Y cómo lo sabía? Si casi que ni lo conocía.
—Bueno... pero si en algún momento te llegara a gustar... —Juliette la empujó levemente con su cadera, riéndose. Su mamá no tenía caso.
—¿Qué te pasa? —Papá Gerard apareció en la cocina—. Ah, hola cielo. —Él ni había notado que su esposa estaba de vuelta en casa, el partido lo consumía—. ¿Cómo te fue?
—¡Excelente! —Diane estaba de lo más feliz ahora. La castaña aprovechó la situación para empezar a escabullirse y zafar de que ella se lo mencionara a su padre en ese mismo momento.
—¿Qué chico? —El hombre volteo automáticamente para ver a su hija que casi lograba escapar—. Juliette... ¿puedes explicarme lo de mañana?
Justo eso era lo que precisamente quería evitar. Caminó hasta él como si nada pasara y le explicó, de manera natural. Al final de su historia, Gerard frunció el ceño.
—Eres joven para tener novio... —Diane cruzó sus brazos y lo observó disconforme—. ¿Qué te pasa? —le preguntó, viendo como su esposa lo observaba.
—¡Tiene casi veinte años! —exclamó la mujer—. Nosotros salíamos desde los quince. —Jul tapó de su boca una risita.
—Papá, él no es mi novio. Es un chico, que ni siquiera es mi amigo... —aclaró—. Y con el cual tengo que practicar la canción para el festival.
Gerard pareció comprender porque asintió, sin quitar su rostro de seriedad. Diane lo seguía mirando incrédula, de que él, que la había perseguido a ella desde tan joven, ahora pretendiera que su hija continuara sin novio por el resto de su vida. Mientras que Juliette, sólo quería irse de ahí. Simón seguro se la estaba pasando mejor que ella, como siempre.
—Bueno... puede venir. —Por fin habló—. Pero con una condición. —Alzó un dedo y las dos mujeres resoplaron—. Que si llegara a pasarte algo con él, nos lo digas.
—Papá... ya te dije que... —Gerard le clavó la mirada acusadora y ella mordió su labio, sabiendo que nada los haría cambiar de opinión. ¡Como si todos los chicos fueran destinados para que se enamorara!
—Está bien.
Diane, contenta, se puso a hacer la comida. Su marido vio con los brazos cruzados como Juliette se iba a su habitación. En ese momento, quizás casi por primera vez, en sus diecinueve años, la vio más como una mujer, que como su pequeña niña. Suspiró resignado y se dejó caer en la silla. La esposa, que había notado aquello, sonrió y se acercó para darle un beso en la cabeza. El hombre la miró enternecido, pero todavía melancólico.
—Nuestra Jul está creciendo cada vez más. Si no la soltamos de a poco, perderá toda su fuerza y no será feliz. Las responsabilidades se van dando conforme el niño crece, Gerard. Siempre mostró lo responsable que es... ¿por qué no podría traer un chico a casa? Además, ni siquiera es su novio —añadió eso último con aire decepcionado.
Quizás fuera porque todavía recordaba cuando se sentaba en sus piernas y la enérgica niñita le estrujaba los cachetes mientras se reía. O quizás porque aun se la imaginaba corriendo por la sala vestida de princesa, mientras ladrones imaginarios la perseguían para robarle. ¿Cómo había crecido tanto? Sus disfraces ya no le entraban. Su pequeña cocina de plástico estaba guardada en el sótano, cubierta de polvo. Al igual que esos maquillajes de colores chillones en forma de mariposa, que se había comprado después de su primera venta de pasteles. Ella ya no le pedía helado de uva después de llegar del trabajo, tampoco le rogaba porque la llevara a la plazita central. Esos recuerdos eran tan lejanos, pero cercanos en su mente, que le asustaba la idea de que su Jul se fuera en algún momento de casa.
—Si... lo sé —dijo—. Debo soltarla.
...
Una vez en su cama, Jul, después de haber cenado, se puso a escribir en su diario. Estaba contenta de volver a tener ese gato gordo aplastando sus piernas.
¡Fue un día de locos! Ayer no pude escribir porque bueno... estaba deprimida por Simón. Lo había perdido y me sentía terriblemente culpable. Pero hoy, Mark me lo devolvió y morí por completo de felicidad. Estaba en una vieja casa del árbol... fue una situación rara, si, pero agradable. Además de eso, tendré que tocar en el festival, y precisamente con él. Para colmo, no tuve mejor idea que decirle para cantar una romántica. ¡Soy una ridícula! En fin... tuve que decirles a mis padres que mañana vendrá a casa. ¡No me quiero imaginar que van a decir! Y en cuanto a él... me pareció de lo más amable. Aunque casi muero de la vergüenza cuando me descubrió espiando su conversación. ¿Por qué llora? Algo malo le debe estar pasando. Me gustaría preguntarle, me considero buena escuchando problemas, pero tampoco quiero ser entrometida.
Cerró el cuaderno y lo guardó, para luego apagar la luz del velador, y cerrar sus ojos, después de un cansado suspiro.
...
A las ocho de la mañana, los Thompson se hallaban desayunando en familia. Cada uno comía algo diferente, excepto Simón, que como siempre, engullia su pescado procesado. Jul había procurado no tocar el tema de Mark de nuevo. De hecho, casi que ni habló de nada más que de cuán profundo había dormido y del calor que prometía hacer a lo largo del día.
—Bueno, ya terminé. —Sonrió ella, levantándose alegre y evitando sus miradas—. Volveré para las cuatro. Que les vaya bien —saludó a los dos con un beso rápido en las mejillas, mientras colgaba su morral—. ¡Adiós Simón! ¡Los quiero!
Corrió hacia la puerta, como si tuviera muchísima prisa. En realidad llegaría temprano. Así que, subió tranquilamente a la bici blanca y comenzó a pedalear, como diario. Sintió el sol y se lamento sólo un poco el no poder ir antes a las piscinas. Pero tampoco es que le molestase mucho verlo. ¡Mark le parecía de lo más agradable! Además, tampoco se le apetecía tanto estar sola con la parejita feliz, mientras ellos andaban por ahí declarando cuanto se amaban. Era lindo, pero sólo un rato.
Llegó a la panadería en el mismo momento en que Thania lo hacía. Vio la mirada de la rubia y rodó los ojos divertida. Ya sabía en lo que estaba pensando. ¡Querría engancharla con el dichoso chico! Suspiró y entró a la tienda, resignada a una multitud de preguntas y risitas nerviosas.
...
¿Qué tal guapas? (? Jaja. Me causó gracia el padre celoso xD ¿Les gusto el capítulo? :3 ¿Qué creen que pasará cuando Mark vaya a su casa? XD
Hasta la próxima 7u7
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